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Extraña ansiedad por Zub_zero

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Notas del fanfic:

Hola, esta historia es un poco fuerte, llena de violencia, les sugiero que no la lean si son impresionables.

 

La luna iluminaba con un pálido y mortecino haz de luz aquella lóbrega habitación teatro de los más abyectos proyectos. Escucharon el impresionante estallar de los cristales, se mantuvieron abrazados, expectantes, en la plenitud de su locura. Sendas sonrisas poblaron sus rostros. Se miraron, ya subían la escalera, ya sentían que las linternas herían sus ojos, les buscaban. Nada había que ocultar o temer, estaban juntos, exultantes de malsana alegría, de pasión demoníaca.

 

Pronto dos llegaron hasta su habitación, ahí al pie de su lecho, deslumbrándoles con los haces de las lámparas de mano, apuntándoles con sus armas. Y ellos permanecían abrazados, mirándoles desafiantes.

 

- ¡Están en el baño! - gritó uno de los policías, estaba horrorizado, aquello era lo peor que había visto en toda su carrera. El resto de los policías se acercaron velozmente, les sorprendió que esos dos no intentaran siquiera escapar. Al contrario, mansamente accedieron a salir de la bañera para ser esposados luego de cubrir su desnudez con lo primero que estuvo a mano.

 

Les hicieron salir de la casa, lejos de ocultarse de los morbosos espectadores, les  miraban altivos, arrogantes, orgullosos de la sangre en sus manos, en sus cuerpos. Les subieron en una patrulla. El conductor les miraba con cierto temor en los ojos, como si creyera que de darles la espalda terminaría por ser una más de las víctimas de ese par de asesinos.

 

Les llevaron a la estación de policía, en el trayecto, hablaban en murmullos en un idioma que el conductor no alcanzó a comprender. Solo alcanzaba a escuchar risillas apagadas del rubio y otras un tanto roncas del de cabello oscuro.

 

Las sirenas se apagaron al llegar a la estación de policía. Los sacaron de la patrulla sin que opusieran más resistencia que al subir a ella. Les separaron, se despidieron con un beso y una frase en alemán que ninguno de los presentes comprendió.

 

El jefe de la policía en persona estaba ahí, nervioso, irritado por la situación. Esos dos habían puesto en jaque a media ciudad. Habían cometido siete homicidios comprobables se sospechaba que eran responsables de cuatro más, pero al no haber evidencia que los incriminara, no había modo de relacionarlos con los crímenes.

 

- Qué alguien entre a interrogar a esas bestias. - dijo con voz apagada mientras se imaginaba lo que los periódicos dirían a la mañana siguiente. El capitán salió y fue en busca de la única persona que sabía tendría estomago para escuchar aquello que los asesinos tendrían que decir.

 

Recorrió los pasillos hasta encontrar el apartado escritorio en el que se encontraba sentado un hombre leyendo con interés un grueso volumen.

- Hey, los asesinos llegaron, tienes que interrogarlos. - le dijo y se dio la vuelta.

- Ya voy. - fue todo lo que dijo y se puso de pie. Tomo una libreta, un lápiz y una grabadora de su escritorio y lo siguió a la sala de interrogatorios.

 

Le indicaron que entrara en el primer cuarto. Ahí se encontró con un hombre de larga cabellera oscura, no parecía asustado, tampoco preocupado, más bien parecía estar disfrutando de aquello. No se sorprendió que estuviera cubierto de sangre seca, más bien lo que le turbó fue el aire despreocupado de ese hombre.

- Buenas noches, soy el detective Ouran. - dijo al tiempo que le mostraba su placa.

- Buenas noches detective. - esa voz era profunda, masculina y sensual. Se sintió turbado.

- Dígame su nombre.

- Kanon Gemini. Ahorremos tiempo, usted quiere que hable y a decir verdad, no me opongo. - dijo Kanon con un gesto provocador. - Afrodita es mi pareja, soy homosexual, como se podrá imaginar.

