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Una unión poco esperada por Shini Malfoy

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Notas del capitulo:

AQUÍ EMPIEZA EL ÚLTIMO CAPÍTULO

Gracias por todos sus comentarios, sin ellos hubiese tirado la historia sin final XD

En total, tiene 15 hojas el capítulo o,o ¡JOJO! XD

Disfruten y gracias por seguir leyendo esta historia alocada *u*

::Shini Malfoy::

Una unión poco esperada

XI: Caramelos de limón (parte A)

 

 

No sabía cuánto tiempo había pasado ni qué hizo durante ese tiempo, pero, repentinamente, sintió la necesidad de levantarse de esa odiosa ¿camilla?

 

Harry abrió pesadamente sus ojos verdosos para encontrarse con su amigo de cabellera rojiza y su amiga de rulos castaños. Ambos sonriendo ampliamente antes de tirársele encima y llenarlo de abrazazos y besos. El moreno no comprendió hasta el último abrazo de Hermione el porqué de tanta emoción.

 

— Ron… —miró a su amigo, preocupado. ¿Cuántos días pasó? El sol ingresaba por las enormes ventanas.

 

— No te preocupes, Harry. Lo siento —le revolvió el pelo, guiñándole un ojo.

 

— Harry, hace una semana que andas en ese estado, ¿cómo te sientes? —cuestionó Granger, tomándole las manos.

 

— ¿Una semana? ¿En qué estado? Lo último que recuerdo es que bajaba hacia Pociones y… nada, negro —se llevó una mano a la sien para masajearla, le empezó a latir con fuerza y le dolió.

 

— ¿No recuerdas? Te agarré antes de que caigas por las escaleras. Hace una semana que duermes y perdiste dos evaluaciones —frunció levemente el entrecejo, celoso por la suerte de su amigo.

 

—… Oh —miró hacia la ventana—. ¡Draco! —miró a sus amigos y se sentó de un salto en la camilla—. ¿Dónde está Draco? ¡Una semana! ¡No!

 

Sus amigos se miraron preocupados y nerviosos.

 

— Tranquilo, Harry. Debes descansar —Hermione le tomó de los hombros para volverlo a acostar.

 

— No, no, ya tuve suficiente durante una semana. Quiero ver a Draco —se quitó las manos de encima y bajó las piernas.

 

Antes de poder tocar el frío suelo de la enfermería, ambas puertas se abrieron de golpe, dejando ver a una persona importante para Harry. Muy importante. Éste le miró asombrado, al principio, para luego sentir las lágrimas en los ojos. No podía ser… Él… Él…

 

Sus amigos miraron al recién llegado y se apartaron de la camilla, saludando con un movimiento de mano.

 

— En una semana puede pasar muchas cosas y tu te perdiste gran parte de las cosas importantes —le comunicó la persona, deteniéndose al lado del moreno.

 

— ¡Por Merlín, Sirius! —le saltó encima, realmente emocionado de ver a su padrino de vuelta—. ¿Qué pasó el año pasado, entonces?

 

Black tuvo que contarle todo su plan para escaparse de los dementotes de una buena vez y lo decepcionado que se sintió al darse cuenta que su carta nunca le llegó. También agregó un tema que ninguno de los tres estaban enterados: Sirius logró demostrar su inocencia.

 

— ¡Eso es fantástico, Sirius! —chillaron los tres, realmente emocionados.

 

— Si, si. Ya decía yo que no podía mantener a alguien tan hermoso como yo en lista negra —se elogió, sonriente.

 

— Lo que digas, Sirius —sonrió Harry.

 

— ¿Y cómo te sientes tú? Dormiste demasiado… —le sonrió.

 

— Yo… quiero saber dónde está Draco —volvió a demostrar la insistencia y la preocupación en los ojos.

 

Ninguno de los tres abrió la boca. Se miraron preocupados.

 

— McGonagall dijo que podías dar tu prueba final una semana después de que te den el alta —dijo Hermione para tranquilizar esa tensión que fácilmente se podía cortar con cuchara.

 

— Hermione —la cortó fríamente Harry fulminándola con la mirada—. ¿Dónde… esta Draco?

 

— No lo quieres saber, amigo, te lo aseguro. Ehm… —Ronald comenzó a jugar con sus dedos, nervioso.

 

— Harry, no le eches la bolsa a ellos; fui yo el que les pidió que no dijeran nada y nada van a decir —exclamó Black, cruzándose de brazos, seguro que lo que hizo fue para bien mundial.

