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Mi regalo verdadero por zandaleesol

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Notas del fanfic:

¡¡Respuesta al desafio de la Mazmorra del Snarry!!

Notas del capitulo:

 

MI REGALO VERDADERO  

¡¡Respuesta al desafío de la Mazmorra del Snarry!! 

Había decidido dar un paseo por los terrenos de la escuela esa mañana, necesitaba estar solo, aquella era una fecha que detestaba tanto como la Navidad, quizá mucho más, aquel día era su cumpleaños, no era precisamente una fecha que le gustara recordar, pero era inevitable que el director y los demás profesores la recordaran por él, habría regalos y pastel como cada año, buenos deseos y ese típico “que cumplas muchos más”. Eso era justamente lo que más odiaba, otro año más viviendo la misma vida de profesor odiado y temido, para él no existía nada más.  

Aceleró el paso para llegar a tiempo a desayunar no quería dar lugar a ningún comentario sobre su persona, aquel día era igual a todos los demás no deseaba ni esperaba nada, sólo que pasara rápido, sin embargo, como pocas veces le ocurrió algo que distrajo su atención, sin duda era una tontería pero no pudo evitarlo, pasó junto a un añoso roble, quizá diez veces más viejo que todos los árboles del bosque, sus ramas habían sido rotas por el viento, el tronco con la corteza caída en diversos puntos se encontraba cubiertos de viejas y abultadas excreencias. Sus enormes y torpes brazos divergentes, asimétricos y retorcidos le hacían  parecer  un viejo ceñudo y desdeñoso, tal como lo era él; y pensó en como lo fatigaba ese engaño insensato y estúpido de siempre. Todo era lo mismo, todo era mentira para él no existía la alegría, nunca había existido, él era como ese añoso roble, destrozado, solitario sin creer ni en las esperanzas, él era sombrío y obstinado, él conocía la vida, su vida.  

Entró en el Gran Comedor con paso firme como hacia cada día, el lugar lleno de ruidos que le resultaban molestos, estaba abarrotado de alumnos, no se perdonaba el llegar retrasado, jamás lo hacía y aquel día no debía ser la excepción, pero nadie reparó en su presencia y pudo avanzar sin tener que soportar miradas inoportunas. Sin embargo hubo una mirada que se posó en él, le resultó extraño, la única vez que tenía la atención de los alumnos era durante sus clases de Pociones, sin poder evitarlo desvió sus ojos negros para fijarse en el que le observaba, era Potter quien le miraba atentamente, desvió su  vista al instante sin comprender porque aquella mirada no le resultaba molesta pero sí muy perturbadora.   

Sin permitirse otra distracción, llegó junto a la mesa de profesores y tomó su lugar de siempre luego de dar y recibir el saludo matinal del director y el resto de sus colegas, además de las consabidas felicitaciones que no deseaba oír por motivo de su cumpleaños, pero era inevitable, cada año debía soportar lo mismo.  Cuando concluyó el desayuno, el director le informó que ese día lo había liberado de dar clases, esto no le disgustó, después de todo estar de cumpleaños tenía alguna ventaja, al menos por ese día no tendría que soportar a los torpes que debía llamar alumnos. No más alegre pero sí más satisfecho se fue a su despacho, aquel día podría dedicarlo por completo a sus pociones, nada de clases aburridas, alumnos mediocres, al parecer ese día no sería un total desperdicio.  

Llegó a la solitaria y fría mazmorra donde impartía su clase, le llamó la atención que la cerradura estuviese abierta, no podía ser que la noche anterior olvidara cerrar la puerta, se detuvo en el umbral por un instante para dar una mirada al lugar, todo parecía estar en orden, a excepción de un paquete color marrón que descansaba sobre su escritorio, cerró la puerta y caminó directo hacia ahí, estando más cerca comprendió que lo que había depositado en la mesa era un regalo, así lo indicaba el rosetón de un rojo encendido que adornaba el paquete lo miró desconfiadamente, quien habría dejado eso ahí, era extraño, los regalos que recibía por parte de sus colegas y el director usualmente le eran dados personalmente durante la pequeña reunión que le organizaba Dumbledore y de la cual él tanto renegaba.   

