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Promesa por Niniel

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CAPITULO IV

Miraba al niño a su lado, estaba ausente a todo. ¿Qué diría Ikki cuando viera a su pequeño hermano? El chiquillo no había querido decirle nada después del abrazo. ¿Dónde había estado? ¿Qué había hecho todo ese tiempo fuera? Pronto llegarían y tendría que enfrentarse al mayor, el pequeño no estaba como para soportar el interrogatorio de su hermano. Seguro que la aptitud de ahora sacaría de quicio al otro, esperaba que a Ikki no se le ocurriera agredir al otro, sabía de sobra lo mal que lo estaba pasando pero el chico estaba muy sensible últimamente.
Por otro lado Shun recordaba lo sucedido esa mañana.
Cuando le dijo su nombre, él simplemente se limito a repetirlo.
-Si, ese es mi nombre, Dion, ¿te resulta conocido?
La verdad es que el nombre resonó en su cabeza, trayéndole un sin fin de emociones olvidadas y asustándolo al mismo tiempo, no podía entender lo que estaba pasando.
-Nos conocimos hace mucho tiempo, en una playa-comenzó a relatar-La tarde estaba tocando su fin, el barco en el que viajaba había llegado esa misma mañana. Lo poco que quedaba de mi familia había decidido marchar de Grecia. Apenas cumplía los catorce años. Estaba curioseando por lo que sería mi nuevo hogar, cuando te vi. Un ser divino, ¿una ninfa del mar? Quizá hubiera tenido la suerte de encontrar una hija de Nereo*, recuerdo que pensé.-Hizo una pausa y miró a los ojos de Shun, el chico estaba sentado frente a él en la cama, su rostro no reflejaba emoción alguna, parecía que nada de lo contado hasta ahora le resultaba conocido, suspiró y continuó hablando-Estabas sobre una roca, el cabello largo y dorado se mecía suavemente por el viento. La piel parecía de alabastro, debiste sentir mi presencia, porque te giraste para mirar a aquél que interrumpía tus pensamientos, y en vez de enfadarte por la osadía de un mortal por atreverse observarte, simplemente me sonreíste. Me fije entonces en la belleza de tu rostro, si definitivamente tenias que ser un ser divino. Tus ojos verdes, reflejaban la pureza de tu alma. El sonido de tu risa se fundía con el batir de las olas, temblé ante la idea que habiendo sido descubierta te marcharas al mar, pero nada de eso ocurrió, simplemente me hablaste, creí morir de pura ilusión al escuchar tu melodiosa voz, “Hola, ¿Quién eres tu?”, esas simples palabras y yo no sabía como contestar. Volviste a sonreír y despacio te bajaste de la roca, te encaminaste donde me encontraba, temía que si hacía un movimiento brusco te asustara y huyeras, pero al parecer yo no te inspiraba temor. Te paraste frente a mí, eras más baja que yo y volviste a hacer sonar tu voz. “¿No puedes hablar?” La inocencia estaba reflejada en todo tu ser y desde entonces quise ser su guardián. “Si, psique edeia” sonreíste ante mis palabras. “Mi nombre es Andrómeda, ¿Cuál es el tuyo?”, quede pensativo ante tu nombre, ese era el nombre de la única hija del soberano de aquellas tierras. Vi en tu mirada que comenzabas a impacientarte por mi silencio, “Me llamo Dion” “Bonito nombre”, vi que mirabas el cielo y tu expresión cambiaba, “Debo irme ya, ven mañana al comenzar la tarde” y dicho esto comenzaste a correr. Esa fue la primera vez que te vi y desde entonces mi corazón sólo ha podido amarte a ti, ni la distancia ni el tiempo ha podido disminuir este sentimiento.-paró de hablar y miró a su acompañante que seguía con la misma expresión-Creo que por ahora es suficiente.
Shun no sabía que decir, ni que hacer, tampoco entendía muy bien el relato de Dion, a donde quería llegar con aquello. Aunque no podía decirle que era mentira lo contado hasta ahora, ya que por alguna razón creía en su historia.
-Debo irme.-Fue lo único que pudo decir, el otro chico sólo asintió, cogió algo de ropa y salió de la habitación. Debía darle tiempo, y narrarle toda la historia, pero no ahora, era demasiado pronto y debía recuperar poco a poco sus recuerdos, tal como predijo Hécate* y el mismísimo Hado del Destino*.
Shun permaneció un rato más sobre la cama y tomando fuerzas y conciencia de si mismo, su hermano debería estar hecho una furia con él, se decidió a ponerse en pie. Sus mejillas se tornaron carmesí cuando emprendió la recuperación de su ropa. No se arrepentía de lo hecho pero eso no mermaba su vergüenza y tendría no sólo que enfrentarse al chico con el que había perdido su virginidad sino a todos sus amigos, sus mejillas cada vez estaban más rojas si podían. Una vez vestido se armó de valor para salir de la habitación, miró en el pasillo pero no encontró a nadie, se dirigió a la puerta, pero al pasar por la sala en que estuvieron nada más llegar la noche anterior escucho su voz:
