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I will close my eyes por ditakino

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Notas del fanfic:

weno eto.....es mi primer fic de gravitation, ojala les guste

como sabran, los personajes de gravitation no me pertenecen, son todos propiedad de maki jijijiji

me dejan un review para saber sid esean la continuacion?

jijiji eso ......

parejas: yukixshuichi ......solo hasta el momento

Chapter one: in the shadows, i think…

Tenía frió, estaba nevando. Los copos de agua congelada caían acariciando su cuerpo y luego perdiéndose en la nada, adornando a las abandonadas calles con su belleza. Gimió. Odiaba eso, aquella sensación, aquella agonía, la sensación de saberse querido pero a la vez odiado y aferrado a la miseria. Aquella emoción que te invade por completo y te recuerdo lo estúpido y patético que eres. Esa agonía, que a un determinado tiempo, te envuelve como si fueses su presa y no te suelta hasta que estés totalmente devastado, o te entregues por completo a la desesperación.

Las alegres orbes se empañaron, las lágrimas impedían la visión completa del paisaje. Sólo figuras borrosas y contornos aguados eran a penas percibidos por las perlas lilas de un pequeño y desprotegido cantante que, dejándose llevar por la perceptible y sutil tristeza, se hundía cada vez más en un abismo donde el fondo no era nada mas, ni nada menos, que una desesperante angustia ya presente.

Un escalofrió recorrió el desprotegido cuerpo. Una dolorosa sonrisa aparecía en sus labios antes de reprenderse mentalmente el no llevar abrigo. Salir con camiseta y short estando un clima tan horrible no era recomendable para nadie, menos si te sentabas en la banca de un parque mirando a la nada, dejando que la nieve cayera en un intento furtivo por cubrir tu cuerpo. Como si así aliviase el dolor que sentía en el fondo de su alma. Como si así pudiese congelar el fuego que arde sin descanso y sin control, derritiendo todo rastro de paciencia, felicidad y cariño.

La primera gota de agua salada cayó en la pierna del ojilila para recorrer un largo trayecto, caer a la blanca superficie y luego mezclarse para siempre con el manto blanco que cubría a la ciudad. Sus lágrimas seguían siendo ignoradas, tal vez era el precio de ser un llorón, pero hasta el mismo sabia que, luego de ser herido una vez, siempre crearas una máscara de una personalidad que ni siquiera te refleja interiormente, pero que sirve para protegerte de futuros daños, como el de ahora…

Y dolía. Dolía saberse herido por la persona que amaba. Dolía el hecho de saberse usado como a un juguete. Porque así había empezado y así continuaba. Era el juguete de Yuki Eiri y lo sabia hace bastante tiempo

Pegó sus piernas a su pecho en un acto para buscar calor. “un calor que tú nunca me has dado”. Una acción para compadecerse. “una compasión que tú nunca me has mostrado”. Aunque antes ya hubiese tenido ese tipo de depresiones, eso no quitaba el hecho de que se estuviese cansando, que se le estuviese acabando la paciencia.

Hundió la cara en la protección de las piernas encogidas contra el pecho. Lagrimas recorrían traicioneras el trayecto por las sonrosadas mejillas, dejándose caer lenta y rítmicamente en un compás completamente armonioso, sin quitar lo doloroso y lastimero de la situación.

Tembló ligeramente. El pequeño pelirrosa se mordía el labio inferior, evitando los sollozos que lo estremecían en una batalla interna perdida completamente. Las lágrimas siguieron corriendo libremente, silenciosas y sumisas, todo lo contrario a su emisor.

si me quieres¿Por qué me haces sufrir?

Porque me quieres¿verdad yuki?

El primer sollozo escapó de sus labios. Espasmos recorrieron su cuerpo para luego ser reemplazado rápidamente por una leve risilla nerviosa, que no hizo mas que aumentar el frió que sentía por dentro. Se levantó del banco, al fin y al cabo, tendría que volver a casa del escritor. Esa ya nunca más la llamaría su casa.

Cabizbajo, camino a pasos lentos y pausados, tratando de atrasar lo más posible su llegada a aquel departamento. Por segunda vez en la noche se reprendió. Quería evitar a Yuki lo mas posible, no sabia que podía pasar si lo miraba a los ojos en este momento, sin embargo, lo mas probable, era que Yuki Eiri no volviera a su departamento esa noche porque estaba con uno de ellos, estaba con Tohma…

Un segundo dolor le azotó el pecho. Agarrándose la camiseta naranja a la altura del corazón, siguió caminando por puro instinto. Eso era lo único que le quedaba. La felicidad se la llevaba aquel ser que amaba tanto, su felicidad se la llevaba para siempre el ser al que se entregaba en cuerpo y alma. Aquel portador de fríos ojos dorados era su razón de ser. Con el tiempo, Yuki Eiri no era mas que su inspiración, su apoyo flaqueante y una necesidad inminente en su vivir. Simplemente…era una figura constante y una presión imperiosa en la rutina trivial de todos los días.

