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Un pequeño paseo... por suzu

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Notas del capitulo:

            Este one-shot-largo-de-la-leche, es un regalo (que espero que les guste) para cuatro mujeres muy especiales:

            Noe-chan, para que nunca te olvides que hasta detrás del nubarrón más gris y feo, se esconde un rayito de esperanza.

            Yuu, ¿recuerdas aquella conversación sobre los héroes?, pues aquí tienes la respuesta: "el amor es lo más importante, porque sin amor, no puede haber héroes; y sin héroes, el mundo sería un poquito más feo de lo que es".

            Naruko, porque lo que los dos necesitamos podemos encontrarlo dentro de los sueños; así que aquí tienes el sueño de una noche de Enero.

            Marvey, por todas las cosas que no te dije y por el tiempo que no tuvimos... y sí, por las putas chocolatinas que siempre me enviabas con la paciencia de un santo.

Un pequeño paseo...

 

By Suzu

© Masashi Kishimoto

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            Naruto se recostó en el poyete de la ventana. Medio cuerpo dentro de la habitación, el pecho sobre el yeso blanco (ahora amarillento y poblado de líquenes por la dejadez de su dueño) y los brazos colgando inertes, mecidos a ratos por el viento frío que llegaba en rachas cortas desde el norte.

            Su hogar se había convertido en su prisión dos años atrás; ahora volvía a ser su hogar después de la rendición final que acompañó a la muerte de la esperanza.

            Por un decreto ineludible de Tsunade, fue confinado en su casa por tiempo indeterminado. Lo que le quedaba de vida, sospechaba él. Hora tras hora, miraba pasar las nubes a falta de algo mejor que hacer. Los ANBU, aunque cuidadosamente invisibles para los demás, eran un maldito recordatorio constante para Naruto, de que nunca volvería a ser libre.

 

            Tsunade daba vueltas mecánicamente a la taza de té entre sus manos. Dos años atrás había jurado no volver a probar el alcohol si Dios salvaba a su niño. Dios cumplió, y ella no iba a ser menos. Aunque el precio a pagar fuera exorbitantemente doloroso para ambos.

            Las palabras de Shizune hacían eco en su cabeza desplazando cualquier otra preocupación. "Sólo has logrado un aplazamiento..., Naruto se muere". Y en lo más profundo de su ser, sabía que tenía razón.

            El veredicto del consejo fue unánime: Naruto debía ser exterminado por el bien de la Aldea. Una vida por la de muchos, habían concluido los ancianos. Mierda para todos ellos. Si había algo bueno en ser Hokage era que podía determinar si cumplir o no sus decretos. O al menos eso había pensado al principio. Pero los Ancianos eran listos, mucho más de lo que ella había esperado, y encontraron otra manera de hacerla cumplir. El problema de Naruto..., mejor dicho, el problema "Naruto" se sometió a votación y, pese a lo que más de uno creía, la mayoría de los aldeanos, ninjas y civiles, habían dado su voto a los Ancianos. Tsunade se vio en la obligación de escoger. Y tomo una decisión: Naruto no sería ejecutado, pero, en aras de preservar al Bijuu de su interior a salvo de los Akatsuki, se le mantendría preso en su propia casa, custodiado siempre por un escuadrón ANBU, y sin la posibilidad de huir bajo pena de muerte.

            Cuando ella aun era una joven chuunin y su maestro la persona más sabia del planeta, habían visitado un zoo ambulante que paró en la Villa para los festivales de verano. El Cuarto les había paseado entre las jaulas de los tigres albinos y se había parado frente a uno. "Se puede diferenciar al que ha sido libre alguna vez del que no, ya sea un hombre o una bestia". Jirayia, tan parecido a Naruto en su juventud bulliciosa, no había podido reprimir su curiosidad. "¿Por qué?". Tsunade no había recordado la respuesta de su maestro hasta que había visto a Naruto aquella tarde. "Por que son los que tienen un brillo de locura vacía en sus pupilas. Si te fijas bien, no hay nada detrás de sus ojos, porque el cautiverio ha matado su esencia, convirtiéndoles en hermosas carcasas inanimadas". En ese momento, ella había mirado al viejo tigre a los ojos, y el abismo demencial que atisbó en ellos fue suficiente para que lo borrara de su mente. Al menos, hasta aquella tarde.

 

            Sai tamborileó con los dedos en el protector metálico de sus muslos. Llevaba horas sentado en aquel tejado, mirando hacia la casa en penumbra y preguntándose qué estaría haciendo Naruto. "Nada", respondió una vocecilla insidiosa en su cabeza, "Naruto está tan muerto como tú cuando servías a Donzo, ¿te acuerdas?". Sí, él recordaba aquellos tiempos como en una nebulosa. Ni vivo ni muerto, un espectro carente de humanidad. "Pero él no cambiará, porque no hay nadie que pueda hacerle volver sobre sus pasos y revivir", replicó la vocecilla aun sin que él se hubiera planteado la posibilidad. Sai se agarró la cabeza. Dos años y los que aun restaban por venir. En su fuero interno maldecía a Sasuke, a Tsunade y al Consejo, a la Aldea y al mundo entero.

            La condena les pilló por sorpresa.

            En una reunión inesperada, se juntaron los equipos de Shikamaru, Hinata, Lee y el suyo propio. Los maestros Kakashi, Iruka y Gai también fueron requeridos. Gaara llegó por sorpresa y Jirayia se marchó antes de que Tsunade terminara de hablar. Él ya lo sabía, igual de bien que sabía que no podría hacer nada por evitarlo. La vida de Naruto era lo que estaba en juego, y por muy mal que le supiera, la solución de Tsunade era la única viable por el momento.

            "Se ha corrido la voz de que Sasuke usará a Naruto para atraer a su hermano y asesinarle. El Consejo de Ancianos ha estudiado la situación y han llegado a la conclusión de que si eso sucediera, el Kyuubi podría terminar en manos de Akatsuki. Dado que es el último Bijuu que está libre, han determinado que lo más seguro para la Aldea es que Naruto sea exterminado". Sakura apretó los puños, un gesto que indicaba que estaba a punto de perder la cabeza y destrozarlo todo con su enorme fuerza. "¿Exterminado?", preguntó Lee. Tsunade asintió casi incapaz de sostenerles la mirada. Exterminación, eliminación, ablación de su existencia, eufemismos baratos para expresar la esencia que todos habían captado: el Consejo y la Aldea habían decidido que matar a Naruto era la mejor forma de evitar el problema latente de los Akatsukis. "El demonio está firmemente sellado en su interior. Ahora, ni siquiera Naruto puede acceder a su poder. Eso garantiza que bijuu y jinchuuriki mueran juntos".

            El resto, era historia, lo mismo que el mobiliario del despacho de Tsunade. Ni entre todos pudieron frenar la furia de Sakura, y tampoco es que ninguno hiciera grandes esfuerzos por intentarlo. Entre astillas y papeles, Tsunade les comunicó el próximo encarcelamiento de Naruto. Ella tampoco había intentado controlar a Sakura, pues su corazón gritaba una agonía demasiado parecida a la de la joven.

            - Boo... - susurró Sakura a su espalda -. Estás perdiendo facultades, Sai.

            El chico sonrió y negó débilmente con la cabeza. Lo que estaba perdiendo eran las ganas de seguir adelante, no sus facultades. Al final, todos se habían convertido en víctimas de su fe ciega en Naruto. En algún momento, todos ellos, los asistentes a aquella reunión, se habían tragado el cuento chino de que una sonrisa franca, una voluntad perenne y la creencia firme de que todo se lograba con un poco de empeño, podían cambiar el mundo. Pobres ilusos, pensó Sai con una mueca triste, pobre iluso yo.

            Neji fue el primero en caer. Si Naruto no había podido hacer nada para remediar un destino en el que nunca había creído, cómo podría lograr algo él, que siempre había estado atado al suyo. Después, vino Lee, que en el fondo nunca tuvo la suficiente autoestima como para creer en su fuerza de la juventud por mucho que le gustara pregonarla a los cuatro vientos. Hinata, Chouji y Gaara fueron los siguientes, cayendo en una espiral autodestructiva que acabó con sus carreras. Kakashi e Iruka perdieron la fe en los ninjas y su honor. Y Sakura comprendió que los buenos, no siempre ganaban.