 

— ¿Por qué? ¿Es que…? —miró hacia las puertas que permanecían abiertas.

 

El decorado del pasillo le dio la sensación de que le apretaba el corazón y los pulmones, asfixiándolo. Las banderas de Slytherin colgaban por todos los techos y las paredes; esa serpiente plateada daba como moño en el centro del escudo. ¿Por qué tanta atención a Slytherin?

 

No puede ser. No podía ser cierto. No quería aceptarlo. Draco…

 

— No, no es verdad —se repetía una y otra vez.

 

De un brinco bajó de la camilla y se alejó corriendo hacia el Gran Comedor, siendo seguido por dos estudiantes de Gryffindor y un ex-prófugo/muerto. No podía escuchar sus gritos ni sus pies desnudos contra la losa ni el murmullo de todas las chicas al verle con ropa tan… simple (una camilla larga hasta las rodillas y ropa interior). Unas cuantas gritaron halagos, otras le chiflaron; mientras los de Slytherin se corrían de su paso para dejarle tranquilo. No chiflaban, no gritaban, no se burlaban. ¿Qué quería decir eso?

 

… Lástima…

 

Nuevamente esas condenadas lágrimas se amontonaron en sus párpados y salieron libremente, recorriendo su característico trayecto por sus mejillas y cuello o hasta la boca. Ese gusto salado le daba a entender que no se encontraba dormido.

 

Más de una vez tropezó con sus propios pies, pero se mantenía en pie gracias a la ayuda de las paredes o las gárgolas. El trayecto hacia el Comedor fue más largo que jamás lo haya sentido.

 

— ¡Harry, por Merlín, detén la maratón! —gritaban sus amigos detrás suyo, incapaces de alcanzarle.

 

El moreno abrió una de las puertas e ingresó al Gran Comedor. Casi todos los alumnos seguían allí, dando el último bocado a su postre. Los de Gryffindor le miraron y, unos cuantos, tuvieron que ser retenidos para que se mantuviesen en sus lugares. Las largas piernas del chico-que-vivió atraían de más la atención de los pervertidos…

 

Las gemas esmeraldas recorrían de un lado a otro, buscando a una y solo una persona. Ninguna cabellera rubia se podía divisar.

 

Dumbledore le miró desde su asiento y se levantó lentamente.

 

— Señor- —no fue capaz de terminar su llamada de atención ya que ese delgado cuerpo, cubierto solo por una camisa grande, se desplomó al suelo en un abrir y cerrar de ojos.

 

Malfoy no se encontraba allí, no podía estar en la Sala Común, era muy temprano para eso y tenían clases y…

 

— Vamos, Harry, arriba y ¡vístete! —le ordenó su padrino, tomándole por las axilas y poniéndolo nuevamente de pie.

 

— Sirius… no veo a Draco —se lamentó con un hilo de voz.

 

— Es que no…

 

— ¡Los jardines! —se un tirón, se zafó de Black y salió nuevamente a la carrera hacia la zona vegetativa.

 

La laguna, tal vez, era una buena opción; o las mesas en donde podría estudiar; o la colina en donde se encontraban cada noche a escondidas.

 

Nada.

 

Ni rastros.

 

El príncipe de las serpientes no se encontraba en ningún rincón de afuera.

 

Estuvo así durante bastante tiempo, buscando en cada torre, esquivando a sus amigos para que le detuvieran y a su padrino que, constantemente, le gritaba que se pusiera pantalones. Algunos profesores ahogaban un grito al verle en ese estado. Pero ya no le importaba si le expulsaban o le castigaban… Quería morir.

 

Por una tontería suya de dormir una semana, mató a Draco… mató a su Draco. Terminó por darle una completa sepultura. No podía ser cierto, eso era…

 

Cayó de rodillas en uno de los pasillos, también adornado de plata y verde, y largó todas las lástimas que guardaba desde que se levantó. Sollozaba y gemía, golpeando la pared, repitiéndose:

 

— Yo lo maté, yo lo maté.

 

Se abrazó, haciéndose una bola y permaneció inmóvil allí durante minutos o quizás horas… ¿Quién sabe?

 


 

— Director —un alumno hermoso, de piel pálida, delgado, de cabellos castaños claros (largos hasta los hombros) y ojos más negros que la noche, se paró en frente de la mesa de los profesor, específicamente, en frente de Dumbledore.

 

Éste muchacho traía ropas de un estudiante de Slytherin y parecía estar en sexto grado; aunque nadie le vio hasta hace unos días. Tal vez era un estudiante de intercambio de otra escuela; llamaba mucho la atención (aunque perdió todos los ojos en cuando algo llamó la atención desde la puerta).