Una loca idea se coló por entre sus tristes pensamientos. Aminoró el paso, levantó la cabeza al cielo y dejó que la nieve hiciera su trabajo, que tratara de despejar sus dudas.

¿Seria tan malo…querer vivir siempre un nuevo día, fuera de la rutina¿era eso lo que querría para un futuro no tan distante¿vivir sin estar atado a alguien¿vivir sin soportar el indiferente trato del escritor¿vivir sin recibir esas...Cintas? si, quería olvidar las cintas, quería un día nuevo, quería el cariño del escritor no su indiferencia, y sin embargo, luego de vivir dos años con él, sabia que seria insólito el mero hecho de que el escritor se enamorase de él. La sola idea era una utopía ya distante y enterrada en el corazón del pelirrosado cantante. Por eso, ahora…

Su vista bajó a mirar rápidamente el piso cubierto de blanco, el flequillo rosado le hizo sombra en los ojos y una amarga sonrisa se dibujó en los pálidos labios. El cuerpo empezó a tiritar a cada paso que daba, definitivamente el apodo de baka le iba bien, seguramente se resfriaría por estar tanto tiempo bajo la fría temperatura de la nieve. Y pensar que todo era culpa de un entupido video, video que estaba seguro había llegado a sus manos por culpa de Seguchi. Ese tipo siempre le había odiado, lo sabia y hasta cierto punto le divertía ver al rubio celoso por una mínima cosa. Pero eso ya no pasaría mas, le dejaría el camino libre…

El primer estornudo lo removió por completo. Se abrazó a si mismo para brindarse el calor que le hacia tanta falta. Siguió caminando mientras sentía como una temperatura anormal en su cuerpo y exuberantemente alta lo recorría por completo, hirviendo la sangre en sus venas, resaltando como sudor perlado en todo el ser del pelirrosado. Ese era el momento en que la nieve se le hacia tan confortante y…acogedora.

¡Que fácil seria dejarse caer y ser recibido por los brazos de la inconciencia!!Olvidarse de todos los problemas que le destrozaban el alma! Morir recordando a la persona que le ocasionaba todo ese sufrimiento, solo porque lo odiaba.

¿Por qué eso es lo que sucede no, Eiri?, me odias...

De lo contrario, no me harías sufrir”

Una última gota salada cayó desde los ojos enrojecidos por el llanto. No lloraría mas, nunca más derramaría lágrimas por alguna persona, no volvería a sufrir por culpa de alguien, pero por sobre todo, no volvería a caer en las redes de Eiri Uesugi. Definitivamente esa seria la última vez que recorriera las calles herido, absorto en la culpa que muchas veces no le correspondía.

Pensar que ese frió y rubio escritor era la musa de todas sus canciones, que todo lo que cantase iba dirigido a él, aunque éste no fuese a su concierto. Porque a pesar de que las distintas caras del público lo envolvieran por completo, solo era la presencia del escritor la que buscaba siempre, rindiéndose ante la comprensión de que nunca lo encontraría entre las caras nuevas. Ocultando su derrota, cansancio y tristeza ante la situación detrás de una sonrisa.

Las manos del pelirrosa dejaron de abrasarle para caer a ambos lados de su cuerpo. Olvidar al rubio no seria fácil, “in the moonlight” era prueba de ello. Una canción espontánea para la persona que mas amaba, palabras que salían de su cabeza sintiéndolas recorrer todo su cuerpo en un estremecimiento, tal y como las sentiría siempre.

Apretó los puños con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Era definitivo, olvidar a Eiri Uesugi seria difícil, y revivir su recuerdo con cada canción seria lo peor. Pero lo haría, por las memorias pasadas, porque simplemente no podía darse el lujo de caer por segunda vez a una fosa sin fondo, un lugar donde la culpa y el arrepentimiento lo destrozarían por completo. Sin darse cuenta había detenido su caminar, siendo conciente de que esos ahora inútiles pensamientos provocaban, continuó con su marcha, esta vez más rápida que la anterior.

