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Una unión poco esperada por Shini Malfoy

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Notas del capitulo: La historia es rara, jamás me cracticé por escribir cosas coherentes... x_X Disfruten!

III: Diga-verdad 

Se sentía culpable y con sumo terror. Draco yacía inconciente entre sus brazos. Dudaba que se haya desmayado por sus insultos, tuvo que haber tocado alguna planta venenosa o levantado con tanta brusquedad que la presión le bajó de golpe o cualquier cosa. Le midió la temperatura sobre su frente, la sintió normal y quitó la mano rápidamente, como si la pálida piel del Slytherin le quemara. Desde que lo vio arriba de esa bestia blanca, llamada caballo, sentía una presión de temor sobre él que ya no podía aguantar. Y tener el rostro pasivo de Draco en frente, no le ayudaba en cambiar de pensar. Draco era débil, él lo veía débil, más débil que cualquier cosa. Tenía la necesidad de protegerlo a cualquier costo.

Cuando vio a todos esos animales a su alrededor, lo primero que se le pasó por la cabeza fue: “¡Tengo que sacarlo de aquí cuando antes!”. Aún no conseguía descubrir porqué lo protegía tanto, porqué le llamaba tanto la atención su rostro blanco como papel, porqué no podía alejarse tanto de él.

En el momento en que escuchó ese grito desde la playa, su corazón latió a gran velocidad y no pudo evitar pensar lo peor. Buscó a Malfoy por todos lados mas no lo encontró. Salió corriendo hacia la selva, siendo consiente que no podía usar la varita. Alcanzó a escuchar los rugidos de un felino y su cuerpo se movió más rápido que él, silbó de forma aguda para que solo el animal lo escuchase. Encontró el árbol en donde pendía Draco y subió allí antes que las garras de la pantera le alcanzasen las piernas.

Debía fingir que estaba molesto cuando en realidad se encontraba muy preocupado; guardó las ganas de abrazarlo con fuerza y las reemplazó por un simple movimiento: su mano frente a su brazo con la advertencia de tirarlo. ¡Qué diferencia entre una y otra! No lo podía evitar, no quería mostrarse vulnerable frente a él. No mientras se encuentre herido…

Volvió a la tierra cuando sintió que algo se movía entre sus brazos. Bajó su vista esmeralda al rostro de Malfoy y se sorprendió al ver lágrimas en sus mejillas.

— ¿Malfoy? —susurró lo más suave que pudo.

Antes de darse cuenta, tenía el delgado cuerpo del Slytherin sobre su pecho, abrazándolo con fuerza y sollozando. Su corazón se contrajo…

— Malfoy… tranquilo —no sabía qué haces o decir. Jamás le sucedió algo por el estilo. Instintivamente, le acarició los rizos dorados y pasó su otro brazo por la cintura, acunándolo en una mejor posición.

— Lo siento, Harry. Todo esto pasó por mi culpa, por mis apuestas. Debería de estar muerto ahora si no fuera por ti. Ciento mucho que estés aquí —sollozaba un extraño rubio.

— ¿Malfoy?

¿’Harry’? ¿’Lo siento’? ¿¡Draco Malfoy se está disculpando!? Potter miraba para todos lados, buscando alguna respuesta. Temblaba de nervios, las lágrimas y sollozos del Slytherin le hacían galopar el corazón y algo dentro de él se destruía; una sensación muy dolorosa.

No puede ser, pensó anonadado. Frente suyo se encontraba una planta muy familiar, la vio en uno de los libros de Hermione, él la conocía a la perfección. ¿Cuál era su nombre? Bueno, no importaba; lo que importaba era sus reacciones: hace que el que la toque, diga la verdad por ‘x’ tiempo (dependiendo de cuánto la halla tocado).

Esto está mal, muy mal, reflexionaba Harry mientras sentía el cuerpo de Draco se retorcía sobre el suyo, sumamente arrepentido.

— Harry, discúlpame.

— Si, Malfoy —le limpió las lágrimas de las mejillas antes de ver una hermosa sonrisa.

— Gracias, prometo no traerte más molestias. No quiero que me sigas protegiendo, quiero ahora yo protegerte a ti —se fue acercando a su rostro, sin quitar su sonrisa.

El Gryffindor estaba como tomate. Retrocedía poco a poco hasta que chocó contra una enredadera; tenía el pálido rostro de la serpiente a escasos centímetros.

— Déjame cuidarte, ser tu guarda-espada. Eres demasiado hermoso para sacrificarte por algo como yo —se detuvo en seco y agachó la cabeza, melancólico—. Siempre te traigo problemas, te pongo al borde de la muerte. Te peleo para que no llames más la atención, no quiero volver a verte con otras personas que no sea conmigo. Me dan celos todas esas personas. ¿Por qué? —levantó la vista—. Porque me siento a gusto cuando estoy a tu lado, mi corazón late muy fuerte y la sangre se me hierve. Me gusta sentirme así, nunca me había sentido de esa forma con nadie. Solo contigo.

