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Una unión poco esperada por Shini Malfoy

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Notas del capitulo:

Siento mucho la tardanza, es que... tuve problemas en mi casa y ya empiezan las escenas melosas =//=... tuve que hacer un esfuerzo enorme para que 'parezcan' verdaderos novios XD

Disfruten y, al parecer, durará más de lo que dije en el capi anterior ¬¬U ¡Menos de cuatro capítulo faltan, lo juro! ><

=.="

::Shini Malfoy::

Una unión poco esperada

IX: Cinco palabras

 

 

— Oh, claro… —se movió el labio—. Vuelve-al-mundo-por-favor.

 

 

Durante todo el día anterior estuvo pensando y haciendo una lista enorme de cuáles podían ser las palabras. Sin ninguna pista más, era mucho más difícil. ¡Dios, qué pesadilla!

 

Draco le miró y alzó una ceja.

 

— Dumbledore, ¿cuántas probabilidades hay de que me quede en este estado por siempre? —miró al anciano.

 

— Muchas —sonrió, nervioso.

 

— ¡No es tan fácil si no me dan una ayuda! —se protegió el moreno, sonrosado.

 

— Tienes que decir lo que sientes, Harry. Es así de sencillo —le sonrió el director.

 

— Draco, le pediré a tu madre que empiece a hacer ropa que no te traspase.

 

— Gracias, padre, una eternidad con esta ropa es desagradable.

 

— Que poco apoyo le dan —murmuró Ron a su amiga.

 

— Harry tiene razón, si no le decimos una de las palabras, no lo logrará.

 

— Bien. ¡Harry, amigo!

 

— ¡Ron, dame una mano, por favor!

 

— Está bien… Hermione las sabe —le dio el paquete.

 

La castaña le miró de reojo.

 

— Las palabras son tus sentimientos, debes demostrarle a Malfoy lo que sientes por él y las ganas que tienes de que vuelvas a la vida. No pueden ser menos que cinco ni más. Tú las sabes, o Dumbledore cree que las sabes. Nosotros te ayudaremos en cuanto podamos… Pero no podemos decirte las palabras directamente, porque Dumbledore… me mata con la mirada —terminó susurrando con terror.

 

Harry se giró a ver al director y rió nervioso.

 

— Está bien, está bien, no les pediré ayuda… ¡Cielos! —miró al pelirrojo.

 

— Los juegos del director lo transforman en… un monstruo, de veras —suspiró Weasley.  Harry caminaba hacia los jardines nevados con ropa de invierno, y su búho en el brazo. Dejó que el animal saliera a pasear o a cazar mientras él reflexionaba. Se sentó detrás de la fuente, y flexionó las piernas contra su pecho. Se sentía feliz se volver a ver a Draco, le extrañó de sobremanera en esos dos días. Pensó que ya no lo volvería a ver…

 

Sus días de inconsciencia en la enfermería fueron una tortura, y despierto fueron peor. Quería morir… En ese momento también quería morir, pero porque la vida de su amado se encontraba entre sus manos.

 

Se miró la palma de sus manos enguantadas.

 

Malfoy podía llegar a ser un fantasma de por vida si él no encontraba las malditas palabras.

 

— ¿Intentas averiguar tu futuro?

 

Dio un saltito en su lugar y levantó el rostro, encontrándose con la mirada grisácea de Draco arriba suyo.

 

— Con guantes será algo difícil.

 

— No quiero eso —volvió a acomodarse.

 

El rubio se quedó flotando frente suyo, con las piernas cruzadas.

 

— Harry, quería… hablarte de algo —comenzó a balbucear, sonrojado.

 

El Gryffindor le miró asombrado. ¿Ahora qué? Malfoy se veía tan guapo cuando se sonrojaba… Se atragantó con su propia saliva.

 

— ¿Sobre… sobre qué? —tosió.

 

— Sobre lo que pasó hace semanas atrás —le miró fijamente a los ojos—. Me arrepiento de haberte humillado de ese modo en el baño del restaurante, en el mundo muggle; en verdad, lo siento. También perdón por tratarte como basura todo este tiempo. Si no fuera por eso, tú no habrías sufrido por ese imbécil de Santiago, o como se llame.

 

Potter perdió la vista en la nieve entre sus pies. Esos momentos ya los había olvidado. Se sentía tan feliz de volver a verle, aunque no con vida, que se olvidó cómo y porqué había muerto. Claro, él se molestó tanto que le abandonó en las calles y Santiago le tomó de sorpresa.

 

Tembló al recordar todo lo ocurrido en ese sótano.

 

Pero también tenía que tomar en cuenta otro detalle: si Draco se estaba disculpando frente a frente era porque de verdad sentía un enorme malestar. ¿Eso quería decir que, tal vez, tenía una esperanza? Otro recuerdo: la planta diga-verdad le aseguró que el rubio sentía lo mismo que él. ¿Por qué recordaba todo eso junto ahora?

 

Se sonrojó.

 

Vio una mano transparente debajo de su barbilla, a pocos centímetros de su piel. Aún así, sentía un calor familiar y agradable en esa zona. Levantó la cabeza, fijando sus gemas en los orbes grises.

 

— Cuando te besé, sin la ayuda de esa maldita planta, me di cuenta de que en verdad me preocupabas y me sentí muy a gusto cuando me correspondiste. Esas emociones no vienen conmigo, eres el único que las sabe provocar.

