Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hysteria por KakaIru

[Reviews - 18]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Ueno, una pareja rara rarísima pero qué puedo hacer si Kisame me parece precioso? xDDD Como dijo Kitsui, tengo gustos "exóticos" X3

Tan sólo quiero agradecerle a Luna Locatis Lunática, cuyo video de su autoría me inspiró a hacer este fic (y añadió una cancion a mis favoritas xD). El link del video aca esta: http://www.youtube.com/watch?v=lSueeBVvtuw (KisaGai)

Arigato, Luna-san!!! *O*

Notas del capitulo:

Espero que les guste! Mi primer fic protagonizado por Kisame y Gai! (Kisame es amor y Gai es... Gai! xD)

Disfruten!!!

^____^

P.D.: Posible OOC (out of character o fuera de personaje) ^^U


Hysteria

 

By KakaIru

 

Naruto © Masashi Kishimoto

 

~ KisameGai ~

 

 

 

[...]

 

Sonido.

 

Sonido distante.

 

Dolor. Sonido. Frío. Dolor. Más dolor. Aire, por favor, algo de aire. Frío, muy frío, demasiado frío. ¡Duele! ¡Aire! Sonido y luego luz, blanca y brillante luz que hiere sus pupilas.

 

Abrió los ojos y contempló dos lagunas negras y penetrantes que lucían dos pupilas blancas, frías pero no tan frías como el ambiente.

 

Se acomodó débilmente.

 

Le dolían los brazos, el pecho, la cabeza...

 

Intentó moverse pero una fuerte prensa lo detuvo. Quiso gritar pero una tos lo invadió, entonces cerró los ojos al sentir la humedad. No, ya no se estaba ahogando, eso había sido antes del sonido y antes del dolor. Ahora tan sólo necesitaba aire y un poco de espacio, porque los brazos lo encerraban rudamente y hacían crujir  sus huesos.

 

-Descansa- dijo una voz por encima del calmado ir y venir de las olas.

 

Él tan sólo asintió y dejó que la oscuridad lo atrapara.

 

En su mente se repetía aquella palabra, y aquella voz y el lejano sonido de los gritos que clamaban su nombre. Aquella voz la conocía, era Lee y aquel Naruto, pero poco a poco se alejaba y se internaba y la humedad se hacía cada vez más latente hasta que el dolor volvió.

 

¡Ahogamiento! ¡Ahogamiento! ¡No puedo respirar!

 

-Ahora nos estamos alejando, Maito Gai- dijo la misma voz sumergiéndose en el profundo océano.

 

~

 

-¿Está vivo?- preguntó una sombra sin nombre.

 

Kisame lo miró un momento y luego volvió la vista hacia el cuerpo que yacía sobre la cama.

 

-Estaba vivo cuando lo encontré- respondió sentándose en el suelo, pensando seriamente.

 

-Entonces...- dijo la misma voz de ojos dorados- ¿es él?

 

Kisame asintió.

 

-Estoy seguro, esta vez no puedo estar equivocado- susurró frunciendo el ceño, recordando los múltiples errores.

 

Pero ahora no, ahora estaba más que seguro de que era aquel al que estaba buscando. Era, sin duda alguna, el mismo pelo negro de aquella vez, y las mismas espesas cejas y la misma ropa verde. Además, tenía el mismo sabor y la misma condenada fuerza. Atraparlo había sido un desafío que le había costado horas. Primero hipnotizarlo, luego atraparlo (siendo esto lo más complicado) para, finalmente, dejarlo inconsciente.

 

-No se ve muy... preparado- inquirieron los ojos dorados mientras se paseaban por la figura ausente-. ¿De verdad te gusta?

 

-Sí- Kisame volvió a asentir y sonrió enormemente, mostrando las hileras de filosos dientes de tiburón.

 

-No sonrías así, das miedo- bromeó la sombra palmeando su hombro-. Mejor me voy, está despertando.

 

El chico tiburón volvió a asentir y se levantó, se adecentó lo mejor posible y esperó, tratando de que la tonta sonrisa no se apoderara de su rostro.

 

"No quiero asustarlo", se recordó al ver los ojos negros que se abrían lentamente, confundidos, mientras escaneaban la habitación.

 

Entonces la mirada azabache se posó en él. Lo miró uno, dos, tres segundos, y frunció el ceño. Entonces...