 

— ¿Qué ocurre, joven? —le miró tranquilamente, ahora seguro que su alumno de Gryffindor se encontraba bien…

 

— ¿Es cierto lo que escucho? ¿Harry Potter ingresó semi-desnudo al Comedor para luego irse como alma que lleva el diablo? —cuestionó tranquilamente, demostrando pocas emociones.

 

— Desgraciadamente, si. Buscaba algo…

 

— ¿Algo o alguien? —se atrevió a interrumpir Lupin, aún mirando su comida.

 

— Tal vez ambas —respondió el anciano.

 

— ¿Qué no va contra las reglas correr en los pasillos sin ropas? —el castaño no quitó los ojos del director.

 

Dumbledore comenzó a sentirse un poco incómodo hacia las acusaciones del chico.

 

— Si, es verdad —asintió.

 

— Algo tiene que hacer al respecto —aseguró seriamente.

 

— Si, si. Por favor, busca a Harry Potter y llévalo de vuelta a la enfermería —le sonrió.

 

— Como diga —giró sobre sus talones y salió del lugar.

 


 

— ¿Te encuentras mejor? —preguntó un inocente animago con un pantalón negro en una mano y un vaso de agua del otro.

 

El moreno levantó lentamente la cabeza y se limpió las mejillas. Negó con la cabeza.

 

— ¿Por qué lloras? —le ayudó a levantarse lentamente y le tendió los pantalones—. Póntelos antes de que te expulsen.

 

— No me importaría si lo hiciesen —pero igual, tomó la ropa y se la puso, complicándose a él mismo al no tener equilibrio.

 

Sirius le ayudó y le guió hasta una banca del jardín para que se sentase y tomase líquidos. Sabía lo que sentía su ahijado y le dolía verle así…

 

Largó una gran bocanada de aire.

 

— Harry, escúchame…

 

— Le amaba, le amo y le amaré. No importa dónde esté. Sé que él desea que viviese y sonriese, pero… no me puede pedir imposibles. Sirius, no puedo aceptar el hecho de que se haya ido. Todo fue mi culpa; si no hubiese sido tan arrogante, Santiago nunca me hubiese encontrado y Draco jamás tuvo que haber peleado; si no me hubiese quedado dormido en la enfermería, quizás, Draco estaría vivo, acá, al lado mío, consolándome y dándome los abrazos que siempre quiso darme pero no era capaz de hacerlo por su falta de tacto…

 

Sirius abrió la boca para interrumpirle pero las palabras no salieron de su garganta. Frunció el ceño, extrañado por ese hecho. Se llevó una mano al cuello pero no encontró ninguna anormalidad.

 

El castaño enviado por el director hacia Harry Potter les vio y se quedó detrás de una columna esperando el mejor momento para interrumpir y llevarlos de vuelta a la enfermería. Tal parece que ya tenía ropas encima, unos momentos más con su familiar no le haría mal…

 

— Quiero verle, decirle todo lo que le amo y lo mucho que le extrañaré… quiero sentir, aunque sea, un beso verdadero. Quiero… lo quiero a él, Sirius —sollozaba con el vaso de agua fría entre sus manos y mirando el líquido moviéndose ante el tembleque de su cuerpo.

 

El animago abría y cerraba la boca como pez, intentando sacar alguna sílaba pero ¡nada!

 

— Oh, padrino, te he extrañado mucho y no niego que me puso feliz verte; si tan solo todo esto no estuviese ocurriendo, estaría completamente feliz… Lo siento, no puedo dejar de pensar en mi Draco. ¡No pude haberme dormido! ¡Le maté, Sirius, le maté y me siento sumamente arrepentido!

 

No tomó ni un trago del agua mas sus manos dejaron caer el vaso a la hierba y se abrazó las piernas, volviendo a su llanto incontrolable.

 

¡Mi voz, mi preciada voz! ¡¿Dónde está?! —se pasaba ambas manos por la garganta, sin poder explicarse lo que le sucedía—. ¡Argh, Harry!

 

Le miró preocupado.

 

El moreno sintió una mano en el hombro pero no sacó la cabeza de entre sus extremidades. Sirius le quería consolar pero nadie lo lograría. Era un… asesino. Un verdadero asesino. ¡Mierda, mierda!

 

Así fue que lentamente, sus ojos se cansaron de tantas lágrimas; se cerraron hasta dejarlo con un intranquilo sueño.

