Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una unión poco esperada por Shini Malfoy

[Reviews - 86]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Una unión poco esperada

II: Supervivencia con el enemigo

El viento helado golpeaba su rostro, los párpados los tenía pegados, su cuerpo no tenía ni pizca de fuerza, quería gritar de dolor, ¡el brazo!, ¡la pierna!. ¡Demonios! ¡Condenado caballo, que lo atropelle un dragón!, maldecía internamente. Sentía algo pesado sobre él mas no lograba reconocer qué; a su costado, brillaba una fuerte luz que emanaba calor. ¡Bendito sean los magos que inventaron ese elemento!

No podía recordar lo que había pasado antes de que haya perdido la consciencia. Hizo una apuesta contra Blaise, el maldito le ganó y tuvo que realizar la prenda: controlar una de las bestias que manejaban el carruaje hacia quién sabe dónde. Fácilmente, pudo salir por la ventana y saltó encima del animal. Éste se retorcía y gemía, obligando a su compañero a ayudarlo a quitárselo de encima. El carruaje se movía ferozmente, pensaba que las cuerdas no aguantarían y todos se irían a la…

Comenzó a sentir mordeduras en su brazo y pierna derecha. Las lágrimas le saltaban de los ojos, sin poder retenerlas; le dolía el cuerpo, estaba a demasiados metros de tierra y la fuerza no le ayudaba. ¡Se encontraba aterrado! Aferró sus brazos alrededor del cuello del caballo; eso lo alteró más.

Escuchó a alguien gritar a su costado. Cuando logró girar el rostro hacia allí, vio al Gryffindor a punto de saltar de su propio vehículo. También escuchaba los gritos de Pansy y Blaise, pero a esos ya no les prestaba atención. Un mar verdoso lo rodeo hasta que se perdió en ellos.

Una fuerte sacudida dada por el animal y él terminó cayendo hacia la nada. Traspasó las nubes y el viento daba justo contra su espalda. No tardó en ver a Potter a su costado; lo abrazó con fuerza con la esperanza de que él tenga un plan y lo salvara de la muerte (luego se haría el que nunca vio que pasara tal cosa y se llevaría todo el crédito). El golpe de agua congelada contra su rostro le terminó de dejar inconsciente.

Y terminó en donde se encuentra ahora…

¿Dónde…?

Perezosamente, entreabrió los ojos y se encontró frente a una fogata alimentada por ramas. La arena blanquecina le servía como incómodo colchón, un par de hojas enormes reemplazaban a las almohadas y sus heridas estaban vendadas con trozos de… ¿tela?

Se frotó los ojos con la mano sana, quitándose arena y polvo, y miró todo a su alrededor. ¡Una playa! ¿Dónde estaba?

— Al fin te levantas —escuchó decir a alguien a su costado.

San Potter se encontraba sentado a su lado, con las piernas flexionadas y frotándose las manos cerca del fuego. Su cabello morocho estaba sucio y notoriamente húmedo, al igual que sus ropas. Solo llevaba una remera de manga corta, rota hasta la panza, y unos pantalones que parecían abrigarle poco y nada.

— ¿Dónde estamos, Potter? —preguntó molesto. Bajó la vista a su cuerpo y vio la túnica del Gryffindor sobre su cuerpo—. No necesito de tu compasión —gruñó frunciendo las cejas.

— Ni te atrevas a quitarte eso de encima —amenazó el niño-que-vivó con la varita apuntándole la nariz y los ojos como cuchillas afiladas.

Tembló más por temor a aquella mirada que por frío.

— No eres nadie para amenazarme, león —lo fulminó con la mirada pero no se quitó la ropa de encima.

— Por tu maldita culpa, ahora nos encontramos perdidos en la nada, con solo dos varitas inservibles para esta clase de momentos, dos chocolates congelados, un brazo y una pierna menos y ropas mojadas. Dame solo UNA razón para que no te mate en este preciso lugar y momento —le escupió con rencor sin bajar el arma mágica.