            Él era prácticamente el único que quedaba en activo. Si por activo podía entenderse que formara parte de los escuadrones designados para "proteger", más bien "custodiar" a Naruto; el chico bullicioso y pendenciero que le había enseñado que una sonrisa puede salir del corazón, y que vivir era diferente a existir. Naruto y su sonrisa. Hacía dos años que no la veía. El mismo tiempo que llevaba mirando por su ventana. El mismo tiempo que su vida llevaba parada, a la espera de que él mismo reviviera.

 

            Naruto seguía mirando el cielo negro cuajado de estrellas. Ya no hacía mucho más durante el día y tampoco por la noche. El deslizar de sus pensamientos incoherentes siempre le llevaba hacia el mismo lugar sombrío: el corazón de Sasuke. Un emplazamiento tan negro y vacío como su existencia.

            Le habría gustado tanto verle una última vez...

            Con pasos tambaleantes, por las horas que había pasado en la misma postura, se dirigió hasta la mesita donde solía comer una vez al día el ramen del Ichiraku que le traía Tsunade. Hoy, a diferencia de las demás jornadas, la vieja no le había obligado a comer delante suyo para cerciorarse de que no moría de inanición, y él sabía la razón. El tazón estaba frío y los fideos habían absorbido el líquido formando un coágulo baboso y repugnante. Ella había atendido su última petición, y debajo de aquel grumo pastoso, estaba su liberación.

 

            Tsunade miró la luna menguante a través de la ventana. Consultó su reloj y esperó cinco minutos más antes de recoger las pocas cosas con las que estaba encariñada y meterlas en su bolsa de viaje. Una foto de ella y Naruto en el hospital, después de la pelea con Sasuke en el Valle; el libro de cabecera de su padre titulado "Ninjas de la Hoja" y el colgante que le había regalado a Naruto. El mismo que el chico le devolvió la última vez que le dirigió la palabra y la primera que la llamó por su nombre. "Ya no creo en nada, Tsunade. Y sólo quiero morir viendo la cara de Sasuke, aunque sea en mi imaginación".

            Atrás habían quedado los días de las peleas, los intentos de fuga y el destrozar la casa. Días que ahora se le antojaban felices y distantes. El Pasado, se dijo mientras cerraba la puerta del que había sido su bastión durante varios años. Y el Futuro que se extendía bajo sus pies, sólo hablaba de muerte y destrucción. Porque ellos habían sellado su destino al volverle la espalda al futuro Hokage de la Villa, y en ese destino, las palabras piedad y perdón no tenían ningún significado.

 

            Sai percibió el ruido amortiguado de los fideos al caer sobre el suelo de madera del piso de Naruto. Miró a Sakura y el silencio entre los dos se cargó de significado. Una lechuza ululó a la luna, y tres calles más allá, se escuchó el aullido lastimero de un perro. Los insectos batieron sus alas creando un eco sordo en la noche tranquila de Konoha.

 

I'm so high I can hear Heaven

I'm so high I can hear Heaven

Oh, but Heaven... no, Heaven don't hear me

 

            Naruto dejó caer los fideos al suelo tras revolver entre la masa pegajosa. Con un trapo limpió la redoma que se escondía en el fondo del cuenco. Agitó su contenido y una suerte de burbujas verdosas ascendieron hacia la boca del frasco. Retiró la llama que hacía de tapón y observó el líquido al trasluz. Para cualquier otro, simplemente sería una infusión verde jade con algunas propiedades lumínicas interesantes. Para él, era una promesa incumplida y un amor enterrado a fuerza de pisotones y traiciones. Lo destapó y bebió el contenido de un solo trago.

 

            El capitán de los ANBU cerró el paso a Tsunade. La mujer se limitó a permitir el cacheo y, tras cerciorarse el ninja de que no portaba arma alguna, la dejó meter la llave en la cerradura y entrar en la casa.

            Había sido una condición muy inteligente por parte del Consejo. Si alguno intentaba sacar de allí a Naruto con vida, los miembros del escuadrón le matarían antes de que cualquiera de ellos lograra llegar hasta él. El demonio estaba tan bien sellado en su interior, de forma que Naruto no podría recurrir a su chakra nunca más. Y por último, se habían cerciorado de que no fuera posible introducir ningún arma en la prisión del Jinchuuriki. Naruto moriría en aquella casa, y los Ancianos se habían asegurado bien de ello.

 

            La salita estaba a oscuras. Tsunade caminó con cuidado en la penumbra hasta la cama. Naruto se había tumbado boca arriba, y allí se había quedado, inmóvil como una estatua fúnebre. La mujer se sentó en el borde y retiró un mechón de pelo de su frente.

            Cuan parecido era ahora el chico a su padre. El pelo rubio, largo y desordenado, enmarcando una cara blanquecina y demasiado apagada. Muy parecidos en vida, muy parecidos al final. Dos gotas de agua que habían sido traicionadas por sus propios corazones. Así el hijo, así el padre. Un fin demasiado prematuro para la gran promesa que podía haber sido.

            Se levantó con una lágrima recorriendo su mejilla. La retiró con la palma de la mano y volvió hacia la puerta. La abrió y esperó. El mismo capitán que la había registrado al entrar se personó frente a ella.

            - Tiene que cerrar la puerta, Hokage. - Ladró desde detrás de su máscara. Tsunade meneó la cabeza.

            - Ya no es necesario. - Replicó con la voz ahogada -. Naruto ha muerto.

 

            Varios ANBU siguieron a su capitán hasta el interior de la casa. Tomaron posiciones frente a un posible ataque sorpresa y uno de ellos, probablemente el médico, se apresuró a reconocer el cuerpo del joven. Tras cinco tensos minutos en los que nadie sabía a ciencia cierta lo que sucedía, el ANBU se levantó y se dirigió a su capitán.

            - Es cierto, está muerto.

 

            Las dos horas que siguieron a la confirmación de la muerte del jinchuuriki, fueron horas de caos. Los rumores se extendieron por la Aldea como la pólvora. Unos opinaban que había muerto asesinado, otros decían que se había suicidado; la mayoría coincidieron en la que quedaría como versión final de los hechos. "Naruto, el niño que llevaba al poderoso Kyuubi en su interior, había muerto de pena al no poder devolver a Sasuke a la Villa".

 

            Al amanecer Tsunade se reunió con el Consejo. "Muerto el perro, muerta la rabia", concluyeron los Ancianos.

            - Aun no he acabado, - tronó la voz de la Hokage al ver que se levantaban y se disponían a abandonar la sala -. Hoy mismo y ante los presentes, entrego mi dimisión como Quinta Hokage de la Villa Oculta de la Hoja.

            Las exclamaciones de protesta no se hicieron esperar. Entre algunos improperios exaltados, el rumor sotto voce de la mayoría cubrió el silencio de Tsunade.

            - ¿Estás segura de que ese es tu deseo? - preguntó el Jefe del Consejo -. No quisiéramos que por un triste hecho aislado, equivocaras tu camino dejando un puesto que, en su momento, aceptaste cumplir mientras pudieras.

            Tsunade sonrió de forma macabra. El hecho aislado era que acababa de terminar con la vida de la única persona por la que había aceptado dicho puesto. Así que, por su parte, el Consejo, la Aldea y la puta que los parió a todos, se podían ir a la mierda.

            Fuera del edificio, comenzó a formarse una tormenta que tardaría muchos días en despejarse. La lluvia fría cayó, con timidez en un principio, para convertirse de pronto en un torrente furioso que inundaría calles y campos.

            - El caso es, señores míos - dijo con voz grave y pausada -, que no tengo la intención de continuar liderando una Villa que mata a sus Hokages antes de que estos puedan demostrar su valía.

            - ¿Insinúas que el Jinchuuriki podía haber llegado a ser Kage de esta Aldea? - preguntó escandalizado el anciano sentado a la derecha del líder del Consejo. Tsunade emitió una carcajada burlona.

            - No señor. Lo digo claramente. - Se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la puerta ignorando el murmullo de revuelo ante su irrespetuosa partida. Antes de cerrar la puerta a aquella manada de alimañas, se volvió con una mueca amenazadora -. Naruto se hubiera convertido en el mejor Hokage que esta Villa podría haber tenido. Vosotros, que os decís llamar ninjas, sólo sois un puñado de cobardes sin escrúpulos ni conciencia. Sois asesinos. Sois escoria. Y todo el mundo sabe que a los cerdos, - sonrió de lado fijando la mirada en el Jefe del Consejo -, siempre les llega su San Martín. Por cierto, - concluyó -, me llevo su cuerpo conmigo, y por vuestro bien, espero que no intentéis impedírmelo.

