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Guilty por Aozora

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Notas del fanfic:

Una triste historia, fruto de una conversación con mi amigo. Gracias a él este fanfic nació y gracias a su mente angustiosa también.

La culpa y las gracias se las doy a Martín xD, por tí escribí esta tragedia.

 

A leer ~~

 

Creí que realmente me volvería loco. Sus gritos por el local me estaban exasperando, y decidí, como buen líder que soy, sacarlo de ese lugar para que dejara de pasar tal vergüenza.

No esperé nunca un manotazo de su parte. Conocía como la palma de mi mano a Kangin, y debía aceptar que siempre había sido un poco brusco para sus cosas, pero nunca en la vida me había levantado la mano a mí, su mejor amigo.

- Suéltame! No tienes derecho a tocarme! - sus gritos golpeaban mi cabeza como taladro, y el punzante dolor en mi sien se hacía cada vez más molesto.

- ¿Puedes dejar de gritar? Estamos en la vía pública Kangin, compórtate - dije con voz calmada, mientras frotaba con mis dedos índice las zonas de dolor. Kangin tan sólo rió estruendosamente. Si estuviera completamente borracho, no dudaría en acallarlo por las malas, o sea, una buena cachetada para tranquilizarlo.

Dejé que siguiera con su "alegre" risa, mientras yo me apoyaba en la pared más cercana que encontré y cerré los ojos. Sentía mi cabeza retumbar con cada ruido del ambiente.

Con Kangin nos encontrábamos fuera del local al cual habíamos ido a tomar unas copas. Pero la agradable tarde que pasaríamos juntos se arruinó cuando vi que mi compañero no pensaba parar en su excesivo consumo de alcohol. Traté de frenarlo, si, pero no recuerdo como fue que terminé tomando junto a él las mismas cantidades industriales de aquel adictivo líquido.

Cuando quise frenar, ya era demasiado tarde. Kangin ya había ingerido ya casi dos botellas de whisky el sólo, mientras que yo recién terminaba la primera. Pero lo peor sin duda, fue haber olvidado que mi mejor amigo con alcohol encima, era realmente un peligro.

Mis alarmas se encendieron cuando pude ver que su inestable cuerpo comenzaba a caminar hacia un lugar incierto. Tomé de su brazo, tal como lo había hecho para sacarlo del local, y lo atraje hacia mi lado.

- Te dije que no me tocaras! - volvió a gritar. Realmente no entendía aquel rechazo de su parte, quise suponer que era debido a su estado de embriaguez.

- Vamos, tomaremos un taxi, en este estado no podremos manejar - traté de sonar firme, pero las 17 copas de whisky comenzaban a pasar la cuenta, y cada vez el suelo se me movía más y más.

Pude observar como Kangin ignoraba olímpicamente mis palabras y se dirigía a su auto, que se encontraba aparcado en la acera del frente. Sacó como pudo las llaves de su chaqueta, y comenzó en su intento de abrir la puerta.

Me acerqué algo tambaleante y tuve que apoyarme en el capot del auto para no caer de bruces al suelo. Le quité las llaves, y las guardé en el bolsillo de mi pantalón.

- No manejarás en este estado Kangin, ven, vamos a tomar un taxi - agarré por tercera vez su brazo, y como las dos veces anteriores, recibí su rechazo. No pude distinguir qué irradiaba su negra mirada en ese momento, pero sus palabras fueron lo suficientemente claras.

- Déjame sólo, no quiero estar contigo - a pesar del alto índice de alcohol en mis venas, pude captar esas palabras con un tono bastante enojado. Sonreí algo nervioso por su violenta actitud. No sabía si hablaba en serio, o era una de sus tantas bromas pesadas.

Pero todo quedó claro para mí, cuando su fuerte mano arrancó las llaves de mi bolsillo y su ronca voz pronunció aquellas palabras.

- Púdrete Leeteuk, no existes para mí - esas palabras hicieron eco en mi mente y corazón. En ese momento, al no estar en mi cinco sentidos, lo único que pude realizar, fue alejarme lentamente hasta quedar del otro lado de la calle, observándole en silencio.

