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Una unión poco esperada por Shini Malfoy

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Notas del capitulo:

El capítulo tal vez esté realmente extraño; y no los culpo si lo piensas... Creo que es el fic más raro que haya escrito... 0=D

Je, no me culpen si no les gusta... mis musos están estudiando para los jodidos finales ¬_¬* ¡Gracias por leer! *u*

::Shini Malfoy::

V: Preparativos y Descubrimientos

Ya tenían casi todo preparado con respecto a las asignaturas:

*Decorado: ambos.

*Música: Harry.

*Concurso: Draco.

*Juegos: Draco.

*Comida y bebidas: ambos (con ayuda de los elfos).

Malfoy no estaba muy contento al tener dos cosas que hacer él solo y Potter solo una. Luego de una ardua explicación, Harry le hizo entender que el decorado era lo más importante de la fiesta y tenía mucho, demasiado, trabajo que hacer con las cosas electrónicas, gritos fantasmagóricos, etc.

La mañana pasó para ambos adolescentes, podían percibir la presencia de algún que otro profesor en los pasillos, cerca de donde se encontraban: el Gran Comedor. Las enormes mesas fueron desaparecidas, ahora solo había una pequeña mesa circular en el centro; tamaño suficiente para cinco personas.

El rugido del estómago del Slytherin les dio a entender que ya se acercaba la hora de almorzar.

— Estúpidas tripas —masculló sonrojado, abrazándose la panza.

— Vamos a comer antes que te comas a ti mismo; ese ruido se escuchó hasta el bosque prohibido —se burló el moreno levantándose de la silla.

— Estúpido Potter —maldijo—. ¿Y por qué te levantas? La comida debe aparecer en cualquier momento.

— Oh… —se mordió el labio inferior.

Los elfos de la cocina no deberían de estar muy contentos al tener que trabajar en vacaciones. Asintió levemente con la cabeza y volvió a sentarse.

Draco golpeó con fuerza la mesa de madera con ambos puños, provocando la caída de un par de lápices, hojas y borradores.

— ¡Tengo hambre! —chilló descontrolado.

Potter se levantó para recoger lo que el insensato de su compañero tiró. Al segundo de estar agachado, pudo percibir el aroma de rica comida. Alcanzó a escuchar un halago hacia la comida de parte de Malfoy y luego sus masticaciones. Hizo una mueca de asco y puso todos los utensilios en una esquina. También se dedicó a comer algo mientras seguía pensando en el decorado.

— ¿Por qué no usamos magia con todo esto y ya? —preguntó por enésima vez el rubio platinado ya almorzado y con las hojas en frente.

— Snape nos quitó las varitas.

— ¿Por qué no las recuperamos? ¡Todo sería más sencillo!

— Si quieres meterte en medio del bosque, ve tú, nadie se interpone en tu camino —lo miró de reojo. Ya sabía cuál iba a ser la siguiente pregunta y la siguiente, se tomó la molestia de detenerlo—. Si no quieres hacer los juegos ahora, ¿por qué no vamos a Hogsmeade a buscar cosas? Tal vez te inspires —se levantó y se estiró. Algunos huesos de la espalda sonaron huecos.

— Auch —susurró—. Bien, si tú lo dices…

Resignado por el lado bueno de la fiesta, se dejó llevar para ver trampas y decorados escalofriantes junto a su compañero. La tarde era fresca, la brisa le hacía estornudar de vez en cuando y la nieve del suelo le entorpecía la caminata; y no solo eso, Potter aceleraba el paso cuando él no daba más.

Cejudo y jadeante, se detuvo al lado del Gryffindor en la entrada de un local oscuro y con las ventanas selladas con telas negras. En la puerta había un cartel con forma de calabaza que decía: ‘atrévete si puedes’. Arqueó una ceja, sin poder creer que alguien se atreviera a hacer algo tan… estúpido.

— Este local está cerrado hasta el sótano —se giró a ver a Harry—. Busquemos otros que tenga dos calabazas, aunque sea —se cruzó de brazos.

— No está cerrado —dijo cortante el de orbes esmeraldas—; simplemente, ponen esa trampa para los idiotas que creen a primera vista —le miró de reojo—. ‘Atrévete si puedes’ —leyó el cartel que tenía en frente.

