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Rickettsia typhi por western_eyes

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Notas del capitulo:

¡Güenas! ¡Gracias a todos/as por los reviews! Me dais muchas ganas de continuar complicando las cosas entre estos dos mozalbetes... 

Aunque me temo que el yaoi se hará esperar un capítulo más...¡Tengo que preparar bien el terreno!¡Nada más!

¡Espero que lo disfrutéis tanto como yo! Ja ne! 

 

Un sonoro bostezo escapó de su boca, tan abierta que hasta le dolían las mandíbulas. Algo le había despertado. ¡Oh, sí, su cabeza! Picaba como mil demonios. Se rascó con fuerza en varios puntos hasta conseguir aliviar el escozor. Luego se estiró, desperezándose. Dio una vuelta sin encontrar la comodidad, dio otra vuelta sin éxito y recolocó el cobertor por enésima vez aquel día. Al moverse un poco de aire se coló por los huecos de la tela y entre su ropa, cosa que le hizo temblar en un escalofrío general de pies a cabeza.

-Baka...

¿Quién le mandaba abrir la ventana? Lo que al mediodía se percibía como una fresca y refrescante brisa se había convertido en una temperatura demasiado fría para dormir. Y él, si no podía dormir sus preciadas siestas diarias, es decir: la del desayuno, la del aperitivo, la de media mañana, la de la botella de sake antes de comer, la de después de comer, la de media tarde, la de la pinta al atardecer, la del vino después de cenar, la que se echaba en el puesto de vigilancia le tocara vigilancia o no y las siestas tras cada entrenamiento, pelea con el rubiales, invasión enemiga o descubrimiento de una nueva isla...notaba un gran vacío en su corazón y una notable falta de sueño. Aún más ahora que su cuerpo parecía estar permanentemente aletargado.

Era curiosa aquella sensación . En un principio le había hecho sentir permanentemente molesto e irritable. Si hubiera podido levantarse, abría iniciado la pelea más sangrienta hasta la fecha con el cocinero. Nunca había sabido llevar bien la falta de control. Para evitarla realizó aquellos durísimos entrenamientos que dejaban a todos boquiabiertos en la academia. Pasó días y noches a la intemperie, corrió y trepó incansablemente, levantó grandes rocas y atravesó nadando fríos ríos...más incansablemente aún tras su muerte...

Meditó eternas tardes junto a su maestro, quien le aseguraba que el conocimiento de uno mismo también formaba parte indispensable de la formación de un espadachín. Encontraría la paz y el ruido blanco en el proceso, sería capaz de sentir el aliento de las cosas y lograr que su katana siguiera su voluntad. Entonces no comprendió el significado de las palabras de ese hombre. Le admiraba, quizá menos que a su hija, pero no acababa de comprender esa aura de espiritualidad que le rodeaba. Él no necesitaba de eso para ser un buen espadachín.

-Hay dos tipos de espadachines, Zoro. Los que lo cortan todo y los que no cortan nada.

Evocó en su mente la paz que se respiraba en el dojo, el viento entre los árboles, el olor a tierra húmeda y a piedra milenaria. Recordaba también la posición en que se sentaba su maestro, con las piernas cruzadas y los dedos pulgar y corazón de cada mano unidos en un círculo. Se preguntaba para qué le serviría aquello, y había intentado imitarlo montones de veces, cerrando los ojos y concentrándose...Pero al parecer algo se le escapaba. Quizá fuera el motivo por el que su sensei lucía siempre aquella inmensa sonrisa.

Sin pensar mucho en lo que hacía, imitó de nuevo aquella posición, como cuando era niño. Incluso ahora, catorce años más tarde, seguía sin dominar su cuerpo y su espíritu tal y como lo hacía su maestro. Sólo en aquellas situaciones que le habían hecho más fuerte, cuando se encontraba al borde de la muerte y los latidos de su corazón resonaban en sus oídos junto a la melodía silenciosa del mundo, había logrado comprender y dominar ese poder. ¿Pero cómo lograr disponer de esa habilidad en cualquier momento? Si tan solo hubiera escuchado un poco más a su maestro...