Miro fascinado como sus huellas se marcaban en la nieve….sonrió, aún pensaba en Yuki, ese hombre de frió carácter y una marcada indiferencia hacia su persona. Realmente lo tenía demasiado clavado en el corazón.

Pero…¿ese no era un motivo para mantenerse con él¿el amarlo no era sufriente para que Yuki lo mantuviera a su lado¿para él quedarse a su lado?. ¿Amar significaba darlo todo por a persona que amaba, no?, eso significaba que amaba a Yuki, porque lo daba todo por él. Pero Eiri….¿podía considerar sus miradas frías como muestras de cariño?. Esas miradas que a pesar de restarle importancia a todo lo que la rodeara, expresaban por pocos segundo una mísera de cariño…

Una risa sarcástica cortó los acordes perfectos que entonaban lo copos de nieve al hacer contacto con el suelo alfombrado de blanco. Las manos del ojilila revolvieron, con desesperación, los cabellos rosados adornados con pequeños copos traviesos que se escondían entre las hebras rosadas.

El tarareo de una canción lo sacó de sus cavilaciones. Sin darse cuenta había comenzado a cantar la melodía de una nueva canción de Bad Luck. Un nuevo sencillo, que según K, seria el nuevo hit. Palabras que, con lentitud, formaban versos sencillos pero cargados de sentimientos y expresados en ese idioma extranjero que, la mayoría, lo forzó a practicar. Ahora, por culpa de esos enfermos cursos innecesarios, no hacia más que cantar en ingles, como si esa hubiese sido su lengua natal…un ingles perfectamente británico y sin rastro de acento japonés.

Suspiró, a fin de cuentas aquello había sido uno de los factores por lo que comenzarían un gira por toda Europa y Asia. Con apenas dos años de carrera, el afamado grupo Bad Luck empezaba a ser conocido mundialmente. El mundo entero estaba pendiente del trío, quienes no parecían querer despertar de ese sueño, de aquel paraíso que giraba entorno a ellos.

bueno, por lo menos hay una noticia agradable entre todas las demás…”

Bufó. Si seguía así entraría en un complejo de victima, y el odiaba hacerse la victima. Después de todo¿no era su culpa que Eiri lo odiara?. Si no eran sus gritos, era su silencio, si no eran sus lágrimas, era su cariño…su rubio amante nunca estaba complacido con su comportamiento, ni con su persona.

Sus sentimientos pedían a gritos ser escuchados. Su corazón rogaba por congelarse y dejar atrás, una vez mas, su amor hecho añicos. Quería llorar de nuevo, mas sin embargo, no dejó escapar ninguna gota salada. Fue entonces que los ojos, rojos por el llanto, brillantes por las lágrimas que se avecinaban y por la luna llena que dormía apacible entre las pocas nubes grises, se cerraron con fuerza evocando los recuerdo de esta tarde, los motivos de su discusión con yuki pasaron rápidos, los gritos del escritor zumbaron en sus oídos una vez mas, y el sonido de la puerta cerrarse tras esa figura amada hizo eco, partiéndole el alma. Para ese entonces ya sabía que el rubio no volvería esa noche, ni la mañana siguiente.

Los celos se apoderaron de su cuerpo, era como si la sangre circulara mas rápido, como si le corazón se quisiera salir de su cuerpo. Aún no entendía por que los brazos de Tohma Seguchi le brindaban mas confort, confianza y cariño al escritor. ¿Él era su koi, no¿acaso no tenia que ser él el que abrasase al rubio para susurrarle cosas tiernas al oído y calmarle¿acaso no era él el que le entregaba todo su amor en un abrazo para darle a entender para siempre que estaría con él?...¿acaso no era la persona que mas amaba?

Pero sin embargo, tampoco podía vivir de fantasías, desde el principio supo que su vida junto al ojidorado no seria fácil…pero confiaba en que el sentimiento de amor mutuo pudiese contra todas las barreras que se le interpusieran.

Negó con la cabeza al tiempo que abría los ojos y sonreía melancólicamente. Una de las cosas que había aprendido de Yuki Eiri era que, de parte del escritor, podía esperar cualquier cosa…

Las luces del parque se encendieron, la tenue luz de los faros alumbraron su andar solitario y triste. La nieve parecía abrirle paso a ese lamentable caminante, casi al punto de compadecerse del ojilila. El cantante no hizo más que dejarse llevar por esas pequeñas y luminosas guías, escondiéndose en las escasas esperanzas que le quedaban, se aferró al único hilo que no merecía ser cortado por culpa de Yuki.