 

— ¿Qué… qué emociones? —intentó apartar la vista del pálido rostro mas esa mano le impedía moverse. ¿No era que no podía tocarle? No le tocaba… ¿Entonces?

 

— Mi corazón late como colibrí, la sangre me sube al rostro con más frecuencia y sin tener fiebre, dentro de mi corazón una vocecita grita: ‘abrázalo, no lo sueltes, no le dejes escaparse; quiero que sea mío y solo mío’. Y más…

 

¿Por qué la mirada de Malfoy era tan segura de sí misma? Aunque le veía sonrojado, no parecía apenado ni nada de lo que él estaba. Parecía tan inocente en esas condiciones…

 

— Harry… cuando te vi en esas condiciones, en el sótano, quería romper todo a mí alrededor. Matar a ese desgraciado por tocar tu cuerpo y luego matarme a mí por dejar que te tocasen. Porque es mi culpa todo esto. No lo niegues —se apresuró a decir cuando Harry abrió la boca—. Si no fuese por mi estúpido comportamiento de ‘chico Malfoy’, tú jamás hubieses sido violado ni yo jamás hubiese muerto.

 

Nuevamente, tembló.

 

— Lo siento —por primera vez, no pudo aguantar la mirada tan dulce de ese moreno. Agachó la cabeza. Tenía ganas de llorar. Él y sus comportamientos, por él Harry sufrió todo eso.

 

— Draco… —levantó sus manos enguantadas hacia el rostro del Slytherin.

 

Quería abrazarlo, ahora su propia voz le decía: ‘consiéntelo, demuéstrale tus sentimientos sin palabras, entrégale tu corazón; él sabrá cuidarlo’.

 

— Harry, te quiero.

 

Con toda la fuerza de su cuerpo, Draco levantó el rostro y apoyó sus labios sobre los del Gryffindor. Permaneció a un milímetro de distancia, consciente de que podía traspasarlo pero ansiaba volver a probar ese sabor dulce, quería volver a probar esos labios…

 

Harry permaneció en su lugar, sorprendido por ese movimiento. Malfoy le quería, lo acababa de aceptar. Malfoy le… correspondía. La alegría inundó todo su cuerpo. Instintivamente, rodeó la cintura del rubio con sus brazos y quiso presionar para aumentar el beso.

 

— Me sorprende tu falta de lógica —suspiró Draco luego de sentir el cuerpo de Harry traspasarlo y caer a la nieve—. Acabas de romper una atmósfera que me agradaba —volvió a cruzarse de piernas, en el aire.

 

— Auch —se levantó con la ayuda de sus brazos y se limpió la nieve de su rostro—. Lo siento. ¿De veras me quieres, Draco? ¿No es lo mismo que…? —al ver la determinación y la verdad en esos hermosos ojos, decidió no tirar más tierra.

 

— ¿Y tú?

 

Harry permaneció quieto, contra la fuente unos momentos.

 

— Yo no —contestó al final.

 

Las pupilas del Slytherin se dilataron. ¿Era broma? Otra vez sintió como su corazón se encogía, rodeado de paredes invisibles.

 

— Te amo, Draco. Lo mío es más intenso —le sonrió.

 

Vio pasar la mano del rubio por sus mejillas, siguiendo de largo. Malfoy frunció el ceño.

 

— ¡Casi me das un infarto, tarado!

 

— Lo siento, lo siento —rió—. Yo te amo mucho, Draco —murmuró.

 

— Yo también a ti, Harry —sonrió, sonrojado.

 

¿En qué alocado sueño tuvo esa misma escena? Nunca pensó en sentir algo tan intenso por alguien y menos por su archienemigo mágico. Se sentía muy buen querer y ser querido. Harry era… lo que siempre necesitó.

 

— Draco, cinco palabras —ambos se miraron—. Yo-te-amo-mucho-Draco.

 

— Si lo dices de esa forma, no me la creo; y esas no son las que me traerán de vuelta —se cruzó de brazos, ceñudo. Potter solo buscaba las dichosas palabras mientras que él se ilusionaba en vano. Siempre será un idiota.

 

— ¡En verdad te quiero! Pero me altera no poder encontrar esas palabras que te traerán de vuelta.

 

— ¿Para qué quieres que vuelva?

 

El moreno le miró. No esperó esa pregunta.

 

— Para poder abrazarte, para poder decirte mis sentimientos sin ser reflejado en el vacío, para poder… besarte —murmuró, avergonzado.

 

— ¿Y qué más? —se acercó a su rostro.

 

— ¿Que… más? —se sonrojó.

 

— Eres lindo, Harry. Pareces un muñeco cuando te sonrojas así —sonrió, conforme.

 

— ¡No te burles!

 

— Jajaja —se tiró para atrás, flotando de espaldas, abrazándose la panza.

 

Harry le miró. Otra vez esa risa. ¡A cada segundo la adoraba más! Era tan hermoso…

 

Ambos rieron juntos.


 

El lunes a la mañana, el Gryffindor abrió los ojos animadamente, el domingo la pasó de lujo hablando con Malfoy de diversas cosas. Se levantó y fue el primero en meterse a la ducha. Para cuando salió todos sus amigos le miraron de reojo.

 

— Harry, te acabaste el agua caliente —le acusó Dean, ceñudo.

 

— Lo siento y buenos días —saludó a todos de pasada para cambiarse.