Nadie dejaba regalos en su escritorio, sería la broma de algún alumno, entrecerró los ojos con furia. Aquello era una broma, no podía ser de otro modo, pero quien sería lo suficientemente audaz para atreverse a tanto, ya comenzaba a saborear el placer de descubrir y castigar al osado que había entrado a su aula, sin contemplaciones, tomó el paquete dispuesto a tirarlo, pero el peso del mismo le llamó la atención, era liviano, lo miró con más desconfianza, trató de imaginar por un momento que sería aquello, volvió a depositarlo en el escritorio, la curiosidad no era una de sus características, sin embargo, en esta ocasión no podía desconocer que le tentaba muchísimo la idea de abrirlo.   

Decidió seguir su impulso, sin duda era alguna estupidez, pero estando seguro disfrutaría más cuando debiese castigar al responsable de aquello. Sacó su varita de entre la túnica y con un toque el envoltorio desapareció dejando a la vista algo de color… verde, desconfiado tomó aquello y para gran sorpresa comprendió que era una túnica, sí, no cabía duda era una túnica de color verde, le resultó sorprendente, era una prenda muy hermosa, pero aquel verde no era común, no era tampoco el verde que identificaba a la casa Slytherin, ese en especial le traía una extraña sensación como si le recordara algo, pero no podía precisar que era. Desdobló la prenda para mirarla mejor y entonces una nota oculta cayó al suelo, se apresuró a recogerla, no reconocía la caligrafía, pero lo escrito en ella le sorprendía mucho   

“Feliz Cumpleaños Severus, este obsequio es sólo un pequeño presente, está noche estaré a las once en tu despacho para darte mi regalo verdadero”  

Eso era todo, qué significaba eso, qué broma estúpida era aquella, quien había escrito esa nota, demasiadas preguntas sin respuesta, la duda comenzaba a hacer mella en él, sería en serio todo eso, existía alguien a quién él le importaba realmente, qué significaba eso de “regalo verdadero”, comenzó a pasearse por el despacho, su intención de vivir una apacible jornada dedicado a sus pociones  únicamente se había ido por el caño, aquel obsequio y esa nota oculta en el habían conseguido intrigarlo, más aún perturbarlo, sobretodo lo escrito en esa breve nota, qué connotación podía o debía darle a esas palabras “mi verdadero regalo”. Se dijo que no, aquella tontería no perturbaría su día libre, que ese día fuera su cumpleaños era un detalle nimio, era un día de relajo e iba a disfrutarlo con lo que más apreciaba, sus pociones. El responsable de esa nota y ese obsequio que seguramente era una broma estúpida y de mal gusto no conseguiría estropear su día. Tomó la túnica y como quien manipula un artilugio peligroso lo dejó encima de una silla luego se instaló en su escritorio para ordenar sus papeles, mientras lo hacia dirigía de vez en cuando casi sin darse cuenta su vista sobre la túnica cuya tela finísima al ser tocada por el reflejo de las luces brillaba resplandeciente, al mirarla otra vez tenía la sensación que ese color lo había apreciado antes en algún lugar, pero por qué no podía recordar donde.  

Dejó de darle importancia, luego de ordenar un poco su escritorio que en realidad estaba ya ordenado se fue al armario de pociones que estaba tras él, lo abrió y se dedicó a revisar  pociones sin etiquetar, se enfrascó tanto en la tarea de ordenar y clasificar sus pociones que ni siquiera notó que había pasado toda la mañana y ya era la hora del almuerzo hasta que un leve gruñido en su estómago le indicó que era necesario hacer un alto para ir al Gran Comedor.  

 Sin quererlo ni desearlo estuvo bastante distraído todo el tiempo que permaneció en la mesa de profesores, su pensamiento se iba a las mazmorras especialmente hacia el aula de pociones, hacia una túnica de color verde y a esa nota; se censuró por estar pensando en aquello, de pronto su mirada recorrió las mesas de todas las casas, se preguntó dónde estaría sentado el autor de la broma, por un segundo se detuvo en la mesa de los Gryffindor, habría jurado que por un instante Potter y compañía le habían estado observando, les dirigió una mirada fría se veían de los más felices seguramente estarían  hablando  tonterías no podía esperarse nada brillante de esos Gryffindor.   