Harry estaba mareado. Todas esas palabras se le mezclaban en la cabeza como licuadora, no podía encontrar un significado coherente. Y su cercanía… alcanzaba a oler su aroma dulce y tentador; sus labios rosados se movían de arriba abajo, invitándolo a probar. ¡No! ¿Por qué? ¿Qué está pasado? ¡Esa planta…!

Intentaba articular palabras, pero no salían, no podía hablar. Se quedó estático con el cuerpo de Draco encima y muy cerca de él. La imagen de él dándole respiración boca a boca a Malfoy le cruzó por la cabeza como navaja.

— Por-porque…

— Harry… creo saber porqué me ocurren todas estas cosas…

Sintió la fría mano del rubio detrás de su nuca.

— Es porque tú me gus… ¿Potter? ¿¡Qué crees que haces!? —saltó lejos de la estatua del Gryffindor.

Harry tenía los ojos como plato, el corazón se le detuvo y las manos le sudaban.

— ¿Por qué me tenias encima de ti? ¡No quiero ni imaginármelo! Harry Potter, el niño-que-vivió, ¡es un abusador! ¡Ni te me acerques! —se puso a la defensiva cuando el moreno comenzó a moverse para levantarse.

— ¿Mal-Malfoy? —susurró tambaleándose. Se agarró de la enredadera para mantenerse en pié.

— ¿Qué es esto? —se pasó una mano por sobre su mejilla al notarla fría y húmeda—. ¿¡Qué me hiciste!?

— ¡Nada! ¡No te hice nada! ¡Eso te lo tengo que preguntar a ti! —reaccionó y frunció las cejas sin poder tomar su color natural en el rostro.

— ¿A mí? ¡Yo me desmayé!

— ¡Caíste encima mío y no te pude mover!

— ¡Mentira!

— Eres pesado, Malfoy.

— Cállate, condenado gato domesticado.

Luego de una batalla verbal, ambos decidieron moverse para que los animales salvajes no los alcanzaran. Dentro de su túnica, Harry decidió llevarse un par de hojas de la plata diga-verdad (aún no logra recordar su nombre). Por las dudas… 

Las estrellas sustituyeron al sol y ambos perdidos tuvieron que resguardarse de la fría noche bajo un árbol hueco. Sus túnicas estaban embarradas y con ramitas colgando. Sus estómagos clamaban por comida y el sueño se apoderaba poco a poco de cada parte de su cuerpo. Ninguno quería hacer la tanda de vigilancia; ambos tenían la necesidad de dormir y, si era posible, despertar frente a la chimenea de sus respectivas Salas Comunes.

— Muy bien, haré yo la primera tanda. Dentro de tres horas te levanto, Malfoy.

— ¿Qué? Olvídalo, yo dormiré toda la noche.

— ¡No seas injusto, Malfoy! ¡También quiero dormir, pero no dentro del estómago de una hiena o serpiente!

— ¿Seguro que no en una serpiente? —murmuró con picardía el rubio.

— ¿Qué? —Harry se quedó atontado.

— ¡Que no permitiré que me levantes! ¿Qué no te queda claro? —frunció las cejas, malhumorado.

— ¡No eso, lo otro!

— ¿Qué otro? —arqueó una ceja.

— ¿Qué dijiste luego de la tontería esa de dormir toda la noche? —¿efectos secundarios de la hierva?

— Que eres un idiota.

— Imbecil.

— Tarado.

— Hipócrita.

— Estúpido.

— Serpiente sin dientes.

— León domesticado.

— Reptil repugnante.

— Gato —sonrió con maldad.

— ¡Basta ya! —saltó en su lugar, irritado, se golpeó la cabeza contra la corteza del árbol y se obligó a sentarse con ambas manos sobre la herida—. Ya va la segunda vez en la semana…

— Eres un inútil, Potter. Mejor quédate en la puerta y vigila —se sacó la túnica y la utilizó como manta.

Se acostó, dándole la espalda, y simuló dormirse durante unos minutos para luego caer rendido de veras.

Adolorido, mascullando maldiciones, lamentándose no poder hacer magia y con sueño, el Gryffindor salió a gatas del árbol para sentarse afuera contra el tronco y contar las estrellas. El aire se tornó frío y silbaba una melodía de cuna. Resguardó sus manos entre las grandes mangas de su gruesa toga y se cruzó de piernas, como indio, buscando calor por todos lados.

Esas cuatro letras le dejaron petrificado. ‘G-A-T-O’. Como insulto proveniente de la persona que juró no molestarlo más resultó muy hiriente (demasiado diría él). ¿A qué se debe su dolor? Es una palabra, un insulto o lo que sea, pero nada importante al fin de cuentas. ¿Por qué le afectó tanto? Tal vez lo tomó desprevenido. ¡Él no era un Gato!