De pronto se percató de la presencia de una segunda respiración en la habitación, muy cerca de la suya propia. Abrió un ojo, luego el otro, frunció el ceño y una gota empezó a deslizarse por su frente.

-¿Se puede saber que haces, Luffy?

-No lo sé, dímelo tú. Me pareció divertido lo que hacías pero lo probé y no pasó nada especial. ¿De qué sirve?-el capitán volvió a imitarle, cruzándose de piernas y uniendo los dedos.

Una venita empezaba a incharse en su sien. Sentía como, poco a poco, el dolor de cabeza volvía a recobrar fuerzas. Volvió a rascarse la cabeza, ansioso.

Baka! ¡Déjalo ya!-e intentó apartar al capitán pero dobló su cuello, esquivando su puño con facilidad.

-Oi, oi! Luffy! Deja en paz a Zoro, no ves que está enfermo.-Ussop le llamaba, haciendo grandes aspavientos con su brazo, mientras mantenía su cuerpo escondido tras la puerta medio abierta.

-¿Se puede saber por qué no entras?

-Oh, lo siento, pero mi enfermedad de no-quiero-ponerme-malo-por-alguna-enfermedad-extraña-no-identificada está empezando a mostrar sus síntomas.-y el brazo, que no paraba de moverse, le saludó en señal de paz.

-¿Enfermedad extraña no identificada...?-aquellas palabras no sonaban demasiado bien. Pero...¿dónde estaba Chopper? Él era el único que tenía algo útil que hacer allí.

Minaaa! ¿Qué hacéis aquí? ¿No os dije que Zoro necesita paz y tranquilidad para recuperarse rápido?

El pequeño doctor apareció por fin, con el semblante más serio que le había visto lucir nunca, demostrando su gran profesionalidad. Con grandes esfuerzos comenzó la ardua tarea de intentar sacar al capitán de la habitación, empujándole fuera. Finalmente se marchó, pero sólo con la promesa de que Zoro le enseñaría, cuando se encontrara mejor, su técnica secreta.

Bufó, cansado. Sus nakamas le agotaban más que hacer diez mil pesas bajo el sol de verano. Ahora, con el pequeño doctor auscultando su espalda, uno podía respirar más tranquilo. Aunque sabía perfectamente que pronto empezaría el interrogatorio.

-Muy bien, Zoro. Ahora te haré algunas preguntas para aclarar cual es la enfermedad que tienes. Por los síntomas, de momento, no puedo afirmar nada. Pero con algo más de información...¡lograré descubrirlo!- y tal y como había aparecido, aquella actitud seria y profesional desapareció, para dejar paso al auténtico carácter del reno. No pudo evitar sonreír levemente, y afirmar con la cabeza.

-Té diré cuanto quieras saber.

Yoshi! ¡Empecemos!

Volvió a cubrirse el torso y a taparse con el cobertor. Nunca se había sentido tan bien, tan calentito, tan a gustito. Si Chopper no se apuraba en entablar conversación iba a quedarse frito. Pero bendijo al reno cuando vio que se dirigía hacia los ventanucos para cerrarlos, y llevar la habitación a una temperatura comfortable y razonable.

-¿Pero quién dejó esto abierto? ¿Y por qué no nos pediste que lo cerraramos?

-No es nada.

-¡Sí es! ¡Estás enfermo! Si no te cuidas tendré que imponerte normas...

Dicho y hecho. Sacó un bloc de notas. En la tapa de plástico negro se leía en letras doradas: "La guía del enfermo, mil y un consejos para no acabar en el otro barrio". Lo dejó encima de su estómago e inmediatamente un escalofrío le recorrió toda la columna. Parecía uno de los libros de Robin...tan pesimista...

-Gra...gracias Chopper.