   

 

Otra vez en una cama, aunque la suya era más cómoda en las camillas de la enfermería. Ya no sentía dolor en sus músculos (aunque jamás le prestó atención). Se retorció entre las sábanas. ¿Por qué tuvo que levantarse? Ahora sí quería dormir y nunca despertar.

 

Sintió que alguien le tomaba un mechón y jugaba con él, sutilmente, procurando no despertarle ni hacerle daño. Pensó en quién podría ser: Sirius.

 

— Lo siento, te desperté —escuchó el murmullo a su lado, cerca de su oído.

 

Fue ahí cuando saltó como resorte y cayó fuera de la cama, con el corazón bombeándole con rapidez y la respiración agitada.

 

— ¡¿Quién demonios eres?! —exigió saber.

 

Se encontraban en la sala de los menesteres; no podía confundirse.

 

El castaño de Slytherin le miró, sin inmutarse en su posición. Por unos segundos lo único que escucharon fueron las chispas de la chimenea y la respiración de Potter.

 

Harry sintió que algo le cerraba la garganta. Ese chico le parecía conocido, juraría que le había visto en otra parte; pero dónde y quién era. Ya no sentía esa rabia de ser tocado por otro que no sea su Príncipe; ahora podía sentir curiosidad y…

 

¡¿Qué mierda quería decir su sonrojo?!

 

— ¿Quién… eres? —habló sumamente bajito. Era la voz más fuerte que podía pronunciar en ese momento.

 

Merlín, ese joven Slytherin le resultaba tan conocido y tan desconocido a la vez. ¿Qué debía hacer? No quería acercársele, presentía que sentiría cosas que solo con el amor de su vida sentía. ¿Por qué? ¿Tan infiel era? ¡No! Draco es único, jamás se olvidará de él.

 

— ¿Quién soy? Tú lo sabes —respondió neutral el joven quien se levantó y se acercó al Gryffindor.

 

Potter retrocedió hasta que la pared le impidió seguir alejándose. El castaño se acuclilló en frente suyo y le miró fijo a los ojos, esperando alguna respuesta o reacción. Claro que ambos se conocían, ¿no le recordaba?

 

— No, no lo sé. Aléjate, ¿quieres? —se mostró agresivo con la intención de apartarlo y así poder salir de allí.

 

¿Dónde estaba Sirius? ¿Cómo llegó allí? ¿Qué le sucedía a ese chico?

 

¡!

 

— No quiero —simplemente dijo antes de tomarle de la nuca y levantarle el rostro para dejar sus labios muy cerca—. ¿Quién soy, Potter? Responde.

 

El moreno abrió los ojos de sorpresa al verse acorralado de esa forma. Potter, Potter, ¿quién es?, se preguntaba una y otra vez. Lo sabía, ¡sí lo sabía! Pero encontrar una respuesta en su cabeza era peor que un laberinto lleno de idas y vueltas.

 

Posó sus manos en los hombros del Slytherin, con la intención de apartarlo y sacarse esa garra del pelo. Hizo una mueca de dolor. El recién levantarse le daba pocas fuerzas; si tan solo hubiese esperado quince minutos, tal vez ya estuviese sufriendo un dolor punzante en la ingle…

 

— No le intentes. Dime quién soy y te diré quién eres —¿la frase no era al revés?

 

— Nunca respetas las frases, siempre tienes que convertirlas para que te beneficien a tí —masculló entre dientes, cerrando con fuerza los ojos.

 

— Bien, vas por buen camino, Potter —podía sentir su aliento directo en su boca entreabierta—. Ahora… ¿quién se supone que soy?

 

— ¡¿Y qué voy a saber yo?! ¡Siempre tienes que hacer un papel diferente frente a todos! —rugió, cada vez más molesto por ese momento.

 

Un momento, ¿cómo sabía todo eso? ¡Sí, ahora si confiaba en lo que su mente gritaba! Conocía al joven…

 

— ¿Papeles diferentes? Siempre mantuve uno frente a la gente, Potter… —pasó su lengua alrededor de esos rosados labios, resistiendo a la tentación de besarlo y ya. Pero primero, el acertijo…

 

— Pero diferentes frente mí —le corrigió seguro.

 

— ¿Cómo cuales? —se dispuso a besarle el cuello, dejando un par de marcas en él.

 

— ¡No hagas eso! —se sonrojó.

 

— ¿Cómo cuales? ¿Qué papeles? —siguió el interrogatorio sin intenciones de detener sus movimientos.

