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Descubriendo que te amo por Naara

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Notas del capitulo:

Hm... pues el título lo dice todo, aquí vemos a nuestros chicos con sus demonios.

Creo que este capítulo me ha quedado bastante divertido, ya me diréis que os parece.

Aclaraciones:

Cursiva y negrita. Pensamientos de Shukaku.

Negrita y subrayado. Pensamientos de Kyuubi.

Cursiva. Pensamientos de Gaara.

Subrayado. Pensamientos del kitsune.

 

Hinata y Neji entraron en la habitación tomados de la mano. Al vernos a Naruto y a mí suspiraron aliviados. La pequeña Hina fue hacia Naruto y lo abrazó con fuerza, como si tuviera miedo de que se escapara de sus manos.

            Mi kitsune devolvió el abrazo a Hinata y le dio un pequeño beso en la frente, lo que logró que me dieran unas ganas locas de hacerle un funeral del desierto a la Hyuga, aunque sabía que no tenía porque sentir celos de ella ya que su futuro esposo estaba con nosotros también.

            - Tuve mucho miedo por ti, Naruto-kun. - Le dijo y lo volvió a abrazar con fuerza.

            - ¡Estoy bien, ttebayo!

            - Durante una semana y media no abriste los ojos y yo... y... pensé... yo... - Hina se puso a temblar como un junco y Naruto la abrazó con fuerza para tratar de calmar su corazón.

            - Nos diste un buen susto esta vez, Naruto. - Neji se encaminó hacia mi rubio y lo abrazó, enredando entre sus brazos a su temblorosa prima y a mi amor.

            Mientras tanto yo me sentía como espectador de una historia que nada o poco tenía que ver conmigo. Iba a salir por la puerta cuando sentí unos brazos rodeándome, al girarme me encontré con Hinata que me abrazaba como si la vida se le fuera en ello.

            - Gracias, Gaara-sama por salvarle la vida a Naruto.- Me dijo. - Si no llega a enfrentarse al demonio de siete colas, entonces él... - Hinata se puso a llorar y yo le acaricié la mejilla con ternura.

            - Hinata-sama. - Murmuré. - Siempre protegeré a Naruto, no te quepa duda.

            Él es mi mejor amigo y jamás consentiré que le ocurra nada malo si puedo evitarlo.

            Por cierto, llámame Gaara. - Le sonreí. - Somos amigos, ¿no?

            - Mis palabras descolocaron a la pobre Hinata que se sonrojó y empezó a jugar con sus dedos nerviosa. Después me lanzó una mirada con sus ojos casi transparentes y me sonrió.

            - Sí, lo somos. - Afirmó y desvió su mirada hacia Naruto. - Quizás después de todo tengas razón, Naruto. - Le habló. - Gaa-chan es muy dulce.- Se puso roja al darse cuenta de sus propias palabras y escondió su cabeza en el pecho de Neji, que la miró con ternura.

            - ¿Me llamas Gaa-chan cuando no estoy? - Pregunté a mi rubio amigo. - ¿Y vas diciendo por ahí que soy dulce?

            - Hm... esto... - Naruto jugó también con sus dedos y a mí se me escapó una sonrisa sincera. - Sí, ttebayo.

            - En cuanto me recupere de todas mis heridas y te recuperes tú, te pienso hacer un Sarcófago del Desierto por ir diciendo esas cosas de mí por ahí, ahora la gente se pensará que soy blando.

            - Pero Gaa-chan. - Naruto sonrió con picardía. - Es que eres blando, ttebayo.

            - ¡Serás... - Miré a mi rubio amigo y los dos nos prendimos uno en los ojos del otro.

Al observar sus océanos se me aceleró el ritmo cardíaco y me tuve que contener para no lanzarme a sus brazos.

Frente a mí estaba el hombre que amaba con todo mi ser, con él todo resultaba sencillo y me sentí verdaderamente feliz al pensar que Naruto me apreciaba lo suficiente como para hablar de mí cuando no estaba y lo que era aún más, para hablar bien de mí.

- ¿Estás bien, Gaa-chan? - Me preguntó Hinata y palpó mi frente porque por un instante me sonrojé hasta el cuero cabelludo y perdí el hilo de mis propios pensamientos.

- Me mareé. - Mentí.

- Yo te ayudo. - Hinata me tomó de la cintura y me acompañó hacia la cama. Ayudó a sentarme y luego miró a su primo que me estaba evaluando o esa fue la sensación que me dio.

- ¿Ocurre algo, amor? - Preguntó ella.

- Creo que empezamos a sobrar por aquí. - Afirmó el mayor y tomó a la pequeña de la cintura. - Mañana vendremos otra vez a veros. - Se giró hacia mí y me sonrió. - Gaara, creo que me empiezas a caer bien, pero si le haces daño... te mato. - Fueron sus últimas palabras antes de dejarnos a Naruto y a mí a solas.

- ¿A qué vino eso, ttebayo? ¿Por qué Neji dijo que te mataba?

- Ni idea. - Lancé una mirada hacia la puerta y tuve la certeza de que mi amor secreto por Naruto ya no era tan secreto para Neji.