-De nada. Y ahora...¡quítate la camiseta y levanta un brazo!- Eso hizo que abriera los ojos un poco más de lo habitual. ¿Para qué quería...? Aún así, obedeció. El aire helado que aún permanecía en la habitación se le clavó como cuchillos en la piel, pero apretando las mandíbulas intentó que el reno no lo notara.

-Muy bien. Ahora bájalo.-lleno de curiosidad miró bajo su axila. Un diminuto y gracioso termómetro cuya punta se asemejaba a la forma del sombrero del doctor había sido dipositado allí. Los dígitos en el marcador iban subiendo, primero lentamente, pronto con rapidez alarmante.

-Dime, Zoro. ¿Últimamente has estado en contacto con roedores o felinos?

-¿Cómo?- Entre los dígitos cambiantes del termómetro y sus preguntas, sería él quien se volvería loco.

-Hmm...mejor respóndeme a esto: quiero una narración completa de lo que has hecho estas dos últimas semanas, des de que desembarcamos en aquella isla tropical hasta que volvimos a salir a mar abierto.

Debía estar de broma...

-Por ejemplo, ¿qué desayunaste el primer día? ¿Te sentó mal y fuiste al lavabo? ¿Cuántas veces has ido al lavabo estas dos semanas?

No, no bromeaba...

-Emm...Chopper...no puedo recordar eso...

-¿Por qué no? ¿Te da vergüenza? ¡No seas vergonzoso, idiota!...-y con esto inició su baile ondulante.

-¿No crees que estás siendo demasiado puntilloso?

-¿Eeeeh? Oh, quizá tienes razón. Entonces cuéntame lo que recuerdes.

-Hmm...a ver...-¿Qué había hecho en aquella isla? Nada en especial: beber, competir con otros bebedores, meterse en algún marrón por culpa de Luffy...

-Bueno...bebí mucho, y me expulsaron de muchas tabernas. Quizá me echaron algo en la bebida...

-¿Tienes algún enemigo dispuesto a hacer algo así?-El reno le observaba boquiabierto, con admiración.

-Hmm...quizá...No les recuerdo a todos...

-Sugoooi!!!-exclamó el pequeño, cada vez más entusiasmado.

-Eso no es algo muy admirable que digamos...-con su elegante porte de maître entrenado, el rubio se plantó delante de sus nakamas. En una bandeja llevaba un par de crêpes humeantes que parecían muy apetitosas. Pero estaba claro que la exquisita decoración y las flores en un vaso significaban que aquello era la merienda de las chicas. El rubio siguió la dirección de su mirada.

-Ni lo sueñes, cabeza de musgo. Para ti sólo hay papillas.

Una mirada de odio atravesó la distancia entre ellos. Qué ganas tenía de partirle la cara...Pero el cocinero le ignoraba ahora. ¡Y su cabeza no dejaba de picar!

-Por cierto, Chopper...Sobre lo que mencionaste antes de los roedores y los felinos...una noche de éstas, cuando volvía de una de mis apasionadas citas, me encontré a éste tirado en medio de unas basuras, así que lo recogí, puesto que no quiero que me identifiquen con un morador de la mugre...Allí puede que hubiera gatos o ratones.

¡Maldito ero-cook! ¡De esta sí que no se salvaba! Aunque...un momento...¿cómo sabía aquello de los roedores? ¿Acaso les había estado espiando? El rubio captó su mirada al vuelo y  no tardó en excusarse.

-Sólo pasaba por aquí y les oí sin querer. Tengo cosas más importantes que hacer...¡como servir a mis adoradas Nami-swaaaaaaan y Robin-chwaaaaaaaaan!

-¡Entonces todo está muy claro! -exclamó el renito, asustándoles.- ¡Parásitos!

De un salto se colocó detrás de él y empezó a rebuscar entre su pelo, valiéndose de sus pezuñas.

Mate, mate! ¿Qué estás...?

-¡Lo encontré!-alzó su pata hacia el cielo, muy contento por los buenos resultados de su intuïción.

Ambos se acercaron a observar más de cerca aquello que se removía en la pezuña del reno.

