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Rickettsia typhi por western_eyes

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Notas del capitulo: Otro más! Así tengo publicada la misma cantidad en todas partes. ¡Que lo disfrutéis! (sin yaoi aún...) 

-¿Has descansado bien, pequeñín? 

Otra vez esa condenada voz. ¿Por qué justo ahora, cuando estaba en la mejor parte de su sueño? Cuando estaba en un mundo sin ero-cook’s, donde brollaba vino, cerveza y ron de las fuentes y en caudalosos ríos por las calles, donde la comida era gratuita y servida en bandejas de plata por los lugareños…En definitiva, un mundo sin ero-cook’s. 

-Maldito cocinero… ¡déjame en paz! 

-Oooh, pobrecito. ¡El bebito se enfadó! ¿Te has hecho caca y por eso estás enfadado? Tranquilo, mi niño, que el tío Sanji te cambiará los pañales… 

Con excesivo arrojo y confianza para su gusto, y con una inmensa sonrisa burlona, el rubio deslizó una de sus huesudas manos por detrás de su nuca, y lo obligó a incorporarse.

 

Agarrándole por los hombros, le recostó entre cojines y atenciones. Hmm…no estaba tan mal, al fin y al cabo, que lo trataran así a uno. Dejaría pasar la brabuconería del rubio por esta vez. Aún así, se dio cuenta de que su cabeza no opinaba lo mismo, puesto que una oleada de náuseas se apoderó de él unos segundos después. Tenía la sensación de haber perdido el sentido del equilibrio. Clavó sus manos en los mullidos cojines para no caerse, se apretó más contra ellos, apretó también sus párpados y tragó todo el aire que pudo. Un intenso calor subió hasta sus mejillas, aunque notaba una brisa fría soplando sobre su frente. Al fin, respirando fuerte y pausadamente, para evitar que el proceso se acelerase, miró al rubio con expresión apremiante, infló los cachetes y señaló con un dedo hacia su boca.

El cocinero dio un pequeño traspié de sorpresa, pero rápidamente se recompuso. Registró de una sola pasada la habitación entera con la vista. Bajo la cama de Ussop había algo que podía servirle: un pequeño orinal, vacío por suerte. Bendijo a Ussop y a su buena estrella, tomo impulso, lo cogió y se dio la vuelta en el momento justo. 

Hasta la primera papilla había echado en ese cuenco. Se sentía exhausto y le dolía la garganta por el ácido, y aún así se quedó muy a gusto. Sólo había algo que le sobraba en la escena: la mano extendida del cejas de molinillo subía y bajaba por su espalda, a modo de calmante. Una gotita empezó a deslizarse por su sien: ¿se había creído de verdad que ahora debía ejercer de padre, y que él era un niñito indefenso? Como única respuesta, le miró amenazadoramente de soslayo, suficiente como para que entendiera que debía retirarse, que sus servicios ya no eran requeridos. El rubio sonrió exageradamente, mostrando sus colmillos de lobo, y se levantó del sofá, elevando su mano aún con la palma abierta, en señal de que ya no le iba a tocar más.  

Realmente...empezaba a incomodarlo esa forma de tratarlo que había adoptado des de que enfermó, bueno, des de aquella misma mañana... No se decidía entre burlarse cruelmente de él y tratarlo moderadamente bien. Si se quedaba con la segunda opción...su dolor de cabeza remitiría. Estaba seguro que aquella voz era la causante de los tremendos martillazos que venían acompañándole durante todo el maldito sueño, y también ahora en la vigilia. No podía tratarse de otra cosa, aquella voz era el único sonido perturbador que había oído en todo el día. Y por cierto...dónde estaban los demás sonidos perturbadores? Es decir...dónde se encontraban su capitán, Ussop, Chopper...? Incluso echaba en falta a la pelirroja, que ya era muy...muy...demasiado duro de aceptar!...esos chichones que se formaban en su cabeza...y esos berridos por encima de la barrera de contaminación acústica... 

Por otro lado, estaba claro que otras presencias femeninas no eran bienvenidas...  

Dejó que los cojines y el sofá lo engulleran, sintiéndose liberado y más fresco. Aunque seguía necesitando una ducha. Pero levantarse hubiera supuesto un esfuerzo demasiado grande. A modo de comprobación, levantó un dedo, el índice de la mano derecha, y al instante todo el brazo se le llenó de una sensación hormigueante nada agradable.  

De pronto, un intenso reguero de luz se coló por los ventanucos redondos del Going Merry. No pudo evitar cubrirse la cabeza con el brazo: no podía ver nada! Esa luz era demasiado intensa...¿A quién se le pasaba por la cabeza llevarle de la completa oscuridad a esa luz de mediodía? Maldito ero-cook!  

-Maldito ero-cook! 

-Oh, perdona...Es que si no puedo ver voy a tropezar, y no te conviene, porque llevo tus papillas...Las que echaste no, las que te preparé con todo mi arte y devoción...devoción por la cocina, se entiende... 

-¿Pa...papillas? 

-¡Pues claro que sí! ¿O es que pensabas incharte a comer carne como el troglodita que eres? Los enfermos siguen una dieta especial, precisamente la que vas a seguir tú, te guste o no. 

Una mirada asesina atravesó la habitación en dirección a aquel mejunje escondido entre las manos culpables del cejas raras.  

-¡Eh! ¡Son órdenes del médico de a bordo, así que a mí no me mires! Aunque no te negaré que me estoy divirtiendo lo suyo... 