Pude ver su nuevo intento de ingresar a su vehículo, no quise frenarle. Me sentía destruido. Nunca Kangin había dicho tales cosas, y realmente no me lo esperaba. No pude echarle la culpa al alcohol debido a que su rostro parecía seguro y firme.

Luego de unos minutos, su auto ya había sido encendido y el motor comenzó a realizar su sonido característico. Yo, aún estupefacto, me quedé mirándole desde la acera, esperando inútilmente que volviera a mi lado a pedirme disculpas y abrazarme como siempre lo hacía. Pero ese abrazo nunca llegó.

Su auto había partido a una velocidad increíble, desapareciendo calle abajo en la oscuridad de la noche.

Y con la misma velocidad, mi destino había sido marcado por mi estupidez.

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Llegué, gracias a un amable conductor, a mi departamento. Todas las luces estaban apagadas y la casa en completo silencio. Me dejé caer pesadamente en el sillón de la sala y cerré mis ojos para poder disminuir el dolor que me embargaba, tanto en mi cabeza, como en mi ser interior.

Recordaba cada segundo las palabras de Kangin y ese odio inexplicable que había demostrado hacia mi persona. No sabía que pasaba por la mente de mi compañero, y tampoco quería saberlo. No quería ser consiente de sus sentimientos hacia mí, si es que realmente guardaba algunos en su corazón.

Una brisa helada recorrió mi cansado cuerpo, y traté de fijarme si había alguna ventana abierta, pero todas estaban cerradas, había sido realmente extraño. Luego recordé, que siempre había tenido esa curiosa habilidad, por decirlo de alguna manera. Cada vez que algo malo estaba por suceder, un frío recorría todo mi cuerpo, como advirtiéndome del peligro. La vez que sentí aquello, fue en el accidente que habíamos tenido mis compañeros y yo. El día en que Kyuhyun terminó hospitalizado con grandes daños en su cuerpo.

Sacudí mi cabeza para alejar aquellos dolorosos recuerdos de mi mente y me levanté de mi cómodo asiento.

- Sólo son supersticiones, no va a pasar nada - traté de convencerme a mí mismo, mientras caminaba en círculos por toda la sala.

La tranquilidad no volvía y ya comenzaba a desesperarme. Necesitaba saber si Kangin se encontraba bien, y para eso, sólo debía llamar a su departamento, preguntarle como estaba y así podría dormir tranquilo. Eso esperaba.

Casi como un rayo, corrí hacia el teléfono que se encontraba en la entrada, descolgándolo y marcando presuroso el número de mi compañero.

Un tono...

Cuatro tonos....

Ocho tonos....

Demasiados para mi gusto.

Colgué frustrado el auricular y mordí nerviosamente mis dedos. Por mi mente pasaron horribles pensamientos. Pensamientos que no quisiera recordar. Decidí entonces, dirigirme a la cocina para tomar una cálida taza de café. Al dar el primer sorbo, mi cuerpo se estremeció confortablemente.

Con café en mano, y teléfono en la otra, marqué nuevamente a Kangin, pero ahora a su celular.

Nada.

Kangin no contestaba.

Dejé la semi vacía taza en la mesita de roble que se encontraba en el pasillo, y tomé una chaqueta, colocándomela rápidamente, pero todo en sumo silencio, para no despertar a los chicos que dormían plácidamente en sus habitaciones.

Mi mente no dejaba de imaginar terribles razones por las cuales Kangin no contestaba ninguno de los dos teléfonos, entonces, debía por obligación, o casi por necesidad, asegurarme que se encontraba en su casa, sano y salvo.

Salí del departamento, esperando encontrar un taxi a esas horas de la madrugada. Agradecí al cielo y a todos los ángeles por el trasnochador hombre que trabajaba a esas horas. Tomé el taxi, y pedí casi ansioso que me llevara lo más pronto hacia la dirección indicada. El hombre me miró algo molesto, de seguro por el olor a alcohol que desprendía cada poro de mi cuerpo, pero realmente no me importó. Mi prioridad era ver a Kangin.