— Nadie pidió tu ayuda —pudo decir solamente. Esas gélidas palabras actuaron de forma extraña dentro de él ¿por qué? ¿Cómo reaccionaron? ¿Y desde cuándo Harry Potter se mostraba tan molesto? Jamás vio con esa actitud…

— No te muevas —dijo severo antes de bajar la varita y levantarse de su lugar.

Se tambaleó al principio, aún no controla a la perfección sus extremidades congeladas. Se abrazó a sí mismo y caminó hacia la masa de árboles detrás suyo para buscar algo de comida o, aunque sea, un árbol hueco donde pasar la noche. Era patente que nadie se dará cuenta de su desaparición hasta el día siguiente por la tarde…

— Potter… ¡te caes! —exclamó un segundo antes de que el morocho se perdiera de vista detrás de unos enormes arbustos—. ¡Potter… Potter! —se sostuvo de su codo para tener una vista de más arriba. Un dolor agudo le tensó todos los músculos y gimió.

— ¡Te dije que no te movieras! —oyó el bramido sin ver a nadie aunque las hojas se movían constantemente.

— ¡No eres nadie para ordenarme qué hacer o no! —le esperó furioso.

— Tuve que haberte dejado caer solo —alcanzó a escuchar y eso le puso más rabioso.

— ¡Pues yo digo lo mismo!

Y así terminó su discusión. Malfoy se acostó de mala gana, dándole la espalda a la selva y mirando a la playa tranquila y congelada que le saludaba con risotadas de burla. ¡Condenada playa, lo único que le faltaba!

Su cuerpo aún clamaba por un largo descansó. No recordaba lo que sucedió luego de que hayan caído al mar (o lago o ¡lo que sea que tenga en frente!), pero tal parece que eso dejó agotado hasta sus pensamientos. Cayó en un largo sueño placentero, en donde golpeaba a Harry Potter y él gritaba por piedad. 

 

Un fuerte estornudo le sobresaltó al grado de levantarlo. Su brazo herido chocó contra un tronco caído a su costado y ahogó el grito de dolor en su garganta, haciéndolo parecer un débil gemido. ¿Desde cuándo estaba esa madera ahí? Por la mañana no estaba; si no, no hubiera visto a Potter caer sobre los arbustos. Parpadeó frenéticamente, intentando recuperar la visión. Giró la cabeza hacia donde creyó escuchar el estornudo y un dolor punzante en el pecho le obligó a curvarse sobre sus piernas.

Potter se abrazaba a si mismo, con piernas y todo, completamente embarrado, sin más ropa de la que tenía antes, y un poco alejado de la fogata. Su mano estaba agarrada a la varita, lista para atacar con el primer sonido sospechoso que oiga. Temblaba mucho y el frío viento le movía las rajadas ropas y el cabello sucio. ¿Qué demonios hizo para terminar tan sucio? ¿Fue cuando tropezó? Parecería que se tiró a un lago de lodo…

El cielo estaba oscuro, las estrellas titilaban sin luna, cantando canciones de cuna para los desamparados como ellos.

Rápida y torpemente, se levantó resbalando por la arena y rengueó hasta el Gryffindor con la túnica en la mano. Le dolía horrores la pierna; no por las heridas, sino por la cicatrización. Tenía una idea del conjuro que pudo haber utilizado Potter sobre él y las consecuencias de utilizarlo era un fuerte dolor en las cicatrices por una semana.No le sorprendió cuando el otro se sentó en su lugar, apuntándolo con la varita y con una mirada amenazadora; pero no pudo evitar dar un pequeño brinco en su lugar. Frunció las cejas.

— Baja la varita, felino —exigió para luego seguir caminando hasta el otro.

— ¿Qué haces? —lo miró serio y sorprendido a la vez.