¿Seguro que no en una serpiente?’ ¿Cuánto significados tenía esa pregunta? ¿Cuántas indirectas? ¡Ahora podía comprender cuando Ginny se quejaba de estar mareada al pensar tanto en la persona que le gusta! ¿Gustaba? Ni lo sueñen, Harry Potter no era esa clase de chico. Su corazón ya tenía dueña y ella se llamaba Ginny Weasley. Nadie lo cambiará.

¿Cómo estará Ginny, Ron y Hermione? Cómo los extrañaba, ¿dónde estarán ahora?

Me dan celos esas personas’, ‘Porque me siento a gusto cuando estoy a tu lado, mi corazón late muy fuerte y la sangre me hierve… nunca me había sentido de esa forma con nadie. Solo contigo’. ¡¡Argh!! ¿Quién iba a decir que esa planta se encontraba detrás de Draco y la tocó accidentalmente cuando se desmayó? Que insólito.

Tantos pensamientos le estaban dando jaqueca. Lentamente, sus párpados se fueron cerrando por la melodiosa canción del viento y cayó profundamente dormido.

***

— Ya pasó un día y aún no lo encuentran. ¿Dónde está el Ministerio? ¿Y los buscadores? ¡Alguien que lo encuentre! —chillaba desesperada Ginny Weasley dentro de su carpa con su compañera, Hermione.

— Lo están buscando. Dumbledore personalmente fue —la intentaba calmar en vano.

— ¿Eso no es peligroso para nosotros?

— Tenemos al resto de los profesores vigilándonos.

— ¡Quiero buscar a Harry! Hace mucho frío y no tenía mucho abrigo encima. La bufanda la dejó en el carruaje junto con los guantes y…

— Tiene su varita, puede hacer calor para él y para Malfoy con facilidad. ¡Confía en él!

—…

— El volverá intacto y a salvo con Malfoy en la espalda, agonizando de miedo —sonrió.

***

Se encontraba en medio de la oscuridad, desorientado y nervioso. Decidió caminar hacia la derecha pero el panorama seguía siendo lo mismo: negro. No sabía a dónde ir ni en dónde estaba. Soñaba, lo tenía claro, pero… ¿qué hacer? No tenía la habilidad de despertarse cuando él lo desease.

A su izquierda apareció un círculo naranja, que le obligó a detenerse; su brillo era hipnotizante, hermoso e irradiaba tranquilidad. Extendió su mano hacia la sospechosa bola. Entonces, otro círculo apareció pero a su derecha y de color verde; latía como corazón, se movía de un lado a otro, haciendo formas en el aire, y le daba confianza a que no le quemase.

Bajó su brazo izquierdo y miró a ambas pelotas, indeciso. Dio un paso para adelante y se quedó entre ambas bolas: una quieta y otra incontrolable.

¿Qué significaba todo eso?

Sin previo aviso, la bola verde se acercó a su rostro, iluminándolo, y flotó allí por unos segundos. Una voz aterciopelada y dulce resonó en su cabeza.

— Me gustas, Harry. Mi corazón late vivo cuando estoy a tu lado. Te protegeré.

La bola naranja y la bola verde tomaron forma humana. A pocos centímetros de su rostro estaba el pálido rostro de Draco Malfoy que lo miraba con dulzura y ¿amor?; a su costado izquierdo se encontraba Ginny Weasley: le tendió una mano con una hermosa sonrisa en su rostro, le llamaba, le pedía estar a su lado. Y Malfoy… Malfoy solo le miraba como nunca nadie le observó, con sumo amor. ¿Cómo resistirse? Quería juntar lo poco que los separaba, quería probar esos labios rosados que tanto le llamaban.

Pero estaba la hermana menor de su mejor amigo, ella le ha acompañado en todo, nunca lo dejó de lado, jamás se sintió excluido a su lado. La quería. La amaba. Ella logró descubrir lo que hay dentro de él y no le reprochó cuando lo descubrió. ¡La amaba, cómo negarlo!

Miró a Draco intensamente, él no le miraba como Ginny, él no le trataba como esa jovencita cariñosa e inocente. Él no le quería. ¡Qué dolor saber eso! Su corazón lloraba, incontrolable, al aceptar esa realidad.

— Harry, me gustas —repetía Draco. Sentía su aliento sobre su rostro. Vio una pequeña pero bella sonrisa en él.

— No dejaré que nadie te lastime, Harry. Ven —ahora le hablaba Ginny, con los brazos extendidos, esperando su llegada.

— Harry… —le llamaba Draco.

— Harry… —le llamaba Ginny.

Potter retrocedió unos pasos, nervioso. ¿Debía elegir? ¡No, porqué!

— Dra…co —se tapó con ambas manos la boca. ¡Su cuerpo ya no le hacía caso!

Vio en los ojos de Ginny un dolor enorme, las lágrimas se le juntaban y rodaban por las sonrosadas mejillas. Malfoy sonrió enternecido.

