No es lluvia, a pesar de que mi rostro esta mojado. Un par de gotas caen sobre la blanca flor que reposa en mi mano...como gotas de rocío. Esta flor es un regalo para ti. Siempre me decías que querías una flor tan blanca como la nieve que caía en nuestro patio y yo te repetía que tu deseo era imposible, ¿Cómo van a crecer flores en un lugar en el que nieva? A pesar de mi pesimismo tú nunca perdiste la esperanza, esa es la cualidad de los ángeles como tú.
Y aquí la tienes, una flor tan blanca como la nieve...lastima que la conseguí tan tarde. Ya no podre ver como la tomas entre tus manos, como sonríes al olerla, viciándote de ese perfume. Ya no podre oír tu voz al cantar esa bella canción que dedicabas a las flores.
Tan inocente y tan bello, eras más hermoso que las mismas flores. Y yo te amaba...tampoco pude decírtelo a tiempo. Tu partida fue tan rápida, y mi estupidez tan grande. Te vi morir frente a mi y no pude hacer nada, ¡no hice nada!, tan solo, tan solo vi tu bello rostro manchado de rojo. Después de eso...ya no estabas conmigo.
Perdona, estoy divagando, yo no tengo excusas. Querido Akira, en donde quiera que estés ojala sigas siendo el mismo niño alegre que conocí. Por que tu mismo eras la flor blanca que tanto buscabas, o al menos eso fuiste para mí...una bella flor que cayo en manos del propio demonio. Vine a este mundo para destruirlo, pero tuve que conocerte a ti aquella tarde lluviosa. ¿Aún lo recuerdas?, estabas sentado fuera de la Iglesia mientras la nieve caía, te veías triste y solo, pero en ese entonces solo eras un humano más. Y hubieses sido también mi almuerzo, de no haberme encantado con esa débil y susurrante voz que me suplicaba algo de comer. ¿Yo tener piedad de un humano? Seguiste insistiendo, ahora con lágrimas en los ojos. ¿Que acaso los demás humanos no podían ayudarte? ¿Por que me lo pedías a mí?...ah, comprendo, ninguno quiera ayudarte, prefieren fingir que no te ven.Si, asi son los humanos, se les ha endurecido el corazón.
Termine llevándote conmigo al lugar donde habitaba, una destartalada casa que alguien abandono ya hace muchos años. Te ofrecí la poco comida humana que poseía, que va, a mi no me servía, lo único que como es carne humana. Comiste todo sin apenas respirar, después me dedicaste una sonrisa amplia y satisfecha.
"Muchísimas gracias, señor", ¿señor?, tampoco estoy tan anciano. Pero bueno, creí que después de eso te irias, tu tonta sonrisa me había quitado el apetito. No te fuiste, en cambio comenzaste a curiosear por toda la casa. Quise echarte por todos los medios "no mortales" que podía, hasta que en uno de esos tantos forcejeos terminamos en el piso, yo sobre ti.Argh, que molestia. Me levante con cuidado, pero cuando te vi tus ojos amenazaban con derramar lagrimas, y me mirabas con temor.
"¿Usted también quiere un pago?", preguntaste apenas con hilo de voz. En ese entonces no entendía tus palabras, hasta ahora me doy cuenta.
Antes te habías alojado en aquella Iglesia, eras uno de los tantos huérfanos que cuidaban ahí, pero cometiste el error de ser el más lindo entre todos, algunos humanos adoran lo lindo. Pagaste muy caro tu estancia ahí, hasta que una noche te negaste y te echaron.Vamos, si esos son los humanos "buenos" ya me imagino como serán los malos. Vagaste por un par de días, pero no lo soportaste más, ¿Cuánto puede soportar un niño humano de siete años totalmente solo?, no mucho. Regresaste a la Iglesia, al parecer estabas dispuesto a continuar con esa vida con tal de tener un techo y comida. Ahí fue donde te encontré.
Vivimos juntos por un corto periodo de tiempo, no tardaste mucho en abrirte totalmente a mi.Inocente, jugueton...como lo son todos los niños humanos antes de corromperse.Y te fui tomando cariño, cariño que no tardo en convertirse en un amor inconfesable. ¿Que hechizo lanzaste sobre mi?, había aprendido a nunca tentarme el corazón por que si lo hacia eso significaría mi muerte segura. Tú echaste a la basura todo ese aprendizaje.
Pero ahora, ya puedo comer en paz, ya podre deshacerme de los estúpidos humanos, así la Tierra estaría en mi poder. Tú ya no estas para evitarlo. Tu propia raza te asesino sin saber que firmaban con sangre su destrucción. ¿Y sabes quien fue el que sostuvo la pluma?, si, ese maldito sacerdote que hacia que le pagaras cada noche. No te preocupes, me encargue de devolverle la pluma...aunque eso no hizo que regresaras.
Ahora estoy aquí, frente al lugar donde enterré tu cuerpo, te he traído una flor blanca...es lo menos que puedo hacer por ti. Deje caer la flor sobre la tierra, ojala pueda verte de nuevo algún dia, por ahora...es hora del banquete.