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Del odio al amor por Gadya

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Notas del fanfic:

Fic viejo si los hay, (pensar que fue uno de los primeros, pero hasta que me decidí a publicar en Amor Yapi pasaron tres años  jajaj) si lo publico nomás es porque a mi hermana le encanta y yo... *suspiro* yo no puedo decirle que no a nada...  qué patética es mi vida...

Notas del capitulo: Sin comentarios...
DEL ODIO AL AMOR

            Del odio al amor hay un paso, eso dice el refrán. Un refrán que resultaba estúpido para mí; lo que era odio, era odio, y el amor, amor, no podían cambiar. Así eran las cosas para mí, sabía muy bien lo que sentía. Y lo que sentía era odio; lo odiaba.

            Quizás fuese porque su entrenamiento había sido duro, casi despiadado, nos había hecho sufrir a todos con torturas inimaginables, pero siempre me había dado la impresión de que con migo era diferente, mucho más duro, mucho más cruel. Y cada vez que lo veía venir al comenzar la práctica, la sangre me hervía por la rabia de ser blanco de su odio sin razón alguna. Su forma de ser chocaba con la mía y me sacaba de las casillas, pero era un odio que debía tragarme, porque era mi maestro, y el de todos los Marinas.

            Del odio al amor hay un paso. No recuerdo quién me lo dijo, si fue Eo, Krishna, o quizás Bian. Se encontraba junto a mí cuando él apareció caminando con esos aires de superioridad que me hacían contener la respiración para no pegarle. Me miró cuando pasó a mi lado, y sonrió con esa mueca que yo detestaba, y sentí que lo único que quería hacer era pegarle a ese idiota. Su efecto en mí era siempre el mismo: Kanon me exasperaba. El ver el brillo en sus ojos era lo único que necesitaba para desear aprisionar su cuello con mis manos hasta que mi ira desapareciera; la sola mención de su nombre desataba en mí un odio incontenible. Eo, o Krishna, o Bian, no sé cuál de ellos fue, se rió una vez que Kanon estuvo lejos. Me miró, yo aún con la furia a flor de piel, y dejó caer esas palabras, como un estallido en mi mente. Y entonces fui yo quien se rió de aquella tonta frase. El blanco es blanco, le dije, y el negro es negro. El odio no puede transformarse en amor.

            Del odio al amor hay un paso. Esa oración me daba vueltas en la cabeza como un huracán, poniendo del revés todo lo que yo había creído. Me pareció que ahora que había obtenido las Escamas de Sirena, Kanon ya no era tan odioso con migo. Ya no era mi Maestro, sino que ahora éramos compañeros, y sentí como si su rabia hacia mí hubiera disminuido. O quizás no, tal vez seguía igual y yo me había acostumbrado. Poco a poco el odio que Kanon despertaba en mí se fue apaciguando, y fue reemplazado por otro sentimiento igual de cálido pero mucho más sereno. Y de pronto, cuando le escuché decir mi nombre, Sorrento, lo primero que se me vino a la mente ya no fue el golpearlo con todas mis fuerzas.

            Del odio al amor hay un paso, y cuando cruzas esa delgada línea ya no sabes lo que sientes. Sin que lo hubiese invitado Kanon se instaló en mi cabeza, ocupando cada uno de mis pensamientos como un vil usurpador. Y cada vez que lo veía, caminando con esa maldita seguridad tan propia en él, se encendía en mí un fuego que me pintaba las mejillas de carmín. De pronto el blanco se hizo negro, y el negro se hizo blanco, y en mi sorpresa descubrí que me había sucedido lo imposible, que Bian, o Eo, o Krishna, tenía razón. Sin saber cómo, ni dónde ni porqué, me había enamorado del hombre a quien más había odiado sobre la faz de la tierra: me había enamorado de Kanon. Entonces descubrí lo cruel que puede ser el amor. Amar a una persona que te odia, fingir que lo odias también, tener que amarle en secreto; pero esas eran las reglas que yo mismo me había impuesto. Kanon me odia, y por tanto, ni él ni nadie sabrá jamás que al verlo ya no tiemblo por la rabia, sino porque lo amo tanto que apenas puedo controlarme para no ir corriendo a besarlo.

            Del odio al amor hay un paso, dicen los que saben. Yo lo sé. Ahora lo sé. El blanco puede convertirse en negro, y el odio en amor. Del odio al amor hay un sólo paso, y cuando lo das ya no hay regreso. Yo lo dí, no sé cómo, o cuando, pero lo dí, y ya no puedo volver atrás. Del odio al amor hay un paso, sólo uno; y cuando te das cuenta que lo has dado, ya es demasiado tarde.

Notas finales: Finalizado... no hay nada más que agregar

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