- ¿Sabe que día es hoy?

- Por favor detective, ahorre las preguntas sin sentido, los dos sabemos perfectamente porque estoy aquí. - dijo mientras le sonreía con desprecio. - Olvide las preguntas capciosas para saber si me encuentro en pleno uso de mis facultades mentales, le aseguro que lo estoy.

- Hay quienes no lo creen.

- Ese es problema suyo, ¿no cree? Sólo dígame, ¿dónde está Afrodita?

- ¿Quién es Afrodita?

- No sea ingenuo, sabe que me refiero al hombre que estaba conmigo esta noche.

- Su cómplice, ¿cierto?

- En efecto, mi cómplice. - dijo con una mueca de satisfacción.

- Lo han interrogado, y ya confesó. - dijo Dohko sin mirarlo.

- Excelente, así no tendré que hablar. Me apego a todo lo que él ha dicho.

- De todos modos tendré que tomar su declaración.

- ¿Para qué? No creo que sea necesario. Si Afrodita ha dicho todo, yo no tengo nada más que agregar.

- ¿Prefiere hablar frente a su abogado?

- Me da igual, no es relevante. El mundo sabe que soy culpable. - dijo el asesino. - Pero usted quiere que yo admita todos y cada uno de los homicidios que se me reputan, bien, le complaceré. - el propio Kanon accionó el mecanismo que encendía la grabadora y la cinta comenzó a correr. - Todo comenzó como un juego absurdo... estábamos aburridos, esa es la verdad...

 

Fue aproximadamente hace cuatro años que comenzamos a sentirlo, nada nos satisfacía, ni en la cama ni fuera de ella. Incluso intentamos ser swingers, exhibicionistas, fetiches, juguetes, todo terminó aburriéndonos. No lo sé, era algo superior a nosotros, algo que iba más allá de nosotros dos, un deseo que no se satisfacía tan fácilmente.

 

Debo confesar que el primero fue un accidente, un accidente muy afortunado debo decir. Habíamos ido a un club, Afrodita estaba aburrido y comenzó a flirtear con un tipo, el juego me gustó y decidí que quería seguirlo hasta las últimas consecuencias. Se acercó, nos ofreció sexo con ambos.

- No se arrepentirán. - dijo, Afrodita me sonrió, una de esas sonrisas especiales que solo yo se interpretar, fuimos a nuestro departamento, el tipo parecía muy avezado en esa materia.

 

Tuvimos sexo con él, no fue malo, pero creo que ambos teníamos ganas de otra cosa, algo más... extremo. Afrodita sugirió asfixia erótica, el tipo aceptó encantado. Afrodita me pidió que fuera yo quien se lo hiciera al sujeto del bar y accedí. El tipo me dio instrucciones precisas de que hacer, mientras lo hacía no podía dejar de pensar que se sentiría si llegaba al punto de matarlo. Deseché la idea creyéndola descabellada.

 

Pero no contaba con que la idea iba a cobrar más y más fuerza mientras contemplaba a mi hermoso Afrodita embestirlo. Sin pensarlo  comencé a ejercer más y más fuerza sobre su cuello. Terminé por asfixiarlo... mientras sus labios se amorataban y abría la boca intentando jalar aire, miré a Afrodita, había en sus ojos un brillo que jamás había visto, un brillo especial, un brillo que me hizo sentir que esa emoción era precisamente lo que necesitábamos. No lo pensé más, le asfixié con mayor fuerza, Afrodita gemía de placer mientras se movía más y más rápido, entrando y saliendo de ese cuerpo que se moría debajo del suyo. Mi Afrodita estaba extasiado, lo mismo que yo. Cuando nos deshicimos del cadáver me dijo que ese había sido el mejor orgasmo de su vida. Le creí, porque a mi me había pasado lo mismo cuando lo hice mío encima del cadáver amoratado de ese sujeto.