            Cerró de un portazo y dejó el edificio saliendo por la puerta principal, con la cabeza bien alta a pesar del escrutinio descarado al que la sometían los Aldeanos. Más rumores corrieron por las calles de Konoha. Un clima de temor sumió las calles, antes llenas de actividad, en una quietud inquietante. Primero el niño-demonio, y ahora la marcha de la Hokage. Una sombra ominosa se cernía sobre la Villa a medida que Tsunade se alejaba de ella junto con Shizune y el cuerpo inerte de Naruto.

 

And they say that a hero could save us
I'm not gonna stand here and wait
I'll hold onto the wings of the eagles
Watch as we all fly away

 

            Llevaban medio día de camino. Iban a paso lento, al ritmo del caballo que transportaba el cadáver. Tampoco tenían ninguna prisa, puesto que nadie les esperaba allí donde iban; y si lo hacía, no se marcharía hasta que ellas hubieran llegado, o eso esperaba Tsunade.

            Cuando el sol llegó a su cenit, pararon para comer a la sombra de una de las secuoyas por las que quizás alguna vez, Naruto había subido en sus entrenamientos con Sasuke. La lluvia se había quedado atrás, en la Aldea que ambas habían maldecido mientras la dejaban a sus espaldas.

            Shizune comenzó a llorar de nuevo. Desde que Tsunade le comunicara el fallecimiento de Naruto y las circunstancias que lo rodeaban, no había hecho otra cosa. Cuando se quedaba sin lágrimas, hipaba de forma descontrolada.

            - Pronto despertará de su letargo..., ya te lo he explicado - Shizune negó con la cabeza entre sollozos angustiados.

            - Pero ¿y si no lo hace? - farfulló retorciendo la tela de su traje -. Y si el demonio no puede curarle.

            Tsunade suspiró masajeándose el puente de la nariz con fuerza. Esa era la pregunta que menos quería responder, porque sólo pensar en ello, hacía que sintiera deseos de volver a la Aldea y destrozar con sus manos a todos aquellos pusilánimes que habían convertido la vida de su niño en un infierno.

            - Si no lo hace, al menos habré cumplido su voluntad. - Ver a Sasuke, pensó para sí. Aun en medio de la nada, Sasuke seguía siendo la piedra angular en la existencia de Naruto. Y eso la llevaba directamente al camino que había emprendido ahora. Naruto estaba locamente enamorado de Sasuke, ¿de qué otra forma se podía amar si no era locamente?, se preguntó mientras miraba al caballo que pastaba ajeno a las esperanzas que llevaba sobre su grupa.

            - Alguien se acerca.

            Al tiempo que le llegó la voz de Shizune, percibió el sonido de unas sandalias de ninja sobre la hierba húmeda. Ambas mujeres se pusieron en pie, con las armas preparadas. Tsunade no creía que el consejo fuera tan estúpido como para mandar a alguien a detenerlas, pero tampoco los había creído tan crueles como para condenar a un joven que lo había dado todo por la Aldea.

            Las ramas bajas de árbol se mecieron con la brisa, y el sonido de pasos se oyó más cerca, seguido del susurro de una voz que se le hacía inconfundible.

            - ¡Kakashi! - gritó con el shuriken de puntas envenenadas dispuesto para ser arrojado a la menor señal de peligro.

            El ninja saltó desde una rama a unos cinco metros de donde ellas estaban para aterrizar sigilosamente cerca de las mujeres. Se llevó una mano al pecho y saludó con una reverencia formal. Shizune relajó su postura, pero Tsunade aun no se fiaba. Escondidos en el árbol del que acababa de apearse Kakashi, aun podía percibir a varios shinobis más. Le miró con desconfianza e hizo un gesto hacia las ramas. Kakashi lo entendió y sonrió detrás de su máscara. Más que una sonrisa, el gesto era una mueca de dolor.

            - Salid, que os han pillado, - dijo dirigiéndose a sus acompañantes.

            De entre las sombras, empezaron a desfilar los ninjas que habían constituido la familia de Naruto. El primero fue Iruka, que se acercó al caballo y tocó, con una mezcla de miedo y tristeza, los cabellos rubios del que había sido su alumno más querido. Tras él aparecieron Shino, Lee, Kiba, Neji, Hinata y TenTen. Todos permanecieron tras Kakashi, esperando que la antigua Hokage les diera la bienvenida, o al menos, bajara el arma que aun empuñaba con fuerza.

            - Hay más - masculló Tsunade apretando los dedos entorno al shuriken.

            Kakashi bufó, quizás por la perspicacia de la vieja, quizás por la lentitud de sus acompañantes. Chouji, Shikamaru, Ino y Sakura salieron de las sombras. Tsunade ahogó una exclamación de sorpresa cuando, tras ellos, distinguió las figuras cabizbajas de Gaara de la Arena y Sai.

            - ¿Qué queréis? - preguntó sin poder evitar un deje amenazante en su voz. Si venían a llevarles de vuelta, se encontrarían con la desagradable sorpresa de que, pese a su inferioridad numérica, Tsunade volcaría todo el odio hacia la Aldea (que quemaba sus entrañas) en ellos.

            Gaara se adelantó al grupo e hincó una rodilla en el suelo, a sus pies, con la mirada aun gacha.

            - Sai cree que le llevas el cuerpo a Sasuke. - Hizo una pausa, y al ver que la vieja no replicaba nada, prosiguió -. Queremos ser vuestra escolta, pues existe la posibilidad, aunque remota, de que los Ancianos no quieran dejaros terminar vuestro viaje. - Tsunade enarcó una ceja, ligeramente confundida por la actitud sumisa del Kazekage. Si había algo que Gaara no había sido ni sería jamás, era sumiso. Sus recelos no le pasaron desapercibidos al Kage, que se irguió para concluir con un tono ligeramente exasperado -, somos el cortejo fúnebre de nuestro amigo; así que deja de mirarme con esa cara y danos la bienvenida de una puta vez.

            Sí, ese era más parecido al Gaara que ella conocía. Directo y sucinto. La esencia de la agresividad verbal. Con movimientos deliberadamente lentos guardó el shuriken en su funda con los demás, y se sentó, mentalmente agotada, contra el tronco de la secuoya. Los demás la imitaron a distintas velocidades. Un grupo variopinto de shinobis con un único lazo en común: el cariño hacia el rubio revoltoso que había cambiado sus vidas.

 

Someone told me
Love would all save us

But, how can that be
Look what love gave us

 

            Viajaron juntos, apoyándose unos en otros cuando el dolor se volvía casi insoportable. Shizune miraba a Tsunade con intriga. ¿Por qué no les había contado todo? ¿Por qué seguía obstinada en no decir toda la verdad?

 

            La segunda noche acamparon a orilla de un río. El cuerpo de Naruto seguía frío e inerte, pero el color aun no había desaparecido de sus mejillas. Shino lo bajó del caballo ayudado por Neji y lo tendieron en una de las esteras que habían colocado cerca del fuego. Los demás miraban la escena, algunos como Sakura, Hinata y Shizune, dejaron escapar lágrimas de tristeza; otros, como Kiba, Chouji y Lee, se negaban a creer que Naruto, el más escandaloso de la Villa, estuviera realmente muerto; y Kakashi, Shino, Neji y Shikamaru, observaban con expresión analítica el estado del cadáver.

            - Parece que estuviera hibernando en lugar de muerto -, aventuró Shikamaru obviando la mirada furibunda de Sakura. Era prácticamente imposible conservar tan bien un cadáver sin las máquinas adecuadas, de eso estaba seguro, así que la única explicación que le quedaba era, contra toda lógica, que Naruto no estuviera del todo muerto, cosa absurda después de que un médico de los ANBU, perfectamente cualificado, hubiera dado fe del fallecimiento. A no ser... a no ser que todo fuera un montaje, claro. Algo del todo imposible.

            - Tsunade... - dijo Shizune en tono suplicante. Y a pesar de las negativas que recibió, continuó intentando, concienzudamente, hacer entrar en razón a la mujer, hasta que la vieja claudicó.

            - Está bien, no está muerto..., al menos no del todo. - Dijo por fin. Apaciguó a los que iban a exigir una explicación con un gesto de la mano. - ¿Alguno ha leído "Romeo y Julieta"? - Kiba farfulló algo, pero enmudeció en cuanto sus compañeros lo miraron. Se hizo el silencio en el grupo, y Tsunade no pudo evitar reírse ante la evidente ignorancia de jóvenes y mayores. Iba a continuar su explicación, cuando una voz grave y varonil la cortó.