Unos segundos después, las puertas se abrieron solas dejando a la vista un enorme salón con toda clase de cosas de Halloween: trampas mecánicas, esqueletos caminantes, calabazas chillonas, gallinas decapitadas, jinetes sin cabeza corriendo por doquier, entre otras cosas. El suelo se encontraba cubierto por una espesa niebla artificial, del techo caían gotas de lluvia que no mojaban, en las ventanas se proyectaba la cosa más aterrorizante que pensaba la persona que pasaba frente a ella.

El lugar perfecto para venir de compras.

Harry sonrió triunfante hacia el Slytherin y entró.

Malfoy se sintió ofendido pero no dijo nada, creyó que cerrar la boca sería lo mejor. Entró.

Las puertas se cerraron detrás de ambos.

Un vendedor se acercó a ellos. El pelo lo tenía como medusa y los ojos como reptil.

— Bienvenidos a mi tienda, muchachos. Los estaba esperando —les sonrió, mostrando dientes podridos.

— ¿Nos esperaba? ¿Cómo supo…? —el rubio miró desconfiado al hombre.

— Dumbledore me avisó recién —se encogió de hombros, despreocupado. Giró sobre sus talones—. Vengan, tengo todo lo que necesitan —les indicó sobre su hombro, con la mano, que le siguiera.

Harry le puso una mano sobre el hombro a Draco sin mirarlo y siguió al anciano hacia un ordenador. Malfoy se quedó en su lugar unos momentos más, asombrado por el movimiento del otro.

— ¿Viene mucha gente a comprar aquí? —quiso saber Harry, deteniéndose frente al mostrador.

— No muchos, solo los que tienen cultura muggle —contestó el vendedor. Tecleó rápidamente sobre el teclado y esperó a que se cargara lo que buscaba.

El rubio llegó al mostrador y miró interesado a Potter.

— Mira, no vendría mal uno de esos en el jardín —le mostró con la cabeza hacia el lado oeste del lugar. Contra la pared, temblaban dos puertas (de sótano) con dos cadenas manteniéndolas cerradas, de vez en cuando dos ojos rojos se asomaban curiosos— Genial, ¿eh? —sonrió imaginándose a los alumnos correr lejos de ese juguete.

— Hablas de sótano, ¿eh? Si, muy productivo… lo vendía mucho con los muggle —dijo el anciano—. Ésta es mi idea para su fiesta, muchachos —giró la pantalla hacia ambos adolescentes.

Del lado derecho estaba la foto del Gran Comedor, con las mesas largas de madera, y del izquierdo, el jardín con el bosque prohibido atrás. Draco arqueó una ceja, buscándole alguna anormalidad. Harry esperó paciente a que algo ocurriese. Malfoy carraspeó, impaciente. El vendedor pulsó ‘ENTER’ y ambas fotos cambiaron abruptamente.

El techo del Gran Comedor era un agujero negro, con brujas volando con calabazas bajo el brazo y los fantasmas desapareciendo en el centro del agujero; de las paredes caían miles de telas de araña con sus respectivas arañas gigantes caminando por ellas—moviendo sus bocas, amenazando con comer al primero que se les cruzara—, habían muertos pegados, descompuestos—agonizando su tortura eterna—, la sangre caía como agua de cada rincón, las cabezas eran pateadas por los no muertos como balones; el suelo era una ilusión: el bosque prohibido. Las mesas se dispersaban entre los enormes árboles, jinetes sin cabeza cabalgaban por doquier, hombres con cabeza de calabaza gritaban como locos, las ramas crujían. Muchos detalles más, pero los ojos de los adolescentes ya no sabían que eran, solo daban por seguro que aterraban.

El jardín era un cementerio, con neblina y gritos agonizantes, las criptas tenían los nombres de todos los alumnos. La puerta que antes había visto Draco, se encontraban dispersadas por todos lados. Reptiles y ratas caminaban por los pies. Zombis se tambaleaban cerca de su tumba con los brazos en alto y apestando. Los fantasmas, brujas y jinetes que salían del Gran Comedor corrían entre ellos, saltando las criptas y decapitando los miles de zombis que andaban por ahí.

Malfoy tragó saliva, con los ojos fuera de órbita. Harry no estaba en mejores condiciones, en verdad todo eso aterraba.

— Todo… todo eso es de… mentira… ¿verdad? —intentaba hablar el Slytherin.