Aminoró el paso, las piernas empezaban a temblarle y el sentirlas entumecidas no ayudaba demasiado. Escalofríos lo recorrían a cada segundo, convirtiéndose en estornudos de vez en cuando. Solo necesitaba estar, solo quería dejar de ser, dejarse llevar. La brisa helada revolvió los rosados cabellos y abrigó su cuerpo en una caricia pasiva, pero que no dejaba de ser indiferente y fría.

Con la vista fija en el astro nocturno y caminando casi mecánicamente hacia lo que se podía considerar el principio de su dolor, fue recibido, lacónicamente, por las luces alegres de la ciudad…

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Miró como el pecho del rubio escritor subía y bajaba en un compás totalmente natural. Lo tapó con las sabanas, el ojidorado no hizo mas que darle la espalda mientras el susurro quedo del nombre de un pelirrosado cantante escapaba de sus labios. Aún con los celos invadiéndolo por competo, sonrió. Una sonrisa de victoria y crueldad.

Tohma Seguchi estaba logrando su objetivo. Estaba, por fin, logrando separar a Eiri de Shindou, y eso lo llenaba de satisfacción. La victoria lo estremecía por completo al saberse el culpable del desligamiento de una unión que nunca debió de haber pasado.

Con sólo pantalones puestos salió al balcón que le ofrecía ese cuarto de hotel. Dejó que la vista de la nieve caer lo llenara de una satisfacción que no sentía. El sabor de aquella futura victoria no le agradaba y, aunque no quisiese aceptarlo, ya no le sabía lo mismo cuando pasaba la noche con el escritor. Ya no sentía la diversión, la pasión que lo llenaba en las noches de lujuria prohibida. La lujuria desenfrenada que lo dejaba exhausto y lo hacia acostarse a un lado del ojidorado.

Suspiró. Tal vez ya no quería aceptarlo, tal vez se negaba a lo que ya conocía de ante mano, no le estaba haciendo un bien a Eiri, en realidad, nunca le hizo bien.

Con la culpa carcomiéndolo poco a poco, apoyó los brazos en el barandal del balcón. Resignado, movió la cabeza varias veces alejando esos pensamientos. Observó las escasas figuras recorriendo la ciudad cubierta de blanco. Los resplandores de la ciudad de Tokio se apreciaban con claridad desde el cuarto piso del hotel. Paseo su vista por el entorno….y hay fue cuando lo vio.

A pesar de que nevara, que estuviese oscuro, que no pudiera ver sus ojos y que las sombras de los edificios trataran de ocultar su presencia. Esa cabellera rosada era reconocible a cualquier distancia.

El miedo se apodero del ojiverde por completo…

Con la vista baja, los puños fuertemente apretados a un costado de su cuerpo y caminando lenta y pesadamente, Shindou Shuichi lloraba en silencio, enmudecido por su propio dolor, mientras las luces del parque lo despedían con cierta lástima y las luces de la cuidad lo recibían con crueldad, estrechándolo fuertemente en la feliz mentira en que vivían los ciudadanos.

Tuvo el impulso de correr, avisarle a Eiri sobre su koibito….y se arrepintió a mitad del trayecto.

Lo que tuviera que pasar, pasara de todas formas”

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Abrió la puerta del departamento en silencio por la fuerza de la costumbre. La oscuridad del lugar lo abrazaba, refugiándolo en un tácito acuerdo de compañía. Se entregó por completo a los recuerdos y sensaciones que lo embargaban. Dejando la mochila en el suelo, luego de descalzarse, se encaminó al lujoso departamento del famoso escritor.

Lo dejaría todo mañana. Escaparía cuatro meses de ese lugar gracias a la nueva gira. Volvería a construir su coraza de felicidad y regresaría junto a yuki, como si nunca hubiese pasado nada. Haciéndose la vida del color de su cabello por cuenta propia, tratando de complacer a su amante hasta en la más mínima cosa. Pidiendo en murmullos ahogados una muestra de cariño vaga. Aforrándose a las pocas atenciones de su koi, pero agradeciéndole con una sonrisa boba y sincera por la escasa muestra de preocupación.

Algo, muy en el fondo, lo removió en una sacudida brusca, regresándolo a la inimaginable realidad. Ya no quería eso, solo….no podía mirar al rubio con una felicidad que se consumía en el interior de su cuerpo, felicidad que no le entregaría a Eiri por complacencia. Esa seria una de las pocas cosas que guardaría para alguien que de verdad las mereciera, no volvería a caer en las manos de Yuki…como la primera vez.