En pocos minutos, había llegado al departamento de mi compañero, y le pagué el respectivo dinero al señor del taxi.

Observé con terror que el estacionamiento donde debía estar su auto, estaba completamente vacío. Traté de tranquilizarme e imaginar que Kangin había sido conciente y había decidido dejar el auto en alguna calle y venirse en taxi. Con ese pensamiento positivo entré al gran edificio.

- Buenas noches ¿a quién busca? - me preguntó el encargado de cuidar a los residentes. Sacudí levemente mi cabeza para alejar los mareos que aún se encontraban en mi mente y respondí.

- Buenas noches señor, busco a Kim Youngwoon*, vive en el departamento número 352 - dije lo más sobrio posible. Pareció haber dado resultado la reconfortante taza de café, ya que el caballero me dejó entrar como si nada.

Subí apresurado las escaleras, debido a que el ascensor estaba descompuesto. Eso sólo había alterado mis sentidos más de lo que estaban.

Primer piso. Segundo. Tercero.

Diablos! ¿Por qué Kangin debía comprar el octavo piso?

Después de varios minutos, al fin me encontraba frente a su puerta, jadeando y sudado, pero me encontraba ahí. Sonreí ante mi esfuerzo y golpeé la puerta.

Silencio. Nadie abría.

Entonces golpeé una y otra vez más fuertemente, pero nada. Algo acelerado saqué las llaves de mi chaqueta, las mismas que me había dado la vez que quise quedarme a dormir en su departamento por una semana. Recordé en esos breves instantes, como lo habíamos pasado esa semana. Parecíamos realmente una pareja. Yo cocinando por las mañanas, mientras Kangin dormía tranquilamente en su cama. Cama que compartíamos todas las noches.

Mis recuerdos frenaron al abrir la puerta. Esperé recibir un regaño de parte de Kangin por ir a esas horas a molestarlo, pero la casa estaba totalmente en silencio, y al igual que la mía, completamente oscura.

Tanteé con las manos el interruptor de la luz, hasta encontrarlo. Mis ojos dolieron al momento de recibir la luz directamente, pero luego de un rato pude acostumbrarme.

Observé la estancia, buscando algo que me indicara que Kangin había estado ahí, pero todo estaba en perfecto orden. Entonces decidí entrar en su habitación, tal vez sólo había llegado y se había ido a acostar, quise creer.

Al entrar en su pieza, encendí la luz, y me encontré con la desagradable imagen de una cama perfectamente armada, sin muestras de haber sido ocupada por alguna persona. Mordí mis labios fuertemente, eso no estaba gustándome nada. Kangin no había vuelto, y para rematar, no contestaba su celular. El miedo comenzaba a apoderarse totalmente de mis sentidos.

Tomé el reloj que se hallaba en el velador, y pude apreciar con asombro que ya eran las cuatro y media de la madrugada. Que rápido había corrido el tiempo, y yo sin saber aún donde se encontraba mi amigo.

Me dirigí al living, donde me senté en el sillón más grande, y reposé mi cabeza en el respaldar. Sería mejor esperar. Kangin llegaría de seguro.

En mi espera, observé atentamente toda la estancia. En la pequeña mesa de centro que se hallaba frente al sillón, descansaba un marco negro con una foto en él. Lo tomé curioso, y una imperceptible sonrisa se posó en mis labios al ver que en la foto se encontraba Kangin, y a su lado, sonriendo como un niño, estaba yo. La dejé en su lugar y cerré mis ojos.

Había pasado una hora y mis nervios no aguantaban. Mi cabeza daba vueltas y mis ojos comenzaban a llenarse de ese líquido tan conocido. Sequé las lágrimas que habían comenzado a recorrer mi rostro inexplicablemente y me levanté del sillón. Me dirigí a la puerta de salida con los hombros caídos y el semblante cansado. Kangin de seguro había encontrado algún lugar donde quedarse a dormir, tal vez con alguna chica linda con la cual pasar un buen rato. Y así olvidarse completamente de mí. El estúpido e infantil líder.