— ¡Por supuesto, chico! Pero están hechos para confundirlos con lo real. Nadie saldrá herido, nuestros productos son más sanos que el pan… tal vez dé algún que otro paro cardiaco para los sensibles… —meditó para sí mismo—. Bueno, ¿qué les parece? —los volvió a mirar, sonriendo.

— Perfecto —murmuró cada vez más excitado Harry. Ya podía imaginarse todo eso en el castillo dentro de un mes…Malfoy asintió con la cabeza.

— Genial, muchachos. Lamentablemente, la plata no sale de los árboles y yo necesito venderlos… —se encogió de hombros.

— Háganos la cuenta, mientras nosotros miraremos cosas por ahí —sentenció decidido Draco. Esa imagen tan realista le convenció. Era perfecto.

Unos minutos después, ambos chicos salían de la tienda con los ánimos por el suelo.

— Es muy caro, Malfoy —se quejó mirando tantos ceros en ese papelito.

— No exageres, si juntamos podremos llegar a esa suma. Tenemos un mes, ¿no? —le arrebató el papel de las manos y se lo guardó en el pantalón.

— No lo sé… —torció os labios—. Tú eres rico pero yo no.

— Unos números no me quitarán esta fiesta de las manos —decidió deteniéndose en la calle—. No me mires así… Me gusta asustar a la gente y esas trampas son perfectas… es todo —se justificó sonrojado.

— Ajá… —rodó los ojos sin creerse nada—. ¿Cómo piensas resolver esto?

— Yo me encargo de pagar todo esto y tú decides los concursos y juegos —dijo sonriendo.

— Pero… —frunció las cejas—. Está bien, está bien—suspiró resignado.

Aún no se le salían las imágenes de la cabeza. ¡Justo lo que necesitaban! 

 

Durante todo el resto del día, se las pasaron en sus respectivas Salas Comunes.

Draco buscaba la forma de sacarle plata a su padre sin que él se diese cuenta o preguntase para qué la necesitaba; si no apareció aún en Hogwarts debió de ser porque no le contaron sobre su castigo. Eso era un alivio. Todas las ideas que tenía las escribía en un papel y, cuando las volvía a leer, tachaba las más disparatadas o imposibles.

Harry jugaba a las cartas, con una hoja y un bolígrafo al lado. A medida que tiraba una cantidad de cartas a la cama, escribía una oración en el papel. Jugar al solitario le inspiraba para esas cosas (¿por qué? No lo sabía). Tenía muchos juegos en mente, algunos muy macabros y otros más infantiles (especialmente para los de primero y segundo).

Para la cena, ambos juntaron sus ideas.

— Empieza tú —dijo Draco sacando el papel de su túnica.

— Esta bien. Mira —desdobló su propia hoja y la puso en medio de ambos.

Juegos y reglas Halloween

**Buscador: un grupo de cinco o seis chicos saldrán al jardín a buscar ‘algo’ (ejemplo: cabeza con piedra dorada en el medio del cerebro). En su búsqueda aparecerán diversos monstruos para espantarlos y, así, quitarlos del juego (volver a la partida sin el tesoro); si llegan cerca de donde está escondido el tesoro, habrá más cabezas pero con diferentes cosas dentro. Para descubrir la verdadera cabeza, alguno de ellos deberá meter la mano a través del cuello y sacar lo que encuentre. Dos equipos competirán. El primero en llegar, gana.

**Adivina adivinador: un chico deberá taparse los ojos y descubrir todo lo que le den de comer o tocar. Si descubre más de la mitad (y supera a su oponente), gana; si no, comerá el plato más repugnante.

**Zorros y sabuesos: ocho chicos en cada bando. Uno son los llamados ‘zorros’ mientras que el otro ‘sabuesos’. Los ‘zorros’ saldrán corriendo hacia diversos lugares, dejando huellas para que los ‘sabuesos’, en cuando salgan (cinco minutos después), tengan la oportunidad de encontrarlos. Tiempo límite: veinte minutos.

**Hechizador: el cometido es convertir a su oponente en el animal más asqueroso, repugnante y aterrador que se te ocurra. El que logre los mayores gritos de la audiencia, gana.

**Gallito ciego: se le tapan los ojos a alguien y éste debe buscar a sus oponentes. Si logra agarrar a alguno, debe adivinar quién es. Si no lo logra, perderá.

