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Argento vs. Savage por Hatsue

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Notas del capitulo:

*Nunca pensé en colgar en una web las historias turbulentas que me apasiona escribir, pero aquí estoy... Sandahl y Agni son dos personajes muy complejos, orgullosos, altivos y cabezotas, egoístas y al mismo tiempo adorables y encantadores. Savage y Argento son sus apellidos. Sandahl es superdotado, y trabaja desde muy joven como adjunto en la Universidad de Ciencias Exactas. Le apasionan las matemáticas y es un chico alegre y espontáneo, pero con un carácter bastante especial. Agni es artista desde adolescente, y parece tenerlo todo: belleza, fama, riqueza... o casi todo...  Espero que terminéis cogiéndoles cariño, como yo... XD

 

-¡Siempre soy yo el que tiene que empezar con esto! ¿Crees que me gusta que nunca me muestres el más mínimo interés, ni un poco de afecto?

-No, lo que sí te gusta de veras es quejarte… ¡quejas, quejas! ¿Dejaré de oír tus protestas alguna vez? Estoy perdiendo la esperanza…

Y Agni, enfadado, se levantó del sofá para rescatar furiosamente su jersey y volver a ponérselo, dejando muy claro que, al menos de momento, no iba a seguir con el juego. Sandahl también se incorporó y se puso la camiseta que él le había quitado y se abrochó de nuevo sus anchos pantalones de camuflaje.

-¡Eres un capullo! ¡Ni siquiera sabes de qué te estoy hablando!

-¡Claro que lo sé! ¡No lo voy a saber! Recuerda que el idiota eres tú…

Sandahl le dedicó una mirada de revancha y después añadió, con el ceño fruncido y expresión de pocos amigos:

-¡No me gusta! ¡A mí, al contrario que a ti, no me agrada exhibirme! Pero qué te voy a decir a ti, si casi vives de eso…

-¡No es eso de lo que me estoy quejando! Pero ya que lo dices, ¿por qué cada vez que estamos con alguien te comportas como un auténtico cretino? No me dejas acercarme a ti, mucho menos besarte o abrazarte, y aprovechas cualquier oportunidad para humillarme o dejarme en ridículo… ¿qué es lo que te pasa? ¿Sólo puedes mostrarte cómo eres cuando estamos solos? ¿Por qué? ¿Te avergüenza estar conmigo… te avergüenza follar conmigo, y que otros lo sepan? ¿Es eso?

El chico enrojeció exageradamente y no contestó, tragándose su ira, lo que acrecentó aún más la de Agni.

-¿O es que no te gusta lo que hacemos? Yo juraría que sí… o por lo menos, te obligaba a que te gustara, porque todavía no te has acercado a mí ni una sola vez para tomar la iniciativa… siempre te dejas hacer, Sandahl, ¿no comprendes que puedo pensar que…?

-¡No sé de qué me hablas!

-¡Sí que lo sabes, y aun así, te importa una mierda!

-¡Yo soy así! ¡Si no te gusta cómo soy…!

Agni, desesperado, cogió de la camiseta a Sandahl y tiró de ella, obligándole a volverse, con un ruego en sus hermosos ojos, sin dejarle terminar aquella maldita y comprometida frase.

-¡Hablo de amor! ¡Hablo del amor que te tengo y que tú no sientes!

-¡Deja de decir tonterías, Agni, por dios! ¡Amor, claro! –se enfadó Sandahl, sacudiéndoselo de encima, ruborizado y nervioso.- ¡Querrás decir sexo, porque eso es últimamente lo único que quieres de mí! ¡Amor! ¡Yo no soy una tía a la que puedes engañar! ¡Yo sé muy bien la diferencia que existe entre una cosa y la otra!

-¿Que lo sabes? ¡Mentira! ¿Y que te engaño, con qué? ¿Diciéndote lo que siento? ¡Lo quiero todo de ti, y acostarme contigo es el único modo que tengo de sentir que me perteneces, aunque sea por unos instantes!

Sandahl logró enfurecerse más todavía ante la fogosa declaración del artista, y retrocedió hasta él, poniéndole un dedo sobre el pecho, mientras remarcaba bien sus palabras:

-¡Pues que te quede claro de una vez! ¡Yo no te pertenezco!

-Pero yo no quería decir exactamente… ¡Sandahl, no me estás entendiendo en absoluto!

-¡Claro que te entiendo! Siempre hay que hacer lo que tú quieres. Como ahora que te ha dado por volver a insistirme para que vivamos juntos… ¡ya te he dicho que no! ¿Cuántas veces te lo he dicho, eh? Y tú sigues dándome la paliza con el temita de los huevos, sin que te importe un carajo lo que yo opine de eso. ¡Venga, dime que eso es mentira también, venga, dilo!

-¡Sólo quiero que vengas a vivir conmigo porque me siento solo, joder! ¡Todo el día aquí, en esta casa vacía… qué quieres, es la verdad! ¡Crucifícame por echarte de menos! ¡Es por eso! ¡Pero tú no te lo crees, como todo lo que yo digo!

-¡Si sólo quieres que viva aquí para echar un par de polvos extra y luego, quejas, quejas… sólo quejas y reproches! ¡Anda ya!

Y el chico, frunciendo los labios exageradamente, recogió su abrigo de uno de los sillones que flanqueaban el sofá blanco y apresuradamente se enrolló la bufanda al cuello.

-¡Y si te sientes solo, cómprate un puto perro! ¡Pero no me vuelvas loco a mí, que ya estoy bien tocadito gracias a tus neuras!

-¡Sandahl! –le gritó Agni desde el salón, viendo que se encaminaba hacia la puerta de salida.- ¡Si cruzas esa maldita puerta esto se acaba! ¿Me has oído? ¡Yo sí que estoy volviéndome majara por tu culpa, porque eres un jodido retorcido! ¡Te encanta burlarte de mí cuando te digo que estoy enamorado de ti!

Y el muchacho hizo una pausa, pero sólo para tomar aire, aunque sabía que probablemente, Sandahl ya no estaba escuchándole.

-¡Y ojalá pudiera ponerle remedio a eso, pero, ¿sabes?! ¡No puedo! ¡Y seré un idiota, como tú dices, pero eso es lo que hay!

Casi con el tirador de la puerta en la mano, Sandahl se giró de nuevo, incrédulo, con una mueca torcida.

-¡Enamorado! ¡El gran Casanova enamorado de mí! Y por eso quiere que me venga a vivir con él… ¡Ooooh, pero qué bonito es todo de repente!

-¡Cállate de una vez, gilipollas! ¡Y deja de burlarte de mí!

Sandahl sonrió socarronamente y levantó las manos en señal de alto para un segundo más tarde abrir la puerta.

-¡Ah, te vas!

-¡Ya, ya, ya! –se burló descaradamente el chico, haciendo aspavientos con las manos.- ¡Que se acabó! ¡Pues fantástico, c’est la vie, a la mierda!

Y se fue dando otro de sus ya famosos portazos. Agni, todavía intentando asimilar qué diablos era exactamente lo que había pasado allí, volvió al sofá blanco y se dejó caer en él con las manos sujetándose la cabeza. De repente ésta le pesaba tanto como si estuviese hecha de hierro.


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