Mocoso inconsciente, te quedas a solas con él y no eres capaz de declararte. Me avergüenzas.

- Cállate. - Protesté.

- Si yo no he dicho nada, ttebayo. - Se quejó Naruto.

- No hablaba contigo, Naruto, sino con Shukaku.

- ¿Shukaku?

Vamos, anda deja de actuar como un dobe y dile lo que sientes.

¿Es que no te parece fabuloso tener a tu ojos aguamarina todo para ti solo? ¡Díselo!

- Kyuubi, déjame en paz. - Miré a mi rubio y contemplé que él estaba sonrojado.

- ¿Ocurre algo?

- Kyuubi me está dando la lata.

Sabes, un buen sistema para que deje de escuchar las voces de  Kyuubi es si tú le declaras tu amor y tenéis una noche loca.

- ¡Shukaku duérmete de una vez! - Dije malhumorado y Naruto me observó con sus zafiros.

- ¿Qué te está diciendo el mapache, dattebayo? - Me preguntó intrigado.

- Bah... habla sobre sangre, muerte, destrucción... ya sabes, lo típico de los demonios.

Dale un repaso.

 ¿Es qué no ves lo bueno que está ese pelirrojo? ¡Por Kami-sama si soy tú me lanzo a la yugular! Además seguro que Shukaku deja de molestarle si os dais un homenaje.

- ¡Kyuubi por mil demonios cierra tu boca, ttebayo!

- ¿El Kyuubi también te está atormentando con sus palabras?

- Y no sabes de qué manera, ttebayo.

Ya que estoy encerrado por propia voluntad en tu interior al menos podías tener la delicadeza de darme una alegría, ¿no?

Piensa que Naruto tiene otros dos pretendientes, cada cual está más bueno, esto... no te ofendas.

Y ninguno de ellos tiene la suerte que tú, de estar a solas con él en una habitación toda una noche.

¡Mírale a los labios, si es que parecen un pecado! ¿No te gustaría saber a qué saben?

- ¡Shukaku cállate de una maldita vez! - Estallé de ira.

¡Aburrido!

Está bien, me voy a dormir un ratito.

- Está muy rojo, ttebayo.

¿Llamaré a obachan? ¿Tendrás fiebre, dattebayo?

- No, es Shukaku que me pone de malhumor. - Le expliqué.

¡Bésalo!

- ¡Déjame en paz, ttebayo! - Naruto me miró y me sonrió. - No es a ti, es al Kyuubi.

Dos cuerpos jóvenes, llenos de energía, con un par de demonios en su interior que conocen todo tipo de técnicas sexuales y... ¿no queréis aprovecharos de nuestros conocimientos?

Yo era un buen amante, entregado, apasionado. Me gustaba recrearme en los labios de mi amor, me encantaba devorarlo hasta dejarlo casi sin aliento.

Sí quieres te explico la técnica Kyu no Jutsu. Es una técnica sexual de lo más interesante.

Mira, tú te introduces en el cuerpo de tu amante, una vez que estás dentro mientras le haces el amor le envías cantidades de chacra cada vez que le das una estocada y... bueno, se estremece de placer y grita mil te quieros.

Porque claro, espero que seas tú el seme, porque sino me avergonzaré mucho.

- ¡Ay ya déjame en paz, ttebayo! ¡Me estás atormentando!

- ¿Estás bien, Naruto?

- El Kyuubi tiene uno de sus días pesados, dattebayo. - Naruto me miró con sus ojos zafiro y sentí un escalofrío al ver cómo se le caía la baba al observarme. Y deseé poder esconderme debajo de las mantas porque esa mirada de Naruto me estaba poniendo muy nervioso.

Hm... creo que esa mirada es una directa, vamos Gaa-chan ponte las pilas y ataca al kitsune.

Más te vale que seas el uke, porque sino juro que me avergonzaré mucho de ti. Es mucho mejor ser el que recibe todo el placer a ser el que lo da.

Yo era un uke estupendo. Sabía exactamente lo que tenía que decirle a mi pareja para que se pusiera de buen humor.

 Además tenía una pequeña debilidad justo en el lado izquierdo de su cuello y creo que lo tienen todos. Tú le muerdes ahí y se vuelve tonto, puedes hacerle lo que quieras.

- ¡Basta pervertido! - Grité a mi Shukaku y observé cómo Naruto se sonrojaba a más no poder. - No, no era por ti, Naruto... es que Shukaku debe estar en celo o algo... - Dije avergonzado.

- ¿Así que es por eso que el Kyuubi está tan pesado, ttebayo?

- ¿El Kyuubi también?

- Si vieras las guarradas que me está diciendo, dattebayo.

Quiero sentirte dentro. - ¿Pero qué diablos dices, Shukaku? - Naruto es mío, ni te atrevas a desearlo, mapache desgraciado.

Y yo quiero entrar en ti. - ¡Kyuubi! - No sueñes que voy a dejar que degustes a mi Gaa-chan, ¡él es mío!

- Será mejor dormir. - Dijimos al unísono Naruto y yo.

Los dos nos tumbamos en nuestras respectivas camas, deseando que nuestros demonios nos dejaran dormir en paz.


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