— ¿Qué haces tan lejos de la fogata? —respondió con otra pregunta— ¿Por qué estas en esas condiciones? ¿Qué demonios hiciste mientras dormía? Toma —le tiró la túnica sobre el cuerpo y sostuvo su brazo con la mano ilesa.

— ¿Qué…?

— Te dará hipotermia y yo no seré el que te salve la vida —le cortó y se sentó a su lado con una mueca de dolor en el rostro—. Responde.

— No la necesito, sé cuidarme solo —le quitó la túnica y se la devolvió.

Draco sacó la varita de entre sus pantalones y la movió de un lado a otro: el abrigo envolvió el cuerpo de Harry, haciéndole perder el equilibrio y caer acostado sobre la arena. Se encontraba cubierto hasta la barbilla.

— ¡Suéltame! ¡Sácame esto de encima! —exigía a gritos, forcejeando con su propia ropa.

— ¿No es lo mismo que tú me hiciste? —le mostró su brazo herido, aunque la ropa escondía los vendajes— La única diferencia es que yo no rompo ropa —se encogió de hombros, despreocupado— Responde lo que te pregunté de una vez —ignoró la furiosa mirada verdosa de su enemigo.

— Fui a buscar leña porque el principito no se iba a encargar del fuego, puse una pequeña barrera para que los animales salvajes no nos atacaran mientras dormíamos y hacía guardia. ¡Suéltame!

Así que por eso estaba tan embarrado… Movió esos gruesos troncos desde quién sabe qué distancia hasta ahí, y trajo mucha leña para toda la noche. En su cabeza estaba la imagen de Harry abrazando miles de ramas secas y tirándolas aún costado del fogón, en su remera se dibujó una gran mancha de barro; luego se metió a un lago de barro para sacar la madera y transformarla en muralla de un metro. Pero ¿por qué no usó magia? Y ahora que lo notaba…

— ¿Solo traías una remera bajo la túnica, con este frío de invierno?

El niño-que-vivió se sintió mareado por el cambio de actitud y tema de Draco.

— No —simplemente respondió, aún aturdido— Todo lo llevas tú puesto, si no te diste cuenta —le indicó con la cabeza su cuerpo.

El rubio platinado se miró el pecho y gran sorpresa se llevó al ver un suéter bordó con la letra ‘H’ en dorado en el centro. ¡Por eso no tenía tanto frío!

— ¡Idiota! —exclamó furioso.

— ¡No te lo quites! —le detuvo Harry.

— ¿Por qué?

—… No te lo quites —repitió más bajo y agachó la cabeza.

— Quiero una razón para no hacerlo —se subió el abrigo hasta el pecho.

— Porque de esa forma se mantendrá seca —le explicó y suspiró. Pensó en una mentira y dijo:—. Cuando me di cuenta que la ropa que te había puesto estaba empapada, la sequé con un hechizo pero… algo salió mal; si te quitas la ropa sin un propósito importante, se volverá a humedecer —contó al ver la mirada sorprendida de Malfoy.

— ¿Estas de bromas, verdad? —arqueó una ceja.

— No bromeo —mintió mientras fruncía el entrecejo.

— ¿¡Por qué me pusiste la endemoniada ropa!?

— ¡Porque empezabas a tener un inicio de hipotermia! Te estabas convulsionando y fue lo primero que se me ocurrió hacer…Por un momento, ninguno habló. Draco que quedó helado en su lugar.

— ¿Con-convulsiones?

— El lago es hielo ahora —rodó sus orbes hacia su costado izquierdo.

En efecto, las aguas estaban demasiado quietas.

— Tu ropa se está secando en una rama. Ahora, ¿puedes sacarme la túnica? —volvió a preguntar lo más calmado que podía.

— Pero si, cuando caímos, el agua era líquida. No se pudo congelar tan rápido.

— ¿Te olvidas que las cosas por estas zonas no actúan como nosotros conocemos? —otra vez, se sintió enojado al ver ignorada su petición— ¿Puedes…?