Malfoy leyó tres veces la pequeña hoja, asombrado de aquellos juegos. Jamás se le hubiesen ocurrido. Suerte que le dio ese trabajo a Potter…

— Gran mayoría de ellos son comunes en mi ciudad pero, al ver que nadie conoce mi cultura, tal vez se sorprendan… —comentó sonriente Harry.

— Me gustó “Buscador” —soltó con una sonrisa—. Aterrador, asqueroso, es perfecto para los mayores de tercer año. Perfecto, Potter —asintió una vez con la cabeza.

— ¿Pensaste en cómo conseguir la plata? —guardó el machete en su pantalón.

— Mas o menos, no es tan sencillo sacarle plata a mi padre. Pensé en —comenzó a leer—: ir a Gringotts y entrar a la bóveda en su nombre, es buena idea, pero tal vez los duendes le cuentes a mi padre todo y estaré perdido; otra opción es pedírsela pacíficamente, pero me preguntará para qué la quiero y se acabará todo; otra… sacarla de mis ahorros —susurró la última.

— Ésa me gustó.

— Pero al ver que hablamos de mis ahorros, se descarta —agregó rápidamente.

Harry frunció el ceño.

— Te lo devolveré, ahora es algo urgente —insistía Harry.

Frente a ambos aparecieron sus respectivas comidas.

— No, tengo que pensar en otras formas —calló Draco y se llevó un bocado de comida a la boca. Luego, tomó de su vaso.

— ¡Vamos, Malfoy!Y así comenzó una nueva riña entre esos dos.

***

— ¿Qué apuestas? —se escuchaba susurros desde una carpa en el campamento.

— Mi maquillaje y vestidos —respondió su compañera, convencida.

— ¡Eso es cosa de chicas! No me sirve a mí —reprochó Zabini con el ceño fruncido.

— Entonces… todas las pociones que hice especialmente para Weasley y Granger —Pansy sonrió, macabra.

— Perfecto. Yo doy mi dinero.

— Y tres días bajo mi mando.

— Olvídalo.

— No apuesto nada y tú tendrás que hacer las pociones solo —se encogió de hombros.

— Grrr, esta bien —ambos estrecharon las manos—. Si en ese mismo día no están juntos, prepárate —sonrió con maldad.

— ¡Já! Eso te digo a ti, van a estar juntos como caramelos.

— Ya quisieras.

***

— ¡Bien, pero me lo devuelves! Me costó mucho juntar todo eso —dijo derrotado y enojado el Slytherin.

— Si, claro —rodó los ojos.

— Ya tenemos casi todo listo y solo pasó un día —comentó emocionado el rubio, imaginándose de vacaciones muy pronto.

— Seguro, Malfoy. Ya quisieras. Aún no hicimos nada. Nos falta organizar los horarios, pensar en la comida, la música, los adornos… a comparación del total, solo dimos un paso de cien.

— Solo sirves para bajarme el ánimo, Potter.

— De nada —sonrió con sorna.

Luego de dos semanas yendo y viniendo entre Hogwarts y Hogsmeade, gran parte de las cosas ya estaban preparadas. Los ingredientes para la comida se encontraban en la cocina, los CD’s de música junto con el equipo reposaba en la Sala Común de Gryffindor, los adornos para los juegos de Harry descansaban en una esquina de la Sala Común de Slytherin, todo el decorado escalofriante aún sigue en el local (pensaban pasarlo a buscar cuando ya tenían que ponerlos en su lugar. Más probabilidades de que no se rompa). Faltaba solo dos semanas para que toda esa tortura acabase y el resto de sus compañeros volviesen.

Se tomaron libre esa semana, decidieron descansar luego de tanto pensar.

— Es imposible salir con esa nieve —se quejó Draco desde las escaleras mirando la tormenta de nieve a través de una ventana. Suspiró.

— Yo creo que le podemos encontrar lo positivo a todo esto —aventuró a decir Harry colgando de un columpio sostenido por la nada. Se balanceaba levemente.

— ¿Qué hay de positivo estar encerrados en la escuela? —lo miró.

— Mucho. Snape y McGonagall están revisando que todo lo que compramos esté bien y sin venenos (¿por qué sospechan de mí?). Filch debe de estar peinando a su gata. Podemos jugar, ¿no lo crees? El lugar es muy grande —se encogió de hombros.

— ¿A qué? —se acomodó mejor para ver a su compañero.