-¡Una pulga!-gritaron al unísono.

-¡Estoy en peligro!-gritó Chopper, lanzándola por los aires mientras corría a esconderse detrás de su espalda, recordando demasiado tarde que él era la fuente del peligro.-¡Uaaah!-así que fue a refugiarse tras las piernas de Sanji, quien le miraba con curiosidad y sin acabar de comprender muy bien.

-Entonces...¿El marimo es como un perro, y por eso atrae a las pulgas?

Súbitamente un escandaloso pitido inundó el aire, salvando al cocinero de su furia. Se trataba del gracioso termómetro de Chopper. Ya se había olvidado de él. Lo tomó entre sus dedos y lo levantó para poder leer las cifras.

-¿Tie...tienes fiebre?- preguntó nervioso el doctor, agarrándose con fuerza a los pantalones negros.

-39 grados...¿Esto es tener fiebre?- preguntó, despreocupado.

-¡Pues claro que sí, imbécil!- ¿Por qué se enfadaba tanto el cocinerucho? Tampoco parecía nada fuera de lo común. Pero claro...a eso se debía el calor que había sentido en momentos puntuales. Se había acostumbrado tanto a ello que ya no le prestaba atención, pero lo cierto es que ahora estaba sudando más que las otras veces, y tenía la sensación de que sus mejillas se habían convertido en un horno.

Al oír aquello Chopper dejó de temblar.

-De acuerdo...Esto merece medidas drásticas...¡Zoro, vas a ducharte con mi jabón especial! No, toda la tripulación lo hará. Pero lo importante ahora es bajarte esa fiebre. ¡Vamos, sígueme!- y sin mediar más palabras, el reno se encaminó hacia el pasadizo con la vista al frente y aire de general.

El rubio le miraba, tan sorprendido como él por la actitud del doctor. Se rascó la cabeza de nuevo y apoyó sus manos en el sofá para impulsarse y seguir al reno. Pero al erguirse en toda su estatura, un intenso mareo se apoderó de él, y tuvo la sensación de que volvería a necesitar el orinal de Ussop. Sin embargo, antes de que volviera a tumbarse en el sofá para recobrar el aliento, notó como un brazo se enroscaba en su cintura y una mano afirmaba suavemente su brazo derecho sobre una espalda ajena, recargando todo su peso en los hombros de él.

Konoyarro-cook! ¿Se puede saber qué haces?

-Un favor que me voy a cobrar, cabeza de melón. Así que no te acostumbres...

Y con la vista al frente, tremendamente tenso bajo su cuerpo, el cocinero le llevó a trompicones hasta el baño. A cada minuto que pasaba estaba más raro... de la amabilidad a los insultos más hirientes. ¿Y por qué se ponía tan nervioso? Betsuni...no iba a preocuparse por las estupideces de ese idiota.

-Uff...te irá bien esa ducha. Por aquí huelo a tigre...

-Urusai...

Bah...¿Por qué se preocupaba? ¡Era el mismo de siempre...!

 

¿No?

Notas finales:

Bien...creo que la mayoría ha decidido sanxzo, así que seguramente será eso lo que ocurrirá XD o quizá...

Una última cosita. Encontré un mini diccionario japonés-español y empecé a añadir expresiones en japonés como loca. Aquí viene su traducción...aunque algunas no sean necesarias.

baka: tonto

dojo: literalmente "lugar donde se estudia el camino". Antiguamente, annexo a los templos donde se practicaba formalmente las artes marciales.

oi, oi!: oye, oye!

mina: todos, vosotros

yoshi: bien

sugoi: genial

ero-cook: cocinero pervertido (ésta no necesitaba traducción...)

mate: espera

marimo: alga bastante rara que crece con forma redondeada en lagos de Japón, Estonia e Islandia (hasta hace poco me quedaba igual con el insulto de Sanji pero ahora...XD)

konoyarro: cabrón

betsuni: nada, no importa

urusai: cállate

 

Nos vemos-leemos!


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