 

Gracias a su recuerdo tuvimos varias noches de sexo apasionado, sin embargo el recuerdo se diluyó lentamente y volvimos a la rutina. Creo que desde ese momento nunca nos volvimos a ver de la misma manera.

 

En la sala contigua, Afrodita había relatado los mismos hechos horrorizando al psiquiatra que lo escuchaba.

 

- Sí lo desea podemos hacer una pausa, creo que ninguno de los dos tiene prisa. - dijo el rubio con una sonrisa que pudo helarle la sangre. No podía comprender como era posible que alguien pudiera hablar con tanta frialdad como lo estaba haciendo ese hombre. Afrodita lo miró y comenzó a hablar.

 

No era fácil seguir así, es como sí habiendo probado ambrosia te obligasen a comer desperdicios. Intentamos volver a la rutina, actuar "normales", pero era imposible. Esa sensación nos había contaminado hasta lo más profundo. Kanon lo sabía y yo también. Nos habíamos vuelto adictos a esa emoción... y es que uno no sabe lo que significa ser poderoso hasta que sabe que la vida de otro ser humano esta en sus manos...

 

No lo hablamos, ni siquiera tocamos el tema hasta una noche que estábamos haciendo el amor.

- ¿Te gustó? - le pregunté mientras salía de mi interior.

- Sí...

- Pero no fue como esa noche, ¿verdad?

- ¿Te ofenderías si te lo confirmara?

- Por supuesto que no... es solo que... me siento igual.

- ¿Lo repetirías?

- Sí. - me miró y supe que juntos podíamos hacer cualquier cosa, por extraña que esta fuera.

 

Creo que ninguno de los dos hacía más que pensar en la  forma de hacerlo nuevamente y cada noche, mientras hacíamos el amor, fantaseábamos, nos decíamos uno al otro lo que haríamos para extender el placer que sentíamos. Y nos dimos cuenta de que lo que más nos encendía era ese homicidio que habíamos cometido casi por accidente... y digo casi porque no dudo que lo que en ese momento pasaba por la cabeza de Kanon era matar a ese tipo sólo por saber que se sentía. ¿Cómo lo sé? Porque yo estaba pensando en lo mismo, hubo un momento en que nuestras manos se tocaron, Kanon presionaba y yo le acariciaba, fue tan excitante...

 

La ocasión de repetirlo se nos presentó un par de semanas después, estábamos tomando unas vacaciones en la playa. Esa noche habíamos salido a pasear por la playa. Se nos hizo divertido correr desnudos por la playa, lo hicimos durante un rato, hasta que el vigilante de una de las casas de la playa nos sorprendió y amenazó con llamar a la policía. Kanon le ofreció dinero para que nos dejara ir. Pero a mí se me ocurrió algo mil veces mejor. Se lo dije en sueco para que el vigilante no se enterara.

 

- Dijiste que querías repetir lo de esa noche... es nuestra oportunidad. - le dije. Por un momento creí que Kanon se había arrepentido de las palabras dichas en un momento de pasión, pero no fue así.

- Bien, hagámoslo. - sonreí, casi al instante, el ritmo de mi corazón se disparó. Mi cuerpo se anticipaba a lo que sucedería, así me lo avisó una dolorosa erección. Me acerque al guardia, era un hombre malencarado y bastante vulgar, apestaba a tabaco barato y a sudor. Pero no me importó, ¿entiende? No me importó, fue en ese momento en el que me di cuenta de que era capaz de todo por volver a experimentar esa sensación. Me le ofrecí de la manera más vulgar y burda que pude. El tipo aceptó encantado, mi belleza física es el gancho perfecto, eso fue lo que aprendimos esa noche.