— Escondida, La traes, Verdad o Consecuencia… Hoy no estoy inspirado para pensar en juegos… Tal vez si juego al solitario…

— Olvídalo. Verdad o Consecuencia. ¿Cómo es?

Harry suspiró y le explicó las reglas básicas.

— Que aburrido, solo con dos personas es muy… aburrido —no se lo ocurrió otra palabra.

— A veces, las consecuencias tendrán que ser específicas pero ‘verdad’ podría ser interesante —se encogió de hombros y sonrió—. ¿Qué dices?

— Bueno, si… ¿Quién empieza?

— Yo… ¿Verdad o Consecuencia?

— Verdad… no confío en ti, Potter —se cruzó de brazos, a la defensiva.

— Como digas, ya confiarás —amplió su sonrisa—. A ver… ¿Alguna vez has salido con más de una chica a la vez?

— Cuándo no —se rió.

Harry se asombró mas no le extrañó.

— Eres un mujeriego.

— ¡Já! Mi turno. ¿Verdad o Consecuencia?

— Verdad.

— ¿Cuántas novias o novios tuviste?

— Pues… —pensó unos segundos—. Cuatro novias y un acosador temible.

— ¿Cómo es eso? —le miró atónito.

¿Por qué sentía cosquillas al saber que Potter tuvo tantas novias? ¿Tantas? Eso no es nada… pero mi pecho me dolió, de repente, pensó confundido.

— Tu turno ya pasó. Escoge —le dijo Harry.

— Verdad.

— Miedoso —masculló por lo bajo.

— Cállate y habla.

— No tiene sentido lo que acabas de decir, Malfoy —entrecerró los ojos con una ceja arriba—. ¿Te besaste alguna vez con algún hombre?

— ¡Nunca! Escoge.

— Conse- —se detuvo en seco al notar un brillo maliciosos en los ojos grisáceos— Verdad.

— Tramposo. Dime a qué te referiste con ‘acosador temible’.

— Eso no es una pregunta —se intentó proteger. Sentía sus mejillas cada vez más calientes a medida que iba recordando ese suceso.

— Si lo es… ¡Potter, no se escaparás de mis dudas!

— ¡Ay, está bien! Fue el año pasado en la secundaria de mi mundo. Un chico estaba obsesionado conmigo; a tal grado que, cuando nos invitaron a una fiesta de egresados, él me encerró en un armario poco espacioso y empezó a… a tocarme —susurró con la cabeza gacha, completamente apenado al tener que contárselo a Draco.

El rubio frunció el ceño, muy irritado por la información. ¿Tocó a Harry? ¡Eligió su tumba!

— ¿Y tú qué hiciste? —cuestionó frívolamente.Harry miró sorprendido al Slytherin, sin poder creer que lo que tenía en frente eran… ¿celos?

— Yo… yo… comencé a gritar y terminé partiéndole una escoba en la cabeza. Lo dejé inconsciente pero encima mío. Al final de la fiesta, se dignaron a apagar la música y escucharon mis gritos de auxilio. Amonestaron a ese chico y se burlaron de mí (aún lo siguen haciendo) —suspiró.

— Maldito…

— ¿Qué?

— Nada. Consecuencia —giró su cabeza hacia la ventana empañada.

— Quédate en bóxers hasta que termine el juego —se cruzó de brazos, sonriendo triunfante. Se recostó sobre la cadena del columpio. Sabía de ante mano que Malfoy no haría tal cosa y si no lo hace…— Si no lo haces, te daré una consecuencia peor.

— ¿¡Qué!? ¡Estás loco, Potter! —saltó del escalón, sumamente sonrojado. El corazón le latía a prisa. Harry le vería semi-desnudo. ¡AH!—. ¡Eres un pervertido!

— Tú me hiciste contarte mi recuerdo embarazoso, ahora sufre las consecuencias.

— ¡Tú…! —masculló entre rientes.

— Tic-tac —amplió aún más su sonrisa.

***

En el mundo muggle, las cosas se ven alborotadas por la próxima fiesta de disfraces. Solo dos semanas faltaban. Los negocios de dulces se encontraban abarrotados, los supermercados debían sustituir una y otra vez los dulces y disfraces. Todos los niños corrían alrededor de sus madres, rogando algún que otro disfraz poco barato.