— ¡Ya, cállate! —le indicó con la varita y el agarre de la túnica se suavizo hasta caer a un costado— ¿Sabes dónde meterte la sagrada túnica? —se levantó y volvió a su lugar de mala gana.

Repentinamente, ya no tuvo ganas de escuchar la voz de San Potter y se olvidó de las preguntas que le atormentaban la cabeza. Solo quería silencio y pensar cómo volver a la calidez de la Sala Común de Slytherin; con o sin Potter.

Cerró los ojos pero no concilió el sueño.

Toda la noche tuvo un remordimiento en el pecho que no lograba descubrir. Algo le molestaba, no le dejaba dormir, sentía que tenía que hacer algo. Pero qué.

De vez en cuando, lanzaba una que otra mirada hacia el cuerpo inerte del durmiente Gryffindor y su corazón golpeaba feroz sus pulmones. El simple hecho de que llevaba esa prenda bordó puesta le alteraba. ¿Por qué se quedó semi-desnudo para darle calor? ¿A él que le importaba si se moría de hipotermia o qué? (él no se creía que tuvo convulsiones. ¡A otro perro con ese hueso!). Estaba seguro que él, en el lugar de Harry, no haría lo mismo. ¡Ni se movería del carruaje! Se reiría como nunca antes lo hizo… ¿verdad? Rezó porque nunca pasara para comprobarlo…

Al amanecer, se levantó ya resignado con buscar el sueño. Bostezó abiertamente y se frotó los ojos con la mano izquierda; limpiándose la ropa de arena, caminó hacia el cuerpo de Harry. Se lo veía pálido y con los labios azules; esos detalles no los pudo ver en la noche ya que estaban lejos de la fuente de luz. ¡Qué idiota!

Lo primero que se le ocurrió fue arrastrarlo hasta la fogata y así se calentaría mas su cuerpo se veía contrariado con esa idea. Se movió por si solo: se sacó el suéter, la remera de manga larga y la camiseta. El frío viento le golpeó el pecho y tembló de pies a cabeza; sintió una punzada en su brazo. Quitó del medio la túnica negra de Gryffindor y se la tiró sobre el hombro. Apoyó la espalda de Harry sobre sus piernas y le sacó la remera a la fuerza (ni con eso le despertaba). Le puso la camiseta, la remera, el suéter y la túnica y lo arrastró hacia la fogata. Le quitó las zapatillas empapadas y los pantalones (su cara se veía roja a la luz del amanecer). Lo acostó y rezó por que el niño-que-vivió se levantara.

Buscó con la vista el lugar en donde reposaba su ropa y la encontró no muy lejos de donde estaba. Corrió hacia allí y se puso las cuatro prendas secas y abrigadoras. Fue en ese momento que se dio cuenta que su corazón bajaba las aceleradas palpitaciones y su cara no quemaba como hierro al rojo vivo. ¿Qué le hizo ponerse tan nervioso? No lo entendía…

Su estómago rugió de hambre, clamaba por comida. Primero miró hacia donde descansaba Harry y luego la selva. En unos minutos no pasará nada, ¿verdad? Se adentró por entre los árboles, mirando para todos lados, buscando algo que pareciera comestible. 

 

Árbol, tierra, árbol, ardilla, árbol, hojas, árbol. ¡Con un demonio! No necesitaba saber el tiempo que pasó dentro de esa selva, ¡ya no la aguantaba! Todo era tan monótono… Recogió un par de ramitas, tenía suficientes para calentarlos en la mañana. Tiró todo al suelo y caminó hacia la playa, ya saturado de todo eso. Los muggles hacían eso, ¡él no! ¡Era un Malfoy, sangre-pura! No podía rebajarse a recoger ramas. Lo que pensaría su padre lo que viese…

Corrió hojas, bichos, arbustos. ¿Dónde estaba la salida de ese laberinto? Las platas formaban un camino recto y, de vez en cuando, doblaban en 90º. Al no querer hacer lo que las plantas querían, se metía entre ellas, buscando su propio camino.