Abrió la maleta que había comprado para los viajes largos. Tiró su ropa sobre la cama, la dobló y la ordeno en la maleta tal y como le había enseñado Hiro hacia algunos meses. El equipaje listo lo dejó a un lado de la entrada del departamento. Tomó su mochila naranja chillón, llenándola con lo necesario para entretenerse a lo largo del viaje, la dejó a un lado de la maleta y suspiró.

Ahora era cuando el sillón se le hacia terriblemente cómodo. Se recostó con pesadez, apoyando la cabeza sobre un brazo. Los parpados empezaron a pesarle y las mejillas se le colorearon de carmín. Sudor frió recorría el cuerpo del pequeño cantante. Cabellos rosados se pegaron a su frente. Entre la respiración entrecortada y el dolor aún presente, Morfeo lo recibía con lastima, aunque su mirada le diera una calida bienvenida y extendiera los brazos para estrecharlo con fuerza entre las nubes del sueño.

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La luz del sol se filtró entre las cortinas beige de la habitación del hotel. Con la mano izquierda palpo el colchón en busca de su pelirrosado cantante. Se asustó el no encontrarlo. Era sábado, día en que Shuichi se quedaba en cama abrazando al rubio.

Aunque una parte de su ser le pidiese que se preocupara por su amante, hizo caso omiso. Con lentitud se sentó en el colchón de la cama, las sabanas blancas tapando, desde su cintura, su atractiva desnudez. Los ojos dorados buscando el rastro de la compañía amada en secreto. Se colocó los pantalones y salió de la habitación. Los recuerdos de la noche anterior eran vagos charcos de agua, aún después de la tormenta.

La brisa de la mañana le impacto directo en el pecho y removió algunos mechones dorados que caían, holgazanes, en la faz del escritor. El color de las cortinas, los cuadros, los sillones, el piso, fueron el perfecto recordatorio de donde estaba y que había pasado. La cruda realidad lo golpeaba sin despiste ni descaro, solo le azotaba repetidas veces con arrepentimiento y dóciles palabras, sumiéndolo en la culpa que cada vez lo llenaba más por dentro.

Nunca quiso esto. Desde que había formalizado su relación con Shuichi que no ocurría. Y sin embargo, después de dos años, sus fuerzas flaqueaban sin motivo aparente y de la pero manera posible, traicionando a la persona que amaba furtivamente y con pasión.

No lo entendía. Llevaba dos años con el cantante. Dos años en que la carrera de ambos se había disparado hasta los cielos. Él era conocido por toda Europa y Shuichi……Shuichi empezaba a ser reconocido en todo el mundo, por eso se iría por cuatro largos mese de gira y le dejaría solo…

Esa era una razón suficiente para que la noche anterior fuese diferente. Yuki Eiri le debió haber hecho a shuichi la pregunta de su vida. El pelirrosado debía de llorar, sonreír y luego aceptar, para así, al día siguiente, irse de lo más feliz a la gira, volviendo con la sonrisa mas brillante que jamás le vería regalarle. Inconciente miró el reloj, aún faltaba una hora para que Shuichi se fuera, tal vez alcanzase a llegar y despedirse del cantante.

La idea era algo descabellado, pero no imposible. Con todo uso de su autocontrol, se lucho y vistió rápidamente, tomó las llaves del mercedes y salió del cuarto de hotel bajo la atenta mirada de Tohma. El presidente de NG Record sonrió con un suspiro de derrota…

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Las luces amatistas se abrieron opacas. La cabeza de cabellera rosada se apoyaba en un brazo mientras los orbes lilas miraban con sueño y cansancio hacia el gran ventanal del departamento. La luz no era capaz de alcanzarle y las sombras producidas en ese gran espacio lo cubrían como si el joven cantante se tratase de un mueble mas.

Los pies tocaron el suelo, el pequeño cuerpo se enderezaba hasta quedar sentado. Las mejillas seguían sonrosadas por la fiebre que lo azotaba con un dolor de cabeza. A tropezones llego hasta el baño, abrió el grifo del agua helada en la ducha y, completamente desnudo, dejo que las gotas heladas lo cubrieran por completo. Su cabeza se apoyó en las murallas de cerámicas, las manos blancas lo abrasaron a si mismo y una vez mas, las lágrimas se mezclaron con la lluvia.

Sin sollozos, sin lamentos ni hipidos de por medio. Solo y en silencio se dejo llevar. Solo y en silencio abandonaría ese departamento. Solo y en silencio continuaría con su monótona vida. Solo y en silencio…dejaría de soñar.

