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Crimson Lake por Nanaka

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El tiempo parecía desear que los jóvenes se lo pasaran bien, pues lucía un cielo despejado y hacía calor, no tanto como para resultar pegajoso, pero el suficiente para invitar a darse un baño.
Pronto empezaron a oírse risas y gritos en el lago. Un lago que durante meses había permanecido totalmente en silencio.
Ran se limitó a tumbarse en la orilla y contemplar como la mayor de ellos, Kyoko, parecía volver a sus tiempos de niñez haciendo toda clase de trastadas a su hermano y a Izumi. Reiji, con el carácter que tenía, se lo tomaba todo a mal y terminaba medio mosqueado con su hermana, en cambio el rubio reía alegremente, ayudando a veces a Kyoko en sus ideas. Esto siempre acababa con un Reiji maldiciéndolos a los dos mientras salía del agua muy enfadado. Como podría esperarse, a los cinco minutos volvía a estar dentro del lago, arrastrado por los otros dos.
En alguna ocasión Kyoko salió para hablar con Ran e intentar convencerle de que se bañara, pero el pelirrojo seguía negándose.
“Uff... realmente está asustado”- pensó la morena.
Cuando se acercó la hora de comer salieron del agua y se sentaron todos en la orilla, aún gastándose bromas. Lo prepararon todo, ayudados por Ran. No pasó mucho tiempo hasta que lo hubieron devorado el almuerzo y se dejaran caer en la suave y cálida arena. Ran no tenía sueño así que decidió irse a dar un paseo a la zona oeste del lago. Cuando se fue, Izumi se acercó a Reiji y se tumbó a su lado, apoyando la cabeza en el pecho del moreno.
Reiji estaba medio dormido ya, pero al notar a Izumi al lado suyo se movió un poco para que se pudiera acomodar.
Kyoko a esas alturas ya estaba como un tronco. Su hermano la vio y sonrió levemente.
“No me extraña, si no ha parado quieta en todo el día” Pero pronto olvidó a su hermana y todo lo demás. Izumi se había quedado dormido y tenía una expresión tranquila en su rostro. Con una mano acarició el cabello largo de Izumi. No era largo en exceso, pero le llegaba por encima de los hombros, y no sabía cómo hacía su rubio para peinarse, pero siempre le quedaba bien a la cara. “Eso es porque él es bello de por sí”, pensó sonriendo y cerrando sus ojos, permitiendo al sueño adueñarse de él.
Mientras, en el otro extremo del lago, Ran caminaba tranquilamente, absorto en sus pensamientos. De vez en cuando miraba hacia el agua, que le devolvía su reflejo. Ese reflejo mostraba a un Ran al que él odiaba. El Ran asustado y atormentado. ¿Por qué tenía que estar allí? Esos huéspedes insensatos... No sabían en el lío en el que se estaban metiendo. Nadie escapaba al lago, nadie. Sin embargo, no podía evitar sentirse atraído por uno de ellos..., y además de otro chico. Pero es que aquel moreno tenía algo... No sabía muy bien el qué pero no podía evitar sentirse atraído por él. En cambio, era la pareja de aquel rubio... “Algo bueno tendrá ese tal Izumi”, se decía a si mismo, algo triste.
Un susurró lo alertó. No provenía del bosque, como se podía pensar en un principio, sino del lago. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando se giró a mirar. Lentamente, el color fue abandonando su rostro, reflejando el horror de lo que sus ojos estaban captando.

Aproximadamente una hora y media después, Reiji se despertó, y se incorporó con cuidado para no molestar a su novio. Miró a su hermana, que dormía no muy lejos de ellos, per que ahora se comenzaba a despertar también, bostezando y estirándose como si estuviera en su casa.
Reiji miró hacia otro lado avergonzado. Además, la chica había elegido un bikini bastante... escaso por así decirlo, que solo le tapaba lo necesario y un poco más. No es que le excitara, ni mucho menos, ver a una mujer así vestida, y más teniendo en cuenta que era su hermana, pero esa chica a veces le hacía sentir vergüenza ajena. “No me extraña que el jefe la acose... Si se viste así para ir a trabajar...”
Kyoko se terminó de espabilar y miró a su lado, fijando su vista en su hermano y en Izumi. Enterneció su mirada y sonrió. Entonces se cruzó con la de Reiji. Fueron unos segundos largos para ambos. Con esa mirada se decían mucho.