Antes de dejar el comedor el director tuvo a bien recordarle que aquella noche a eso de las ocho lo esperaba en la sala de descanso de profesores, para realizar el festejo respectivo por su cumpleaños, sin sentirse obligado a manifestar alegría le dijo al director que ahí estaría puntual. Se fue nuevamente a su aula, su refugio, donde se sentía seguro y extrañamente libre.  Pasó el resto del día entretenido en diversos asuntos, trabajo jamás le faltaba, estuvo tan inmerso en sus actividades que inclusive olvidó ir al comedor para cenar; ya eran pasada las ocho cuando se presentó un elfo para recordarle que el director le esperaba, de inmediato dejó lo que hacia, realmente había olvidado el famoso agasajo, rápidamente se fue a la reunión organizada por el director, que no le agradara aquella ocurrencia de Dumbledore no significaba que lo plantaría.  

La reunión resultó tan aburrida como el año anterior, aquel rito de entrega de obsequios y felicitaciones era igual, sin variación, afortunadamente sólo ocurría una vez al año. Con la disculpa o mejor dicho con la excusa de que debía hacer su ronda nocturna se aprestó a salir de la “fiestecita” aunque el director insistió en que por aquella noche quedaba liberado de hacer la ronda, salió del sala de profesores cargando varios obsequios, era bochornoso, afortunadamente a esa hora no había alumnos fuera de sus casas o por lo menos no debía haberlos si sabían los que les convenía. Envió los obsequios a su despacho con un movimiento de varita, no pensaba ir por los pasillos hasta las mazmorras cargado con todo eso. Se sintió feliz al llegar a su aula otra vez, finalmente el día estaba acabando, mañana todo volvería a la normalidad, nada de obsequios, felicitaciones, era un alivio.  

Los obsequios de sus colegas y del director descansaban sobre un sofá, ni siquiera se tomó la molestia de guardarlos, ya lo haría después, se dedicó a terminar su trabajo interrumpido. Eran pasadas las diez cuando finalmente terminó, era hora de su ronda, de pronto su vista se fijo otra vez en la túnica verde que estaba desde esa mañana olvidada sobre una silla volvió a recordar la nota, se suponía que el artífice  de aquello vendría a las once, faltaba media hora, pero él no se quedaría a esperar, era ridículo, sabía a ciencia cierta que todo era una estúpida broma, nadie vendría. Sin pensarlo más tiempo salió del aula dio una vuelta por las mazmorras, todo estaba silencioso, los cuadros, los fantasmas, todos los habitantes de Hogwarts descansaban, al parecer sería una noche apacible, subió luego al vestíbulo, con lentitud recorrió pasillos nada perturbaba la quietud de la noche, parecía que ese día terminaría de mejor forma a como había empezado, este pensamiento  le llevó a otro, miró su reloj eran casi las doce, su supuesto visitante llegaría a las once al aula, seguramente se estaría divirtiendo imaginándolo a él sentado en su escritorio esperando, pero él no era ningún idiota como para caer en una broma tan burda.   

Finalmente se cansó de dar vueltas y decidió regresar al aula, tardó en llegar a las mazmorras y cuando estaba a punto de abrir la puerta notó que esta ya había sido abierta, sin querer su corazón latió más rápidamente, sería que esa persona si existía y lo esperaba dentro del aula, se paralizó por un momento, temía lo que podía encontrar dentro, luego se censuró él no era un cobarde nunca lo había sido, no importaba quien fuera el que estuviera ahí dentro le diría unas cuantas cosas y luego lo enviaría de paseo. Empujó la puerta con más suavidad, enseguida miró en todas direcciones para encontrar al intruso que había osado penetrar en sus dominios.   

No había nadie, el aula estaba igual de solitaria que cuando se había marchado hacia más de una hora, algo parecido a la decepción le oprimió el corazón, ya no podía seguir negándolo había deseado y esperado encontrar a ese alguien ahí, jamás sabría si lo dicho en esa nota era cierto, había perdido su oportunidad de saberlo, si aquella persona existía y había estado ahí era evidente que ya se había marchado, se quedó parado algún tiempo mirando en derredor, su vista volvió a fijarse en esa bella túnica verde, sin saber porque hizo lo que antes no había sido capaz, la tomó y se la quedó viendo, luego la acercó a su rostro para percibir que la textura era tan suave como lo había imaginado, se sintió dolido sin saber porque, nunca sabría quien se la había obsequiado, ahora sólo le quedaba la ilusión de imaginar que existía alguien que había deseado darle algo especial, cerró los ojos por un minuto pero un ruido repentino le hizo sobresaltarse, se volvió ansioso, no estaba solo como había creído, aquella persona había estado observándole desde la sombra, no podía creer que fuera él, no, era imposible que fuera el quien le había obsequiado esa túnica y quien escribiera aquella nota 

-          Potter… ¿Qué hace aquí?... usted no debería… 

-          Lo esperaba… dije que vendría para darle mi regalo verdadero. 