            - El sacerdote..., - dijo Gaara. Todos le miraron con sorpresa. A la mayoría les sonaba la obra como un clásico de las tragedias románticas, pero ninguno conocía la historia en sí. Gaara se hubiera sonrojado si eso no fuera en contra de su naturaleza, pero sí acertó a emitir una especie de bufido indignado -. El sacerdote que casa a la pareja de amantes le da un veneno a ella para fingir su muerte y evitar que la obliguen a contraer matrimonio con Paris... ¿es qué no leéis o qué? - preguntó irritado. La mayoría se encogió de hombros, y Kakashi sacó su ejemplar del icha Icha Yaoi, que llevaba en uno de los bolsillos del chaleco, con cara inocente. - ¡Humpfff! Romeo y Julieta son hijos de los mayores enemigos de Verona. Pero se conocen en un baile y se enamoran. El cura los casa en secreto. Romeo mata al primo de Julieta y se ve obligado a huir de la ciudad. Mientras, el padre de Julieta pretende juntarla con Paris, un noble por el que ella, evidentemente, no siente ningún tipo de afecto. Para evitarlo, el sacerdote le da un veneno que la hará parecer muerta para todo el mundo. Pasadas unas horas, Julieta revivirá para poder largarse con Romeo. - Gaara cerró la boca con cara de hastío. Nunca pensó que él tendría que contar algo como eso y dejar al descubierto uno de sus mayores secretos: que gracias a Naruto, había empezado a creer en el tatuaje que le ocupaba media frente. La mayoría lo miraba con la boca abierta, y sólo uno se armó del valor suficiente como para preguntar lo que todos estaban deseando saber.

            - Pero Gaara, entonces tú...

            - Ni se te ocurra siquiera pensarlo - atajó el pelirrojo haciendo el gesto universal de "o te romperé los huevos con un funeral del desierto en miniatura". Lee se calló abruptamente y los demás disimularon como pudieron.

            - Ejem, - interrumpió Shikamaru -, creo que nos hemos desviado un poquito de la cuestión.

            Tsunade recuperó la atención del grupo y prosiguió.

            - Lo que tomó Naruto, - Sai recordó el sonido del ramen al caer al suelo en la casa del rubio -, es algo parecido. Sólo que quizás le mate, no puedo saberlo, porque al contrario que el brebaje de la historia, este sí era un veneno real. Si Kyuubi no logra deshacer el sello que separa sus chakras, Naruto morirá en un plazo aproximado de cinco días.

            El ambiente entre ellos se tensó de una forma espeluznante. Por un momento, durante el tiempo que había hablado Gaara, una débil llama de esperanza había calentado sus corazones. Pero con las últimas palabras de Tsunade, ese pequeño resplandor, había desaparecido ahogado en la más pura desesperanza. Tardaron un rato en sobreponerse, las cosas no eran tan bonitas como las había pintado la historia del pelirrojo. Kiba tartamudeó un poco antes de atreverse a preguntar.

            - ¿Cuál es el final? - Todos le miraron sin terminar de entender a qué se refería -. De la historia, ¿cómo acaba?

            Gaara hubiera deseado que nadie hiciera esa pregunta. No creía en supersticiones ni nada de eso, pero lo cierto es que había algo de morbosa similitud entre el amor de Romeo y Julieta, y las vidas de Naruto y Sasuke. Se tomó un tiempo para responder, deseando fervientemente que alguien decidiera cambiar de tema, pero no fue así, por lo que habló sin mirar a nadie en concreto; no creía poder soportar las caras que pondrían todos.

            - El sacerdote manda una carta para explicarle lo sucedido a Romeo, pero este no la recibe. Su amigo le cuenta los rumores que corren en Verona: que Julieta ha muerto. Y él se presenta en el velatorio al anochecer, cuando cree ya no queda nadie, pero Paris le sorprende y pelean, matando a Paris. Por el camino, Romeo ha comprado un veneno muy potente y al ver el supuesto cadáver de su amada, se lo toma y muere. Entonces, - Gaara pudo sentir como algunos contenían la respiración -, Julieta despierta encontrándose a Romeo muerto a su lado, coge la daga que este lleva en el cinturón, y se suicida.

            El silencio volvió a embargarlos. Era un final horriblemente dramático y totalmente inesperado.

            - ¡Eso no pasará! - exclamó ceñudo Lee.

            - Así es la historia - replicó Gaara con acritud.

            - ¡Pero Naruto no morirá! - Lee negó convencido de que eso no le podía pasar a su amigo. - ¡No puede morir!

            Sakura le miró con infinita pena y se sentó a su lado para frotarle los brazos. El cuerpo de Lee temblaba espasmódicamente, reflejando la lucha interna entre las voces de la razón y el corazón.

            - Lee, - susurró con voz suave -, él es humano, y algún día morirá.

            - ¡Pero no ahora! ¡No tan pronto! - Lee sollozó con amargura. Nadie dijo nada; pero todos, de una forma u otra, estaban pasando por lo mismo que él. - ¡Me niego a darme por vencido!

            - No hace falta que lo hagas. - Le calmó Sakura -. Aun hay esperanza...

            - "La esperanza es el peor de los males," - citó Sai con ánimo sombrío -, "pues prolonga el tormento de los hombres".

            Sakura le clavó una mirada envenenada. Pero debía reconocer que no le faltaba razón: cuanta más esperanza tuvieran, más dura sería la caída si las cosas salían mal.

            - ¿Entonces, - preguntó Gaara para evitar la inminente e innecesaria pelea -, no es verdad que le llevas el cuerpo a Sasuke?

            Tsunade negó con la cabeza.

            - Sí es verdad. - La sorpresa volvió a recorrer al grupo -. Naruto me pidió algo, y yo debo cumplir mis promesas.

            - Quería verle antes de morir, ¿verdad? - aventuró Sai -, es eso ¿no?

            Tsunade asintió con la cabeza. Aquello comenzaba a ser agotador y una experiencia por la que no habría querido tener que pasar nunca.

            - ¡Pero es su culpa! - exclamó Neji sorprendiendo a todos con la fuerza que imprimió a su voz - ¡fue Sasuke el que le traicionó! ¡Fue él el que pensaba utilizarle como cebo para atrapar a su hermano! ¡No puedes considerar la posibilidad de permitirle seguir con sus planes!

            Neji balbuceó un par de frases más, totalmente indignado por la idea de Tsunade, pero esta se limitó a encogerse de hombros y repetir lo que ya había dicho: "ella siempre cumplía lo que le prometía a Naruto, y no había más que hablar al respecto".

            - Entonces, Neji - dijo Gaara con tono serio, como si estuviera considerando la posibilidad de que alguno de ellos abandonara la "misión" que se habían autoimpuesto -, ¿vas a dejar a Naruto?

            Neji le devolvió la mirada con sus pupilas dilatadas por la furia y la desazón.

            - ¡Por supuesto que no! - gruñó -. Pero si ese malnacido intenta aprovecharse de Naruto, le despedazaré con mis propias manos.

            - Si llega el caso, - canturreó Gaara con un tono peligrosamente desquiciado, muy parecido al que usaba antes de conocer a Naruto -, tendrás que descuartizarle antes de que yo le despelleje vivo.

            El ambiente se espesó, para terminar con un amistoso y macabro intercambio de todas las torturas a las que someterían a Sasuke si este intentaba volver a dañar a Naruto.

 

A world full of killing
And blood spilling
That world never came

 

            - Este es el camino hacia lo que quede de la Villa del Sonido...

            - Sí, así es Shino.

            - No era una pregunta, sólo constataba un hecho.

            Tsunade le miró con un enfado un tanto cansado. Llevaban cuatro días de marcha, y se les acababa el tiempo. A la noche siguiente, Naruto despertaría y pondría punto final al viaje, ya fuera sobreviviendo o muriendo. Cuanto más lentas quería Tsunade que pasaran las horas, más veloz viajaba el sol hacia poniente. Pronto tendrían que parar para pasar la noche, y aun quedaba bastante trecho hasta el Sonido. Se mordió la uña del dedo meñique y se frotó el diamante de su frente con preocupación. A decir verdad, lo que más temía era que Sasuke no la estuviera esperando.

