¿Has estado llamándome?
Sus ojos oscuros estaban inmóviles al igual que su cuerpo. Una perfecta imagen digna de un libro de cuentos. Fantasías y finales felices que jamás podrían ocurrir en la realidad.
Dorados colores cubrían el suelo formando una alfombra de terciopelo, una lluvia de plumas blancas haciendo contraste con la oscuridad de la sala. Aún sin contestar la pregunta el ángel se aproximó tomando su rostro.
No importa. Yo voy a cuidarte.
El ángel protegería el alma pura de un humano que no poseía fe alguna.
Sonrió sintiendo la calidez de un cuerpo etéreo.
-
Quiero escucharte cantar.
Abrió sus labios dejando escapar de su garganta los sonidos que conocía tan bien pero que no había sido capaz de comprender hasta ahora. Una suave melodía, un triste canto. Una sonata para un ángel caído.
Finos dedos pálidos trazaron -con desesperación-los labios haciéndolos detenerse. El frío tacto, la tristeza, dolor y compasión hicieron temblar su cuerpo.
Había descubierto el secreto. La belleza en lo efímero.
En lo efímero. . .
Dos cuerpos abrazados hasta que la luna les dio su bendición filtrando su luz por la ventana.
-
Jamás había creído. Un ser sin dioses o doctrinas inútiles en las que depositar su confianza. Jamás había rezado. Por eso, cuando lo hizo por primera vez tenía la certeza que Dios no escucharía sus plegarias. Los milagros existen.
Miró al mar una vez más antes de fijar su vista en el ángel. El viento mecía su negro y largo cabello. La noche le daba un aspecto mundano. Notando su mirada el ser divino se acercó colocando la cabeza en su hombro.
Vamos a estar juntos.
Siempre. . .
Sonrió.
Pero los finales felices no existen.
Y como las olas su sonrisa se desvaneció.
-
Sus ojos se cerraron lentamente. El dolor cada día se hacía más insoportable. Suspiró intentando calmarse.
Yo voy a alejar tu dolor
Los dedos entrelazados y los labios clamándose entre sí. Una cálida danza que incrementaba su paso.
Pecaminoso.
Se alejó.
No te alejes por favor.
¿Cómo manchar algo tan puro?
Ya no soy un ángel. Ya no más. . .
Su pecho se acongojó. Y esta vez fue él quien se acercó a alejar el dolor del ángel.
Y la oscuridad los envolvió completamente dándoles la bienvenida.
-
Gackt. . .
Mana, así se llamaba el hermoso ángel.
El ángel que solía rezar todos los días.
El ángel que solía componer dulces melodías para los demás.
El ángel que nunca se cansaba de su rutina.
El ángel que amaba a su Dios por sobretodas las cosas.
O mejor dicho, que solía hacerlo.
El paraíso ya no era su hogar.
Nunca más.
Miró al cielo, los rayos del sol acariciaban su terso rostro.
Como queriéndolo consolar.
Pero nada, absolutamente nada podría llenar su vacío.
Se acostó al lado del cuerpo del humano al que amaba.
La lluvía jamás cesaría en su corazón.
Más que un ángel, se sentía como una muñeca de porcelana rota.
Sus lágrimas inundaron la habitación.
Voy a cuidarte.
Cerró los ojos sonriendo.
Siempre. . .