Aunque eran hermanos no se veían demasiado. A pesar de eso siempre los habían unido unos lazos muy fuertes. Para Kyoko, lo más importante era su hermano. Siempre había sido así, desde que eran niños. Si alguna vez se enamoraba seguramente eso cambiaría pero de momento no había nada en su vida más importante que el bienestar y la felicidad de su hermano. A Reiji le ocurría algo similar. Desde que conoció a Izumi ya no era como antes, pero en un principio, su hermana era la única persona en la que confiaba. Desde que eran críos sus padres no les hacían mucho caso así que su hermana fue como su madre. Ella le llevaba más de siete años, pero él siempre se olvidaba de eso. Y por muchas veces que pelearan, por muchos problema y discusiones que tuvieran con sus padres; aunque sus padres lo hubiesen echado de casa por sus tendencias sexuales y ahora estuviera saliendo con otro chico... Su hermana nunca lo rechazaba. Reiji no era muy cariñoso, pero si alguna vez necesitaba cariño, sabía que Izumi o Kyoko se lo darían sin pedirle nada a cambio. Por eso, estaba seguro de poder decir que las únicas personas a las que realmente quería, era a su hermana y a Izumi.
Pero ahora ya casi no se veían. Kyoko sentía que esos lazos se iban debilitando. No porque ninguno quisiera, sino por la maldita distancia, que tarde o temprano acaba arruinando todas las relaciones. Se levantó y se acercó al lago, todavía pensando en eso. Reiji se colocó a su lado y durante un rato no se hablaron. Finalmente, la morena habló:
- Cuando volvamos de estas vacaciones aquí debo regresar a América. Mi trabajo...- murmuró.
- Ya... bien, mejor para mí, así no tengo que mantenerte- intentó bromear para hacer que su hermana sonriera, pero no lo consiguió.
- Reiji... dime, ¿me odias?- preguntó de pronto, con la vista aún fija en el agua.
- ¿Por qué iba a hacerlo?
- Porque te estoy dejando solo... Igual que hicieron papá y mamá- fue su respuesta.
Por un momento el moreno guardó silencio. Pero pronto habló:
- Sé que lo haces por mí
- ¿Cómo?- su hermana esta vez si giró a verlo, sorprendida.
- Que sé que lo haces por mí. Sé que trabajas allí por mí. Te oí hablar con papá aquella vez. Te dijo que si pensabas apoyarme en mi idea de independizarme que me pagaras tú el piso. Por eso te fuiste allí a trabajar, para ganar más dinero... Sé que le pasas dinero a mi padre todos los meses para que me mantenga el apartamento y todas las facturas de agua y luz... Lo siento,. Kyoko. Esto es por mi culpa...- por primera vez, sintió que las lágrimas acudían a él.
- Oh cariño...- intentó acercarse a Reiji pero éste se lo impidió.
- Dime, ¿por qué no me lo habías dicho? Tengo derecho a que me cuentes ese tipo de cosas, ¿no crees?
- Es que no quería que te preocuparas... Te haces el duro, pero sé que en el fondo tienes un gran corazón...- ahora sí que lo abrazó, mientras su hermano rompía a llorar en sus brazos.
- Tonta... Quiero que me lo digas todo, soy tu hermano- logró decir, ya más calmado.
- Lo tendré en cuenta, cielo- le dijo limpiándole las lágrimas con el dorso de la mano.
- Quita- se puso colorado y le apartó la mano a Kyoko, quien no pudo evitar soltar la carcajada.
“Este chico no tiene arreglo” pensó divertida.
Justo en ese momento, Izumi comenzó a despertar, y el moreno decidió ir a su lado para “ayudarlo” a despertarse. Fue entonces cuando Kyoko notó algo raro. ¿Donde estaba Ran?
- Oye Reiji, ¿sabes dónde fue Ran?- preguntó mirando preocupada a su alrededor.
- No sé, creo que se había ido a dar una vuelta, ¿no? Lo vi irse hacia el otro lado del lago- contestó encogiéndose de hombros.
- ¡¡¡¡¡¡ RAAAAAAAAAAAN!!!!!!- gritó la morena, haciendo temblar hasta las copas de los árboles.
- ¡Oye, que me estoy despertando, no grites!- protestó Izumi, incorporándose del susto.
- Es que no veo a Ran
- Se habrá ido a casa- Reiji echó un vistazo a la otra orilla, pero tampoco alcanzó a ver nada.
- ¿Sin avisar?- preguntó Izumi preocupado.
- Vale, iré a buscarlo- suspiró al fin Reiji.
Kyoko se quedó allí por si volvía, mientras que Izumi y Reiji fueron a buscarlo.
Estuvieron andando unos minutos hasta que llegaron al otro lado. Allí echaron un vistazo, pero no descubrieron nada extraño. Cuando hubieron dado casi la vuelta completa, Izumi sugirió entrar en el bosque.
En esa zona la vegetación resultó ser más espesa, y les costaba bastante avanzar... No se habían adentrado sino apenas unos metros cuando vieron que la maleza se encontraba aplastada.