            Por alguna descabellada razón, desde que inició aquella aventura desesperada, tuvo la seguridad de que Sasuke sabría todo lo que había pasado y les estaría esperando en la Villa. Pero cuanto más se acercaban a su destino, más flaqueaban sus ánimos y la inseguridad asestaba furtivas dentelladas a su convicción de que todo saldría bien. ¿Qué haría si Sasuke no estaba allí? Y otra pregunta que cada vez la asediaba con mayor frecuencia y le resultaba más descorazonadora si cabe: ¿qué sucedería si Sasuke estaba allí?

            En el amor que Naruto le profesaba al Uchiha confiaba plenamente, pero... Sasuke nunca había dado muestras de amar de la misma manera a Naruto. Cierto que los unían lazos muy especiales, pero ¿y si esos lazos eran simplemente los restos de una amistad infantil? La sola idea podría matarla si llegaba a permitirse el lujo de pensar en ello con detenimiento. Podía lidiar con muchas cosas, incluso con la muerte de su niño..., pero lo que no podría soportar de ninguna manera, es que Naruto muriera con el corazón destrozado, porque en eso no se engañaba: si Sasuke no era su Romeo, Naruto se moriría de pena aun si el veneno no le mataba.

            - Hokage... - la llamó Iruka intentando sacarla de sus diatribas -, Hokage-sama...

            - Ya no soy Hokage, Iruka, - respondió con voz seca -, he renegado de la Villa de la Hoja y sus habitantes. Si Naruto muere, volveré para destruirla. De hecho, aun si Naruto sobrevive, no descarto la posibilidad de arrasarla igualmente.

            - Entonces, Tsunade-sama, - insistió el hombre -, déjame que te diga algo. Naruto vivirá para ver a Sasuke, estoy seguro. Y de lo que también estoy completamente seguro, es que Sasuke ama a Naruto más de lo que quiere reconocer. - Tsunade cabeceó con una mueca circunspecta, ella no tenía tanta seguridad ni de lejos. Iruka sonrió y se encogió de hombros -. Da igual que no me creáis..., yo lo sé. - Y aceleró el paso para ponerse al lado de Kakashi.

            Tsunade los vio caminar unos pasos por delante. Formaban una pareja extraña. Kakashi siempre había visto a Iruka como a un pobre hombrecillo cuyo único talento residía en ser capaz de soportar, año tras año, interminables horas de clase con jovencitos tan molestos como Naruto. Y, a pesar de ello, le había incluido en la misión sin dudarlo; de hecho, parecían estar desarrollando algún tipo de extraña amistad. La traición a la Villa por parte de Iruka no le resultaba del todo rara; pero que el mismo Kakashi lo hiciera, chocaba contra la idea (obviamente cuadriculada e inflexible) que se había hecho del shinobi. Kakashi estaba dejando atrás todos los ideales de rectitud moral que le habían inculcado tanto su padre como sus maestros. Traicionaban a su Aldea sin pestañear ni dudar a pesar de que, a partir de entonces, no podrían volver a su hogar y serían considerados unos proscritos sin honor por el resto de su vida. Los demás eran demasiado jóvenes e inexpertos como para entender las implicaciones que conllevaban una rebelión de aquella magnitud, pero los adultos conocían las consecuencias de cada paso que daban, y aun así, ninguno había dado media vuelta.

            La idea la tomó por sorpresa: es por él, se dijo, ellos, yo, todos, seguimos a Naruto con la misma fe con que seguiríamos, seguimos, a nuestro líder. Ahora lo entendía un poco mejor. La fuerza de Naruto no residía en su chakra demoníaco, ni en sus habilidades, ni siquiera en su bullicioso sentido de la amistad y la entrega. Ni mucho menos. Naruto era un imán, un líder nato, capaz de unir bajo su sombra a un grupo tan dispar e irreconciliable como ellos. Porque sin Naruto, y esta era la mayor verdad que jamás podría concebir, ninguno de ellos se hubiera convertido en lo que hoy eran. Ella seguiría apostando y emborrachándose para olvidar sus errores, que eran muchos. Gaara no tendría un corazón ni se hubiera convertido en una guía para los jóvenes de su Aldea. Neji y Hinata continuarían separados por un muro infranqueable de discriminación y rencor. Y los demás..., quizás Iruka no sabría lo que es tener una familia; y Sakura sería una niñata; y Kakashi, él no habría encontrado una razón para volver a creer en la amistad. Todos le debían algo a Naruto, y formar aquel cortejo de traidores, era un pequeño pago a lo que él les había dado.

            - ¡Gai! - gritó Iruka de pronto.

            Tsunade sacó varios shurikens, pero no lanzó ninguno por miedo a herir a los shinobis que marchaban por delante de ella.

            - Hay que darse prisa, - sentenció Gai cortando de raíz cualquier intento de saludo por parte de los ninjas -. Sasuke empieza a perder la paciencia y no tardará en marcharse.

            Kakashi asintió con expresión grave. Tenían que forzar la marcha; ahora que Maito había dejado la vigilancia no había forma de parar a su díscolo discípulo si éste decidía abandonar la zona.

            - Tsunade, a partir de ya, no haremos altos en el camino - ordenó autoritario -, si Sasuke se larga no podremos dar con él. Alguien tendrá que montar al caballo mientras los demás corremos. No nos queda mucho tiempo.

            Shizune se subió al caballo con un ágil salto y espoleó sus flancos con decisión. Los demás,  echaron a correr a su lado. Los más rápidos, como Neji y Lee, se adelantaron junto a Gai para intentar detener a Sasuke aun a costa de sus vidas.

            Habían iniciado una carrera contra el tiempo que inexorablemente discurría en su contra. Su meta, llegar antes de que el otro se fuera. El tiempo, su mayor enemigo. De su parte, tan sólo la voluntad.

            - Lo conseguiremos - resolló Chouji tomando una de sus píldoras reconstituyentes -. Me juego mis patatas a que lo conseguiremos.

            Shikamaru asintió mientras saltaba unos arbustos que se interponían en su camino. Por su puesto que lo lograrían.

 

And they say
That a hero could save us
I'm not gonna stand here and wait
I'll hold onto the wings of the eagles
Watch as we all fly away

 

            Neji fue el primero en llegar; Gai y Lee lo hicieron unos segundos más tarde. Frente a ellos un Sasuke muy cambiado, respecto al que ellos recordaban, les esperaba katana en mano. Lee sonrió. Maito enarcó una ceja. Y Neji activó el Byakugan.

            - ¡Estáis en un lugar peligroso para vuestra salud, caballeros, - la voz de Sasuke tronó por todo el claro, haciendo que un grupo de cuervos saliera en desbandada -, por vuestro bien, os conmino a salir de mis dominios!

            Maito carraspeó para hacerse oír entre el barullo de graznidos que proferían las aves.

            - No hemos dado este pequeño paseo para retirarnos ahora, jovencito.

            Sasuke sonrió ladino. De Gai habría esperado más elocuencia, pero fue Neji el que le sorprendió con su voz de barítono.

            - Uchiha Sasuke. - Neji deshizo su técnica y caminó unos pasos hacia él con las palmas de las manos vueltas hacia el cielo -. Traemos lo que estás esperando. No tenemos intención de volver atrás ni de enfrentarnos contigo.

            Sasuke hizo una mueca burlona con la boca al tiempo que escondía sus ojos entre los largos mechones de su flequillo. ¿Qué sabían ellos de lo que él esperaba? Una voz desconocida, algo distinta a la suya, que bien podría haber sido su conciencia, le dijo que lo que esperaba era a Naruto, y que ya que había esperado tanto, no le haría daño esperar un poco más.

            - ¡Yo no espero a nadie! ¡Este es mi hogar y vosotros no sois bienvenidos en él!

            Neji se volvió a adelantar a los otros, llevando la voz cantante en la conversación. Lee miró a su maestro y, sin palabras, le transmitió la confianza que tenía en que Neji retuviera a Sasuke el tiempo suficiente para que llegaran los demás.

            - No he dicho que fuera una persona, Sasuke. - Neji sonrió para sus adentros, si lograba confundirle lo suficiente, habría ganado -. Pero estás en lo cierto. Naruto viene hacia aquí.

            La cara de Sasuke se trocó en desprecio ante el nombre que escuchaba. Gai apretó los puños pensando que Neji la había cagado, quizás no había sido la mejor política a seguir, pero ya era tarde para enmendarlo. Cuando iba a lanzarse a un combate contra el Uchiha, el brazo de Lee lo retuvo. Miró a su alumno, que le pedía con una mirada suplicante que le diera otra oportunidad a Neji. A regañadientes, Maito aceptó, quedándose a su lado, algo más cerca de los chicos.