— Genial… —masculló malhumorado más perdido de lo que estaba antes.

Pateó un tronco caído con fuerza, se debía desquitar con algo. ¡No lo toleraba más, tenía que volver a Hogwarts cuanto antes!

Un gruñido retumbó en sus oídos y sus mejillas se ruborizaron antes de cubrir su estómago con ambos brazos. Caray, acababa de recordar el propósito de su caminata: comida. Miró para todos lados, esperanzado de encontrar algún árbol de frutos u hongos no-venenosos (¡cualquier cosa comestible!).

Su corazón se aceleró, sus pupilas se contrajeron, todos los músculos de su cuerpo se tensaron, la mente se le puso en blanco. Frente suyo tenía una hermosa y majestuosa pantera negra con manchas más oscuras (casi imperceptibles). Quería correr, alejarse de lo que antes creía que era un tronco muerto. El gruñido que escuchó antes no era de su panza: era la advertencia de ese animal. Antes de que sus piernas corrieran lejos de ahí, su garganta emitió un grito que jamás creyó decir:

— ¡¡POTTER!!

Detrás de él iba el felino, saltando grandes zancadas, acercándose a él poco a poco. Juraría que gozaba de su captura al verlo tan vulnerable. Como pudo, trepó un árbol y se sentó en la rama más alta, lejos de las garras de la pantera. Sacó su varita de la túnica y la apuntó hacia abajo. Miró con sumo odio y rencor.

— Desearás nunca haberme perseguido, maldito felino repugnante… ¡Crucio!

Su varita tembló levemente en su mano, simplemente. Ni una luz, ni un animal agonizando bajo suyo, ni nada. Únicamente el pedazo de madera en su mano que no le hacía caso. Repitió la maldición una y otra vez, desesperado. La pantera saltaba e intentaba rasguñarlo o agarrar algún extremo de la túnica que colgaba libremente. Sus ojos no daban crédito a la escena.

De repente, el animal miró para la derecha y se alejó corriendo. Respiró aliviado, su corazón no lograba bajar las palpitaciones pero un problema menos, aunque sea… Ahora, ¿qué le sucedía a su varita? La agitaba con ferocidad, ordenándole que haga hechizos sencillos y complejos, cortos y largos. Nada. Nada. Nada. ¿Se le estropeó la varita? ¿El agua helada la descompuso?

Los arbustos a su costado se agitaron y dejaron ver a un agitado Gryffindor corriendo hacia su árbol. No le sorprendió ver al animal detrás de él. Pudo haber olido la carne de su familiar y fue a comérselo, gustoso. Mejor que una serpiente debe ser…

Se acostó sobre la gruesa rama que lo mantenía en el aire y le tendió la mano a Harry para que pueda subir con mayor rapidez. Ambos se sentaron y levantaron las túnicas, para mayor protección. El enorme gato no desistía en atraparlos, saltaba sin cesar, impulsándose del árbol. Vio a Potter respirando entrecortadamente y con dificultad.

— ¿Por qué demonios no puedo hacer hechizos? Hazlo tú y aleja a tu hermano de mí, ¡me repugna su presencia!

— Tranquilízate, Malfoy —ordenó sereno el morocho. El rubio platinado lo miró con las cejas fruncidas—. No puedo hacer magia, igual que tú. No sé qué tiene la selva pero no se puede usar magia; intenté de todo mas no resultó nada. ¡En la playa si se puede, lo sé! —le cortó antes que le interrumpa—. Ya te lo dije, no sé qué tiene la selva… Simplemente, las varitas no funcionan. ¿Por qué crees que te dije lo mismo ayer por la mañana? ¿Porque no tenía ganas de usar magia en ‘esta hermosa experiencia de boy-scout’? —preguntó sarcásticamente—. ¡Créeme que no!