 

Nos acercamos a unas rocas cerca de un acantilado. El guardia nos guió a una cueva natural que se escondía entre las rocas. Me quité la ropa, miré a Kanon, sus ojos brillaban con lujuria y algo más. No podía contenerme, me acerqué decidido al hombre aquel, me miraba de una manera que hubiera hecho enrojecer de vergüenza a cualquiera, pero no a mí. Y es que yo tenía otros planes en mente, al igual que Kanon. No lo planeamos, esa es la verdad, tal vez de tener un plan no hubiera sido tan perfecto como fue.

 

Lo hice tenderse en el suelo, me miró sin tener ni idea de que iba a pasarle y eso me gustó, me excitó como nada me había excitado antes.

 

Kanon lo estranguló con su cinturón mientras yo lo miraba todo. Hubo un momento en el que me dejé llevar por mi excitación y comencé a succionar el pene de Kanon, mi hombre estaba más que excitado, se vació en mi rostro mientras dejaba caer el cadáver de ese estúpido al suelo. Kanon me hizo el amor ahí mismo, me reí, y es que la cara de ese infeliz era un poema a la estupidez. Kanon gemía de un modo imposible de pasar por alto mientras contemplaba el cadáver de ese tipo.

 

- Dioses... esto sería mejor si hubiera sangre. - dije mientras terminaba en su mano.

- La próxima vez la habrá. - aseguró sabiendo que ninguno de los dos podría continuar sin experimentar esa sensación de nuevo. Sonreí, aquella noche lo hicimos varias veces, me sentía demasiado excitado y mi excitación aumentaba cada vez que  recordaba el momento en el que los ojos de ese hombre se posaron en mí como sí suplicaran.

 

***

Kanon miró con gesto divertido al policía.

 

- Sé que me dirá, que esos dos homicidios nunca fueron tomados como tales. En realidad no nos preocupamos por ocultarlos. Al primero lo arrojamos en un basurero, lo encontraron días después, los perros callejeros se habían comido buena parte del cuerpo. - dijo regodeándose. - Al vigilante lo tiramos al mar... los dioses saben si llegó a tierra o si se lo tragaron los peces.

- Es decir que no los planearon. - dijo el policía intentando mantener la calma.

- No, no planeamos nada de eso, fue... cosa de un momento, algo espontáneo. - dijo Kanon con suma naturalidad. - Pero fueron útiles para el resto de las cosas que hicimos juntos.

 

A partir de esa noche no volvimos a ser los mismos. He escuchado por ahí que lo difícil es cometer el primer crimen, el resto se encadenan por sí solos. Es verdad, esta vez no evadimos el tema, lo hablamos hasta el cansancio, ideando mil y una formas de hacerlo lento, de hacerlo placentero para nosotros, de que fuera tanto o más excitante. Ambos habíamos entendido que no podíamos evitarlo, que tarde o temprano lo haríamos de nuevo, el recuerdo de ambas muertes nos excitaba, nos hacía pasar las mejores noches de placer.

 

Pero al mismo tiempo sabíamos que no podíamos dejarnos atrapar tan fácilmente, ¿me entiende?

 

- Es decir que usted esta perfectamente consciente de que lo que han hecho es un crimen,- dijo el policía mirándolo aterrado.

-Por supuesto, no soy un débil mental como para no comprender las consecuencias de mis actos y Afrodita tampoco.

- ¿No alegará que una voz en su cabeza le dijo que cometiera esos crímenes? - Kanon se echó a reír, el policía ya no sabía a que atenerse con ese hombre que parecía tan dueño de la situación como ningún otro criminal que hubiera visto antes.

- Usted si que tiene sentido del humor... si hubiera habido una voz le aseguro que no habría estado en mi cabeza. - dijo burlón.

 

Afrodita y yo no dejamos el tema, mientras estábamos solos en casa, hablábamos y hablábamos sobre ello. Afrodita quería ver correr sangre, ciertamente también yo lo deseaba.

 

Una noche volvíamos de una exposición fotográfica a la que habíamos sido invitados por un viejo conocido. Afrodita había estado  particularmente irritable durante toda la velada.