 

— Múl… múlti-ples papeles —no podía controlarse. Esos besos le alteraban, no le hacía pensar claramente.

 

Debía sacárselo de encima. Costase lo que costase.

 

— Bien. Si no me responder esa pregunta, te daré otra: ¿qué te pasa, Potter? —pasó una mano por debajo de la camisa, abriendo los últimos tres botones.

 

— ¡No, ¿qué te pasa a tí, Malfoy?!

 

Quedó tieso como estatua, mirando a la nada y a la vez una cabellera castaña.

 

El Slytherin se apartó del cuerpo del Gryffindor y le miró fijamente a los ojos, con el ceño levemente fruncido.

 

— ¿Cómo me llamaste? —alzó una ceja.

 

Harry vio claramente ese brillo plata tan característico en… Draco.

 

— Malfoy… Draco Malfoy.

 

— Pensé que conocías mi nombre entero, Harry —el castaño se apartó de él, soltándole, y se cruzó de brazos.

 

Ambos se encontraban sentados en el suelo, enfrentados, separados por la distancia de una cerámica. El moreno no daba crédito a lo que veía. ¡Su Draco!

 

— ¡Draco! —le saltó encima, abrazándole por los hombros.

 

Ambos cayeron al suelo, abrazados como gelatina. Tuvo que pasar un par de minutos para que Harry se diese cuenta que su Draco no respiraba bajo suyo.

 

— Lo siento —apoyó ambas manos a los costados de la cabeza de Malfoy y se levantó lo suficiente para verle el rostro—. ¿Qué te pasó?

 

— Es una larga historia —le sonrió como solo a él le sonreía.

 

— Tengo toda una vida por delante —se sentó en su cadera y le tomó por las mejillas, besándole apasionadamente en los labios.

 

Enhorabuena, esos labios que tanto ansió los tenía entre los suyos, saboreándole la boca cada rincón existente. Su cuerpo reaccionaba ante ese toque, de la misma forma que la última vez en el baño de un restaurante en el mundo muggle.

 

Ahora estaba seguro que no era ningún juego. Era un beso real, sin burla ni broma. Real.

 

Cuando el aire se les acabó a ambos, a regañadientes se separaron para sentarse más cómodamente y así tener una ‘pequeña’ charla de todo lo que sucedió.

 

— Te escucho —inició la conversación el de orbes verdes.

 

— No —negó rotundamente.

 

— ¿Qué?

 

— Ven —le tiró de los brazos y le aprisionó entre su cuerpo y sus piernas. Le olfateó el aroma del pelo—. Apestas a enfermería.

 

— Y tú a hojas —le olió el brazo.

 

Draco sonrió.

 

— ¿Ahora sí me contarás? —alzó el rostro para mirarle mejor.

 

— ¿Tengo que gastar este preciado tiempo contigo para contarte lo que me pasó?

 

— Si.

 

— Está bien.

 


 

Luka Miwa entró al despacho del director y se sentó en el asiento en frente del escritorio.

 

— Qué suerte volver a verte, prefecto Luka —le sonrió el anciano.

 

— También me alegra volver a mi cuerpo —correspondió a la sonrisa.

 

— ¿Y bien? ¿Cómo la pasaron? —sonrió Dumbledore, entrelazando sus largos dedos huesudos a la espera de una historia emocionante.

 

[[Lo que se encuentra escrito de “ésta forma” es dicho por Luka Miwa;

Y lo que está escrito de “ésta forma” es dicho por Draco Malfoy. Intento hacer la típica escena de escena intercaladas; ambos hablar de lo mismo, pero desde su punto de vista y a diferente remitente ^^]]

 


 

— Al principio me sentí sumamente preocupado por ti, quería hacer algo para sacarte ese enorme peso que el estúpido anciano te pudo. Así que decidí ir al mismo infierno para aclarar las cosas y poder volver a mi cuerpo normal —le acercó lo más posible a su cuerpo, procurando estar seguro de que no se le escapará como veces anteriores como espíritu.

 

En el momento de la separación de cuerpos, sentí un calor tan, pero tan, doloroso que comencé a llorar. La piel se me caía como agua, la carne quedaba expuesta al aire (de modo que me hacía arder). Si, separarme de mi cuerpo fue lo peor que jamás haya hecho en mi vida —se abrazó, consolándose con el tacto vivo de su ropaje y su piel.