 

-¿¡Quién demonios eres tú!?- gritó Gai señalándole acusadoramente. Reparó entonces en otra cosa:- ¡¿Y por qué estoy atado?!

 

-Primero que nada- respondió Kisame caminando hasta la esquina de la habitación, lo más lejos posible del furioso hombre-, mi nombre es Kisame. Y te até para que no escaparas.

 

Los ojos de Gai se abrieron de estupefacción. ¿Y tenía el descaro y la desfachatez de aceptarlo así como así? Pero entonces, ¿por qué lo había llevado hasta allí? ¿Y dónde estaba, precisamente? Contempló entonces las hermosas paredes de coral, las ventanas cerradas, la cama de suave colchón y mullidas almohadas y, nuevamente, volteó a ver a "Kisame". ¿Qué demonios era... eso? Su piel era... azul. ¡Azul! ¿Y eso que estaban ahí eras branquias? Y cuando hablaba se veían los afilados dientes, como los de un animal. Dios santo, a dónde había ido a parar.

 

-¿Dónde estoy?- preguntó Gai a la defensiva, alejándose lo más posible de aquel extraño ser.

 

Kisame se relajó entonces, sintiendo que ambos entraban en confianza.

 

-Estamos en el Reino del Agua- dijo orgullosamente-. Hogar de los hombres-tiburón más letales del mundo, los corales más hermosos y la sociedad más avanzada.

 

-¡No me importa nada de eso!- replicó Gai con una vena en la frente- ¡Lo que quiero saber es qué demonios hago aquí!

 

-Oh- aceptó entonces Kisame-. Sobre eso... Yo te traje. No fue nada fácil pero finalmente logré atraparte. Como carnada para el tiburón...

 

Al decir esto sonrió con malicia y Gai tragó saliva con dificultad.

 

-¿Q-Qué es lo que quieres de mí?- preguntó el pelinegro de pronto, haciendo imposibles para no espantarse ante esa escalofriante mueca.

 

-¿De ti?- preguntó Kisame; Gai asintió- Nada. Sólo quiero que tengas mis crías.

 

Los ojos del pelinegro se abrieron como platos.

 

-¡¿¿QUÉ??!- gritó con todas su fuerzas- ¡Ni se te ocurra!

 

-No hay mucho que puedas hacer...

 

-Si te acercas a mí- declaró Gai en tono desafiante- te golpearé con tanta fuerza que desearás no haber nacido.

 

Ante esto Kisame sonrió más abierta y escalofriantemente.

 

-Me gustan los retos- declaró-. Además, ya está decidido. Por lo pronto sólo vístete.

 

 Sólo hasta ese momento Gai se dio cuenta de que, efectivamente, estaba desnudo.

 

Con la cara roja y mascullando una obscenidad, el hombre se agarró a las extrañas vestimentas a las que apuntaba Kisame. Gai le miró un par de segundos y, al comprender que el otro no le iba a dar ni un tanto de privacidad para que se cambiara, no tuvo más remedio que hacerlo ante los ávidos ojos del otro. Y mientras cada palmo de piel iba quedando cubierta, Kisame asentía, complacido por lo que veía. No sólo había encontrado a una persona fuerte, sino también hermosa. ¡Porque lo era! Era hermosa pero, lo más importante, tenía un enorme corazón...

 

 

~ Diez años antes ~

 

 

La tormenta había sido larga y cruel. Los padres de Kisame habían desaparecido entre las terribles vorágines desesperanzadoras y se habían perdido para siempre. Él se hallaba en la cueva, escondido, tratando de reprimir las lágrimas que rodaban por sus ojos al saberse solo. Por más que quería, sabía que no podía salir. Porque salir equivalía a encontrarse con los remolinos que todo lo absorven y las corrientes que no perdonan. Pero sus padres... Sus padres no habían vuelto.

 

-Otousan...- susurró Kisame abrazando sus piernas.

 

Un grito llamó su atención.

 

-¡Otousan!

 

No podía ser, no podía pero... ¡era la voz de otousan!

 

Corriendo a todo lo que daban sus piernas, Kisame salió de la cueva dispuesto a salvar a su progenitor, encontrándose directamente con un enorme remolino que se cerró a su alrededor a una velocidad pasmosa.

 

Entonces sobrevino el dolor que cruzaba toda su espina dorsal y sus ojos que se cerraban. El tiempo se hizo nada y él supo que la oscuridad venía a buscarlo ya, que la muerte estaba tan cerca que casi podía olerla.