            - No tengo nada que hablar con Naruto. Él ya sabe lo que pienso acerca de sus estúpidos lazos.

            Neji cerró los ojos, apenas un parpadeo, y entonces lo vio claro.

            - No sabes lo que ha sucedido en la Aldea, ¿verdad?

            - No me interesan vuestros cotilleos de patio de colegio.

            - Naruto ha muerto.

            El mundo de Sasuke se tambaleó. ¡Mientes!, gritó sin palabras, ¡eres un puto mentiroso! Neji negó, la expresión de Sasuke le había delatado.

            - No miento, - era arriesgado jugar la baza de "Romeo y Julieta", pero en esos momentos era la única ventaja de la que disponía. Algo había impulsado a Sasuke a merodear por aquella zona los últimos días. Y él recordó la conversación fortuita que había sostenido con Gaara dos noches atrás. Habían teorizado sobre las posibles alternativas de Romeo (es decir, Sasuke), y al final, acabaron por llegar a una conclusión indefectible: si Sasuke quería de verdad a Naruto, sólo lograrían que le viera si le hacían creer que estaba irremediablemente muerto; si el Uchiha descubría el engaño, nunca lograrían su objetivo. Y resultaba que Neji era el mejor para jugar esa baza porque, en lo más profundo de su corazón, seguía creyendo en el destino; y Naruto era del tipo predestinado a la tragedia: un corazón noble que no podría soportar su carga durante demasiado tiempo, triste pero inevitable. - Tsunade lo trae hacia aquí en estos momentos..., ya no pueden tardar mucho.

            Sasuke miró a su alrededor. Los ojos bailaban en sus órbitas con una cadencia demencial. Naruto no podía estar muerto, era imposible; por fuerza Neji tenía que estar mintiendo.

            - Es verdad - terció Lee -, si quieres podemos contarte lo sucedido.

            Sasuke dudó. Entrecerró los ojos intentando descubrir el punto que fallaba; porque sus lazos no se habían roto y él sentiría el momento justo en que Naruto exhalara su último aliento. Maito asintió con vehemencia.

            - ¡Escúchales, Sasuke! - gritó - ¡Si no te convencen, puedes matarnos a los tres!

            ¿Maito Gai aceptando una derrota? Quizás debería darles la oportunidad. Quizás sus lazos no eran tan fuertes como él creía. Quizás Naruto los había cortado por él. Tantas incertidumbres y, por encima de todo, el peso de la curiosidad, inclinaron la balanza a favor de la paciencia. Enfundó a Kusanagi en su espalda, y cruzó los brazos sobre el pecho.

            - Una sola oportunidad, Lee - siseó -, aprovéchala bien.

            Lee se acercó a Neji, dejando a Gai rezagado.

            - El Consejo de Ancianos quería asesinar a Naruto porque creían que el Kyuubi representaba un peligro para la Aldea. Tsunade logró que se conformaran con recluirle en su casa durante lo que le quedara de vida. Separaron su chakra y el del demonio, y ha pasado dos años sin salir de allí. Le imploró a Tsunade, quería morir; pero los ANBU no permitían que ningún arma fuera introducida en la casa. Ni siquiera Sai, que formaba parte del escuadrón de vigilancia, podía acercarse a menos de quinientos metros. La Hokage le dio un veneno camuflado en un cuenco de ramen, y Naruto lo tomó todo. Su última voluntad fue verte. Así que todos lo hemos traído hasta aquí para cumplirla; aunque ya no importará nuestro sacrificio si tú te marchas ahora.

            Sasuke esperó un poco. Al ver que ninguno añadía nada al relato, dio por sentado que no había mucho más que decir. Se subió al árbol más cercano y miró en la dirección por la que, supuestamente, venían los otros cargando el cuerpo de Naruto.

            Maldita la Aldea, maldito el Consejo y malditos todos los que permitieron que aquello pasase. Entre el follaje distinguió el brillo metálico de los protectores que llevaban los ninjas. Y un segundo después, la polvareda que levantaba el galope de un caballo. Comenzaba a oscurecer y se le hacía difícil ver algo más, a pesar de todo, siguió escudriñando el horizonte mientras Neji, Gai y Lee aguardaban con los dedos cruzados.

            Los minutos se les hicieron horas mientras el sol seguía su camino hacia el ocaso.

 

            Kakashi entró por un lado del claro seguido de Iruka. El resto fueron llegando en grupo de dos o tres. Los últimos en atravesar el claro hasta donde esperaba Sasuke fueron Tsunade, Shizune y el caballo que transportaba el cuerpo aun muerto de Naruto.

            Con un ligero temblor en las manos, Sasuke descendió del árbol con parsimonia. Sus pasos eran lentos y cautelosos, como si no se acabara de fiar de ellos, pero lo cierto es que estaba preparándose mentalmente para la visión del cadáver de Naruto. La prueba irrefutable de que sus lazos estaban tan muertos como sus sueños. Porque Sasuke soñaba. Todas las noches. Y el sueño que lo asaltaba cada vez con más frecuencia, era el que le mostraba la pelea del Valle del Fin. Aquella en la que casi le mató. Aquella que se saldó con su corazón convertido en un témpano de hielo y su voluntad casi sometida a Orochimaru. Casi, porque lo último que hizo aquel día, fue despedirse de él con un beso. Sólo un roce de sus labios contra la frente pálida de naruto, pero un gesto que había estrangulado cada una de las fibras de su alma, haciendo que no fuera capaz de olvidarlo jamás. No, sus lazos nunca se habían roto; al contrario, amarle en la distancia, recordarle y soñar con él, no había hecho más que reforzarlos hasta el punto de la invulnerabilidad.

            Se acercó al caballo que piafó descontento por no obtener el premio deseado a sus esfuerzos en aquella última carrera contrarreloj. Shizune había desmontado y se mantenía a un lado del corcel sujetando con fuerza las riendas. En la grupa, el cuerpo de Naruto. Sasuke levantó su cara para mirar sus ojos. La piel estaba fría aunque aun conservaba algo de color; los labios no dejaban escapar aire, y su pecho no se movía. Un peso opresivo y agobiante le hizo resollar. Aun esperaba que abriera los ojos y le gritara algo como: "¡Temeeee, te he engañado!". Retiró el arnés que le sujetaba y cargó a su amigo hasta una zona en la que la hierba aun estaba caliente por el sol. Se mordía compulsivamente el labio inferior, que no tardaría mucho en agrietarse y comenzar a sangrar.

            Tsunade se acercó con cautela, esperando la gélida mirada de Sasuke que le dijera sin palabras: "te mataré si te acercas". Pero el Uchiha sólo tenía ojos para Naruto.

            Con la punta de los dedos le apartó algunos mechones de la frente. Estaba muy largo, y sus rasgos habían perdido parte de la redondez infantil que le caracterizaba. Se preguntó si seguiría inflando los mofletes cuando algo le molestaba profundamente. Más de una vez, había sentido la tentación de apretarle los carrillos con los dedos índice cuando los tenía llenos de aire, pero era Sasuke, y él no hacía esas niñerías.

            - ¿Se lo habéis contado? - preguntó Tsunade en un susurro respetuoso. Neji asintió, y Lee le explicó que le habían dejado los detalles a ella. - Sasuke...

            El chico la miró sin dejar de acariciar las mejillas de Naruto. ¿Aun quedaban cosas por decir? La verdad es que no le interesaban lo más mínimo. Tenía entre sus brazos lo que había estado esperando, con la salvedad de que él lo esperaba vivo, y lo que le traían estaba irremediablemente muerto.

            - No está muerto del todo..., es decir - Sasuke les dirigió una mirada furibunda, pero a decir verdad, a estas alturas se la traía bien floja a todos ellos. Habían cumplido su misión y con eso bastaba -, no definitivamente. El veneno que le di puede ser contrarrestado por su bijuu, pero para eso, Kyuubi tiene que ser capaz de romper el sello que les separa. Si no despierta para cuando se haya terminado de poner el sol, no lo hará jamás. Y aun en el caso de que despierte, cabe la posibilidad de que muerta de todas formas, porque el veneno estará muy extendido, y no hay manera de extraerlo o neutralizarlo. Lo siento.

            Sasuke se puso en pie arrastrando el cuerpo de Naruto con él. Lo sostenía del torso y las corvas, acercándolo a su pecho todo cuanto podía.

            - ¿¡Intentas decirme que lo más probable es que muera!?  - graznó en un resuello - ¿¡Qué no me haga falsas esperanzas porque vosotros permitisteis que le encerraran como a un animal!?