El agua se cortó. El pelirrosado salía de la ducha envuelto en una pequeña toalla. Gotas de agua calientes aún caían por la piel nívea, sin que a él le importase en lo más mínimo. Se miró en el espejo, no era capaz de reconocerse a si mismo y eso le molestaba. Ojeras se marcaban firmemente bajo las perlas lilas. La palidez resaltaba fácilmente el sonrojo provocado por la fiebre. El sudor frió había desaparecido junto con los desvaríos de la noche anterior. El dolor de cabeza aumentaba en contra de todo pronóstico.

Se vistió con calma, casi mecánicamente. La mañana era calurosa, o así le parecía a él. Despejado y con el sol reflejando sus rayos dorados a cualquier objeto persona que apareciese en su camino. Un cambio radical, y hasta quizás irónico, a la nevada de la que había sido victima la ciudad. Manteniendo a todas las familias en su hogar, a las parejas disfrutando de la nieve caer y él…. Él vagando solitario por las calles confusas, añorando el calor de un abrazo y el amor en un beso, soñando en la inconciencia y delirando con una fiebre abrasadora, la única encargada de brindarle el calor que necesitaba.

Camino a la entrada, se colocó los zapatos, tomo la maleta y su mochila y le dió un ultimo vistazo al departamento. Vació…. Sus cosas ya no resaltaban como antes, cuando le daban ese encanto acogedor a una de las tantas corazas de su rubio amante. Se descalzo nuevamente, camino arrastrando los pies hasta quedar frente al gran ventanal del departamento. Apoyó la frente en el vidrio helado y entrecerró los ojos. La gente pasaba bajo su atenta mirada sin ser concientes de que el pelirrosa los observaba. Sin preocupaciones, la mayoría sonriendo, pareciera que la mentira en que los atrapaba la ciudad no les afectaba en lo mas mínimo….pareciera ser él el único cautivo de un paraíso maldito, sumergido en el mas tortuoso de los castigos.

Las manos del ojivioleta se posaron sobre el vidrio, el contacto frió pero por demás dócil le produjo un escalofrió. Por el otro lado de la transparente superficie un Shuichi desganado le devolvía la mirada. Ambos con los ojos llorosos, ambos sin sonrisa, ambos con la desaparición del brillo en las perlas amatistas, ambos con la muestra de cansancio en todo el cuerpo. Se dejó caer de rodillas, las manos y frente del pelirrosa seguían apoyadas en al ventanal. Sus manos resbalaron con tristeza, descansando sobre el piso al terminar el recorrido pasajero.

Siendo conciente de lo que causaba quedarse mas tiempo del previsto en el departamento, se levantó. El antebrazo cubrió los ojos por algún momento, lo suficiente para borrar cualquier indicio de lágrimas.

Jadeó. El calor le aumentaba la opresión en el pecho, provocando que la respiración entrecortada se volviera constante y dolorosa. Gotas de sudor empañaban la mayor parte de la frente. Los parpados se cerraron suplantando a las orbes lilas que antes observaban algún punto indeciso en la ciudad de Tokio.

En la lejanía, nubes negras, con pequeños tonos peligrosos, se avecinaban con lentitud, cubriendo en las sombras a todo lo que dejase atrás…

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Piso el acelerador por tercera vez en cinco minutos, algo lo urgía por dentro, algo le preocupaba. Su visión se oscureció, sumiendo a la ciudad en una sombra gigantesca. Se quitó los lentes de sol negros, los dorados ojos observaron las nubes con molestia. Si la maldita lluvia empezaba ahora, se demoraría más en llegar a su departamento y todavía le faltaba mas de la mitad del camino.

Por el rabillo del ojo miro el reloj digital. 9:30. si no mal recordaba, el avión del cantante partía a las 10:30, por lo que el pelirrosado debía salir del departamento como a las diez. Aún le quedaba media hora, solo media hora, pero lo suficiente para alcanzar a ver a Shuichi.

Por cuarta vez piso el acelerador…

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Se levanto con las rodillas tiritándole y con los brazos fláccidos a cada lado de su cuerpo, los puños se debatían entre cerrarse o relajarse completamente y con desprecio. La mirada opaca no reflejaba más que miedo y decepción.