 

Kisame debió haber muerto esa vez.

 

Debió haber muerto pero no lo hizo. No lo hizo porque, de la nada, había aparecido aquel rostro de ojos negros y preocupada expresión, aquellos fuertes brazos que se cerraban a su alrededor mientras la suave voz susurraba en su oído:

 

-Estás muy frío... Resiste, por favor. Estarás bien.

 

No podía ver por completo su rostro, tan sólo dos manchas negras en el lugar de sus ojos y un brillo extraño en donde debiera estar la sonrisa. Pero el abrazo era cálido y esperanzador y lograba cobijar su doliente alma. Kisame se aferró a él como si se tratara de un ángel salvador (que lo era) y deseó perderse siempre en esa sensación, deseando nunca despertar, nunca abrir los ojos para encontrar el vacío.

 

-No me dejes...- murmuró Kisame en voz débil, pero el desconocido pudo oírle y una sincera sonrisa se apoderó de su rostro.

 

-No te dejaré- declaró Gai apretando contra sí el herido cuerpo contra él, sintiendo los fuertes contornos, como si aquel joven tan sólo se conformara de piel y huesos pero nada más.

 

Desde el comienzo no le había importado el color extraño de su piel, en ese tono azulado que no había visto nunca antes. No le importó haberle encontrado a orillas del mar, moribundo. Nada más contemplar su figura inerte se abalanzó sobre él con tal de salvarle. ¡Y le salvaría o sino tendría que ir de una punta de la playa a otra diez mil veces! Por eso lo había tomado en brazos sintiendo la extrema delgadez, y se encontraba corriendo en dirección al hospital más cercano.

 

Y, por esa misma razón, murmuraba en el oído del otro:

 

-Sé fuerte... No te rindas...

 

Y Kisame no se rindió.

 

Kisame sobrevivió para ver un día más y, cuando fue a buscarle, el otro ya se había ido pero, en el hospital, habían logrado decirle su nombre.

 

El chico tiburón se lo grabó a fuego en la memoria.

 

"Maito Gai".

 

 

~ En el momento actual ~

 

 

Kisame sonrió, contento al recordar aquel adorado momento en el que había conocido a Gai.

 

Allí, viendo la tonta sonrisa en el rostro del otro, Gai no pudo evitar que un sonrojo se apoderara de sus mejillas.

 

-Listo- dijo una vez estuvo completamente vestido.

 

Kisame le miró y asintió. La ropa le quedaba como anillo al dedo, con los enormes volantes verdes y blancos, los pantalones de bota ancha y la camisa de un verde claro con aquellos preciosos adornos de coral. Ya tan sólo faltaba el anillo de cristal alrededor de su brazo y todo estaría perfecto.

 

-Estás muy apuesto- halagó Kisame, y otro sonrojo indeseado coloreó el rostro de Gai.

 

"¿Por qué demonios me estoy sonrojando?", se reprendió el pelinegro un tanto ofuscado.

 

Por su parte, Kisame se acercó a la puerta, la abrió y le indicó salir.

 

-¿A dónde vamos?- preguntó Gai, receloso.

 

La respuesta de Kisame no hizo sino borrar todo rastro de color en su rostro:

 

-A nuestra boda.

 

~

 

Gai hubiera salido corriendo sin mirar atrás si tan sólo no hubiese tantas personas mirándole. Y no es que le hubiese importado pelear contra todos ellos sino que eran demasiados y esos demasiados tenían expresiones que daban miedo y gigantescas sonrisas de dientes afilados. Así que había hecho lo único que podía hacer: golpear a Kisame. Lo había golpeado con tanta fuerza que tenía los nudillos enrojecidos, pero ahora estaba allí, frente al enorme y hermoso altar, con un tiburón a su lado que sonreía como idiota y lo veía por el rabillo del ojo.

 

-Estás hermoso- repetía Kisame por vigésima ocasión.

 

-Y tú estás muerto- respondió Gai también por vigésima vez.

 

Kisame sudó frío y se acarició la nuca nerviosamente.

 

-Créeme que preferiría evitar todo esto- dijo como única excusa-, pero en nuestro reino son muy estrictos en ese sentido. No esperas que tengamos crías si no estamos casados.

 

-No vamos a tener crías, Kisame o como te llames.

 

-Kisame.