            Todo el cuerpo de Sasuke convulsionaba de ira. Sus ojos refulgían con los últimos rayos del sol, y el grupo presenció la explosión de sus sentimientos reprimidos con estoica paciencia.

            - ¡Tú eres el culpable de esto! - gritó Sakura fuera de sí. Se había jurado que no intervendría; olvidar las rivalidades, los caprichos y el pasado; pero aquello había llegado demasiado lejos. - ¡Fue por tus ansias de venganza! ¡Fue por ti! ¡Sólo por ti, maldito egoísta egocéntrico!

            - Yo no fui el que le dio un veneno, - escupió con rabia Sasuke -, yo no fui el que permitió que el Consejo hiciera su voluntad... ¡si yo hubiera estado allí, ten por seguro que todos hubieran muerto, la aldea entera si era necesario, con tal de que no le pusieran la mano encima!

            Hinata se acercó frotando las yemas de sus dedos en un gesto atávico de nerviosismo.

            - Pero tú no estabas allí, Sasuke. - Su voz suave le llegó como un reproche. Tenía razón. Él era el principal culpable. Por no haber estado allí para protegerle. Por abandonarle a su suerte para perseguir una venganza que ahora no tenía sentido. En el fondo, cada error de su vida había sido culpa suya. Pero ninguno le había dolido tanto como este le desgarraba ahora.

 

            El último rayo de sol inundó el prado con un destello brillante y fugaz. El astro rey se había ocultado definitivamente, y Naruto...

 

Now that the world isn't ending
It's love that I'm sending to you

 

            Naruto respiró ruidosamente. La garganta le quemaba con cada inhalación, y descubrió que sus cuerdas vocales permanecían aun aletargadas. Con un esfuerzo titánico, entreabrió los ojos, los volvió a cerrar, y los abrió una vez más, para cerciorarse de que lo que veía no era un sueño. Estaba en los brazos de Sasuke, y éste le miraba estupefacto.

            Preguntas como el por qué no estaba muerto, o como era que Sasuke le tenía abrazado, perdieron relevancia ante el extraordinario hecho de que había podido verle de nuevo. Levantó los brazos para cogerse a su cuello y tocar su piel con la cara. Sasuke cayó sobre sus rodillas, zarandeando ligeramente a Naruto. Lo sentó en sus muslos y recorrió sus mejillas con la punta de los dedos, recorriendo el trazado de sus bigotes hacia las orejas y rehaciéndolo de vuelta hasta la comisura de su boca.

            - Estás vivo... - farfulló Sasuke maravillado. Naruto sonrió levemente. ¿Estaba realmente vivo? No importaba, lo único relevante era que Sasuke y él estaban juntos, todo lo demás palidecía frente a tamaño prodigio.

            Dejó escapar una risita nerviosa. Intentó hablar, pero su garganta se negó a reproducir el sonido a cualquier volumen que sobrepasara al susurro de las hojas. Con los dedos atenazados alrededor del cuello de Sasuke, se impulsó para poder hablarle al oído.

            - Te amo.

            Dos palabras que desbocaron su corazón.

            - Lo siento, - respondió con voz trémula. Naruto le quitó una de las manos de la nuca y se la llevó a los labios negando con la cabeza. No necesitaba disculpas. Ya tenía lo que siempre había deseado. - Nunca debí abandonarte.

            - Me besaste. - Dijo Naruto con una sonrisa. Sasuke se acercó a su boca para beber sus palabras -. Aquel día en el Valle, me diste un beso en la frente.

            - ¿Cómo lo sabes?

            - Porque tu calor se quedó en ella todo este tiempo que estuvimos separados.

            Sasuke le abrazó con los ojos cerrados. Aplastó el cuerpo contra su pecho con tanta fuerza que Naruto emitió un quejido ahogado.

            - Lo siento, - se disculpó aflojando un poco la presión. Naruto sonrió embelesado y buscó el camino hacia su piel. Con los labios rozó la fina dermis que cubría su cuello haciendo que el vello de su nuca se erizara de excitación.

Le cogió la cara entre las manos y depositó un suave beso en sus labios. Naruto gimió despacio y flojito. Sasuke desprendía un calor de lo más agradable. Alarmado, se dio cuenta de que se le cerraban los ojos y las fuerzas se desvanecían rápidamente. Intentó mantenerse consciente, pero un túnel de oscuridad le llevó hasta las rejas de la prisión que contenía al demonio en su interior.

            - Kyuubi - dijo pasando las manos a través de los barrotes.

            El zorro gigantesco jadeaba. El aire, al pasar entre sus fauces abiertas, emitía un silbido muy parecido al de una olla a presión. Algo no andaba bien. Nunca le había visto así. El bijuu pasó la cabeza entre los barrotes y lamió la cara de Naruto.

            - Escúchame atentamente, porque no nos queda tiempo. - Dijo entre resoplidos agónicos -. Nos estamos muriendo. - Naruto negó con los ojos cuajados de lágrimas, y aun con la vista borrosa, le pareció que el zorro le sonreía lastimero -. No puedo curarte. Lo siento.

            - ¿Por qué ahora? - Kyuubi meneó la cabeza afligido; esa era una pregunta para la que él no tenía respuesta.

            - Tienes que volver, Sasuke te llama. Debe decirte algo antes de que nos marchemos. Y tú tienes que decirle que le perdonas todo.

            - Pero eso ya lo sabe.

            - No, no lo sabe, porque no quiere saberlo. Pero tú tienes que convencerle de que se merece el perdón; que todos sus errores tienen remedio. Dile lo mucho que le amas. Y despídete de él.

            - ¿Y los demás?

            - Los demás no importan. Ya tienen lo que necesitan para seguir adelante. Ahora vuelve con él y no olvides lo que te he dicho.

            El túnel negro comenzó a tirar de su espalda, pero Naruto se aferró a los barrotes. Era demasiado pronto. No quería dejarle ahora.

            - Enseguida nos veremos, mocoso...

            La forma del zorro empezó a perder primero el color rojizo, luego, se desdibujó en un remolino informe, para terminar desapareciendo en un manto de tinieblas. Naruto convulsionó durante un segundo. Abrió los ojos y vio las lágrimas de Sasuke que descendían por sus mejillas formando un reguero sin fin.

            - Te perdono todo. - Sasuke negó con los labios apretados, volviendo los ojos para no mirarle. Pero Naruto reunió las pocas fuerzas que le quedaban y le cogió la cara con fuerza para besarle como nunca había besado a nadie. Los dos se quedaron sin respiración. Lamieron sus leguas y bebieron de su saliva, mezclándolas en un éxtasis de pasión. - Escúchame - dijo entre sus labios -, no cargues con una culpa que no es tuya. Te amo, y no tengo nada que reprocharte porque me has hecho el hombre más feliz de la Tierra. Mi amigo, mi amante, mi dueño. Olvida a tu hermano y vive por los dos. - Sasuke asintió viendo como el mundo perdía definición a través de sus lágrimas. Y no quería llorar, porque no quería que la última imagen de Naruto fuera distorsionada por el agua que caía a mares de sus ojos; y al mismo tiempo, era incapaz de controlar el torrente salado que surcaba su cara hasta empapar su ropa. Naruto cogió aire, la última bocanada que tomaría de este mundo, directamente de los labios del único ser humano al que había amado por encima de todo y de todos. - Te amo...

            El cuerpo se tensó y Sasuke gimió apretándolo contra sí. Naruto estaba muerto, esta vez para siempre. No habría milagro, ni postrer esperanza... él se había ido a un lugar donde ninguno de ellos podía seguirle..., al menos por el momento.

            Una explosión iluminó el cielo azul oscuro. Una nube roja tomó la forma de un enorme zorro. Cobijado entre sus pies, Naruto dormía plácidamente. Sasuke alargó una mano hacia ellos, pero Kyuubi negó con pesar. La mano volvió a aferrar el cuerpo de Naruto y la nube se elevó entre brillos incandescentes.

            - Sasuke, - dijo el zorro demoníaco tomando el cuerpo de su jinchuuriki entre sus patas delanteras -. Cuanta nuestra historia. - Sasuke meció su carga y le dijo "lo prometo". - Destruid Konoha. Que no quede piedra sobre piedra. - Todos se estremecieron. El poder del Legendario Kyuubi era impresionante aun después de muerto. La electricidad estática formaba un escudo a su alrededor y agitaba las ramas de los árboles cercanos. - Nunca planeé sobrevivirle - Tsunade asintió, aquellas palabras tenían un enorme significado para ella. Sus ojos volvieron a escudriñar a Sasuke, y se despidió de él con la garantía de una esperanza, - le protegeré hasta que os volváis a encontrar. Y entonces, volverá a ser tan tuyo como tu lo eres de él.