 

— ¿Y a éste qué le pasa? —murmuró Dean a Ronald.

 

El pelirrojo rió.

 

— Solamente le picó un animal muy feo… su veneno es mortal, lleva una corona y no tiene extremidades —le decía mientras se cambiaba.

 

— ¿Por eso estaba tan mimado con Malfoy ayer? —quiso saber Seamus, mirando asombrado al moreno quien se sonrojó.

 

— ¡Ron!

 

Le tiró la almohada. Éste cayó al suelo, provocando un mar de risas del resto de sus amigos.

 

— A mi me alegra verte tan contento, Harry —habló sobre las risas Neville.

 

— Gracias, Neville —le sonrió y terminó de ponerse la campera—. Los veo abajo, en el comedor.

 

Saludó con la mano y salió del cuarto. Bajó las escaleras de a dos, desesperado por volver a ver al rey de las serpientes.

 

— ¡Harry, está en la puerta! —le avisó Hermione desde la puerta, asombrado solo la cabeza.

 

— Gracias, Mione. ¡Buenos días! —siguió de largo hasta la puerta. 

 

Todos los alumnos los miraban de reojo, murmurando cosas (otros ni se tomaban el trabajo de bajar la voz). Para Draco, llamar tanto la atención le hacía creerse más superior de lo que era pero… ¿mirar a Harry? Matará a alguien si no se detenían. Miraba a todos y cada uno de ellos con una mirada de pocos amigos, advirtiéndoles de lo que sería capaz si se atrevían a tocarle un pelo (aunque el que llamaba la atención era solo él). El moreno se sonrojaba cada vez que giraba y veía esa cara.

 

— Draco, por favor. Estás peor que cuando me molestabas —le dijo ya molesto. Ver a esos dos de primer año salir corriendo fue la gota que rebalsó el vaso.

 

— Ahora que soy fantasma, puedo leerles la mente… No son tan santos como crees, Harry —miró de soslayo a dos de último año—. ¡No puedo dejar que sueñen o piensen esa clase de cosas contigo!

 

Potter se sonrojó aún más.

 

— Vamos, Draco. Solo están… pensando. Déjales ser libres en su mente —agachó la cabeza. En su fuero interno le agradaban los celos de Malfoy; le hacía sentir tan protegido y querido…

 

— No, Harry. ¡Pervertidos, salgan de aquí si no quieren hacerme compañía! —les gritó reteniendo las ganas de saltarles encima (los traspasará al fin de cuentas).

 

— Draco —le llamó. Posicionó sus manos alrededor de sus mejillas, procurando no traspasarle. Ambos se miraron a los ojos—. Solo te amo a ti, ¿sospechas que si ellos piensas… eso… les dejaré hacerlo?

 

El rubio se mordió los labios.

 

Suspiró, derrotado por esas gemas brillantes de en frente suyo.

 

— Es que hace rato que yo también pienso que quiero hacerlo contigo —susurró para sí mismo.

 

Lástima que olvidó que el rostro del moreno se encontraba a pocos centímetros del de él.

 

Harry se apartó del espíritu tan rápido como pudo. Un cosquilleo en su estómago le hacía retorcerse levemente y sus mejillas quemaban como nunca. ¿Qué dijo Malfoy? Suficiente tuvo con Santiago, ¿ahora Draco?

 

Los ojos grisáceos se posicionaron de nuevo en él. Se regañó internamente al descubrir porqué esa reacción. Se acercó al moreno.

 

— Harry, lo siento. No soy como ese idiota de tu mundo —guardó las ganas de abrazarle. Verle temblar, con ese rostro, le daba muchas ganas de resguardarle de todo y todos. Parecía tan vulnerable, como si clamara por seguridad—. Si tú no quieres… no te forzaré. Lo prometo.

 

El Gryffindor respiró profundamente. Una semana pasó desde el incidente en la bodega y aún no lo podía superar. Volvió a llenar sus pulmones de aire.

 

— Estoy bien. Vamos a clases, ¿si? —le sonrió, demostrando su verdadero estado: bien.

 

— No puedo. Mi padre y Severus quieren hacer unas pruebas para devolverme al cuerpo —se cruzó de brazos, frunciendo las cejas. Esos experimentos le daban mareos y nauseas. Durante toda la noche no pudo dormir por insistencia de Lucius. Presentía que aprovechaban el hecho de que no podía volver a morir…

 

— ¿Devolverte al cuerpo? No confían de mí… ¡Me esfuerzo! —le miró apenado.

 

— Lo sé, pero ya conoces a esos ancianos… —inclinó el cuerpo para dejar su rostro a la altura del otro—. No dejaré que me vuelvan a la vida, si descubren la forma. Te esperaré una eternidad si es posible.

 

Harry se ruborizó.

 

— Encontraré esas palabras.

 

— Sé que lo harás —le sonrió como solo le sonreía a él.

 

Apretó sus labios en los rosados del ‘vivo’. No podía sentir ningún contacto. Ansiaba por sentir esa boca nuevamente.

 

— Nos vemos en el almuerzo —giró sobre su sombra y se alejó hacia las mazmorras, flotando.

 

Tambaleante, el moreno tomó el otro camino. Esa cercanía con Malfoy le hacía perder fuerzas. Se sentía un niño bajo esos ojos grises. ¡Qué tonto era!

