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Leyendas de las seis tierras por Ayumi

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Notas del capitulo: Espero que os guste el nuevo capítulo, he adelantado algunos añitos ^^U

Recuerdo cuando llegamos al gran portón metálico anunciándonos que ante nosotros se alzaba la ciudad de Taki, las miradas burlonas de los guardias sobre nosotros y extrañadas sobre el tigre, como Chris se apegaba contra mí cada vez que alguien pasaba cerca suya, la posada de mala muerte en la que tuvimos que hospedarnos por nuestro escaso presupuesto y el gritito asustado que emitió mi acompañante cuando a las 8 las puertas por las que entramos se cerraban impidiendo así la entrada de bandidos nocturnos que quisieran saquear la ciudad; lo recuerdo como si fuera ayer. A la vez me parece lejano, como mi vida en el pueblo, la cárcel…Siempre supe que la mente humana era algo extraño, maravillosamente interesante y que tiende a olvidar aquello que no deseamos, aun sin nuestro permiso lo hace y eso es lo que la hace interesante.

 

Que divagaciones más extrañas las mías en una situación como esta, en las que mi guadaña se cierne sobre el cuello de un desgraciado sentenciado a muerte por el poder del dinero. En las que la hoja danza bañada por los rayos lunares y degolla a su víctima; en los que los ojos carente de vida se mantienen bien abiertos dentro de sus cuencas; en la que la nuca del infiel rueda por el suelo. Dulce melodía mortífera es la que resuena en mis oídos, la que proviene de la pequeña flauta del ojirrosa ordenándole al agua que limpie mis ropajes manchados. Que dulce el dolor que reflejan sus ojos, refulgiendo en la oscuridad, aun cuando me parecen acuosos, con que ser tan ruin dio el día en que me encontró.

 

Sé que no se acercara, es muy inocente para soportar el aroma de la muerte de cerca. Parece mentira que llevemos aquí dos años y después de tantas matanzas concertadas gracias a un buen puñado de oro a veces siga asustándose de su propio trabajo. Aunque de todos modos no me desagrada esa parte de su personalidad, es una buena forma de controlar mi propia indiferencia a la vida. Siempre pensé que si mi vida fuera a extinguirse, querría que su rostro manchado de mi propia sangre sea lo último que la luz de mis ojos llegue a distinguir.

 

Me mira desde lejos, yo le hago una señal con la cabeza y salgo del oscuro y tenebroso callejón sabiendo que mañana algún grito rasgará el silencio matutino al ver el cadáver. Él baja del tejado de la casa vecina de un elegante salto haciendo que sus cabellos ondeen al viento, esa es otra cosa, se los ha dejado largos, como si se tratara de una niña (cosa que no mejora con su estilo de vestir). Yo, en cambio me lo he cortado para ser menos estorboso a la hora de trabajar, ahora simplemente reposa sobre mis hombros quitándome el aspecto de muñeca de porcelana con el que solía aprovecharme.

 

 Nuestros pasos se detienen en la puerta de una posada, la fachada es de ladrillos haciendo que parezca más antigua de lo que es en realidad. Sus habitaciones son muchísimo más cómodas y pulcras que en la que tuvimos que estar en un principio, solo hay algo que no ha cambiado, que seguimos ocupando una sola. No es que nos falte dinero, sino que no quiere estar solo, tal vez todavía conserve su miedo a este lugar o algo por el estilo. Al entrar una chica nos saluda, es la hija del dueño que se queda algunas noches para suplir a su padre y que este descanse. Subimos tranquilamente las escaleras y pasamos varias puertas del pasillo alumbrado por algunos faroles que se alzan a ambos lados hasta alcanzar la nuestra. No nos hace falta abrir pues el tigre ya nos espera dentro y el mismo lo hace, bueno, más bien espera a su protegido que le saluda con una sonrisa antes de tirarse sobre el colchón de la cama.

-         Deberías hacerlo de forma delicada si no quieres romperlo y que lo tengamos que pagar- le regaño sentándome a los pies de la cama y tomando entre mis dedos algunas hebras de su cabello dejándolas escapar entre mis dedos.

-         ¿Qué importa el dinero? Se puede conseguir más, en cambio…

-         No empieces con tus charlas sobre la moral-le corto enfadado y afianzando una buena parte de su pelo en mi mano estiro de él para obligarlo a mirar por los cristales de la ventana- ¿Acaso preferirías eso?-señalo a las que son la razón para que esta ciudad reciba el sobrenombre de “la ciudad del pecado”- Dime-le ordené furioso por su mutismo.

-         No-susurró débilmente consiguiendo que así soltara su cabello- Pero…vinimos aquí en busca de un maestro...-miró hacia otro lado, seguramente disgustado por mi brutalidad a la hora de hacerlo reaccionar.

-         Te duele la ironía de nuestra vida aquí ¿no?

-         ¿Cómo puedo mirarlos y aguantar las ganas de parar el latir de su corazón? Nosotros...tú odiabas y repudiabas a los que mantienen este corrupto gobierno, ¡¿Cómo puedes matar por ellos?!

-         Sabes perfectamente del poder del dinero, ¿qué esperabas, ganarlo por la simplicidad de sonreír? No podemos hacer nada, hasta que encontremos algo mejor esta es la única manera de sobrevivir, y no me importa si las órdenes de ejecución que acato vengan de quien sea mientras la paga sea buena.