            La nube se disolvió en una miríada de espirales diamantinas y al final, sólo quedó oscuridad. Sasuke profirió un grito desgarrador que heló la sangre de los presentes. Era la encarnación de la locura absoluta hecha sonido. Gritó hasta que todo el aire abandonó sus pulmones, y continuó gritando mucho tiempo después.

            En el claro, todos lloraban. Ninguno podía permanecer impasible. Algunos descargaban su pena con gruesos lagrimones que brillaban a la luz de las estrellas. Otros, simplemente apretaban puños y mandíbulas hasta que las articulaciones rechinaban doloridas.

 

Isn't the love of a hero
And that's why I fear it won't do

 

            Al amanecer, incineraron el cuerpo de Naruto. Sasuke estaba desbordado. Lo había tenido y lo había perdido en cuestión de minutos. Incapaz de moverse, dejó que las manos de Kakashi le arrebataran su preciada carga. Con los ojos vacuos, miró como le incineraban con una técnica de fuego. La misma que había usado en su contra la última vez que pelearon.

            Nunca nadie podrá un dedo sobre él, le dijo al céfiro que comenzaba a soplar avivando las llamas, nunca pertenecerá a nadie que no sea yo...

            - ¡Díselo a todos! ¡Naruto es mío para siempre! - gritó con su último aliento.

 

 

            La Aldea Oculta de Konoha fue destruida tres meses después. Todos los que habían estado en el claro participaron. Jirayia se les unió en el último momento. Nunca lloró la pérdida de Naruto, pero su furia no conoció límites durante la batalla. La Cámara del Consejo de Ancianos fue reducida a escombros por Tsunade, y los cadáveres de aquellos que habían condenado a Naruto nunca aparecieron. Los padres de los jóvenes shinobis que participaron en la lucha, se rindieron ante sus hijos. Tal y como el demonio les pidió, no quedó piedra sobre piedra.

            En el lugar donde antes estaba la Villa erigieron una estatua. Un gran zorro que cobija entre sus patas a un chico que duerme plácidamente. En su base, figuran los nombres de todos y cada uno de los héroes que hicieron posible el nacimiento de esta leyenda.

 

Epílogo: Héroes.

 

            Kakashi e Iruka pasarían a la historia como los Campeadores, dos shinobis que luchaban como si fueran uno y que emprendieron el viaje hacia los prados ultraterrenos de la mano, siempre juntos.

            Conocida como la Princesa de las Babosas, Tsunade murió poco después de la batalla. Vieja y cansada, se reunió con sus seres queridos llevando una botella de sake en una mano y un boleto de apuestas en la otra.

            Tras la destrucción de la Aldea Oculta de la Hoja, Jirayia desapareció. Sus libros figuran entre los más leídos: tanto el Icha Icha Paradise, como su versión yaoi.

            De Gamabunta y sus hijos, nadie sabe que hayan vuelto a ser invocados con éxito; pero si hemos de hacer caso a las leyendas, sólo volverán a servir a un ninja sobresaliente que sea capaz de cabalgar a sus espaldas sin morir en el intento; o, en su defecto, un ninja bravucón y follonero que logre ganarse sus corazones.

            Sakura se convirtió en digna sucesora de su maestra, y actualmente ejerce como Kage en la Aldea Oculta del Sonido. Tras la marcha de Sasuke, comenzó haciendo pequeños trabajos como ninja a sueldo y médico, para ganarse el pan. La gente le tomó cariño y dos años después la eligieron por unanimidad para el puesto.

            Shikamaru se casó con una hermosa chica de la Aldea de la Arena. Famoso por diseñar la estrategia de ataque a la Villa de Konoha, en la actualidad se conforma con diseñar ingeniosos planes de huída para evitar encontronazos indeseados con su cuñado, el irascible Kazekage.

            Ino se estableció abriendo una escuela de arreglo floral. Conoció al hombre de su vida, y se casó con él. Actualmente practica con regularidad la técnica de control mental, por la que se hizo célebre durante la destrucción de Konoha, aplicándosela a sus propios hijos, que según dicen por ahí, han sacado el genio de su madre.

            Chouji abrió un restaurante en la Villa de la Arena, y algunas tardes especialmente tranquilas, se le puede ver en compañía de Shikamaru, mirando las nubes mientras come patatas fritas al punto de sal.

            Kiba dirige una escuela para futuros ninjas y Shino es el profesor más temido de la misma. Son famosos por sus jutsus revolucionarios e innovadores.

            Hinata y Neji decidieron marcharse juntos para crear un nuevo clan que perpetuara la técnica del "ojo blanco". Actualmente se encuentran en paradero desconocido.

            Lee y su maestro adoptaron a Sai, convirtiéndole en miembro honorífico de su pequeña familia, gracias a la flor de su juventud. Se cree que viven cerca de las fronteras septentrionales del País del fuego, pero a la velocidad a la que se mueven, es difícil decirlo con seguridad.

            Gaara continúa siendo el Kazekage de la Arena. Su temperamento se ha estabilizado un poco y es más amable con sus vecinos y subordinados: los saluda cuando se encuentran en algún pasillo.

            TenTen murió durante el asedio. Antes de caer, se llevó por delante a un escuadrón de ANBUS, máscaras incluidas. Sus pergaminos se exhiben de museo en museo, y su técnica se enseña en varias escuelas de renombre (sí, también en la de Kiba y Shino).

 

            Y ya solo quedo yo. Uchiha Sasuke.

            No he vuelto a encontrarme con mi hermano; una promesa es una promesa.

            Todas las noches, veo a Naruto en mis sueños. Y todas las noches, me repite lo mismo: "todavía no"... Espero el momento de mi muerte con una sonrisa en los labios. La vida nunca me pareció tan vacía cuando él estaba vivo.

            Ellos, los que creyeron en Naruto hasta el final, han forjado la leyenda que yo os transmito hoy. Todos son héroes. No porque libraran batallas o destruyeran ciudades. Eso no es lo importante. Son dignos de ser llamados héroes porque siguieron sus convicciones hasta sus últimas consecuencias. Ni los libros de historia, ni los cuentos narrados al calor de las chimeneas, les harán nunca justicia. Ellos me devolvieron lo más importante que tenía. Y aunque no tardé en volver a perderlo, me dieron la oportunidad de redimir mis pecados y ser digno de llamarme "su dueño".

            Ahora se que se acerca el final. Lo veo todo con más claridad. "El dolor es el alimento esencial del amor; cualquier amor que no se haya nutrido de un poco de dolor puro, muere". Es por eso, que nuestro vínculo siempre fue el más fuerte; porque también fue el más doloroso. Sobrevivimos a él y lo sublimamos.

            Años después de la muerte de Naruto, Gaara me contó la historia de "Romeo y Julieta". Pasó un rato hablándome de las similitudes entre nosotros cuatro: amor, tragedia, muerte... Pero, al final, concluimos que no había comparación posible. Porque no hay un amor que sea igual a otro. Y desde luego, nunca habrá un amor como el de Sasuke y su Naruto.

 

And they're watching us
They're watching us
As we all fly away...

 

 

Notas finales:

            Aun no le termino de coger tranquillo a esto de los one-shot, pero la práctica hace al seme...

            La cita de Sai sobre la esperanza no es mía, pertenece a Nietzsche, un nihilista insufrible, que a veces tenía más razón que un santo.

            La cita que hace Sasuke en el epílogo sobre el amor y el dolor, tampoco es mía (qué novedad ^^), es de Maeterlinck, y aunque algunos no lo crean, para mi es una verdad como un castillo.

            Por último, las estrofas pertenecen a una canción de Chad Kroeger llamada Hero (Spiderman BSO). Siempre escucho música mientras escribo (si no la máquina de hacer palomitas no funciona), y según escribía esto (escuchaba a Alkan, que no tiene nada que ver), la letra de la canción se fue implementando en el relato con una facilidad pasmosa.

            Y esto es todo. Si habéis llorado como magdalenas, dejadme un azucarillo, porque esa era mi intención... Y si descubrís algún fallito me lo decís, que lo he publicado sin revisarlo como tengo por costumbre...

            See you ^^


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