 

En mitad del camino, se encontró con Ronald y Hermione quienes tuvieron que soportar sus gritos de insistencia para que le revelasen las condenadas palabras.


 

— Draco-Malfoy-te-adoro… ¡No son cinco! —ya perdió la cuenta de las opciones que dijo sentado en frente del lago.

 

Tachó lo recién dicho de la libreta. Puso la birome en sus labios y siguió pensado.

 

— Tal vez… —volvió a escribir—. Draco-te-amo-y-quiero-que-vueltas-conmigo… ¡Ya me pasé del límite! —tachó la oración. Escribió otra frase, con las cejas fruncidas, y en mayúscula—: SOY-UN-TREMENTO-IDIOTA… Es increíble, ni siquiera son cinco palabras. ¡Maldición! —tiró al lago la libreta junto con la lapicera.

 

Escuchó el sonido sordo que le dio a entender que acababa de perder un cuaderno lleno de anotaciones para Pociones y Botánica junto con su mejor lapicera negra.

 

Con rabia, golpeó el árbol de atrás suyo. Se mordió el labio inferior, con dolor. Abrazó sus piernas, buscando consuelo. Las lágrimas comenzaron a juntarse en sus ojos, lágrimas de rabia al no poder hacerle ese simple favor a Draco. Él dio su vida para salvarle y ahora no podía decir cinco palabras para devolverle la vida. Se sentía horrible, la peor persona del mundo. Pero Malfoy confiaba en él, no debía decepcionarle. Aún quería besarle como Dios manda; nada de besos forzados, ni bromas, ni nada: un beso verdadero y lleno de sentimientos. ¿Tanto pedía?

 

Al parecer si…

 

Ocultó su rostro entre las piernas.  Draco salió disparado de la puerta del despacho de Snape y permaneció flotando en el aire, fuera del casillo, como péndulo, boca-abajo. Un humo espeso, negro, salió de la puerta en el momento en que se abrió de golpe y salieron corriendo Severus y Lucius. Ambos se recargaron en la pared y tosieron, buscando oxígeno.

 

— ¡Esto no sirve, terminarán matándose! —exclamó el rubio volviendo al pasillo.

 

— Tal vez… me confundí en la cantidad de esa planta. Si la cambio… —se decía el profesor de Pociones sin intenciones de dejar de encontrar la cura para su ahijado.

 

— No, Severus, Harry romperá el hechizo y volveré a mi cuerpo —se cruzó de brazos, frunciendo las cejas.

 

— Pones tu vida en manos de un ¡Gryffindor! ¿Qué clase de Malfoy eres, Draco?

 

— Padre, si es necesario dejaré mi apellido, pero no permitiré que sigas insultando a mi novio, ¿entendido? Tengo suficiente dinero para sobrevivir a solas con Harry en cualquier departamento, lejos de ti y tus insultos.

 

— ¡Qué impertinente! No puedes dejar tu apellido aunque quieras. Siempre serás un Malfoy —se separó de la pared y se acercó al espíritu.

 

— Un par de firmas, unos galeones y listo.

 

— ¡Draco!

 

En ese momento, una lechuza mandada por el director aterrizó en la ventana. Los tres hombres se giraron a verle. Snape tomó la carta que colgaba de la pata y la leyó.

 

— Draco, Dumbledore te espera en su despacho.

 

— Perfecto. Ahora si le dirá a Harry le hechizo y volveré a mi cuerpo. Nos vemos luego, Severus —saludó con la mano y se alejó flotando hacia las escaleras.

 

— ¡Severus, me ignoró!

 

— Lucius… —suspiró derrotado Snape. Ese anciano no tiene remedio.  Cuando creyó que ya no se encontraba bajo la mira de sus familiares, bajó la velocidad de su vuelo y anduvo a paso de hombre (aunque en el aire). Sentía que no debía ir al despacho, algo en el pecho le gritaba que no se acercase y que vaya a buscar a Harry, ¿Qué significaba eso? Odiaba el despacho ese, si, pero jamás sintió esas fuerzas internas que tiraban de él para alejarle.

 

Se detuvo en medio del camino, con los ojos mirando hacia la nada.

 

La voz de Severus no fue muy alentadora cuando le comunicó lo que decía la carta. ¿Únicamente eso decía o le ocultó alguna otra frase? Se llevó una mano a la frente, intentando despejarse pero ese dolor punzante en su pecho no desaparecía. Quería respuesta de porqué tenía ese sentimiento. Miró fijamente hacia delante, con determinación.

 

Siguió su vuelo hacia la gárgola con forma de águila.

 

Cuando estuvo en frente de ella…

 

— Demonios, no sé la clave —frunció las cejas—. Oh, ya qué.

 

Se encogió de hombros.

 

Traspasó la gárgola, el suelo y la puerta. Vio que el director tenía cara de… bueno, no sabía la palabra para describirlo pero no era su común cara de tranquilidad. Todo lo contrario.

 

— Siéntate, por favor.

 

— Flotando me siento más cómodo —se cruzó de piernas en frente del escritorio y esperó la excusa del anciano.

 

— Draco, tengo muy malas noticias que darte.

 

La frente del rubio se arrugó. ¿Malas noticias? Algo de muerte no podía ser, tal vez… ¡Harry!

 

— ¿Le pasó algo a Harry?

 

— Tal vez… por ahora no —respondió.

 

Dumbledore se levantó del asiento y caminó de un lado a otro como perro enjaulado.