— Ginny —la llamó, apenado. Le extendió una mano, con la esperanza que ella la acepte.

Ella sonrió feliz y se le acercó un paso. Estuvo a punto de entrelazar sus dedos con los del Gryffindor si no fuese por la mano del Slytherin que se interponía entre ellos.

— Malfoy, aléjate —exigió severamente la menor, molesta por la intromisión.

— Draco… —susurró asombrado el moreno.

— No, Harry. Ella no —suplicaba el rubio platinado.

— ¡Él ya eligió, Malfoy! ¡Esfúmate! —Weasley se veía cada vez más irritada.

— Harry… por favor —la ignoraba sin quitar sus ojos de los verdes.

— Yo…

Potter volvió a retroceder pero más pasos, cada vez más indeciso y nervioso. Ambos chicos comenzaron a pelear frente a él, peleaban por él, Harry Potter, el niño-que-vivió, la persona más peligrosa de todo el mundo mágico. Temblaba. Chocó contra algo que le obligó a dar media vuelta y verlo. Un tórax. Levantó la vista y se encontró con su pelirrojo amigo. Se sintió aliviado y a salvo.

— No la lastimes, Harry. No aceptaré que la lastimes —su mirada era seria y decidida.

— Ron… ¡¡Basta!! —se agarró la cabeza con ambas manos mientras se doblaba hacia delante. 

 

— ¡Potter, levántate! ¡Potter! —gritaba el Slytherin, tirándole del brazo.

Despertó bruscamente. Sudaba y notó que se aferraba de la túnica con fuerza. Miró a la cara a Malfoy que parecía cada vez más nervioso.

— ¡Levántate, maldición! —a tirones, levantó a su enemigo y se echó a correr más adentro del laberinto.

No entendía nada. ¿Aún soñaba? El frío nocturno invernal le demostraba que no, las plantas se zarandeaban cuando pasaban a su lado y las copas de los árboles parecían banderas. Su corazón latía muy veloz; aún buscaba alguna respuesta por ese sueño. ¿Qué quería decir? ¿Por qué soñó eso?

Draco no le soltaba la mano, miraba para sus costados, buscando algo. Sus mejillas se incendiaron.

— Malfoy…

— Calla y corre —le ordenó sin más.

Sin comprender, giró la cabeza sobre su hombro y miró hacia atrás. ¡Ajá! ¡Ése es el problema! ¡La manada de hienas! Abrió enorme los ojos.

— ¡Malfoy!

— ¡Lo sé! ¡Sube! —se detuvo en frente de un grueso árbol sin hojas y viejo.

Entrelazó sus propias manos y le ayudó a impulsarse hacia arriba. Harry se aferró a una rama y subió. Le tendió la mano y el otro también subió. Se sentaron en ramas diferentes y respiraron aliviados.

— Para la próxima compro un despertador, Potter. ¡No te despertabas y ya iba a dejarte tirado ahí! —le reprochó el rubio platinado.

—… Lo siento —bajó la cabeza, con los ojos cerrados. Todo le daba vueltas. ¿Desde cuándo las hienas estaban tan cerca de ellos? ¿Cómo no se dio cuenta antes?

— ¿Solo eso vas a decir? ¿’Lo siento’? —frunció el ceño.

— ¿Qué quieres que diga, Malfoy? —lo miró de malhumor.

 — ¡Arrodíllate y repítelo! —le indicó con el dedo índice la rama en frente de sus pies.

Las hienas ya estaban debajo, saltando y ayudándose con el árbol. Buscaban comida y sus presas colgaban como pata de vaca de ese árbol.

— ¡Malfoy, estas loc-!

‘CRACK’

Ambos adolescentes se quedaron estáticos, con los ojos fuera de órbita y el corazón como piedra para que luego latiera a mil por hora. Una gota de sudor cayó por la cicatriz en forma de rayo y siguió su camino hasta el suelo de tierra. El frío ya no le preocupaba, el ruido de las hojas golpear entre sí había desaparecido, su compañero de desaparecidos no hacía ningún ruido, lo único que alcanzaba a escuchar a lo lejos era las garras de los animales desgarrar la corteza de su ‘plataforma’. Lentamente fue aspirando una bocanada de aire helado. No pudo terminar de llenar sus pulmones cuando escuchó otro ‘CRACK’; pero éste le alteró más: estaba seguro que no escucharía otro.

Su rama se quebró en dos y él cayó en medio de las cinco bestias carnívoras.

De los hocicos de las hienas caían unas gotas de saliva. Se relamieron los dientes puntiagudos y se agacharon hasta el suelo para saltarle encima a su pobre víctima. Era hombre comido.

Una nueva sombra se posó entre él y las bestias. Una mancha negra. Esa mancha se abalanzó sobre él y lo cubrió hasta la cabeza, impidiéndole ver nada. Escuchó los gruñidos de las carnívoras y sintió que caían sobre él… pero a la vez no lo tocaban.