Sin nada más que añadir, colocó un cojín sobre su regazo a modo de mesa, le sirvió el plato y un poco rudo, tomó uno de sus brazos inertes, forzó sus dedos para que se abrieran y colocó una reluciente cuchara sobre ellos. Finalmente, volvió a cerrar su puño y le ayudó a llevarlo hasta el plato. Aquella cosa tenía un tinte ligeramente verdoso, pero no olía nada mal. El cocinero le miraba atentamente, esperando su reacción, así que no tuvo más remedio que llevarse un poco a los labios, no sin esfuerzo, claro está.

Durante los primeros segundos no pudo notar ningún sabor, puesto que el líquido quemaba bastante, pero no iba a permitir que ese capullo volviera a burlarse de él, así que mantuvo su cara preferida, la de póquer. Una vez más, se llevó un poco de sopa a los labios, la saboreó y tragó. No podía negarlo: aunque le doliera, estaba extraordinariamente rica, no muy salada, y para nada sosa, con ese inconfundible sabor a patata. Le recordaba a aquella que tomaban en la escuela, aquella que tanto le agradaba a Kuina. Su memoria esbozó el malhumor en los bracitos amenazadores de la niña cuando él le hizo notar cómo había corrido para poder llegar primera al comedor y servirse primero que los demás para coger la mejor ración con los mejores trozos de verduras. A ella le gustaban mucho las verduras. Siempre lo encontró extraño y tuvieron largas discusiones por ello, uno defendiendo las excelentes propiedas de la carne para formar hombres fuertes con muchos músculos, la otra apreciando la utilidad de una dieta equilibrada para personas inteligentes con suficiente cerebro para no valorar solamente los músculos de las personas.

Sus facciones se dulcificaron y se le dibujo una ténue sonrisa nostálgica. Pero el cejas raras le observaba, demasiado atento, así que tuvo que volver a la realidad. Si estaba esperando que le dijera que se estaba transformando, día a día y a pasos agigantados, en el mejor cocinero del mundo, ya podía esperar sentado. 

-Hm...está bien, ya puedes largarte. 

Una venita empezó a incharse en la sien del rubio mientras elevaba uno de sus puños temblorosos. Se notaba que estaba evitando pegarle...Órdenes del médico, o algo así... Ahora iba a cobrarse todas las pequeñas pero molestas humiliaciones. No es que le importara recibir puñetazos si se presentase la ocasión y el cocinero no pudiera contenerse. A decir verdad no le parecía mala idea probar los límites de su cuerpo en ese estado tan raro en él. Solamente tendría que hacer lo que hacía habitualmente: beber hasta reventar y entrenar hasta quedarse seco. Pero sabía perfectamente que el doctor se lo prohibiría terminantemente, así que su única oportunidad de diversión se encontraba en el rubito. Le provocaría un poco más, no necesitaría mucho...Algo así como... 

-¿No me has oído? ¿O vas a obligarme a contarte lo asqueroso que está este potaje? 

Ups...quizá se había pasado un pelín. Tanto tiempo sin acción lo había dejado ansioso por un poco de ella. La reacción del cocinero no se haría esperar demasiado.

Lenta pero pulcramente, retiró el plato humeante de su regazo para dejarlo unos metros atrás, en el suelo. Luego se acercó de nuevo, con una media sonrisa peligrosa y los puños aún más temblorosos. Un intenso ardor en la mejilla y la sensación de caer al vacío le indicaron su límite y el del cejas raras.  

-¡Será imbécil...! ¡Mira lo que me he visto obligado a hacer!- le escuchó decir entre la neblina y las vueltas que le daba la cabeza. El sofá había parado su caída, pero una vez más, no tenía fuerzas para levantarse. Se maldijo internamente una vez más, por estar tan débil, y odió con todas sus fuerzas, una vez más, tener que depender de alguien. Se llevó las manos a los ojos y presionó, clavándose las uñas en el pelo. De pronto sintió una suave palmada en el brazo. 

-Estáte quieto, que te los arrancarás.- estiró sus brazos, tajante, obligándole a dejar de tallarse los ojos.

-Voy a llamar a Chopper, creo que quería hacerte algunas preguntas para encontrar la mejor medicina, aunque ya ha empezado a trabajar en ella. 

Asintió y cerró los ojos, apático. Había perdido el apetito. Pero el cocinero no iba a desistir tan fácilmente. El “cloc” que hizo el plato al ser colocado en el suelo, justo delante de él, le dio a entender que hasta que no se lo tragara todo no obtendría su merecido descanso. 

-Está bien, está bien... –y se levantó una vez más, e intentó una vez más ignorar el mareo y el dolor de cabeza que moverse le comportaba. 

Sin soltar nada fuera de lugar, y habiendo comprobado que toda su tripulación estaba bien alimentada, el rubio se largó. Era lo suficientemente inteligente como para saber cuando quería estar solo. Se lo agradecía, sí, se lo agradecía mucho. Realmente podían llegar a compenetrarse...o en todo caso, a “llevarse bien” fuera del campo de batalla. Pero esa maldita sonrisita de hiena no iba a desaparecer tan fácilmente...            

Notas finales:

En proceso de decisión...creo que de momento son 3 votos a favor de sanxzo contra 1 de zoxsan...más el mío...que se decanta hacia el riesgo...¡me lo ponéis difícil! XD


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