Mis pensamientos de alguna tragedia habían desparecido, y daban paso a sentimientos que jamás creí existentes. El imaginar a Kangin con alguna otra persona, me hacía doler el estómago y el sabor amargo de los celos se apoderaba de mí.

Al tocar el pomo de la puerta y voltearlo para largame de ahí, el teléfono comenzó a sonar. Le miré como quien mira a un bicho extraño y pensé mucho antes de contestar. ¿Quién diablos llamaría a alguien a las cinco y media de la mañana?

Pero la curiosidad me ganó, y tomé el auricular.

- Yeoboseyo?*- desde el otro lado de la línea se sentían sirenas y voces de muchas personas. En mi rostro una mueca de confusión se hizo presente.

- Disculpe, ¿es usted pariente de Kim Youngwoon? - sentí miedo en ese momento. Kangin... a Kangin le había sucedido algo.

- No, pero soy su amigo. ¿Sucedió algo? ¿Está él bien? - mi voz era nerviosa y aterrada, y las sirenas que sonaban y sonaban no ayudaban a mi estado.

- El sr. Kim ha sido protagonista de un terrible accidente automovilístico. Ahora se encuentra en cuidados intensivos. Señor, le pedimos que se presente prontamente en el Hospital Severance* - el teléfono cayó fuertemente al piso debido a que mi mano no tenía la suficiente fuerza para sostenerlo. Kangin había sufrido un accidente, y todas las responsabilidades caían sobre mí.

Corrí como un desquiciado hacia las afueras del edificio. En esos momento no me importó los comentarios mal intencionados del encargado, ni las miradas reprochadoras de los transeúntes que salían tan temprano a trabajar. Tan sólo corrí con todas mis fuerzas. El hospital tan sólo se encontraba a unas cuadras del departamento, si me apuraba, llegaría en pocos minutos. Y así fue.

Cuando me encontraba frente a las grandes puertas del hospital entré agitado a la sala de espera, donde una asistente se acercó a mí con rostro preocupado.

- Señor, ¿qué le sucede? - preguntó. Su pequeña nariz se arrugó debido al olor que aún desprendían mis ropas, pero yo sólo le miré suplicante y asustado.

- Kangin, Kim Youngwoon! ¿dónde está? Dígame! - con mi histérico grito logré asustar a la chica, para luego recibir una sonrisa tranquilizadora.

- Señor, tranquilo, su amigo se encuentra en cuidados intensivos. Lo mejor que usted puede hacer es esperar aquí a que los médicos terminen su labor - en otros momentos hubiera admirado el sonido de su voz y su capacidad de mostrar tan tierna sonrisa. Pero mi único interés en esos momentos era tan sólo Kangin y su salud.

Maldecía incesantemente mi idiotez. Todo había sido por mi culpa, yo le había dejado ir sólo, yo no había sido capaz de frenarle. Ahora Kangin se encontraba en estado grave, y yo sin poder hacer nada.

Una hora después, la mayoría de Super Junior llegaba al hospital. No sabía realmente cómo todos habían sido avisados, pero no estaba con la fuerza suficiente para preguntar. Me encontraba apoyado en la fría pared de la sala, con mi cuerpo casi desparramado en el banco. Pude sentir una cálida mano posarse en mi frente, y levanté mi mirada para observar quien era el responsable.

- Tranquilo Teukie, todo saldrá bien - la amplia sonrisa de Heechul no hizo nada con mi ánimo. Tan sólo asentí como un robot, y volví a observar el vacío. En esos momentos era preso de un sentimiento jamás experimentado. Una mezcla de miedo y ansiedad por saber el estado de Kangin.

Pude oír los murmullos preocupados de mis compañeros, y uno que otro llanto de parte de los más sensibles, como Sungmin y Eunhyuk. Pero no fui capaz de consolarlos, no estaba en la posición de hacerlo, más necesitado estaba yo de consuelo.