— Pe-pero… —miró su propia ‘arma mágica’ y, por primera vez, se sintió vulnerable aunque la tenga entre sus manos—. Por eso estabas tan sucio…

— Si, no había otra forma de traer las ramas a la costa que a mano —suspiró resignado—. Un momento, ¿hermano? ¿De qué hablabas? —levantó la vista verdosa.

— Oh… ¿ambos son gatos, no? —quitó la vista de la de Potter, avergonzado por haber dicho eso.

Idiota, idiota, se reprochaba mentalmente.

— Mal chiste, Malfoy —arqueó una ceja.

— Cállate que no fue un chiste. Me salió del alma —lo miró, molesto.

— ¿Tienes alma, Malfoy? —se echó a reír a carcajadas, olvidándose completamente que estaban arriba de su propia muerte si no hacían algo pronto.

Esa pregunta enfureció aún más a Draco quien utilizó su varita como algo útil y se la clavó en el estómago a Harry.

— Hijo de… —se quedó sin aire, adolorido.

Se abrazó a su mismo, encorvándose; cerró los ojos con fuerza y se aguantó las ganas de gritar.

— ¡Ponte serio, tarado! ¡Tenemos un león abajo nuestro y tú te encargas de hacer chistes!

— ¡No es un león, ignorante! —le graznó con un ojo abierto—. Es una pantera negra, viven en la selva. Estamos en su territorio y eso es un punto menos para nosotros.

— ¿Las panteras viven en…? ¿Qué haces aquí? —sin querer, esa pregunta la soltó para poder quitarse las dudas.

— ¿Eh? ¡Reacciona, Malfoy!

— ¿¡Qué demonios haces aquí!? ¡Deberías estar en la playa!

— ¿Me llamaste, no? Pues, aquí estoy…

— ¡No te llame!

— ¡Gritaste como nena mi apellido!

— ¡No lo hice!

— ¡Si lo hiciste, con un demonio!

— ¡Que no!

La pantera rugió.

— Bien, bien. Lo que tú digas, Malfoy. Tengo un plan para sacarnos de aquí.

— A ver… —se cruzó de brazos, serio.

— Tú te tiras a la pantera y le das de desayunar mientras yo corro a la playa, ¿entendido?

— ¡IMBECIL! —chilló con fuerza Draco, reprimiendo las ganas de tirársele encima y molerlo a golpes.

— ¡Le harías un favor al mundo, vos y tus mentiras! —se protegió.

— Eres un reverendo idiota, condenado felino y la…

— Te empujo si sigues hablando —lo amenazó y puso a pocos centímetros su mano del brazo de Draco, dándole a entender que lo hará.

Instintivamente, Malfoy se aferró al tronco con ambas manos. Harry rió bajito.

— Eres más miedoso de lo que apostaba —susurró para sí mismo tan bajito que el Slytherin no lo oyó. 

 

Ambos caminaban entre las plantas. Luego de que el Gryffindor se deshiciera de la pantera (aún no lograba descubrir cómo), decidieron seguir el camino que formaban las plantas de forma natural. El viento movía las copas de los árboles y arbustos mas no llegaba a ellos, por suerte. Tenían frío, hambre y unas ganas enormes de abandonar a su compañero en cualquier rincón con la esperanza de no volver a verlo. Draco no podía soportar la presencia de Potter, le irritaba, le exasperaba, le hacía sentir cosas que él nunca sintió, cosas que no lograba saber qué eran: le latía el corazón con fuerza, la cara le calentaba, temblaba si se acercaba a su cuerpo. Tal vez sea por la maldición que tenía junto con Ustedes-Saben-Quién. El problema era que no quería estar cerca de él y las circunstancias no le ayudaban.

Doblaron, caminaron derecho y volvieron a doblar. No podía aguantar la monotonía de su alrededor. No escuchaba el cantar de los pájaros ni las pisadas de roedores u otros animales. Raro… Se detuvo de golpe. ¿Lo que tenía en frente era…?

— ¿Una bifurcación? —murmuró sorprendido.