 

— El infierno es algo parecido a las películas, aunque menos lujoso. No había personas, tal vez se escondían de nosotros; era un pueblito minúsculo. Miwa y yo caminamos día entero, buscando algo relacionado con ese ser ‘La Muerte’, pero solo encontramos cajas viejas y ropas colgadas…

 

Dos guardias se nos aparecieron mientras descansábamos y nos llevaron a la fuerza a la mansión de Tetsu (mejor conocido como ‘La Muerte’).

 

— Era insoportable viajar con ese idiota; le detesto desde el campamento. ¡¿Quién se cree?! Y no me podía alejar de él porque esa maldita soga nos mantenía unidos. Dumbledore sabía que era capaz de abandonarlo en cuando se me diese la oportunidad.

 

Gracias a su invento de la liana, volví sano y salvo… Bueno, más o menos. Como ve, aún sigo teniendo un par de marcas por las cadenas. Pero ya me adelanté mucho a la historia. ¿Por dónde iba?

 

— Ah, si. Ya recuerdo. Ese castillo estaba adornado con cuerpos en descomposición, cadáveres. No hagas esa mueca de asco, cariño, no fue tan terrible…

 

Malfoy fue el que más sufrió por esos cuerpos colgados. Poco más y vomitaba en ese lugar… —el director sonrió.

 

— Pude notar que el estómago de Miwa no era tan resistente como el mío —Harry rió bajito.

 

Ambos guardias nos llevaron al despacho de Tetsu, en donde también se encontraba Santiago, el consejero.

 

— ¡¿Santiago consejero?! —saltó Potter, aterrorizado.

 

— Tranquilo, ya tuvo su merecido —le acarició la mejilla, recordando cuando cayó de la silla atónito en un principio—. Tetsu insistía en que tuve que haber muerto, al fin y al cabo, ya que, si no lo hice en el campamento, tuve que haberlo hecho en la pelea en esa dimensión.

 

Gracias a que Malfoy leyó las leyes del infierno (si, también me sorprendió), pudimos salir del insistente cuestionario del superior.

 

— ¿Qué esperabas? Conozco todo de todos los mundos, soy un Malfoy —sonrió orgulloso.

 

— Menos de los muggle —le recordó Potter.

 

Lamentablemente, Draco me llevó a una trampa bien hecha. La carta solo fue un anzuelo y ambos terminamos encadenados y prisioneros en una celda.

 

— Que tenía 2.543 piedras como paredes.

 

Si, tuvimos bastante tiempo libre —se rascó la cabeza, apenado al dar ese pequeño detalle—. Tenían solo dos días para pensar en la forma de escaparnos y solo encontramos una solución:

 

— Tú, Harry —le miró.

 

— ¿Y-yo?

 

— Si, debías romper el hechizo para traerme a mí y, por el efecto de la soga maldita, también traerías al idiota.

 

A un día de volver, apareció Santiago en las celdas. Comenzó a molestar a Malfoy con escenas sucedidas entre Potter y él… la violación. Draco se cabreó y, si no fuera por mi habilidad de Oclumancia, nadie le hubiese tranquilizado. Saqué información importante de la cabeza de ese Santiago y la volví en su contra.

 

— No estoy seguro si fue verdad o mentira, pero todo lo que dijo fue demasiado para el estúpido y hasta yo me tranquilicé.

 

Fue divertido verle tanto miedo y odio en los ojos —sonrió.

 

— Eres todo un malvado —comenzó Dumbledore, mirándole por encima de sus anteojos de media-luna.

 

— Si, creo que no me vendría mal hacer una película en la que yo sea el malo. Se me viene bien las mentiras de ese grado —amplió su sonrisa.

 

— Luego de unas horas, Miwa se empeñaba en convencerse de cuál sería la mejor forma en sobrevivir en el infierno. Eso me molestó, ya que no confiaba en tí, y le golpeé con mucha fuerza. Le partí el labio y la nariz (n/a: Ahora quieren parecerse súper, no les crean esos golpes… =.=’).

 

Me golpeó, como novio celoso, y no pude aguantarle más. Le devolví la piña, rompiéndole la mejilla y estuve a punto de ganar, pero…

 

— Le estaba sacando el aire, le iba a ganar y hacerle entender que con Malfoy no se podía meter, pero…

 

Las cadenas comenzaron a quemar como acero caliente y así fue como terminé con estas lastimaduras en las muñecas y tobillos.