En un impulso que le dio de repente, ese típico empujón que te da la conciencia en un momento de lucidez y valor cegado por el miedo y la negación, se llevó una mano al bolsillo del pantalón sacando el celular al tiempo que rozaba con la yema de los dedos el juego de llaves de apartamento. El aparato móvil volvió al bolsillo. Las llaves fueron sacadas sin contemplación, pero el peso del remordimiento invadió al instante al pequeño ser pelirrosa. La acción insignificante era, por no decir menos, decisiva y mayoritariamente triste. Se acercó al estudio del rubio. La laptop apagada mostrando solo un fondo negro, los escasos estantes llenos de libros, algunos escritos por el propio Eiri. Se sentó frente al escritorio, paseo la vista por toda la habitación y sonrió. Un ultimo recuerdo cargado de mentiras seria lo único real que guardaría siempre en su memoria.

Dando vueltas las llaves con un dedo, se limitó a echar la cabeza hacia atrás mientras tarareaba, mas lentamente de lo normal, “anti-nostalgic”. Cada nota, cada tono, cada palabra le significaba algo importante. Pero cosas así ya no tenían la mayor importancia. La canción se hizo más melancólica, por primera vez sentía un nudo en la garganta que no tenia motivo para aparecer y alentar al remordimiento a invadir su persona, como si fuese una extensión mas de su cuerpo, un invitado no deseado pero recibido de todas formas.

Decidió….

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Le prendió fuego a la chimenea, volvió su vista hacia una pequeña caja con cintas de video y con una sonrisa bailándole en los labios, tiró la caja al fuego. Las rojizas llamas se alzaron en amenaza un momento antes de empezar a consumir las cintas con ansiedad.

Aún se sentía culpable, nunca dejaría de sentir aquello, pero ahora, la única solución seria que Eiri alcanzara a llegar con Shindou, que Eiri fuera sincero con el cantante…

Sin embargo, Seguchi Tohma esperaba, aún con todo uso de razón, que Yuki no llegara, que Yuki no alcanzara a llegar.

Sacudió la cabeza negativamente alejando los pensamientos por demás egoístas que lo alentaban a pensar vengativamente. La felicidad de Eiri Uesugi estaba con Shuichi. Si el pelirrosa era feliz con el ojidorado, también lo era él, y si el escritor era feliz, Seguchi Tohma también. Era un cálculo sencillo pero, por la costumbre de los años y el sentimiento confundido con amor, no había llegado a entenderlo del todo. Por eso ahora y en mal momento comprendía que no existía más que afecto paternal hacia Eiri, por eso ahora, después de todo el dolor causado y que seguiría casando, decidía mantener al escritor y al cantante juntos….

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Tomó el teléfono que estaba a un lado de la laptop. Levanto el auricular con lentitud mientras sus ojos se paseaban buscando los números correctos y sus dedos temblaban al percibirlos y comenzar a marcar. Las teclas sonaban a medida que iba presionándolas, produciendo un eco sin ritmo y carente de emoción…

Colgó el teléfono al terminar la llamada, aún tenia que quedarse treinta minutos en ese lugar, ese era el tiempo en que tardaría en llegar el taxi. Sin tener mucho que hacer, tomo el cuaderno en el que escribía la letra de sus canciones junto con un lápiz, y comenzó a escribir de acuerdo a la última melodía que habían compuesto Fujisaki y Nakano.

El lápiz se movía con lentitud a comparación con la velocidad de las frases que se creaban en su cabeza. Cada palabra era susurrada por el cantante antes determinar de escribirla, como si se asegurara de que lo que pensaba era correcto, como asegurándose de que la palabra escrita reflejaba de manera concreta lo que sentía. Se dejó llevar por aquel ser que era su inspiración aunque no estuviese presente, se dejo llevar por la imagen del rubio escritor sonriéndole como pocas veces lo hacia.

La mano que sostenía el lápiz dejó de moverse. La tinta dejaba de marcar palabras en el papel. El lápiz se balanceaba entre el dedo pulgar y el índice. Leyó las oraciones escritas, los versos reflejaban tristeza y soledad, sin embargo la melodía compuesta era alegre y pegajosa. Sonrió. Le encantaba imaginarse como sonaría aquella nueva canción.

Alzó la mirada al cuaderno apoyado en su regazo y frunció el ceño. Frente a él, y resaltando en un marco de plástico rosa con detalles en dorado, la foto de la pareja abrazada a las orillas de la playa lo hizo entristecer. Esa era la última foto que se habían sacado juntos en las cortas vacaciones del cantante. Bajo la luz de la luna el semblante serio del escritor cambiaba al más dulce que había visto Shuichi. Pero desde el principio era así. Lo engatusaba con miradas cargadas de cariño, le susurraba palabras obscenas al oído despertándolo de paso, lo acariciaba como si fuera lo mas importante para si…..bajo la luz de la luna ocurrían demasiadas cosas traicioneras…

Se levanto del sillón tirando el cuaderno a un lado, luego iría por él. Tomo una pequeña mochila en forma de perro y la comenzó a llenar de los juguetes esparcidos por la estancia. Caminó con lentitud hacia la habitación de huéspedes y abrió la puerta. La pequeña alcoba había sido transformada a una acogedora e infantil habitación. Una cuna descansaba en la esquina solitaria pero rodeada de más juguetes.