-Es de mala educación marcharse sin despedirse.-dijo en la penumbra ya que esta también tenia las ventanas tapadas por gruesas cortinas.
-Yo sólo… que quieres que diga.-Seguía como antes y en el fondo de su alma no quería marcharse.
-Un taxi te espera en la puerta, nos veremos pronto.
-Si-Ni siquiera el supo por que dijo que si, salió rápidamente y se subió al taxi, dio la dirección de la mansión.
Miró a través del cristal, que iba a decir, que había pasado toda la noche con un desconocido, que se había entregado a él y que no volvería a pasar. No sabía como enfrentarse a esa clase de situaciones, eso le pasaba por ser un chico ejemplar y obediente en todo. Y siendo la persona perfecta y pura según sus amigos, no había conseguido ser nunca feliz. Y ahora que había entregado su pureza y había sido un adolescente más dejándose llevar por sus impulsos y emociones, durante esas horas había tenido la felicidad, la había tocado. Pidió al taxista que se detuviera, quería caminar un rato, despejar su mente y recordar la historia que le contara esa mañana, parecía el principio de un cuento, su voz le traía tranquilidad. Caminó durante bastante tiempo sin rumbo fijo. Hasta que vio a Hyoga, este lo abrazo y confirmo uno de sus temores, Ikki lo iba a matar.
Salio de sus pensamientos cuando Hyoga lo zarandeo un poco. Se dio cuenta de que ya habían llegado. Bajó del coche y camino hacia la puerta, de nada servía ser cobarde ahora, se enfrentaría a su hermano, si, iba siendo hora de que dejara de lado sus temores, ¿todo este valor repentino venía a consecuencia de Dion?
Entró y lo primero que sintió fue el golpe que le propinó su hermano, ante la mirada atónita de todos, pero más sorprendente fue su reacción, no salió una sola lagrima de sus ojos, muy al contrario su mirada se volvió fría y respondió el golpe, acto seguido salió corriendo hacia las escaleras, nadie se atrevió a hacer nada.
Una vez en su habitación se sorprendió a si mismo por lo que acababa de hacer. Pero otra vez la sensación de arrepentimiento no estaba. Sintió los golpes furiosos de su hermano en la puerta y la imperiosa orden de que abriera, no obedeció.
-¡Shun abre inmediatamente!
No contestó, se limito a apoyarse en la puerta, escuchando los gritos y golpes de su hermano, cuando este pareció cansarse de la situación, se calmo y dijo:
-Cuando decidas comportarte como una persona adulta y hablar te esperaré abajo, por el momento estás castigado sin salir de esa habitación.
Escucho sus pasos alejarse y comenzó a reírse, por el momento no pensaba salir de ahí. Se aproximó a la ventana y pensó en que sólo faltaba que Dion llegara, trepara por las enredaderas y lo rescatara y comenzó a reírse con más ganas. Bueno ahora sólo podía buscar la solución para salir del problema en el que estaba.
Ikki bajo las escaleras y miró furioso a todos, su hermanito no sólo lo había desobedecido, sino que lo había puesto en ridículo.
-Hyoga ¿Dónde lo encontraste?
El aludido le contó todo lo pasado desde que lo encontró, pero no era gran cosa, ya que el niño había estado callado todo el rato, como ausente.
Dion, se dirigió a su habitación, descansaría un poco más, tenía que reponer fuerzas para el próximo encuentro y a parte esperaba una visita especial esa misma noche. Su cama no estaba vacía.
-¿Qué haces Isabella?-dijo mientras se recostaba a su lado.
-¿No te importa?, no me apetece dormir sola y el ya se fue.
Besó su frente y descansaron. Isabella siempre había sido su niña pequeña y caprichosa, Shun debería también acostumbrarse a ella. Pronto sería el momento de que se conocieran.

CONTINUARA…
Aclaraciones:
Nereo: Un dios marino, padre de las nereidas y guardian del rebaño de focas de Poseidón.
Hécate: Diosa de las brujas, formaba parte del cortejo de Hades.
Hado del Destino: Como su nombre indica sería algo a si como la deidad que representaba el Destino y lo que profetizaba era imposible de cambiar (vamos que lo que decía iba a misa)
Nota de la autora: Bueno siento el retraso, mi papa tuvo un accidente y hasta ahora que no me animaba a escribir nada, mis otras historias también están abandonadas pero he vuelto y mas renovada que nunca. Bueno muchas gracias a todos los que leeís el fic, ya que si no dejaría de publicarlo, no de escribirlo porque a mi si me gusta, jeje, que egocéntrico de mi parte. Bueno arriba aclaro algunos nombres ya que no todo el mundo es un apasionado de la mitología como una servidora. Otra cosa más gracias Chibi Koji, ya era hora de que lo leyeras guapita, que somos amigas y yo leo todo lo tuyo T-T. Gracias por los comentarios.

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