 

— ¿’Por ahora’? —fijo sus orbes grisáceas en el arrugado rostro del adulto.

 

— Draco, saber que en tu condición no estás ni vivo ni muerto —comenzó su explicación. El estudiante asintió con la cabeza, sin abrir la boca—. De esa forma, tu cuerpo puede volver a regenerarse si el hechizo se rompiese. Harry tiene el trabajo de romperlo y no está dando buenos frutos; es un trabajo complicado y creo que, desgraciadamente, estoy en la obligación de complicárselo más —Malfoy enfrió la vista. Dumbledore no solía dar tanta vueltas—. Creo que mejor me siento. Draco, al no estar muerto, los señores del otro lado me hicieron… un recordatorio.

 

— ¿Señores del otro lado?

 

— La muerte tiene sus superiores y sus reglas.

 

— ¿La… muerte? ¿Quiere que… muera para siempre? —si se hubiese encontrado parado, sus piernas hubiesen perdido fuerza, obligándole a tambalearse.

 

— No tengo el poder, siquiera, para entablar una conversación con La Muerte. Uno de sus secretarios estuvo gentil al traerme esta nota. Aquí tienes, si quieres leerla —sacó un sobre negro de uno de sus cajones y se la extendió.

 

El adolescente miró la carta y luego al director.

 

— Es papel del otro lado, es tan material como tú.

 

Draco tomó el sobre y se sorprendió al poder agarrarlo y sentirle la textura rasposa y algo tibia. Con temor, lo abrió y leyó rápidamente lo que esas letras tan suaves y prolijas decían. Esa cursiva nunca la había visto.  

Estimado Señor Draco Lucius Malfoy:

A través del comprensible director del colegio de Magia y Hechicería, Dumbledore, quisiera comunicarte que no puedo permitir que sigas en ese estado por mucho tiempo. Estoy al tanto del poder que te echaron encima y que, por él, terminaste siendo espíritu. En mi dimensión, no puedo permitir que se me escape una simple alma. Siento mucho decirle que usted no es la excepción.

Acá están ocurriendo muchos disturbios desde que se enteraron de usted y su historia. No puedo permitir más peleas.

Le daré una semana para que resuelva su problema.

Si no me hice entender bien, lo diré de otra forma (sé la edad que tiene): tiene una semana para romper el conjuro sino será traído conmigo y su cuerpo se pudrirá en el vacío. No tendrá más posibilidades de revivir (así lo dicta nuestra Ley: 42.1672).

Si la suerte me acompaña a mí, lo veré dentro de una semana.

Mis saludos

Señor Supremo: La Muerte. 

 

Sus pupilas se contrajeron hasta verse como dos simples puntos negros. El papel resbaló de entre sus dedos hasta caer sobre la silla que tenía bajo suyo.

 

El director bajó la cabeza. Esa reacción le dio a entender que terminó de leer.

 

No podía ser cierto. Dentro de una semana será arrastrado a la oscuridad eterna si Potter no lograba encontrar el rompe-hechizo. Eso no podía estar pasando, ¿por qué? ¿Por qué tiene el presentimiento que alguien ideó todo eso para matarle completamente?

 

— ¡No puede ser posible! ¡¿Dónde está el libro de leyes de… la muerte?! —exigió sumamente molesto.

 

No podía aceptar todo eso. Algo andaba mal… ¿Por qué le mandaron esa carta recién ese día si andaba como fantasma ya una semana entera?

 

— ¿Libro de leyes de…? Draco, no tenemos el libro tal —le tomó desprevenido esa actitud. Por más que pensó en cada y una de las posibles reacciones, no se esperó esa. ¿No tendría que estar desesperado por Harry o triste?

 

— ¿Cómo que no? Entonces, tu biblioteca no sirve para nada —frunció las cejas.

 

— Podrías bajas y averiguar si lo tenemos. Ese libro es muy peligroso, contiene mucha oscuridad.

 

— En mí la oscuridad no surte efecto. Y esto lo demuestra —tomó la carta y la movió en el aire.

 

Al instante tanto el papel como el sobre se incendiaron y sus cenizas desaparecieron.

 

Más molesto que triste, salió de la habitación y fue derecho hacia la planta baja.

 

— Ese chico tiene agallas —escuchó el director la voz de uno de los tantos directores en sus retratos.

 

— ¿Y dónde estaban todos ustedes? —cuestionó Dumbledore mirándolos por encima de sus lentes de media-luna.


 

Su búsqueda entre mares de libros viejos y encadenados terminó horas después, por fin, con el libro de leyes. Se sentó en la esquina más apartada de ese inmenso lugar, lo abrió por la mitad y vio las millones de leyes que habían escritas. ¿Por qué podía tocar, también, ese libro? Tal vez porque le pertenecía a la muerte… ¡Mal augurio!

 

— Hay gente aburrida… —murmuró cada vez con menos ganas de leer ese enorme libro—. Al diablo.

 

Otra ventaja de ser espíritu era que podía hacer magia sin varita. Conjuró un hechizo que le enseñó su padrino que consistía en leer el libro en un minuto.

 

El libro se cerró y se abrió casi al instante, las hojas se movieron rápidamente, sin dejar la posibilidad de leer una palabra siquiera. Pero para Draco, el tiempo pasaba realmente lento, leía cada página sin apuro. Cuando la tapa trasera del libro se cerró con un sonido sordo, él miró por la ventana. No pasó ni dos minutos y él ya terminó de leer.