 

A penas entrar en casa me lo gritó.

 

- ¡Quiero hacerlo! ¡Quiero volver a sentir eso! - al instante supe de que hablaba, no podía culparlo, por mi mente rondaba la misma idea.

- Lo haremos. Pero esta vez tiene que ser perfecto, tal y como lo imaginamos. - le dije mientras acariciaba sus labios entreabiertos. El sonrió.

 

Esa noche no  hicimos el amor como de costumbre, cambiamos nuestros hábitos. Esa noche fue la primera en que planeamos nuestro siguiente crimen. ¿Sabíamos que estaba mal? Lo sabíamos, pero no nos importaba. Lo único que importaba era volver a sentir eso...

 

La idea era simple, teníamos que actuar como lo que éramos, depredadores en busca de la satisfacción a su apetito. Decidimos hallar el lugar perfecto para pasar inadvertidos. No podíamos hacerlo en nuestro círculo, habría sido demasiado obvio. Optamos por la zona roja de la ciudad. A quien fuera que matáramos, pocos o más bien nadie le echaría en falta. Decidirlo sólo fue la primera parte del plan.

 

Hicimos de esa idea nuestro eje; Afrodita estaba ansioso por poner en práctica nuestros planes, sin embargo, yo le forcé a ser paciente. No podíamos arriesgarnos a echar a perder las cosas tan pronto, especialmente porque ninguno de los dos quería que esa fuera la última vez que lo experimentáramos. No queríamos que terminara rápido, esa es la verdad.

 

Nos tomó casi un año estar listos para aquello. Afrodita se hacía pasar por un prostituto y yo como su manejador. Afrodita tiene madera de actor, de eso no me cabe ninguna duda.

 

La risa de Kanon estremeció al agente Ouran, no podía creer que ese hombre relatara esos hechos con tanta frialdad.

 

Como  le decía, él fingía ser un prostituto cualquiera, escoria como la que ahí abundaba. Y yo lo vigilaba de cerca. El plan era sencillo. Él los engatusaría y yo aparecería en el momento preciso. Lo habíamos dispuesto todo para que las cosas funcionaran conforme a lo que nosotros planeábamos. Tal vez para otros hubiera sido difícil, pero para gente con los recursos con los que nosotros contábamos, era la mar de sencillo.

A través de un prestanombres alquilamos un viejo edificio cerca de la zona roja, ese donde nos arrestaron hoy.

 

Lo ensayamos durante semanas, sin llegar a concretarlo. Las ansias nos quemaban por dentro a ambos, era inevitable, tarde o temprano lo haríamos. Por un momento pensé en no hacerlo, pensé que podríamos dominarlo. Pero no fue así...

 

Esa tarde, mientras llegábamos hasta nuestro centro de operaciones, sentí que no podía más... teníamos que hacerlo ya.

 

Afrodita se colocó el disfraz, se veía bastante vulgar, pero es tan hermoso que eso no le demeritaba.

 

- ¿Cómo me veo? - dijo con un gesto coqueto.

- Maravilloso, perfecto. - le dije y lo besé. - Tenemos que hacerlo esta noche.

- Pienso lo mismo.- dijo y me sonrió.

 

Aquella noche lo llevamos a la práctica, desde hacía semanas Afrodita había escogido a nuestra primera víctima. Él no pudo evitar caer en una trampa con un sebo tan delicioso como lo era Afrodita. Era hermoso, no era mi tipo, pero eso carecía de importancia, después de todo, lo único que nos interesaba de él era su sangre.

 

Afrodita actuó su papel a las mil maravillas. Lo engatusó lo suficiente como para que el muchachito no se diera cuenta del peligro en el que estaba. Mi Afrodita lo llevó hasta el edificio donde yo esperaba, lo llevó a la habitación en que habíamos acordado hacerlo. El pobre infeliz no tuvo ni asomo de sospecha de lo que iba a pasarle.