— Cuando dije que te arrodillaras era broma, idiota —masculló adolorido Draco con los brazos cubriéndole la cabeza y su cuerpo sobre él.

— ¡Malfoy, ¿qué haces?! —le abrazó y sintió que algo denso le mojaba las manos: ¡sangre! Sobre el dorso de sus manos, cuatro garras bien afiladas le rasguñaron—. ¡Te lastimas!

— Tú también… lo hiciste cuando… saltaste… ¿no? —sonrió de lado, con un ojo cerrado.

— ¡Tonto!

Se soltó del Slytherin y se dio la vuelta, dándole la espalda. Apoyó ambas manos sobre la tierra seca e impulsó. Con un pequeño brinco, acomodó el delgado cuerpo débil del rubio sobre su espalda y salió corriendo lo más rápido que podía, lejos de las bestias. Pero ellas no desistían, las sentía sobre sus talones, eran más veloces. Al tener carga, sus pasos eran más lentos e inseguros; eso no le importaba, ¡debía sacar a Draco de ahí y pronto! Debía curarlo.

— ¿Por qué hiciste eso, Malfoy? —preguntó entre jadeos, esquivando arbustos y ramas muertas.

— No… me gusta deberle cosas… a la gente. ¡Auch! —se quejó.

Su túnica se encontraba completamente ropa y manchada de sangre; esas uñas y dientes se le clavaron muy profundo entre la carne. La hemorragia era severa.

— No tenías que hacer eso.

— Te iban a matar —lo calló serio—. Y yo no puedo permitir eso…

¡La planta diga-verdad! —abrió los ojos. El aire se le escapó se golpe.

— Primero te tengo que matar yo.

Saltó sobre un tronco pero, esa respuesta, le tomó desprevenido y sus pies golpearon contra la madera. Ambos cayeron de boca: Harry colgaba del árbol caído y Malfoy rodó un metro lejos de ahí. Se quejó.

— ¡Potter, más cuidado! ¡Ah! —se abrazó a su mismo, sin poder aguantar la tierra dentro de sus heridas. Ardía.

— ¡Deja de quedarte y sube! —ahora le calló Harry mientras corría hacia él y lo tiraba sobre su espalda algo brusco. Guardó sus lentes dentro de la túnica para que no se les perdieran si algo pasase. Los gruñidos de los carnívoros estaban detrás del tronco.

— No podemos correr más allá… Está el río —le hizo detener.

En efecto, un río profundo y violento se encontraba en frente de él. Las hienas se posicionaron sobre el árbol y los miraron burlonas, esperando a que hagan un movimiento en falso y poder saltar sobre ellos y, al fin, comerlos. El olor a sangre las excitaba más.

— ¡No seré comido por esos gatos! —chilló con dolor y enojo Draco.

— Ni yo. ¡Sostente!

Se tiró a las aguas sucias y sostuvo de los brazos a su compañero para que la corriente no los separase. El otro lo abrazaban del cuello, quitándole el aire más aprisa. Unas rocas le golpearon la espalda y las piernas. Gritó bajo el agua, adolorido y sin fuerzas. Draco lo sacó a la superficie y se lo agradeció mentalmente (no se lo diría ni aunque Saladar Slytherin domine a Godric Gryffindor). Sintió que, alrededor de su cintura, se posaban los brazos del rubio; lo sostenía con firmeza y a la vez con cuidado. Se ruborizó. Creyó escuchar algo de Malfoy pero no le entendió. Lo miró entre las pequeñas olas que se le metían por la boca y lo ahogaban.

Miró hacia delante y…

Ambos perdidos gritaron a todo pulmón, aterrados. Una cascada no muy pequeña los esperaba a pocos metros. 

 

Intentaban detener su marcha con las rocas del fondo pero éstas se corrían o salían dejándolos nuevamente a merced de los rápidos. Harry no podía ver bien a su alrededor, el agua entraba por su garganta y se iba derecho a sus pulmones, tosía cuando tenía oportunidad de sacar la cabeza a flote. Una de sus piernas la sentía entumida, ni la sentía. Pero, a pesar de todo su dolor, aún sostenía el peso del Slytherin pegado al de él; no sabía si el otro estaba bien o mal, no podía escucharlo porque sus oídos se encontraban llenos de agua salada, no podía sentirlo porque el agua era congelada, no podía verlo porque la falta de anteojos y las olas se lo impedían a toda costa. ¿Cómo podía estar seguro que Malfoy seguía con vida? ¿Cómo averiguar si lo que tenía entre sus brazos era un cadáver o una persona que respiraba? ¡Con un demonio, rezaba por que el otro siguiera con vida! Pero todas sus heridas, la sangre perdida, el golpe contra el suelo cuando tropezó,…

Absorbió una gran bocanada de aire (mitad aire, mitad agua) y pretendió gritar “Malfoy” con fuerza para que el otro también se esforzase en responder, solo que una roca le golpeó la espalda y chilló entrecortadamente, escupiendo el aire y agua. Sentía que sus fuerzas lo abandonaban rápidamente, sus brazos se aferraban entre ellas alrededor de la cintura de Draco. ¡Claro! Si él hacía fuerza con los brazos, Draco se daría cuenta que lo estaba llamando. Así lo hizo. Vio un pico de roca en frente suyo. Podría agarrarse a eso; se encontraba cerca de la orilla, con un impulso tendría la oportunidad de sacar a ambos de ese río helado.