En un negocio particular de dulces, las cosas no van mejor. Los vendedores iban de un lado a otro, con bolsas o una lista en las manos. Un joven de cabello negro y ojos celestes atendía a una viejecita que no escuchaba bien, al parecer.

— ¡¡Señora, por favor, diga pronto lo que quiere!! —insistía impaciente el vendedor.

Hacía veinte minutos que la anciana miraba el probador; el resto de la cola ya ponía cara de pocos amigos.

— Veamos… ¿Dónde estoy?

— Maldito vejestorio de poca memoria…

— Que encantador eres, jovencito —sonrió, amable—. Tú también me caes bien.

— ¡Santiago! Alguien te espera en la cocina, yo me encargo de la caja —le llamó un compañero.

— ¡Gracias! —miró por última vez al saco de arrugas y se alejó hasta la parte trasera.

La cocina era pequeña y se veían ollas colgando del techo. Un hombre de unos 30 años, le esperaba sentado la mesada con un sobre marrón en la mano; jugaba con él, paciente. Santiago se detuvo en seco en el umbral antes de saltarle encima.

— ¡Las conseguiste! —antes de que pueda agarrar el sobre, el hombre lo retiró.

— Mi paga, tus fotos —se quitó el cigarrillo de la boca y lo apagó en una de las tantas ollas.

— Grrr… Aquí tienes. ¡Dame!

— Un placer hacer negocios con usted —agarró su dinero y, al momento, ya no tenía el sobre—. Disfrútelas… supongo —se levantó de su lugar y salió por la puerta trasera.

— Claro que lo haré, anciano —sonrió de forma maliciosa.

*** 

— Empieza a hacer frío, terminemos con eso —decía con un tomo suplicante el rubio, abrazándose a sí mismo, solo en bóxers y su bufanda de Slytherin alrededor del cuello. Temblaba y se sobresaltaba cuando, sin querer, tocaba el vidrio de la ventana—. Condenada ventana, si tan solo tuviera mi varita… —mascullaba, cejudo, entre dientes.

— Si, creo que ya es suficiente —Harry se levantó del columpio, abrazándose a si mismo, en las mismas condiciones que Draco. El columpio desapareció al instante.

Ambos caminaron hacia el montón de ropa que tenían en una esquina. Sonrojados, no se miraron hasta ya estar completamente cubiertos. Sentir el calor de sus propias ropas les reconfortó. Hacía dos horas que peleaban en quién hacía la cosa más vergonzosa: perdió Harry. Después de unos minutos en silencio, Malfoy se largó a reír, recordando algunas consecuencias que le obligó a hacer a Harry. El morocho se sonrojó aún más. No tuve que proponer este juego, pensó apenado.

Subieron las escaleras hasta que, una de ellas, se decidió por moverse; terminaron en el séptimo piso.

— No me lo creo… —murmuró Harry—. Y…

— Se fue —concluyó la oración Draco mirando la escalera alejarse de su piso—. Solo es cuestión de esperar a que vuelva —se sentó en el suelo y suspiró.

— Si, eso creo —también se sentó.

Una tres horas después…

— Algo me dice que no volverá —dijo Harry mirando con rencor la escalera. ¿Lo soñó o se rió de él?

— Busquemos alguna otra forma de bajar —opinó el rubio.

Ambos se levantaron y limpiaron sus túnicas con las manos. Comenzaron su caminata, tocando paredes y gárgolas; estaban seguros que no encontrarían nada, pero intentarlo no costaba nada. No tardaron en cansarse y ya no buscaban una salida, simplemente caminaban.

— Así que… ¿nunca le fuiste fiel a alguna de tus novias? —cortó esa tensa atmósfera que los rodeaba.

— Nunca me vi en la obligación de hacerlo —respondió el rubio, llevándose las manos tras la nuca—. Todas ellas fueron… un juguete, supongo.

— Que frío puedes llegar a hacer, Malfoy —lo miró con el rabillo del ojo.

— ¿Quiéres que le sea fiel a alguien, Potter? —se detuvo y lo miró de forma cínica.

Harry se detuvo y se giró hacia él.

— No me incumben esas cosas.

— Oh, pensé que… bah, ya qué —reanudó su paso hasta el Gryffindor—. Dime cuando quieres que sea fiel y lo haré… Harry —le susurró al oído y siguió su camino—. Me agarró hambre, busquemos comida.