-          Esto fue una broma de muy mal gusto Potter – dijo Severus dejando caer la túnica al suelo  

-          No fue una broma señor… realmente deseaba darle un regalo especial. 

-          Usted… por qué… no entiendo que pretendía con esto. 

-          Necesitaba decir de alguna forma lo que siento por usted. 

-          ¿De que está hablando Potter?  

-          Hablo de lo que siento por usted señor… me hice el propósito de decirlo en este último curso… quería hacerlo desde el comienzo… pero me faltó valor, después en Navidad… pero tampoco pude… el profesor Dumbledore me dijo que esta ocasión era ideal para hacerlo. 

-          Dumbledore… ¿qué tontería es esta Potter?... salga de aquí y regrese a su dormitorio usted esta completamente mal de la cabeza… usted es sólo un… 

-          Yo soy la persona que lo ama. 

Severus miró al muchacho frente a él completamente atónito, no podía ser cierto lo que había oído, era Harry Potter el salvador del mundo mágico, el vencedor del Señor Tenebroso quien estaba frente a él diciendo que lo amaba, aquello era asombroso ya también una locura  

-          Potter… yo no… esto es ridículo… busque a alguien de su edad a quien amar… yo soy su profesor… nunca seré otra cosa – dijo Severus dándole la espalda al chico  

El ruido que esperaba oír de la puerta abriendo y cerrando de golpe nunca llegó, una mano cálida y suave aferró su brazo decididamente, se volteó y se encontró de lleno con esos ojos verdes que lo miraban con ternura, con verdad, con amor, tembló ante lo increíble de la situación, no  pudo soportarlo y bajó la mirada evitando esos ojos que de pronto le provocaban una extraña sensación, una turbación que no había experimentado jamás, comenzaba a desarmarse el castillo de enfática frialdad que había construido en torno a su persona 

-          Harry… por favor… no… no puede ser… tú… no puedes… yo soy demasiado… 

Pero no pudo terminar la frase porque unos labios, finos, suaves, cálidos se posaron sobre los suyos sin siquiera pedir permiso, no se resistió, se entregó de inmediato, su cuerpo y alma respondía como si toda su vida hubiese estado esperando por ese momento, siempre solo, jamás había conocido el afecto, la ternura de unos labios como los que ahora demandaban los suyos, se rindió totalmente vencido ante lo innegable, amaba a Harry Potter, ahora comprendía que significaba ese revuelo en su estómago cada vez daba con esos ojos verdes, se apartó para mirar al chico directo a los ojos, ahora lo sabía, el color de aquella túnica le recordaba los ojos de Harry.  

-          Harry… no sé cómo… ni desde cuando… pero te amo… 

-          Lo sé… siempre lo supe… era necesario que te dieras cuenta de una vez… por eso estoy aquí… vine a darte mi regalo verdadero. 

-          ¿Y ese regalo es tu amor?  

-          Sí… mi amor y mi corazón. 

Se abrazaron con intensidad, en el reloj sonaba la campada que indicaba que el día había terminado, ese cumpleaños ya era pasado, ahora comenzaba otro día el primero de una nueva vida, que ya no sería solitaria, apagada, vacía, recordó al viejo roble, seguramente el árbol florecería en primavera, se llenaría de vida cuando el invierno terminara, él era afortunado no debería esperar hasta la primavera para renacer, su corazón se llenaba de vida y calidez en pleno invierno, sólo el salvador el mundo podía haber obrado ese milagro, sólo él era capaz de cosas tan extraordinarias, aquel cumpleaños sería el que recordaría todos los días de vida que le quedaban por delante, vendrían otros pero ese era el que lo había sacado de la oscuridad.  


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