El agarre por su cintura se hizo levemente más potente por unos segundos. Sonrió para sus adentros. Contra su fuerza de voluntad, soltó una mano de la túnica del Slytherin y la estiró hacia la roca. Pudo darse cuenta que el otro vio sus intenciones ya que se sostuvo con más firmeza.En pocos segundos, ambos ya estaban rodeando la roca confiando que ella les salvaría la vida.

— ¡Mal… Malfoy!

— ¡Nh! —esa respuesta no fue la que esperaba, pero el alivio inundó su pecho.

— ¡A la orilla, a la orilla! —mostraba con la cabeza su izquierda.

— ¡Hienas!

Los ladridos (o lo que sea) de los animales salvajes en la orilla le hizo perder toda esperanza en salvarse. Cascada, rocas filosas o hienas. ¿No tenía otra opción, como desaparecer o ser salvado por los profesores/prefectos? ¿Dónde se encontraban? ¡Los necesitaban! ¿Qué hubiese hecho Dumbledore o el mismo Godric Gryffindor?

Se hallaba tan sumido en sus pensamientos que no dio indicio alguno cuando las hienas tomaron confianza y saltaron roca tras roca para llegar a ellos. El grito de Draco le trajo de vuelta. Cuando levantó la vista, vio una mancha amarilla alejarse hacia el precipicio. Gritó “¡Malfoy!”.

Vio hacia la cima de la piedra cuando escuchó un gruñido. La hiena levantó una pata con las uñas listas para agarrarlo y desgarrarlo; solamente le rozaron la mejilla derecha ya que se soltó como Draco justo a tiempo.

La última imagen que tuvo fue la de un hermoso paraíso en frente: árboles enormes y plantas de hermosas flores; y humo de gotas de agua debajo.

‘PLAF’

 

Se sentía mareado y con náuseas. Estaba tendido sobre tierra húmeda marrón y las piernas las cubrían pequeñas olas de tanto en tanto; la copa de un árbol se movía en frente suyo. Todo se encontraba muy iluminado, ¿era de mañana? Entreabrió los ojos con suma dificultad. Su cuerpo clamaba por comida, estaba débil, mojado y herido. Por razones desconocidas, no podía sentir dolor alguno en sus extremidades o la mejilla mas eso no es de importancia, ahora debía buscar al rubio platinado.

Con dolor y pocas fuerzas, logró sentarse. Frente suyo vio el río y a su costado izquierdo la enorme cascada. Tuvo que haber muerto a esas alturas… Se tambaleó y cayó para atrás pero algo le detuvo antes de tocar el suelo. Volvió a abrir los pesados ojos.

— Malfoy…

— Necesitas comer algo —le ayudó a levantarse, con cuidado; pasó un brazo de Potter por sobre sus hombros y le abrazó la cintura.

— ¿Comer? ¿Cómo estas tú? Estaba muy preocupado, ¡tus heridas! ¡Ah! —gracias a la fuerza de Draco, cuando tropezó, no cayó a la tierra.

El rubio frunció las cejas, molesto. A él no lo engaña, ¡maldito Potter!

— Luego hablaremos, primero comerás —sentenció seriamente.

Caminaron unos metros hacía dentro del bosque y vio que en frente había una choza de madera De su chimenea salía humo blanco y un rico aroma. Se le hacía agua la boca con solo pensar en comida. Hacía más de dos días que no probaba bocado: solo unos pocos hongos y hojas de árboles. Algo le llamaba la atención, algo andaba mal. Cuando se le ocurrió una idea de lo que podría ser, el aroma a carne asada y verduras al vapor le descontrolaron. Creyó haber dicho: ‘Mmmh’.

— Señora Middle, ya se levantó —informó el Slytherin entrando por la pequeña puerta.

— ¡Oh, querido! ¡Armand, Armand! ¡Prepara un plato de todo, éste chico parece desnutrido! —chillaba una señora regordeta, con vestido largo y un delantal blanco sobre éste.

Ella se perdió entre unas tiras de tela que simulaban ser una puerta. Tal vez conectaba el living del comedor o la cocina.

— ¿Dónde…?

— Ellos nos ayudarán. Siéntate —con amabilidad, Malfoy acomodó al débil Harry en un sillón cómodo con una mesita en frente.

— Draco… —lo llamó.

Éste se giró a verlo. Se sentó en un apoyabrazos.

— ¿Qué? —su tono parecía brusco y enojado.

