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Mi Medicina por Algodon_

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Un día perfecto en la universidad, donde todos y cada uno de los alumnos y profesores siempre te recuerdan que eres el mejor en todo lo que haces. Siempre preguntándote las respuestas, siempre presionándote para que des más.

El acoso de innumerables fanáticas de tu esbelto y precioso cuerpo, si al principio era solamente una forma más para alimentar tu ego, ahora se había vuelto algo sumamente espantoso, lo peor es cuando se alocan en la entrada de la cafetería para intentar ser quienes te acompañen a pasar el descanso tomando cualquier chuchería.

Por alguna parte, los chicos se dividían en tres partes, los que te admiraban, los que te odiaban y los que intentaban formar una rivalidad estúpida contra de ti, algo que simplemente pasabas de forma olímpica sin hacerles el menor caso.

Cada cosa en tu Universidad era tan perfecto como tu, eres guapo, reconocido, talentoso, habilidoso, deseado, perseguido, acosado, solicitado, amado, odiado... ¿que más puedes pedir?

“Todo era formidable”. Pensaste.

Una mueca de disgusto se forma en tu cara y tus ojos negros se cierran con molestia.

Ahora un viaje en transporte público hasta tu departamento en el cual los acosos eran parte de la rutinaria ruta que tomabas de regreso a casa ya que si no era una señora que intentaba apretarse contra de ti de forma insinuante, era una chica preparatoriana o quizá de secundaria que te miraba sonrojada mientras intentaba cautivarte con sus ojos soñadores, aunque debes admitir que cuando el turno es de algún niño que te mira con admiración, es cuando más molesto te pones.

No es que te enfade que te admiren, es más, adoras que inflen tu, de por si, enorme ego que tienes, lo que te molesta es que eres el centro del mundo de tantas personas que al final de cuentas te sientes absorbido, y sientes que ya no eres tan único y tan dedicado a quien de verdad quieres ser el centro del mundo de toda su vida.

Suspiras pesadamente y te preguntas ¿cuándo fue que te enamoraste de él?.

No sirve de nada preguntártelo por que sabes que tu cerebro te formula más de diez respuestas probables, aunque solo una es la que te convence de verdad. Esa vez que le viste a los ojos por primera vez, cuando cruzaron por el pasillo de la universidad donde estudiaban juntos, jamás olvidarás ese día, simplemente fueron unos segundos, quizá una fracción de este en el cual tus orbes negras se cruzaron con las mieles de él.

Amor a primera vista, ¿cuánto tiempo habías sufrido por hacerle caso a tu orgullo diciéndote a ti mismo que eso no era para ti?... fueron unas semanas que se convirtieron en tu más grande infierno.

Suspiras una vez más, intentando ignorar las miradas de aquel grupo de jovencitas que te miran como si fueses el príncipe azul de los cuentos de hadas que va a salvarlas de su castillo encantado peleando contra un enorme dragón.

Te vuelves a sumergir en tus pensamientos.

Oh, si recuerdas las primeras citas que tuviste con él, cuando en los pasillos de la universidad le veías y no apartabas tu mirada de él, recuerdas aquellos celos descomunales que salieron a flor de piel cuando lo viste platicando muy amenamente con un pelirrojo que terminó siendo un viejo amigo de la infancia y que ya tenía novia para acabar.

Te sentiste idiota.

¿Olvidar la primera vez que se besaron?, jamás olvidarías esa sensación de calidez aunque ahora con este calor del demonio que está haciendo dentro del vagón del tren, comienzas a cuestionarte si era buena idea el haber viajado por esta ruta.

Ahora es una tipa con cara de fácil que está delante de ti, clavándote sus ojos violetas mientras te embarra en tu pecho sus enormes atributos y te mira sugerente, comienza a rozarse contra ti y contienes un bufido de molestia.

Agradeces que la siguiente estación, sea en la que te bajas.

Bien, ya estás fuera del alcance de las garras de cualquier ser violador que cada día intenta ultrajarte a velocidad luz entre estación y estación del tren, aunque si decides ir por algún autobús, es completamente lo mismo así que te da igual aunque has pensado en la idea de regresar caminando a casa.

Sería, al parecer, lo más sano.

Cuando te das cuenta y vas caminando por la calle desierta, llevas en tus sienes un repiquetear de campanas y a cada paso tu cerebro comienza a sobrecalentarse, tu frente comienza a sentirse atormentada y tu cráneo... no hay parte de todo tu maldito cráneo que no te duela ¡Joder!.

Suspiras hondamente y después intentas mitigar el dolor con un suave masaje de tu sien derecha, pero al parecer no funciona como te gustaría, el dolor comienza a intensificarse.

El sol, el acoso, el intentito de Violación Express, las insinuaciones, las presiones escolares, y todo en conjunto, han creado un enorme dolor de cabeza al grado que tu cejo se frunza de manera amenazante, y de hecho quien te viera, juraría que tus ojos se pintaron de un color carmesí bastante peligroso.

Te faltan menos de diez pasos hacia la puerta de tu apartamento cuando sientes el de ese irrefutable de matar a alguien para poder mitigar el dolor de cabeza y ese malhumor de perros que ya te cargas. Siempre es lo mismo pero...

Cuando la puerta se abre, un chico de cabello rubio con un mechón tapándole apenas el ojo izquierdo se gira hacia ti y te sonríe para levantarse del sofá, notas como su estómago está un poco más crecido de lo que viste en la mañana antes de irte y de dices a ti mismo que eso es imposible.

Suspiras abatido y tu malhumor ya se fue por arte de magia con su sonrisa, el se acerca a ti y te observa detenidamente, ahora es una expresión de dulzura la que te dedica y te jala para que te tumbes en el sofá, acomodes tu cabeza en sus piernas apenas rozando esa pancita que resale de su esbelto cuerpo.

-Ya se están haciendo costumbres esos dolores de cabeza.. deberías tomarte un día de descanso..- dijo el rubio mientras acariciaba tu frente apretando apenas con las yemas de sus dedos tu piel, el dolor va disminuyendo poco a poco.

-Sabes que no puedo... –suspiras apenas y te acomodas para girar tu cara hacia esa pancita redonda y llevas una mano para acariciarla con ternura y la besas logrando sacar una risita divertida del rubio.

-¿Ya no te duele? –preguntó con ternura mientras ahora acariciaba tu cabello con delicadeza, enredado sus dedos en el y te mira con algo de preocupación en sus ojos.

Sonries y te incorporas para alcanzar sus labios y besarle con amor.

-No –susurras contra sus labios – gracias a ti... –sonríes y después vuelves a besarle.

¿Qué más da que te acosen?

¿Qué más da que te presionen?

¿Qué más da que te duela la cabeza?

Si para todo, la medicina de tu corazón, de tu soledad, de tu dolor de cabeza, está en los ojos de él, tu amante, tu pareja, tu Deidara.

Notas finales:

Pues no sé, pero me imaginé esta escena y se me hizo sumamente tierna xD

 

Yah, creo que me bajó la miel con ellos xD 


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