-         Callaos ya y dormid, os hará falta si seguís con la estúpida ilusión de encontrar un maestro a vuestro años-rugió Rain, o pulgoso, como prefería llamar a esa maraña de pelos descoloridos, tumbándose a los pies de la cama- pronto no podré enseñaros nada y cuando eso suceda por lo menos Christian y o volveremos a la torre, tú haz lo que te parezca-sé que me odia tanto como yo a él. No me importaba que se largara, hasta me daría el lujo de saltar de alegría como un niño, pero si quería llevarse al peliazul lo tiene claro. Es su culpa por dar tanto la lata con eso de la amistad y de ser mi mago blanco particular, ahora no puede echarse atrás con sus promesas y debe aceptar que ya se podría decir que hasta le tengo aprecio.

-         No digas eso…yo soy feliz aquí…-por mucho que intentara dar fuerzas a sus palabras con esa sonrisa, era imposible creer algo así, y eso también lo percibió su amigo peludo que rió entre colmillos, más bien se carcajeó.

-         ¿Intentas engañarme? No sirves para eso, al igual que para habitar aquí.

-         Yo…me iré cuando así lo decida…no me importa lo que me digas, seguiré aquí buscando algo que me haga escapar del destino que otros escribieron para mí.

-         La próxima víctima-les corté- es inexistente. Es decir, debo ir a buscar un nuevo objetivo.

-         ¿Por qué no me dejas acompañarte?

-         Porque tú no harías lo que yo, mostrarías una debilidad que no quieren a la hora de un buen asesino, tú solo serías un estorbo.-le duele, lo veo en sus ojos entrecerrados, en su mano apretando la tela entre sus dedos, en la mirada de odio del tigre. Mas prefiero eso, y se que para mañana, en cuanto el sol ilumine su faz su sonrisa me iluminará a mí- Duerme.

 

Me obedeció, se tiró junto sobre el lado derecho de la cama, dejándome espacio para que yo lo hiciera a su lado. Cuando esto ocurrió se acercó cuidadosamente a mí como esperando que algún gruñido le indicara que debía para, pero al no recibirlo me abrazó escondiendo su cabeza en mi pecho.

-         Si te matas por un simple trabajo-me susurró- jamás te lo perdonaré. Debes seguir vivo hasta que seamos importantes, hasta que nos venguemos de todo, de todos.

-         No eres tú, el encargado de proteger al otro-le respondí suavemente ordenándole con un suave movimiento de manos que cerrara los ojos y dejara que los suaves brazos de Morfeo lo rodearan.

 

                                                          * * *

Los rayos solares aun no se perciben en el horizonte cuando dejo la habitación. No confío en que si lo hago cuando este despierto no venga, es demasiado tozudo. En la planta baja no hay nadie, no me extrañaría que la chica se fuera a dormir poco después de nuestra llegada.

Un fuerte aroma a pescado inunda las casi desiertas calles, hoy es día de mercado, por lo que no es de extrañar ver como llegan algunos carros con peces y otros alimentos; solo en días como estos abren el gran portón antes, para dejar entrar a los mercantes. Uno de esos tipos me agarra del brazo.

-         ¿Qué le parece señor?-me pregunta sonriendo de forma que puedo ver la falta de algunos de sus dientes. Entre sus manos reposa, dentro de una acristalada urna, lo que creo que es una flor helada- esto es una pieza de coleccionista, casi imposible de obtener.

-         ¿Qué quiere a cambio?-acabo de recordar que dentro de poco es el cumpleaños del ojirrosa. Seguro que le encantaría.

-         ¿Ha oído usted hablar del “Torneo de Taky”? Se lleva a cabo cada cuatro años, coincidiendo con el florecimiento del árbol de estas flores. Este es el premio al ganador.

-         ¿Hace falta apuntarse?

-         No, solamente llegar al estadio antes de las 10 de la mañana.

-         Cuídela bien-dije antes de darme media vuelta dispuesto a volver a la posada. Creo que hasta que acabe el torneo, tiraremos de nuestros ahorros para pagarla. Nunca me gustó llevar a cabo dos trabajos a la vez, y esto no es una excepción.-puesto que pronto será mía.

 

Cuando volví estaba despierto, miraba la ventana de forma casi desesperada, tanto que no notó ni mi presencia ni oyó el crujir de la puerta al cerrarse. Me acerqué lentamente, intentando no alertarlo y mirando de reojo al tigre que aun dormía.

-         ¿Qué tiene el poder de captar tanto tu interés como para embotar tu percepción?-susurré a su oído, regañándome mentalmente por no poder reprimir una carcajada cuando saltó del susto.

-         ¿Dónde estabas?

-         ¿Qué importa?-me miró mal así que decidí contestarle- fui a buscar un nuevo encargo, pero encontré por el camino algo de mayor interés.

-         ¿El qué? para ti pocas son las cosas más importantes que el dinero.

-         Un torneo, así de paso podré pulir mis técnicas y autoevaluarme.

-         ¿Solo eso? Mientes-afirmó rotundo- que hay más, aparte de eso por supuesto.

-         Um-pensé si debía o no saberlo, por fin me decanté porque seguramente si no se lo decía no me dejaría en paz hasta saberlo- Dan un premio, y como no quiero gastar dinero en un regalo para ti, supuse que eso estaría bien.

-         ¡Avaro!- me echó en cara.

-         Vaya, y yo que creí que te encantaría tener una flor helada solo para ti-fingí estar defraudado por su acusación.

-         ¿Qué? ¿Enserio? Yo también participaré.

-         No.

-         ¿Por qué? Quiero obtenerla por mí mismo.

-         Pero yo quiero ser quien la consiga para ti- di por terminada la discusión tumbándome sobre la cama- Despiértame a las nueve.-recibí un leve asentimiento de su parte y mis párpados se cerraron casi instantáneamente.

Notas finales: Dejad reviews plis.

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