 

— Esto es todo una ¡farsa! —sus puños siguieron de largo la mesa, tirándolo al suelo—. ¡Maldición, ya no soporto esto! —se sobó la cabeza, dolido.

 

Claramente, vio que las leyes no influían en los espíritus luego de cinco años en esas mismas condiciones. No podía estar seguro si era verdad sobre las guerras en esa dimensión pero… ¡nadie le podía ordenar morirse para siempre recién con una semana en medio del mundo de los vivos y los muertos! Otra vez tiene el presentimiento de que alguien se metió entre él y La Muerte.

 

— ¿Dónde hay algo para golpear? ¡Tengo que golpear algo que no sea el aire!

 

 

Ronald se acercó al Gryffindor de oro para traerle de vuelta al comedor. Ya era hora de cenar y no se alejó de la laguna desde hace horas.

 

— Harry… ¿Harry? —se puso en frente suyo y le levantó la cabeza para verle el rostro. Sus ojos hinchados le decían todo—. Harry, ¿por qué lloras?

 

— Ron, no puedo. No puedo pensar en las palabras. ¡Debo traer a Draco de vuelta y no puedo! —se sacó la mano de su barbilla algo brusco.

 

— Tranquilo, lo lograrás.

 

— Ron, ¿no te das cuenta? ¡Son solo cinco palabras! ¡Cinco palabras que no logro resolver!

 

— No es tan fácil como parece.

 

— Mira a quién se lo dices…

 

— Vamos, Harry, no bajes los brazos. La vida de Malfoy está en ellos.

 

El moreno permaneció en silencio. Tal vez, el pelirrojo tenía razón. No podía dejar que Snape y Lucius rompan el hechizo a la fuerza, eso traería efectos secundarios y… no quería ni pensar en lo que podría llegar a ser.

 

— Si, creo que tienes razón.

 

— ¡Claro que tengo razón! Siempre la tengo —dijo orgulloso de sí mismo.

 

— Vamos, Ron —se levantó con la ayuda del árbol.

 

Ambos se encaminaron hacia las puertas del Gran Comedor.

 

— Harry, ¿sabes dónde está mi cuaderno de apuntes de Pociones? Lo perdí hoy a la mañana y lo necesito para hacer la tarea… —se lamentó.

 

Potter se detuvo abruptamente. ¿Es que no era su cuaderno?

 

— ¿Qué pasó?

 

— ¿Y dónde está mi cuaderno?

 

—Ah, lo tomé yo. Sin querer tomé el tuyo y metí el mío en tu mochila —le sonrió.

 

Su garganta se cerró. Acababa de tirar la tarea de su amigo a la laguna… Lo matará, seguro que si.

 

— Yo… Ron… Jajaja, pues… —se ponía cada vez más nervioso.

 

Luego de contarle todo:

 

— ¡¡JAMES POTTER, NO HUYAS, MALDITO, ACABO DE PERDER MI TAREA!! ¡DEJA DE CORRER, MENDIGO!

 

— ¡Perdón, Ron! ¡Me confundí! ¡Hubiese jurado que era el mío y…! —algo golpeó su cabeza, haciéndole trastabillar y caer al suelo.

 

— Te tengo —el pelirrojo se subió arriba de su espalda. Estiró el brazo para tomar su zapatilla y volvérsela a poner—. ¿Cómo te castigaré ahora? —una idea maliciosa cruzó por su mente y sus ojos lo demostraron.

 

— Ron, Ron, por favor. No fue mi intención. Yo… —esa mirada le hacía tiritar.

 

— ¿Qué crees que haces, comadreja, tocando a mi Harry? —quiso saber el Slytherin, flotando con un aura poco amigable detrás de Weasley.

 

Éste tembló.

 

— Hurón, juego con mi amigo, ¿algún problema? —le miró sobre el hombro, molesto.

 

— Si, mi novio está en el suelo. Sal de encima. ¡No es tapete! —movió la mano desde su lugar hacia su costado.

 

Repentinamente, el cuerpo del pelirrojo salió volando hacia la izquierda, golpeando la espalda contra la pared. Draco permaneció estático en su lugar. ¡Vaya! Ese poder si le gustó…

 

— ¡Ron! —el moreno corrió hacia él y le ayudó a levantaste.

 

— Estoy bien, no fue nada —dijo ronco el Gryffindor. Pasó un brazo sobre el brazo de Harry y miró con odio al rubio.

 

— Yo… —el Slytherin miró hacia sus costados.

 

— Draco, eso fue demasiado —le reprochó Harry, ceñudo.

 

— ¡No sabía que podía hacer eso! ¡Debes creerme! —salió a su defensiva, mirando suplicante a su novio.

 

Harry le miró.

 

— No mientes —suspiró.

 

— ¡Claro que no!

 

— ¿Estás bien, Ron?

 

— Si —se sostuvo de sus hombros con ambos brazos y tiró de él, estrangulándolo—. Quiero mis apuntes, James —habló entre dientes.

 

— ¡Suéltalo, Comadreja! 

 

 ***

— Ron… ¿Sigues despierto? —susurró Harry sacando medio cuerpo del dosel para ver a su compañero.

 

—… No… —escuchó a duras penas.

 

— ¿Hablas dormido?

 

— No. Harry, déjame dormir —se quejó somnoliento, girando su cuerpo para darle la espalda.