 

— A la noche siguiente, decidimos dormir para luego recibir al comité de mal-venida al infierno. Lo siento, Harry, pero tú dormías y solo quedaban muy pocas horas para que el tiempo se acabase. En la noche, sentí como si lava viva cayera como lluvia sobre mi cuerpo. No pude resistir el gritar de dolor; las cadenas brillaban como linternas en la oscuridad…

 

Era algo muy parecido a la llegada aunque un tanto menos doloroso; pero no le quitaba el dolor. Gritamos a todo pulmón. Lo siguiente que recuerdo es sentir que una soga tiraba de mi mano (en donde tenía la soga) y un aire frío golpeaba mi rostro…

 

— En un momento del trayecto, pude sentir cómo se cortaba la liana y me liberaba del idiota. Creo que fue el momento más feliz de toda la semana.

 

Cuando noté que Malfoy se iba para un lado y yo para otro, al principio sentí gratitud pero luego me aterré. No sabía a dónde iba ni a dónde iba Malfoy.

 

— No recuerdo más que eso. Cuando abrí los ojos, me encontraba en este cuerpo. Aunque soy parecido a antes, mi cabello es marrón y no rubio —tomó un mechón.

 

— Y tus ojos son negros y no plateados —agregó Potter.

 

— Oh, no. Son lentillas. Para comprobar que podía reconocerme cuando despertases —le sonrió.

 

— Eso fue malvado. Comenzaba a temerte al hacerme sentir intimidado ante esa mirada. Cuando comenzaste a besarme, no había forma de que pudiese separarse. Hasta que diste en la pregunta clave…

 

— Si, lo sé. Soy único —le besó en los labios.

 

Lo último que recuerdo es abrir los ojos y encontrarme con usted, sonriéndome y dándome la bienvenida.

 


 

— En verdad, me asusté mucho cuando vi tantas banderas de Slytherin en los pasillos —decía Harry mientras dejaba que un castaño Malfoy jugase con su cabello.

 

— Ajá —asintió Draco sin prestarle atención, tenías cosas más importantes en qué pensar como en la belleza de ese hermoso rostro que ahora le mirada con el ceño fruncido—. ¿Qué? —se sorprendió.

 

— ¿Qué pasó para tanta atención a tu casa? ¡No me escuchas! ¡Draco, eres un…!

 

Sintió un tirón de su barbilla hacia arriba para luego ser invadido por esa húmeda lengua tan familiar. Sin reproches, dejó que dominasen su cuerpo; pasó los brazos sobre los hombros del castaño e intensificó el beso. Draco le abrazó por la cintura, juntando ambos pechos, mientras también usaba sus piernas para juntar completamente ambos cuerpos. Adoraba ese contacto, lástima de esos estorbos conocidos como ropa.

 

— Draco… —jadeó el moreno cuando se vio libre en su boca, pero ahora era su cuello el atacado— .Draco… préstame atención. No… hagas eso, por favor —cerró los ojos, sintiendo una punzada en la cabeza.

 

Maldito Santiago, ni muerto le dejaba tranquilo.

 

Malfoy dejó de besar y lamer ese blanco cuello al darse cuenta de las reacciones de su novio.

 

— ¿No sabes por qué somos la atención de todo el colegio? —le distrajo volviendo a su tarea de hacerle rulos en el pelo.

 

— Acabo de despertar. ¿Qué ocurrió? —le miró, insistente.

 

— Slytherin fue el ganador de la copa de Quidditch —sonrió con superioridad.

 

— ¡¿Qué?! ¡Oh, maldición! ¿Qué clase de buscador puso Gryffindor? —se cruzó de brazos y se apoyó en el pecho de su amante, haciéndose el ofendido.

 

— Pusieron a Weasley. Fue una victoria sencilla.

 

— ¡Ron! Oh… —prefirió no hacer ningún comentario.

 

— Quedaron terceros. Ravenchaw quedó segundo.

 

— Suficiente información —suplicó.

 

Draco rió bajito.

 

— Draco… —volvió a llamarle unos minutos después.

 

— ¿Nh? —olía cada hebra de ese brillante cabello…

 

— Es embarazoso que me huelas de esa forma. Me siento asechado —se ruborizó. Malfoy sonrió.

 

— ¿Qué te hace pensar que no lo estás siendo? —le murmuró al oído, seductor, mientras volvía a abrazarle por la cintura.

 

Harry se sonrojó aún más. El castaño ahora era más pervertido y no se avergonzaba de serlo… ¡Ah, corría peligro en ese lugar! ¿Y a quién le importaba? Tenía que aceptarlo, siempre quiso estar de esa forma con Draco y, por fin, lo logró. Si no fuera por la tortura que le dejó Santiago…

 

— Haré que te olvides de ese idiota, no recordarás ni su nombre —le aseguró, mirando fijamente hacia la nada. Le brillaron los ojos.