 

-Como sea- dijo Gai, exasperado y a punto de perder su última gota de paciencia-, lo que importa es que apenas esta tontería termine, me voy a ir a mi casa y a olvidarme de toda esta locura.

 

Entonces, por primera vez, Gai vio en el otro un expresión dolida.

 

Y lo sintió.

 

Dentro de su pecho, algo se removió al contemplar la mirada de pronto apagada en el rostro de Kisame. Y entonces, sólo entonces, Gai se sintió mal por haberle dicho eso.

 

-Ahmm... no pongas esa cara. Sólo... Sólo acabemos con esto.

 

Los ojos de Kisame volvieron a brillar.

 

-Gracias- dijo.

 

Gai le miró con interrogación.

 

-¿Por qué me agradeces?

 

-Porque nunca tuve oportunidad de hacerlo- respondió Kisame relajadamente mientras le miraba directamente a los ojos. Gai no entendió nada-. Aquella vez, hace diez años, cuando salvaste mi vida.

 

Un flechazo de entendimiento golpeó al pelinegro.

 

-¡Eras tú!- susurró casi sin aliento, recordando de pronto aquella ocasión, hace tanto tiempo, cuando hubo encontrado aquel débil cuerpo cerca de la costa.

 

¡Y entonces resultaba obvio! ¿Cómo había podido olvidar algo como eso? Sus ojos habían vuelto a abrirse de pura estupefacción. ¡Aquel chico era Kisame! Por supuesto, la piel azul, los ojos blancos, la expresión... no, la expresión era diferente, por eso no había podido reconocerlo. ¡Pero era él!

 

-Eras tmhh...- antes de terminar sintió los fríos labios del chico tiburón sobre los suyos y, a pesar de que trató de apartarle con fuerza, el otro no se alejó, tan sólo se aprovechó de su momentánea confusión para colar su lengua dentro de su boca y buscar la suya.

 

Oh, es que Gai iba a matarlo, pero luego de que Kisame se alejara de sus labios porque, comenzaba a temer, sus besos no sabían tan mal a como había supuesto en un comienzo y lo atraían cada vez más.

 

-Listo- susurró Kisame separándose por más que no quería hacerlo-, ahora estamos casados.

 

-¿Nani?

 

Antes de protestar, Kisame volvió a lanzarse sobre sus labios y, contra todo pronóstico, esta vez Gai respondió al beso.

 

~

 

Gai se removió sobre la cama y observó detalladamente a Kisame, quien se despojaba de su ropa lentamente. Tragó saliva y se alejó de él lo más que pudo.

 

-No sé a qué te refieras con eso de "crías" pero no te acerques a mí.

 

-Sólo tú puedes hacer esto- dijo el tiburón condescendientemente.

 

-¿Por qué?

 

-Porque sólo tú puedes ayudarme a continuar mi clan. Sin ti, el clan Hoshigaki desaparecerá tras mi muerte- al decir esto, el corazón de Gai se detuvo.

 

Si había algo que Gai no podía soportar, era que una persona que le necesitara le pidiera ayuda. ¿Cómo negarse a una persona desesperada? ¿Cómo decir que no si todas las esperanzas estaban puestas en él?

 

Suspiró de forma cansina.

 

-Está bien- dijo-, pero aún no entiendo por qué yo.

 

-Porque te amo.

 

Ante esto, Gai se puso rojo cual tomate y su corazón latió con fuerza.

 

-¡Eso es imposible!- mientras veía a Kisame acercarse más y más, hasta que pudo verlo en su entera desnudez y entonces reparó en que...- ¡No vas a poner eso dentro de mí!

 

Kisame sonrió predadoramente.

 

-No va a doler...- dijo acercándose a Gai- Vamos, sé fuerte. No te rindas.

 

El pelinegro reconoció esas palabras como suyas y entrecerró los ojos. Eso iba a doler como el infierno pero, finalmente, cuando llegó la primera embestida, todo lo otro careció de importancia porque, entre movimiento y movimiento, Kisame susurraba en su oído: 'te amo'.

 

~

 

Nueve meses después, Gai descubrió que también lo amaba, cuando le acercaban aquella cosita azulada de cortos cabellos negros.

 

FIN.

Notas finales:

Espero que les haya gustado!!! Besitos a todos y gracias por leer! Cualquier comentario siempre es bien recibido!!! Acias y ya mejor me voy a dormir! xDDD

*3*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).