Un niño de tres años abrazaba un enorme oso de peluche….

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El teléfono móvil sonó, observo el número con enfado mientras pisaba el freno al ser conciente de la luz roja que lo detenía en lo alto. Prendió un cigarrillo. Estaba nervioso. Una calada de ese embriagante vicio no seria suficiente para calmar el corazón latiendo a mil por hora. El celular no dejaba de sonar. Contestó. Tohma Seguchi le hablaba desde la otra línea con paciencia y comprensión. La mano de Eiri apretaba con fuerzas el aparato. El rubio presidente de NG se disculpaba y luego le pedía que mantuviera la calma. Desesperó y colgó el celular al tiempo en que la luz roja cambiaba a verde.

La primera gota de lluvia cayó en el parabrisas del mercedes

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Observó con diversión como el pequeño rubio se restregaba los ojos luego de haber sido despertado tiernamente. Lo tomó en brazos y se fue al baño para darle una rápida ducha. El bebé se aferraba a Shuichi con fuerza, apretando con sus pequeñas manitas la sudadera negra del pelirrosa. El cantante reía, por algún momento había pasado por su cabeza dejar al pequeño con el rubio escritor, pero todos esos pensamientos desaparecieron al ver la fotografía.

Yuki Eiri podía empezar nuevamente sin Shuichi y sin el pequeño. Pero el pelirrosa no tenía motivos para seguir si abandonaba al escritor y al bebé. Era un pensamiento egoísta, lo sabia mas no le desagradaba. Esa pequeña personita rubia de tres años se le colaba en el corazón tal como si fuese hijo suyo, por eso lo cuidaba y trataba como tal.

Lo vistió lo mas abrigador posible, la lluvia ya golpeaba contra las ventanas del departamento. El pequeño lo miraba confundido. El cantante recogía el cuaderno de canciones olvidado y lo guardaba en su mochila naranja chillón, para luego colgársela al hombro. Le puso la mochila de perrito al niño mientras le regalaba una sonrisa y lo tomaba en brazos. El pequeño escondió su mirada violeta en el hombro se su “mamá”, pasando sus bracitos por el cuello del cantante para sostenerse mientras el pelirrosa lo cargaba con el brazo izquierdo y con la mano derecha tomaba la manija de la maleta, que ahora contenía ropa de él y del mini rubio.

Echó una última mirada al departamento….

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Estaciono el mercedes en el espacio correspondiente. Salió del auto con prisa y angustia mezcladas. Llamó al ascensor y esperó aspirando una calada más de cigarrillo. El ascensor de la izquierda fue el primeo en llegar. Su nuevo departamento contaba con dos ascensores y 18 pisos. Subió con prisa y marcó repetidas veces el botón del último piso hasta que las puertas se cerraron.

La maquina subía con lentitud molestando a Eiri. El rubio escritor apago el cigarrillo en el piso cubierto por cerámica. Subió la manga de su camisa para ver la hora. 9:55….

Se llevó las manos a los bolsillos buscando las llaves con aparente calma. Furia lo invadió al darse cuenta que se había traído las llaves del cuarto de hotel.

El ascensor paró en el piso 18….

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Dejó la puerta del apartamento abierta. No era la primera vez que el escritor salía del edificio molesto, se juntaba con Tohma, y luego al volver confundía las llaves del hotel con las del departamento por tratar de cubrir sus noches de lujuria con el rubio productor de ojos verdes.

Abandonó la maleta a un lado y llamó al ascensor. El taxi lo esperaba abajo.

El pequeño rubio se abrazo más fuerte a su “mamá”. El ascensor tardo unos momentos en llegar, la maquina derecha fue la primera en abrir sus puertas. Se subió con rapidez al ser presa de un presentimiento nada bueno. Apretó el numero uno mientras escuchaba el timbre del segundo ascensor y las puertas del suyo se cerraban.

En un impulso cualquiera levanto la cabeza para ver, con la culpa y el dolor invadiéndole el pecho, como Eiri Uesugi entraba al departamento con semblante nervioso.

Mientras, en el estudio del escritor, abandonadas y descuidadamente tiradas, yacían las llaves de Shuichi sobre la laptop…


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