— ¿Cómo estas? —¿por qué preguntaba esas cosas? ¡Tonterías! Intentó cubrir su estúpida pregunta con otra cosa, pero la boca no le hacía caso.

— Afortunadamente caímos cerca de esta familia, ahora te curaré. No te muevas —se levantó de su lugar y caminó hacia una mesa.

— ¿Por qué no hace calor? ¿Dónde está la chimenea? —eso era lo que andaba mal. Era invierno, ¿no?

— No hay chimenea —le dio la espalda mientras buscaba algo dentro de un cajón.

— ¿De dónde viene el calor, entonces, Draco?

— Magia —se giró y sobre su mano vio el palo de madera— Quieto, león —le apuntó con ella.

Harry aún veía las cosas muy borrosas. Se acordó de sus lentes y metió la mano dentro del bolsillo de su túnica.

— ¡Potter! —se quejó el rubio.

— Ya voy, ya voy —se puso los anteojos— ¡Están rotos! —se quejó.

— ¡Quieto! —pronunció un conjuro que no alcanzó a escuchar y una luz plateada le rodeó.

Segundos después, se sentía seco y confiaba en que las heridas de su cuerpo habían desaparecido. Pero aún así, no podía moverse.

— Mis niños, acá tienen su comida. ¡Oh, mi vida! Deja que te ayude con esos lentes —apareció Middle por la misma ‘puerta’ y se acercó al Gryffindor. Le apuntó con su propia varita— Oculus reparo —al instante, el vidrio ya no se encontraba rajado y podía ver a la perfección—. ¿Mejor? —sonrió dulcemente.

— Si, muchas gracias, señora —le devolvió la sonrisa un poco más débil.— Oh, la comida. Aquí tienes —apoyó en la mesita un gran plato con carne asada, verduras al vapor, arroz, un vaso de naranja recién exprimido y servilletas.

De repente, recobró las fuerzas y se abalanzó hacia aquel exquisito plato.

— Bestia —murmuró asqueado el rubio.

— Tú fuiste peor, querido —le sonrió Middle a su lado.Harry sonrió.

Cuando terminó y su estómago clamaba por dejar de llevarle comida, le agradeció a la mujer y propuso ayudarla a lavar las cosas. Ella se negó rotundamente y desapareció en el comedor. Draco se sentó en el sillón de en frente.

— ¡Draco, estaba tan preocupado por ti! —le saltó encima, abrazándolo por el cuello.

— ¡Bájate, Potter! Tenemos que hablar —se quitó de un empujón el delgado cuerpo del felino y se acomodó la ropa seca y sin agujeros—. Sabes qué es esto, ¿verdad? —apoyó en el centro de la mesa las tres hojas de diga-verdad.

Harry le ordenó a su cuerpo que niegue.

— Si, es una planta diga-verdad. En realidad, no me acuerdo el nombre pero la apodé así —sonrió tranquilamente— ¡No, no, no, no! ¿¡Qué haces, Harry!?

Diga-verdad, ¿eh? —se cruzó de brazos y recostó contra el respaldo—. La utilizaste contra mí.

¡No! Se podría decir que si —se encogió de hombros—. ¡Con un demonio, maldito Malfoy!

— ¿’Se podría decir’? ¿A qué te refieres?

¡Tírate a pozo, Malfoy! Solo la tocaste una vez y fue cuando te desmayaste, allá en el laberinto hace un día, creo. Yo no sabía que estaba allí, me di cuenta cuando ya estabas meloso y me querías besar. Y ahora que lo pienso, ¡no te tuve que rechazar! —se reprendió a si mismo—. Cuando ya pasaron los efectos de la planta, decidí traerme un par de hojas para así seguir jugando. ¡¡AAH!! ¡Estoy muerto!

Las mejillas de Malfoy se tiñeron de rojo pero no mostró indicios de vergüenza.

— Pensabas usarla de nuevo —afirmó.

— Si —asintió con la cabeza— Anda, Draco. Déjame estar a tu lado —se levantó y le volvió a abrazar.

— ¡Aléjate de mí, fenómeno! —le tiró de los hombros.

Potter solo se separó unos pocos centímetros, sin soltar su abrazo. Se sentía dolido por esas palabras.

— ¿Por qué me miras así? ¡Deja de hacer eso!

— Que cruel eres, Draco. Pensé que correspondías a mis sentimientos, me había ilusionado. Esa planta me demostró que, en realidad, no eras más que un chico débil que clamaba por cariño. ¡Y yo te lo iba a dar! Quería ayudarte, pero veo que no me aceptar. Ocultando tus sentimientos, solo te perjudicas a ti mismo —se levantó del regazo y suspiró, melancólico—. Espero que te des cuenta pronto, no quiero esperarte mucho tiempo. No creo aguantar —se acercó al pálido (ahora rojo) rostro de Malfoy y le besó delicadamente sobre los labios.