Mis ojos se perdían en la blancura de la pintura de la sala, y mi cuerpo realmente parecía el de una muñeca sin vida. Me sentía terrible, el dolor me ahogaba pero a al vez me dejaba en un letargo casi inconsciente que impedía el libre movimiento de mis articulaciones.

- ¿Park Jungsu? ¿El sr. Park Jungsu? - la voz del doctor activó todos mis sentidos. Como un resorte me levanté del banco en el cual me encontraba y me acerqué presuroso a su encuentro.

- Soy yo, doctor dígame ¿cómo esta Kangin? ¿Está bien? - en un escape de histeria me aferré de su blanca bata y le miré suplicante.

El rostro que me mostró el doctor, hizo que mi corazón se contrajera dolorosamente. Automáticamente las lágrimas se agolparon en mis ojos y mi labio inferior comenzó a temblar fuertemente.

- Intentamos todo lo que estuvo a nuestro alcance... Pero fue inútil. El sr. Kim sufrió un gran golpe en la cabeza al chocar con el vidrio de su ventana, la cual se rompió, incrustandole los filamentos en su cráneo causándole una gran pérdida de sangre. Además de eso, sus costillas sufrieron un fuerte impacto, fracturando dos de ellas, las cuales perforaron el pulmón izquierdo. Si le hubiésemos encontrado más pronto, tal vez se hubiese salvado. Lo siento sr. Park... de verdad lo siento mucho - sus palabras eran dagas que perforaban fuertemente mi adolorido corazón. Lo que estaba diciendo aquel señor, no podía ser verdad. Kangin no estaba muerto. Kangin no podía estar muerto.

Sentía ganas de vomitar, de llorar, de hundirme, de nada.

Agarré fuertemente la bata del doctor, gritandole insultos y barbaridades. Lloré como lo hace un bebé al no recibir alimento ni atención. Golpeé y maldije a todos los presentes, incluso le di un puñetazo a Siwon, quien en su intento de calmarme, se había acercado a frenar mi histeria. Recuerdo que mis gritos se oían en todo el lugar. Los chicos me miraban asustado, seguramente por el estado casi enloquecido de su líder, de su alegre y tranquilo líder.

Luego fue todo borroso para mí, lo único que sentí fue un pinchazo en mi brazo, y luego mis ojos se llenaron de oscuridad. Lo único que pude ver antes de mi desfallecimiento, fue la tierna sonrisa de mi compañro y amigo, Kangin.

Ya nada sería lo mismo. Super Junior había terminado.

-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-

 

Desperté con la frente empapada de sudor. Pude apreciar el lugar donde me encontraba, mi pieza. Sentía mi cuerpo pesado y mi cabeza daba vueltas. Observé a mi alrededor y, por los rayos del sol, supe que era de día. Traté de levantarme, pero mis piernas flaquearon en el intento.

- Hyung! No te levantes aún! - miré de donde provenía la tierna voz, y vi a un Sungmin con rostro preocupado acercarse a mí.

Le miré confundido y pregunté con la mirada por qué estaba en ese estado. Él sólo bajó la mirada, ayudandome a incorporarme en la cama, tapandome luego con las sábanas.

- Sungminnie ¿qué pasó? - pregunté dudoso. Mi cuerpo parecía muerto y no sabía la razón.

Vi el rostro angustiado de Sungmin, y comencé a preocuparme. Sus ojos se llenaron de rebeldes lágrimas que luchaban por salir, y un sonoro sollozo escapó de sus labios.

- Hyung, has estado dormido por tres días... ¿acaso no recuerdas lo que sucedió con....con... Kangin..? - Kangin. Lo que sucedió con Kangin.

Kangin estaba muerto.

Palidecí en un segundo, y Sungmin corrió en busca de alguien para auxiliarme.

Kangin estaba muerto. Yo había enloquecido, y fui sedado con calmantes para poder tranquilizarme. Un fuerte dolor volvía a apoderarse de mi pecho. Las lágrimas no tardaron en aparecer y mis sollozos inundaron la habitación.