 

— Ron, necesito que me cubras —insistía, desesperado.

 

Miró el reloj. Draco le espera en cinco minutos en la puerta del jardín.

 

— Toma —le tiró el cobertor, sin tomarse el trabajo de girar para ver si le llegó o cayó a medio camino.

 

— No seas tan literal, tarado —expulsó, ceñudo.

 

— Ah, ya entendí. Bueno, bueno. Vete —se estiró.

 

— Gracias —sonrió complacido.

 

Volvió a cerrar sus cortinas bordó y, al minuto salió ya con las zapatillas y cambiado (no se puso pijama). Despacio, caminó hacia la puerta, inspeccionando que nadie se haya levantado por su pequeña charla.

 

Levicorpus.

 

El moreno quedó tambaleándose en el aire, siendo sostenido por el tobillo.

 

— ¡Ron! —masculló entre dientes—. Despierta y suéltame… Maldito sonámbulo.

 

— No estoy dormido, idiota. ¿A dónde piensas ir a esta hora? ¡Son las tres de la mañana! —le acusó, arrugando la frente.

 

Metió sus pies dentro de sus pantuflas y caminó hacia donde una sombra pendía de un lado a otro, con los brazos caídos hacia abajo y el pelo como lluvia en el centro. Que suerte que su mente calculó bien la lejanía de su varita con el largo de su brazo; poco más y se le caía todo de la mesita de luz.

 

— Por favor, Ron. ¡Debo irme!

 

— ¿A dónde? ¿Otra vez con ese hurón? Te hará mal, amigo, ya conoces su fama de Don Juan —se detuvo a pocos centímetros de su rostro.

 

¡¿Es que el pelirrojo jamás aceptará su noviazgo con un Malfoy?! Esta casi seguro que si salía con Blaise, no se molestaría tanto…

 

— No hables así de Draco, él no me meterá los cuernos —fijo sus gemas en las del Weasley.

 

— No me digas, ¿te lo dijo él? Oh, es 100% seguridad —habló con sorna.

 

— Ronald —amenazó—. Bájame… Ahora.

 

— Harry, solo quiero protegerte. No quiero verte llorar por ese inútil.

 

— No me veras.

 

Ron tosió.

 

— ‘Ron, no puedo. ¡Debo traer a Draco de vuelta y no puedo!’ —simuló la voz del moreno aunque más aguda de lo común y con un tono afeminado.

 

— No estaba llorando —apretó la mandíbula, ya molesto.

 

— Lloraste.

 

— No es placentero que la vida de alguien esté en tus manos y te lo repitan cada dos por tres. Suficiente tengo con Volde- —el pelirrojo le tapó la boca con la mano.

 

— Grítalo a los cuatro vientos, imbecil —le regañó acercando más sus rostro. Podía tocar la punta de la nariz de Harry con la suya.

 

— Entiendes lo que digo —se zafó.

 

—… —permaneció en silencio unos momentos interminables para el Gryffindor de oro—. No te quiero ver llorando de nuevo. Ve a usar de pañuelo a Hermione —dijo fríamente.

 

Se apartó unos pasos.

 

Liberacorpus.

 

— Auch —cayó al suelo de golpe—. Bruto.

 

— Tarado —se giró sobre sus pies y volvió a la cama, tirando las pantuflas hacia la nada. Por la mañana las buscaría.

 

— Ron, no te pongas así —se levantó, sobándose la nuca.

 

— Vete de una maldita vez.

 

— Luego hablaremos —frunció el ceño.

 

Salió de la alcoba y bajó las escaleras a grandes zancadas. Lo último que necesita era que alguno de sus amigos de enojase… y ahí aparece la cara de Weasley. ¡Condenado sea!

 

A hurtadillas de Filch, logró salir al jardín pero no vio a nadie. Su reloj le indicó que hacía ya más de cinco minutos que tuvo que haber llegado. Draco no pudo ser tan impaciente y dejarle ahí; se peleó con su mejor amigo para verle, ¡le matará si no aparece en cinco segundos! No, esperen, eso no…

 

— Aunque te ame, sigo teniendo mis principios con la puntualidad —le habló serio el rubio saliendo del suelo.

 

El moreno dio un saltito hacia atrás, aguantando la respiración.

 

— Con esas agallas, no habrías sobrevivido en la fiesta de Halloween —rió Malfoy.

 

— No… no es lo mismo —murmuró avergonzado, encogiéndose entre sus hombros.

 

— Ya. Que suerte que lograste zafarte de Filch —le sonrió.

 

— Filch no fue mi peor obstáculo —dijo con un hilo de voz, bajando la cabeza. Ron le acababa de destruir su noche con su novio.

 

— Hablemos lejos del castillo.

 

Caminaron en silencio, temiendo de alguien les escuchase (aunque era muy de madrugada). Potter se sentó arriba de una piedra, en una montañita, no muy lejos de la cabaña de Hagrid. Miró hacia el cielo, dejando que la fría brisa le golpease de lleno sobre su rostro.

 

— ¿Qué ocurre, Harry?

 

— ¿Para qué tanto misterio en esta reunión?

 

Hablaron al mismo tiempo.

 

Se rieron.

 

— Ahora, en serio, ¿no podíamos hablar por la mañana? —bostezó disimuladamente.

 

— Lo siento pero cuantas menos personas lo sepan, mejor.