El rubio no sabía qué hacer. Su corazón latía muy fuerte. Una parte de él decía: ‘corresponde, abrázalo’; pero otra gritaba otra cosa: ‘¡aléjalo de ti! ¡Es un fenómeno, un Gryffindor!’.

Antes de decidir por alguna de ellas, la presión sobre su boca se desvaneció. Vio en los orbes verdes un brillo especial, ¿felicidad o tristeza?

— Oh, lo siento. No quise… —sumamente apenada, Middle volvió al comedor.

— No, señora. No fue nada —Harry se encaminó hacia las tiras de lana y asomó la cabeza— Por favor, déjeme ayudar —siguió a Middle hasta la cocina.

Draco se quedó estático en su lugar, sonrojado y temblando.  

 

— Jajaja —momentos después, Harry junto con la señora Middle entraron al living.

Draco terminó de guardar su varita dentro de la túnica, se tiró sobre un sillón de dos cuerpos, posó las dos manos detrás de su nuca y cerró los ojos.

El moreno guardó los platos usados dentro de la alacena que le indicaba la mujer casada. Ella sonrió contenta por la ayuda.

— Gracias, querido. Hacía mucho que no recibía ayuda de alguien más que no sean mis manos y piernas —le agarró una mejilla y se la pellizcó, cariñosa. Rió bajito.

— No… no es nada… señora —sutilmente, se quitó la garra del rostro y se masajeó, adolorido.

— Por favor, cariño, llámame por mi nombre —le suplicó sonriente— Oh, Armand. ¿Dónde están los niños? ¡Ya debería de haber vuelto! Permiso, cariños —se giró hacia ambos adolescentes y luego salió de la cabaña.

Harry se giró hacia Malfoy.

— ¿Qué es este lugar? ¿Quién es esa señora? —la sonrisa fue reemplazaba por la duda. Se sentó tímido sobre un sillón simple, sin quitar la vista del rubio.

— ¿No recuerdas nada? —abrió uno de sus ojos grisáceos.

— ¿Qué debería recordar? Esa cascada… —se llevó una mano a la mejilla pero no sintió las franjas dejadas por las garras.

— Ya te curé, ¿no lo recuerdas? —abrió ambos ojos y frunció las cejas.

— ¿Cómo? Y tu ropa… tu cuerpo… las hienas… Explícame, por favor.

De mala gana, el Slytherin le informó de todo lo que hicieron quitando la parte que descubría la planta dentro de la túnica del Gryffindor, ni que intentó besarlo, ni que se le confesó. Un pequeño rubor apareció en sus mejillas.

— Te vez lindo sonrojado —sonrió dulcemente jugando con sus dedos.

— ¿Eh? —Draco miró asombrado al Gryffindor— ¿Sigues bajo el efecto?

— ¿Qué efecto? ¿Qué me ocultas, Malfoy? —frunció el ceño.

— ¡Nada! —¿qué fue eso?

— ¡No corran, se lastimarán! —ambos estudiantes de Hogwarts se quedaron en silencio al escuchar los chillidos de la señora.

— Rápido, ¿cómo se llama esa mujer? —imploró Potter.

— Middle… el otro es Armand… Los niños no los conozco aún —volvió a tomar su posición anterior. Cerró los ojos y decidió tomar una pequeña siesta.

La puerta de abrió de un golpe y rebotó contra la pared; un florero cayó al suelo de piedra y se hizo pedazos, el agua se esparció y las flores yacieron inertes en medio. Dos niños de 5 años entraron corriendo, dejando huellas de barro tras de sí. Carcajeaban y se empujaban mutuamente, peleando por llegar primero a la cocina. Un minuto después, Middle entró jadeando. Cerró la puerta detrás de sí y vio su florero preferido en el suelo.

— Mocosos… —masculló antes de mover su varita y dejar la vasija como estaba antes sobre la mesita— ¡Nick, Tom!

Harry vio volver a los niños. Un traía el cabello naranja y el otro marrón. Sus caritas estaban sucias de barro al igual que sus ropas. Middle posó sus manos sobre su cadera, con mirada reprobadora.

— Ambos, a las duchas. Si no están limpios dentro de veinte minutos, ninguno almorzará lo que preparó su padre —indicó con su dedo unas escaleras que aparecieron mientras Potter no miraba.

— Si, mamá —dijeron cansados los chicos y subieron a empujones.

La mujer suspiró cansada.

— Qué desorden —hizo aparecer una escoba en sus manos y barrió el embarrado piso—. ¡Oh, que descortés de mi parte! Los que recién vieron eran mis hijos: Nícolas y Thomas. Son mellizos idénticos —sonrió.

— ¿Idénticos? —murmuró Harry, extrañado.

Draco solo asintió con la cabeza para simular que la escuchó.

Notas finales:

Gracias por leer y tomarse el tiempo de dejar comentarios ^^. Mis musos están realmente agradecidos! (?) (Musos: Lo estaríamos si tuvieramos tiempo ¬¬).

::Shini Malfoy::


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