— Eso me asegura la duda que tenía… —le escuchó pensativo.

— ¿A qué te refieres, Potter?

— Estamos en un laberinto.

— ¡Qué lento! Eso ya lo sabía… —mintió para guardar su miedo.Se cruzó de brazos.

— Mientes —aseguró Harry, arqueando una ceja—. ¡Como sea! Nuestro problema ahora es cómo salir de éste lugar… Ya sé. Malfoy, déjame subir a tu espalda —se acercó unos pasos al rubio.

— ¡Ni hablar! —saltó para atrás dejando atónito al otro.

No podía caminar a su lado sin que su corazón latiera a toda potencia ¡y ahora quería que lo alce! ¡Locuras! Nuevamente sintió sus mejillas arder y sus piernas temblaban. ¡Estaba en peligro, sus reacciones lo delataban! Debía alejarse de él lo más posible…

— Malfoy, es necesario ver en dónde estamos. Si me alzas, podré saber para qué lado está la salida. ¡Olvídate que soy de Gryffindor por un minuto! ¡Tu vida también está en juego! Tengo el presentimiento que, si no podemos hacer magia dentro de este lugar, tampoco los de afuera nos encontrarán.

— ¡Ni hablar! —repitió dando otro paso hacia atrás.

Comenzaba a tenerle miedo a esas reacciones. Jamás las sintió, le hacía sentirse ¿vulnerable? ¡No!

— ¡Tengo que sacarte de acá, Malfoy!

— ¿A mí? —eso no se lo esperaba…

—… ¡A ambos! —se corrigió, sonrojado.

— ¡Trépate a un árbol, no seré una escalera!

— No puedo, tienen muchas hojas. Aunque, si lo pienso mejor, es invierno. Deberían de estar deshojados… —reflexionó para si mismo.

— Arréglatelas tú, no seré un escalón para ti. ¡Y esa es mi última palabra, Gryffindor! —dio un pisotón sobre la tierra, resaltando su seguridad.

— Esta bien, ¡como quieras! Me las arreglaré yo solo. No sé ni por qué pude confiar en que harías algo más que estorbar —giró sobre sus talones, resignado a seguir peleando y se adentró por entre los arbustos para trepar al primer árbol alto que encontrase.

Draco se sentó bajo un grueso árbol y esperó a que llegaran las noticias. No se sentía culpable ni nada, era un Slytherin y un Malfoy.

¿Qué estará pasando con sus amigos? ¿Dónde se encontrarán en esos momentos? Debía admitir que extrañaba las respuestas de Pansy, la extrañaba a ella… y a los otros, claro. Pero con ella se sentía mejor, con más confianza, se podía expresar como en realidad era y no temía que lo reprochase o le mirase mal.

Cerró los ojos y un viento silbante le movió el pelo del rostro. 

 

— Izquierda —le dijo la voz de Harry distante y malhumorada.

Abrió los ojos de golpe. Se encontraba solo, bajo un árbol sin flores y en medio de una bifurcación…

— ¡Potter!

Se levantó de un salto y corrió hacia el león confiando en lo que ha escuchando antes. Izquierda, ¿verdad? Gracias a Saladar Slytherin, pudo encontrar a Harry no muy lejos. Se puso a su lado y caminó a su ritmo: acelerado y a grandes zancadas. Le costaba seguirle, se sentía mareado por levantarse así de rápido y de golpe, y la mirada verdosa le atemorizaba. ¿Por qué? Observaba fijamente hacia delante, con las cejas juntas en el entrecejo y con cierta frialdad que no esperó ver. Pensó que solo él podía mirar así…

Ya molesto de tener que seguir el ritmo de Potter y de ver doble, le agarró del hombro y le obligó a detenerse. Ese tacto le hizo sentirse más mareado que antes, se sintió electrizado, el vello del brazo sano se le erizó.