 

— ¿De qué hablas? —le miró, algo nervioso.

 

— Hoy en la tarde, ante de encontrarte con Weasley, estuve con el viejo. Me había llamado.

 

— ¿Qué quería Dumbledore?

 

— Me llegó una carta a través de él del… infierno, supongo —se encogió de hombros.

 

— ¿Perdón? —estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva.

 

— ‘La Muerte’ me mandó un recordatorio sobre sus leyes y lo que él quería para mi futuro. Lástima que la quemé, me había enojado mucho. Decía algo como “tienes una semana para romper el hechizo, sino tu cuerpo morirá en la nada y no tendrás oportunidad de regresar”.

 

El Gryffindor dejó de respirar. No, no, no. ¿Una semana? ¡Una semana, no! ¿Por qué ahora se encontraba contra reloj? Su corazón latía a alta velocidad. Si no descubría las palabras en siete días, no volvería a ver nunca más a Draco. ¡NO!

 

— Respira, Harry —le interrumpió el rubio sereno.

 

Potter tomó una gran bocanada de aire.

 

— No te preocupes tanto, encontré una irregularidad que podría ayudarnos. Dijo que la Ley número 42.1672 decía sobre mi imposibilidad de revivir. Lo que no tuvo en cuenta fue que el libro de leyes se encuentra en la biblioteca y ya lo leí. No dice nada sobre eso (bueno, si lo dice, pero aún tengo tiempo antes de que me obligue a matarme). Tengo el presentimiento de que alguien le dijo a La Muerte sobre mi y mi estado —frunció las cejas, pensativo.

 

— ¿Alguien? ¿Quién? No creo que nadie te odie tanto para eso.

 

— No lo sabes —le miró por el rabillo del ojo—. Oh… fue él —miró la piedra, asombrado.

 

— ¿’Él’?

 

— Tu admirador secreto.

 

Harry bajó la cabeza, dolido. Ese recuerdo le atormentaría toda la vida…

 

— Lo siento —extendió su mano a su hombro—. Santiago es el único que murió y tuvo la oportunidad de tener una ‘cita’ con La Muerte. Me tiene rencor, igual que yo a él.

 

— ¿Estás completamente seguro que fue él? —le miró.

 

— ¿Quién más? Ambos peleamos por nuestro amor, ambos morimos por nuestro amor y el único que tuvo la oportunidad de estar contigo fui yo, no él. En el fondo de mi alma, sabía que iba a perder, ese desgraciado fue muy bien entrenado. Cuando hice la regla, pensé en la forma en cómo volver; él no sabía que tenía la oportunidad. ¡Es lógico!

 

— Si, si lo es. Pero… ¿qué haremos? —le miró preocupado.

 

No le importaba lo que quisiera hacer ese Santiago, temía en lo que La Muerte quería de su novio.

 

— Tú piensa en esas condenadas palabras, yo me encargaré del resto.

 

— ¡No puedo permitir que te ocupes de la parte peligrosa!

 

Draco acercó su rostro a pocos centímetros del otro. Le miró seriamente a los ojos por segundos interminables. Las mejillas de Potter se tiñeron de rojo.

 

— Yo me encargo del resto —repitió, sonriendo amablemente.

 

— Draco —insistió.

 

— Si tan solo pudiera tocarte… —pasó su mano por las mejillas carmesí del Gryffindor—. Tienes suerte de que sea espíritu… por ahora.

 

Potter se ruborizó aún más.

 

— Eres un pervertido —frunció levemente las cejas, intentando mostrarse molesto.

 

— Aún no me conoces del todo —le sonrió lujurioso—. Eres demasiado insensato, procura no mostrarte tan apetecible frente al resto. Solo a mí.

 

— ¿Cómo tengo que tomar ese comentario? —retrocedió levemente hacia atrás, intimidado por sus palabras.

 

Draco rió.

 

— Será mejor que vayas a dormir —se apartó, dejándole espacio para respirar.

 

— ¿Ahora no duermes? —volvió a acomodarse a su gusto.

 

— Claro que no, estoy muerto, ¿olvidas? —alzó una ceja.

 

Harry asintió con la cabeza, mirando hacia otro lado.

 

— Te amo —murmuró él haciendo un pequeño puchero.

 

— Te amo. 

 

A la mañana siguiente, Harry hubiese sido el último en levantarse si no fuese por los gritos de sus amigos (no se animaba a abrir las cortinas):

 

— ¡Ron, ¿qué demonios hace tu pantufla en mi cabeza?! —exigió saber un malhumorado Dean, tirándole el calzado al pelirrojo.

 

— ¡Ay!

 

— A mí también. ¿Cómo llegó esto a mi cara? —preguntó inocente Neville mirando cada lado de la pantufla.

 

— Jajaja —creyó que era Seamus.

 

— Lo siento, chico, ayer no había luz y… bajen sus almohadas —suplicó.

 

Lo siguiente que escuchó fue un golpe seco contra el respaldo de la cama y la queja de Weasley. Su dosel se movió levemente. Pensó que porque alguna almohada llegó hasta su cama.

 

Acabo de ser testigo de la muerte de un compañero… No quiero volver a la prensa —pensó, resignado el moreno, cubriéndose hasta la cabeza con las sábanas y simuló seguir durmiendo.

 

::Shini Malfoy::

Notas finales:

No parecen pareja, ¿verdad? T___T

::Shini Malfoy::


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