 

— Yo… lo siento —abrazó esos brazos protectores que le cubrían la cintura. Tomó una mano y le besó el dorso de ella—. En verdad, quiero ser tuyo y nada más que tuyo… pero sigo teniendo miedo —no se atrevía a levantar la vista.

 

— Despreocúpate, sabré cuando será el momento oportuno.

 

— ¿Eso no lo tendría que decir yo? —alzó ambas cejas.

 

— No, porque tú eres demasiado lento y mis hormonas no esperarán mucho tiempo —sonrió para mordisquearle levemente el lóbulo de la oreja.

 

— Ah… —gimió, sorprendido por tal acto. No se lo esperaba.

 

— ¡Aish, Harry! —se quejó el castaño, apartándolo de su cuerpo y levantándose con la ayuda de sus rodillas.

 

Potter cayó de espaldas al suelo. Miró a su novio, sorprendido.

 

— ¿Qué?

 

— ¡Eres demasiado lindo! —le acusó—. Si sigues así, no podré aguantar mucho tiempo —se sentó en una silla, cruzando una pierna sobre la otra.

 

El moreno miró el suelo, apenado. Se sentía como una mujer siendo observada fijamente por su chico-enamorado… ¡No podía permitir eso!

 

Con su orgullo en alto, se levantó del piso y se sentó en la cama, en frente del castaño.

 

— Te empeñas en hacerme sentir avergonzado —le culpó, fijando sus orbes verdes en ese pálido rostro.

 

Malfoy sonrió antes de echarse a reír.

 

— Harry, ¿qué te avergüenza?

 

— Tus palabras. Crees que soy una muchacha virgen de trece años —se ruborizó.

 

Draco se levantó y le tomó de la nuca, juntando ambas frentes. Se puso repentinamente serio; eso hizo estremecer al moreno.

 

— Si así te creyera, ahora estarías atado a la cama, sin ropa y con helado en el ombligo.

 

— ¡Malfoy pervertido! —se alejó de un empujón, rojo como tomate.

 

Draco cayó en la silla y miró asombrado al otro.

 

— Nunca dejaré que me hagas eso, no me importa si eres mi novio o esposo —se cruzó de brazos sobre el pecho.

 

— Eso dices ahora…

 

— ¿Desde cuándo eres tan pervertido?

 

— Hombre, estoy inactivo desde el año pasado y tengo diecisiete años —se encogió de hombros, despreocupado—. Tranquilo, lo del helado solo lo hice con las mujeres, no me atrevo hacértelo a tí.

 

— ¿Debe tranquilizarme eso? —tragó saliva—. ¡Ya, basta! ¿Eres sadomasoquista?

 

— Claro que no. Solo te molesto —le sonrió ampliamente.

 

Harry largó una gran bocanada de aire.

 

— ¡Tú, desgraciado! Me asusta tu mente…

 

Nuevamente, los ojos negros (en realidad, grisáceos) brillaron. Lo siguiente que Harry vio fue a Malfoy arriba suyo, tomándole las manos a los costados de su rostro y con las rodillas a los costados de su cadera. Toda la sangre subió a sus mejillas; comenzaba a dolerle tanto calor…

 

— No te haré nada, Harry. No soy capaz de lastimarte ni un pelo, jamás me atrevería a verte llorar por mi culpa ni por nadie. Confía en mí, solo bromeaba —le besó la frente, tomando desapercibido al otro.

 

Ese Draco dulce y sensible no le conocía; se sentía tan agradable que hasta estaba seguro que si se desnudaba en ese momento, Malfoy no le tocaría ni un pelo si él no lo desease… Bien, no tan seguro, pero contaba la intención…

 

— Te amo, nunca lo olvides.

 

— También te amo, Draco —le sonrió—. Pero…

 

— ¿Mh?

 

— ¿Qué te sucedió? ¿Un golpe en la cabeza en ese calabozo? De repente eres demasiado cuidadoso y dulce —le inculpó con la mirada.

 

— Se podría decir que el infierno me hizo recapacitar —se encogió de hombros para luego sonreírle—. ¿Es que acaso eres masoquista que quieres que vuelva a mi personalidad frívola y orgullosa?

 

— No, claro que no. Me agradas de todas las formas… porque eres tu, Draco —estiró el cuello y le besó dulcemente en los labios—. ¿Te bajas? Es que es un poco incómodo —sonrió, avergonzado.

 

El castaño no reprochó y se sentó a su lado, cruzándose de piernas.

::Shini Malfoy:: 


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