— ¿Qué quieres, Malfoy? —le preguntó tajante el Gryffindor tras sacarse la mano de Draco de un manotazo. Retrocedió un paso.

— ¿Qué te pasa, Potter? Ni siquiera me levantaste cuando regresaste. ¡Me pude haber perdido por tu culpa!

— Pues, ¡me hubiese alegrado!

Auch, su corazón vio una palpitación demasiado fuerte. Se sintió ahogado.

— ¡No me podías dejar allí!

— ¿Quiéres apostar? Eres un estorbo, no haces más que quejarte y rezongar; no sirves ni para escalera. Si no fuerza por los árboles, aún seguiríamos en la bifurcación peleando por nuestras vidas. ¿Sabes lo que vi cuando subí, del lado derecho? ¡Un pantano lleno de cocodrilos, leones no muy amistosos, y serpientes! Y detrás de nosotros, no muy cerca, por suerte, ¡una manada de hienas! Si sabes lo que son todos esos animales, ¿verdad? Nos encontramos en medio de un laberinto con animales carnívoros sedientos de carne fresca y ¡tú te tiras a tomar una siesta! No sé qué harían lo de Slytherin, pero si sé lo que hacemos los de Gryffindor: ¡buscar la salida y sobrevivir en el intento! ¡Esforzarnos por ayudar al otro a seguir adelante! ¡No lo dejamos tirado por ahí, deseándole suerte en encontrar un árbol de dónde subirse! Con suerte y no lo come una anaconda…

Ya no podía escuchar los reproches de Potter, todo daba vueltas a su alrededor. Cada vez había más y más Harry Potter en frente suyo. ¡No, por favor! Su corazón latía rápidamente, sabía que ya no era por la presencia del Gryffindor, sino por el mareo. Estiró su brazo izquierdo hacia el morocho con la esperanza de agarrarlo antes de caer desplomado sobre lo que creyó eran troncos…

***

Caminaba de un lado a otro, sobre el verde césped con los brazos colgando a sus costados y la cabeza gacha. Los nervios se apoderaban de su cuerpo a cada segundo que pasaba. No lo podía soportar, su corazón estaba a punto de detenerse y no había nadie que le ayudara. ¡Maldición!

— Tranquilízate, Ginny, los encontraremos —le dijo Hermione, sentada sobre una silla con los brazos cruzados y una pierna sobre la nota. Se le notaba la preocupación en los ojos.

— No puedo tranquilizarme, Hermione. Harry cayó en quién sabe dónde por el idiota de Draco Malfoy. Nadie me asegura que se encuentre ileso. ¡Quiero salir a buscarlo!

— ¡Nosotros también, tonta! —ahora le reprochaba Ron, malhumorado—. ¿O crees que eres la única preocupada aquí? Somos los únicos que lo vimos caer pero ni aún así podemos estar dentro de un grupo de búsqueda. Somos menores de edad —dijo con voz burlona— ¡Idiotas!

— ¡Ya, basta! ¡Sus comentarios no ayudan a nadie! —Hermione se levantó, disgustada, del asiento—. Si Dumbledore no quiere que ayudemos en la búsqueda, es por nuestro propio bien. Confío en que Harry se encuentra bien y a salvo —y sin esperar algún contra-ataque de los hermanos Weasley, se alejó hacia un conjunto de chicas que cuchicheaban entre ellas sobre el mismo tema: desaparición de Potter y Malfoy.

Los rumores comenzaban a difundirse, todo consistían en un teléfono descompuesto: el que dice la cosa más imposible, ganaba. Por ejemplo: ‘ambos desaparecieron para quedarse juntos, lejos de nosotros’; ‘lo tenían todo planeado’; ‘¡Harry me espera en un árbol, pero no me dijo exactamente cuál! ¡Debo encontrarlo!’; etc., etc., etc.

Notas finales:

Capítulo dedicado a las personas que me dejaron review. Decidí subir el capítulo antes por sus comentarios.

GRACIAS!

::Shini Malfoy::


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).