- Mira, Ran debe haber pasado por aquí... ¿cómo se le ocurre?- se quejó Reiji mientras apartada unas hojas para que Izumi pudiera pasar.
- ¡Ey! ¡Raaaan! ¿Nos oyes?
Silencio. Izumi de dejó caer en una roca que había por allí, dejando espacio para Reiji.
- No pudo más, me estoy asfixiando del calor que hace, más aquí dentro. Además, Ran es de esta zona, él más que nadie debería saber cómo moverse por aquí sin perderse. Dudo que nosotros lo podamos encontrar.
- Ya.
- Y... ¿no has notado que esto está demasiado silencioso? No quiero ser paranoico pero este bosque me está dando mala espina. Está muy oscuro y es muy denso. Vámonos Reiji, por favor- rogó con voz temblorosa.
El moreno no necesitó que se lo repitieran dos veces, y cogiendo a Izumi del brazo, emprendió el camino de regreso. Le daba igual aquel pelirrojo, no era culpa de ellos si se metía en sitios peligrosos.
Cuando finalmente salieron, el rubio respiró con más tranquilidad. Ya se estaba haciendo de noche, y el sol comenzaba a ocultarse.
Kyoko comenzó a hacerles señas en cuanto los vio. No entendieron bien qué pretendía hasta que distinguieron otra figura sentada en la arena, que también comenzó a hacerles gestos.
- ¡Maldita sea!- exclamó Reiji.
- Menos mal que está bien, ¡vamos!- Izumi tiró del moreno juguetonamente, intentando que su chico no se enfadara demasiado. La verdad que estaba deseando llegar a la pensión y tener algo de intimidad para poder estar con Reiji.
Cuando se reunieron, Ran se disculpó sinceramente, muy avergonzado por haberles preocupado. Comentó que se adentró en el bosque pero que salió enseguida y se encontró a Kyoko aquí sola. No era su intención asustar a nadie. Ran miró disimuladamente a Reiji. …ste parecía estar mosqueado, pero cuando el rubio le decía algo su expresión cambiaba a una de alegría. No pudo evitar que los celos le invadieran.
El camino de regreso se hizo más pesado pues estaba más oscuro y ellos se encontraban más cansados. Kyoko iba hablando con Izumi atrás, y el pelirrojo caminaba más adelante, al lado de Reiji. Después de un rato logró reunir el valor suficiente para hablarle:
- Eto... Reiji-san... ¿Está enfadado conmigo?
- Pues ya que me lo preguntas la verdad es que sí, ¿cómo se te ocurre desaparecer así? Nos diste bastantes problemas.
- Lo siento... No era mi intención, de verdad. Sólo quería dar un paseo y alejarme un poco del agua, nada más.
- Bien, ya sé que no lo habrás hecho adrede, y aunque así fuera, lo hecho, hecho está.
- Mmm... Tú y Izumi-san son... ¿pareja o algo así?- preguntó con la voz temblorosa.
“Mal vamos. No tenía que haber tocado el tema” pensó Reiji.
- Sí... somos novios, ¿por?- si se lo decía así de claro debería dejar de mirar a SU Izumi.
- No, por nada... perdona la pregunta.
Llegaron a la pensión cuando ya estaba casi completamente oscuro. Los cuatro se ducharon y cenaron, para después subir a la cama, tremendamente cansados.
Como era de esperar, Izumi y Reiji compartían habitación. Tenían unas ganas increíbles de estar juntos. No habían tenido mucha privacidad desde que llegó Kyoko, y apenas podían controlar el deseo y la pasión. Nada más cerrar la puerta, Izumi fue directo a los brazos de Reiji, besándose apasionadamente. La temperatura comenzó a subir y los pijamas empezaban a molestar. En unos minutos éstos se encontraban regados por toda la habitación, mientras sus dueños permitían a la noche ser testigo de su amor y deseo. Con desesperados movimientos, aquellos dos cuerpos se hicieron uno, sin importarles el resto de personas que dormían en aquel mismo edifico. Sin importarles nada que no fuera aquella persona con la que experimentaban uno de los placeres más grandes de la vida: el amor.
La noche dio paso al día. El sol iluminó los cuerpos de Reiji y de Izumi, que dormían tranquilamente, recostados el uno al lado del otro. Abrazándose, como si quisieran impedir la huida del otro, algo que nunca ocurriría.
En otra parte de la casa, un joven pelirrojo lloraba lágrimas de sangre, lágrimas que quemaban su suave piel mientras descendían por ella, lágrimas que arrastraban con ellas cualquier esperanza que tuviera aquel bello muchacho de ser correspondido algún día. No importaba cuántas veces se enamorara, estaba destinado a no ser nunca correspondido.

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