Harry se quedó estático en su lugar, con las mejillas coloradas y el corazón detenido. ¿Qué fue ese ‘Harry’? De repente, sintió mucho calor y unas enormes ganas de tirársele encima al rubio que buscaba detrás de las gárgolas algo de comida (¡qué desesperación!). Eso fue la gota que rebalsó el vaso, ya tuvo suficiente, ¡suficiente!

Giró sobre sus talones y caminó para el lado contrario que Draco, sabía a dónde ir a pensar y rogaba que Malfoy no lo recordase. Pasó tres veces frente a una pared y pensó lo mismo para abrir la puerta: ‘lugar de descanso, lugar de descanso, lugar de descanso’. La Sala de los Merodeadores se abrió para dejarle paso a una gran habitación con: cama, escritorio, biblioteca, almohadones en un rincón, música de fondo y una araña que iluminaba con sutileza. Perfecto, pensó. Se adentró y se tiró entre los almohadones. Cerró los ojos, esperanzado con poder olvidar todo lo que pensó hace minutos.

— ¿Por qué? No puede ser posible… pero lo acabo de comprobar… Estoy enamorado de Malfoy.

Se sonrojó aún más. ¿Cómo lo averiguó? Hacía tiempo que disfrutaba la compañía de Draco, sentía que el pelo se le erizaba cuando rozaba su piel y ya no le fastidiaba hablar con él. Es más, Verdad o Consecuencia lo dijo pensando justamente en eso (inconscientemente, quería conocerlo más). Pero eso no podía ser verdad, siempre se llevaron mal, nunca se soportaron y un prefecto debía cuidarlos a cada segundo para no matarse mutuamente. Que corazón masoquista, pensó largando un suspiro.

¿Qué pasó con Ginny? Él la amaba pero jamás pasó lo mismo que con Draco; ¿por eso no pensó más en ella hasta ese momento? ¡Qué frívolo!

Se cubrió la cara con una almohada y se dedicó a equilibrar sus pensamientos. Veamos… Ginny le sonreía y consolaba siempre que le pedía ayudaba o cuando le veía decaído; Draco le lanzaba un crucio cuando tenía la oportunidad; Ginny le hacía reír; Draco le hacía llorar o malhumorar;…

— Masoquista —se repitió resignado.

Se ruborizó al recordar todo lo sucedido en la isla.

Poco a poco se fue durmiendo hasta que todo se le hizo negro.

Un sutil ruido le despertó abruptamente. Se sacó la almohada de la cara y miró hacia la pared de ladrillo de enfrente suyo. Malfoy le miraba desde allí, cruzado de brazos, con las cejas fruncidas y el pecho subiendo y bajando (como agitado).

— Desgraciado, durante cuatro horas te estuve buscando como condenado al no verte detrás de mí, buscando comida para la merienda y resulta que descansabas en este lugar —caminó a grandes zancadas hacia el rincón de almohadas.

Harry frunció las cejas y le tiró el cojín con furia.

— ¡Hey! —Draco la atrapó antes que le golpeara el pecho.

— ¡No me siento bien por tu comportamiento hacia mí y apareces así como así, gritándome por querer algo paz! ¿¡Quién te crees que eres!? —se sentó y preparó otro misil acolchonado.

— ¿De qué hablas? —se detuvo, atónito. ¿Y a ese qué le picó ahora?

— De tu arrogancia y egoísmo.

— Jajaja. ¿Y ahora me saltas con eso? —se cruzó de brazos nuevamente, con la almohada en el centro—. Me conoces hace seis años, ¿por qué ahora me tiras el cojín y no hace años atrás?

— Porque… porque es ahora cuando tengo los almohadones —bajó el brazo, sintiendo el arma muy pesada.

Bajó la vista, apenado. Siempre se pone de malas y habla cualquier cosa cuando le levantan así de repente…

— ¿Qué haces en este lugar?

— ¿Cómo entraste?

— Pensé en ti —se encogió de hombros, despreocupado.Harry se sonrojó.

— Ya me había olvidado de este lugar… Lo remodelaste bien. Nos servirá para dormir esta noche, si es que esa escalera no vuelve —miró a su alrededor.

—… Si, supongo —se levantó, corrió hacia el lado opuesto y se tiró en la cama—. Yo duermo aquí.

— ¿Qué? ¡Estás loco! ¡Tú tienes ese rincón, yo me quedo con la cama! —devolvió la almohada al rincón y se sentó en el borde de la cama.