 

Me quedé en mi escondite hasta que Afrodita lo ató a la cama y le vendó los ojos. Era uno de sus clientes "habituales". Estuve a punto de echarlo a perder con mi impaciencia. Pero logré contenerme lo suficiente.

 

¿Quiere escuchar los detalles? Supongo que sí.

 

Tanto Afrodita como yo teníamos una idea muy clara de cómo queríamos que sucedieran las cosas, digamos que teníamos una especie de guión a seguir.

 

Cuando pude verlo actuar me sentí exultante, seguro que él también lo estaba, ¿cómo no? Estábamos consumando un anhelo que arrastramos durante meses.

 

- Ya verás... te daré algo que nunca olvidarás. - le dijo Afrodita mientras le vendaba los ojos. El muchacho comenzó a asustarse.

- ¿Qué estás haciendo? - le dijo entre asustado y confundido cuando Afrodita abandonó la cama.

- Nada, solo busco algo. - dijo Afrodita, eso no tranquilizó al muchacho.

- Desátame, esto ya dejó de ser divertido.

- Qué lástima que no lo aprecies... aunque para nosotros la diversión apenas comienza, ¿cierto amor? - dijo mientras me  hacía salir de mi escondite.

 

Afrodita se arrancó las últimas prendas, dejándome ver su perfecto cuerpo, ambos estábamos tremendamente excitados. Escuchábamos a ese hombre gritar, suplicar, pero ninguno de los dos le atendía, estábamos muy ocupados uno en el otro.

- Hagámoslo ya. - dijo Afrodita, asentí, ambos estábamos desnudos, así lo habíamos planeado, queríamos probar si era verdad que la sangre brota tibia.

 

Conseguí controlarme lo suficiente como para poder proporcionarle a Afrodita lo que habíamos acordado usar, un cuchillo pequeño que se amoldaba a la perfección a sus manos, él tiene manos pequeñas, y unas pinzas para cortar cables. Afrodita me miró con ese brillo especial en los ojos, en ese mismo momento me di cuenta de que aun sí lo deseáramos, ya no había marcha atrás.

 

Sonreía  cuando se acercó de nuevo a la cama.

 

- Tú calladito ah?- le dijo al chico que para esas alturas chillaba cual cerdo ante la incertidumbre de no saber que le ocurriría. Estaba tan asustado, mientras que yo moría de excitación, ansiaba poseer a mi Afrodita. Me masturbé como desquiciado mientras Afrodita le hacía jirones la piel a ese imbécil.

 

***

Fue divertido, le dibujé una cuadricula perfecta en el abdomen, luego pasé a la parte artesanal. Kanon tuvo razón al sugerir usar las pinzas. Me entretuve un buen rato arrancándole jirones de piel. Lo dejé cuando me pareció aburrido. Fue perfecto lo que pasó enseguida. Kanon se acercó a la cama y me besó, su pene estaba tan duro como nunca, nos acariciábamos mientras ese agonizaba. La verdad es que creo que murió muy pronto. Hubiera querido prolongarlo más. Pero éramos principiantes, no sabíamos lo necesario como para hacer que aquello durara lo suficiente. Kanon sonreía, complacido por el resultado de mí actuar. Ambos contemplamos con gesto extasiado la  masa sanguinolenta que se debatía en la cama aullando de dolor con los músculos expuestos.

 

La carne viva al descubierto me excitó brutalmente. Kanon me atrapó en un abrazo, estábamos muy excitados. Nuestra excitación parecía acrecentarse con la sola vista de ese cuerpo desollado. Acaricié el atlético tórax de Kanon dejándolo impregnado con la sangre de ese hombre. El olor de la sangre actuó como un afrodisíaco. Fue la mejor sesión de sexo que hubiéramos tenido hasta ese día. Lo hicimos en la cama, justo a los pies de ese infeliz. Kanon estaba incontenible, al igual que yo, orgasmo tras orgasmo no conseguíamos apagar nuestra ansiedad, nuestra pasión. Nos cumplimos el capricho de eyacular sobre el cuerpo.