Todo por mi culpa, todo por mi maldita culpa. Kangin no estaba, y yo era el único responsable. Dolía, dolía terriblemente. Necesitaba calmantes nuevamente, sentía como volvía a peder la cordura nuevamente y mi cuerpo comenzaba a reaccionar. Volví a sentir el sabor amargo de la bilis, y mi estómago contraerse dolorosamente. Me acerqué rápidamente a mi velador, en el cual siempre habían pastillas para dormir. Necesitaba tomarlas, necesitaba dormir. Tomé el frasco y lo abrí. Pero un extraño sobre llamó mi atención.

Con pastillas en mano, tomé el papel cuidadosamente doblado en el velador. Lo desdoblé y con la poca conciencia que albergaba mi mente, leí lo que se hallaba escrito.

"Hyung, sabes que no soy bueno para estas cosas de sentimentalismos, pero para esta ocasión trataré de ser un poco más expresivo. Realmente no fui conciente de cuando comenzó todo esto, pero estoy realmente seguro, que estos sentimientos fueron creciendo debido al tiempo, llegando a convertirse en amor. Si hyung, te amo, y quisiera decírtelo en persona y por esa razón te invito a que vayas al parque que siempre visitamos, esta tarde. Ahí estaré esperando, a ti y tu respuesta.

Kangin"

 

Mi respuesta. ¿Cuándo había sido aquello?

Miré la fecha que estaba escrita en una esquina del papel, y pude contemplar con horror que había sido el día en que habíamos salido a tomar al bar. Recordé que esa tarde yo no había visitado mi casa en todo el día, y que había estado todo el día conversando con el manager sobre futuras giras. Y esa carta estaba ahí. Kangin había esperado por mí en aquel parque, y yo nunca llegué.

No pude evitar imaginarlo solitario en la banca que siempre nos sentábamos para observar a las palomas y a la gran pileta que se encontraba en el centro.

Kangin había aguardado por mí, y yo no había llegado. Kangin me amaba, y yo no había sido capaz de darme cuenta.

Hasta ahora, después del fatídico accidente, después del maldito accidente.

Y entonces, me pude dar cuenta. El enojo de Kangin. La seriedad con la cual había aceptado mi invitación. Su rechazo y sus palabras dolidas. Ahora calzaba todo, su extraña actitud tenía motivo. Todo por culpa mía. Todo por mí...

Era un idiota, y este mundo no necesitaba una persona como yo.

De pronto, las pastillas que tenía en mi mano comenzaron a verse realmente amigables y no podía negarme a su amistad. Saqué todas del frasco blanco y las eché a mi boca, tragándolas con dificultad. Esperé unos momentos, mientras me sentaba en la cama, con la carta en mis manos.

Las lágrimas fluían deliberadamente por mis mejillas, pero nada importaba ya. Si Kangin había muerto, ya nada importaba. El culpable de su muerte, ya estaría pronto a su lado, para poder darle la respuesta ansiada a su declaración. Pronto podría reunirme con él, y pasear por el parque de su mano.

- Hyung!! Leeteuk!! - los gritos se hacían leves murmullos para mis oídos. Realmente estaba feliz. Feliz y ansioso. En pocos minutos volvería a verle. Volvería a tocar su rostro y podría besar sus labios.

Le daría mi respuesta.

Kangin, espérame, pronto llegaré. Te daré mi respuesta.

Mi respuesta es y será para siempre, un infinito...

Te amo Kangin.

 

 

 

 

Yo también te amo... Hyung ¿Por qué hiciste esto?...

 

 

Fin~~

Notas finales:

 

 

Kim Youngwoon*= nombre real de Kangin.

Yeoboseyo*= forma de saludar en idioma coreano cuando se está hablando por teléfono.

Hospital Severance*= hospital de Corea, realmente nose en qué ciudad exactamente está, pero creo que es en Seúl n_nU

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La historia me salió extrañamente larga xD, talves estaba realmente inspirada.

Espero que no me maten, sólo es un fanfic n_nUU!

Cuidence, besos & abrazos!

 

Bye~

 

 

 

 


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