— ¿Es que ahora soy una mascota? Yo pensé en ese lugar, yo me quedo con lo mejor —le sacó la lengua, divertido. A eso se refería antes, molestar a Malfoy era una gran diversión para él ahora; no como antes que prefería esquivarlo.

— Tienes todos los números para una buena golpiza, ¡te lo advierto!

— ¡Quítame a la fuerza si quieres este colchón! —se aferró al colchón con uñas y todo.

— Tú me obligaste…

El rubio se subió arriba del Gryffindor y pasó sus manos por la estrecha cintura. Potter abrió los ojos, asombrado y soltó el colchón. Se echó a reír. Draco le miró por unos minutos.

— ¿Cosquillas? —sonrió con maldad.

— No, es que pensé que no harías eso… —mintió antes de agarrarse nuevamente de la cama—. Salte de encima y confórmate por los almohadones.

— Nunca.

Ahora sabía dónde tocar. Le empezó a hacer cosquillas por la cintura y axilas a Harry para poder sacarlo de ese lugar y acostarse él. Potter reía a carcajadas, retorciéndose para quitárselo de encima. Las lágrimas caían por sus mejillas sonrojadas. El rubio miraba fijamente ese rostro aniñado, dulce e inocente. Lentamente, se le fue formando una sonrisa en los labios. Hasta que también rió por la escena. ¿Cómo era posible eso?

Respirando entrecortadamente, Harry cayó rendido.

— Bas-basta y-ya, por fa-vor —suplicaba el morocho.

— ¿Te rindes?

— Si pero ya basta —se apoyó sobre los codos—. ¿Puedes… bajarte de mí ahora? —desvió la mirada hacia otro lado.

— Oh —rápidamente, el Slytherin se salió de la cadera del morocho.

— Gracias… Oye, ¿encontraste algo para comer? —se levantó de la cama y se tiró sobre los cojines.

— Ah, sobre eso… ¿No pudiste pedírselo a este cuarto? No hay nada detrás de las gárgolas.

— ¡Asco! —se cubrió la boca con ambas manos—. ¿Te hubieses comido algo si lo encontrabas?

— Claro que no, era tu merienda.

—… —le miró de reojo, molesto—. No tienes remedio… pero ¿por qué te quiero tanto? —bajó la mirada al suelo—. Siento que solo yo saldré perjudicado en todo esto…

Sutilmente, Draco miró de reojo la reacción de Harry. ¿Qué le ocurría? Se le veía triste, ¿por qué? Algo en el pecho se le contrajo, quitándole el aire momentáneamente.

— Hacía mucho que no reía de esa forma —se dijo a si mismo, cerrando los ojos.

— Malfoy… ríes…

— Claro que si, tarado —lo miró.

— Nunca te había visto de esa forma…— Nunca más lo verás.

— Te veía lindo —susurró, sonriendo embobado.

— ¿Dijiste algo?

— Nada —se rió bajito—. Ojala nunca me vea en la necesidad de decirte lo que siento… No seré una de tus ‘novias cornudas’. Tampoco soy tan ingenuo…

Al día siguiente, ambos salieron de la sala y vieron que la escalera nunca tocó su piso nuevamente. Hasta la noche, se quedaron en el pasillo hablando entre ellos. Insultos (nunca faltaban), risas (Harry hacía lo imposible para volver a ver ese rostro angelical de rizos rubios), de todo habían es esas conversaciones. Bien entrada la madrugada, el prefecto Luka Miwa los encontró y los castigó por el resto de la semana. “No tenían permiso de andar por la escuela”, simplemente les justificó. Draco no volvió a salir de su Sala Común, al igual que Harry. Solo en la hora de las comidas se veían y lo aprovechaban para cuchichear entre ellos (comentarios sobre Luka, Filch, Snape y, hasta de, Dumbledore).

Pues, esa semana no fue tan mala para ambos compañeros. Sorprendentemente, se las ingeniaban para escabullirse entre los cuadros para encontrarse y esconderse en el jardín (sumamente abrigados).

No sabía porqué lo hacía Draco, pero él solo deseaba estar con ese rubio…Lo que no sabía, era que Draco también comenzaba a disfrutar su compañía…

Notas finales:

Raro, ¿ne? XD

(Me apuraron para empezar el Yaoi... lo siento si queó mal T_T)

::Shini Malfoy::


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