 

***

Fue glorioso... sí, esa es la palabra. Ni siquiera muerto lo dejamos en paz. Al parecer fue entonces cuando  Afrodita comenzó a desarrollar esa fascinación por la sangre. No niego que me agradó, era endemoniadamente sensual verlo frotarse contra aquel cuerpo sanguinolento mientras lo poseía.

 

El policía lo miró con asco, Kanon se limitó a sonreír con malicia.

 

- ¿Me censura? Su opinión me resulta insignificante. - aparentemente no sentía ni asomo de culpa o remordimiento, ni siquiera de incomodidad. Sonreía como si su narración no constara sino de hechos cotidianos, inocuos. Kanon bebió un poco de agua antes de seguir hablando. - ¿Quiere saber que hicimos con el cuerpo? Lamento informarle que no quedó nada de él. Al día siguiente pusimos todo en una bolsa de basura y lo llevamos a un crematorio para mascotas. Le repito, Afrodita es un gran actor. Lloró como si de verdad fuera su querida mascota lo que llevamos a cremar.

- Se encontró un trozo de piel disecada en su departamento.

- Ah sí, fue mi idea, tomamos un recuerdo. A Afrodita le gustó el tatuaje que el tipo tenía en la espalda, así que lo tomamos. Tuve que curtirlo para que no se dañara.

- ¿Cómo lo hizo?

- No fue difícil, solo tuve que navegar un poco por la red, adquirir unos cuantos químicos y con ayuda de Afrodita lo hice.

- ¿Cada uno de los trozos de piel...?

- Sí, tomamos cada uno de los que escogimos. - aseveró Kanon. El policía no lo comprendía, al parecer, ese hombre no tenía miedo a las consecuencias de sus actos.

- ¿Cuál era la secuencia?

- Ya se lo dije, los observábamos, escogíamos a uno que nos gustase a ambos y lo hacíamos. Era tan fácil... por eso es que decidimos ponerle un toque extra.

 

***

- Llevábamos ya dos años haciéndolo, creo que fueron solo tres en ese lapso. Es verdad, no nos decidimos por un tipo específico. El primero era rubio como yo, luego tuvimos a un moreno, pero los siguientes fueron pelirrojos. La única constante era que los estrangulábamos un poco. Generalmente era Kanon el que lo hacía, yo no tengo tanta fuerza como él, la  parte artística quedaba a mi cargo. - dijo Afrodita con una sonrisa satisfecha.

- Fue en ese momento en que empezaron a ser más violentos, ¿es correcto? - dijo el psiquiatra.

- Sí, en ese momento comenzamos a concebir lo que sería nuestra obra maestra. - dijo el rubio.

 

Kanon sentía que no era suficiente, siendo sincero, también lo creí. Me gustaba arrancarles la piel, pero no sabía como hacerlo sin que murieran tan rápido. Empecé a investigarlo. Kanon descubrió que si los anestesiábamos un poco durarían algo más, claro que la hemorragia terminaba por hacerles perder la conciencia. Con cada homicidio aprendíamos, y cada uno de ellos nos volvía más y más insaciables.

 

Fue entonces que decidimos filmarlos, sé que fue una idea riesgosa, pero precisamente por eso fue que nos agradó. La idea de que nos descubrieran solo lo hacía más interesante. La sensación de hacer algo prohibido lograba acrecentar la sensación de placer.

 

Nuestras noches no volvieron a ser las mismas, veíamos una y otra vez las grabaciones de nuestros juegos, Kanon me mostró que podía ser aún más apasionado de lo que había sido hasta entonces. Los vecinos se quejaron, era tan divertido escucharlos protestar cada mañana. Pero ninguno se atrevía a decirnos nada cara a cara.

 


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