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Tan sólo por Gadya

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Notas del fanfic:

Basado en el tema homónimo de "Los Piojos"

Notas del capitulo:

Al fin finiquitado, que ya creí que el maldito bastardo me iba  joder y no lo iba a poder terminar... Dedicadísimo a Fozzy y todo el club de Camus x Shaka  (si, s, ya sé, Fozzy, tu estás esperando otra continuación Y_Y malditas musas que se escapan cuando más las necesito)...

            TAN SOLO

 

Recepción… aburrida recepción en este salón insulso en el que veo pasar las horas lentamente en el reloj de mi muñeca. En mi mesa, un vaso de vino tinto baila el lento que llena el ambiente, aturdiendo mis pobres oídos con su letra desgarradora, mientras varios desertores en las mesas buscan la forma de escapar a la vigilante mirada del Patriarca. La llegada de Atenea y sus Caballeros Custodios nos tomó a todos por sorpresa, a todos exceptuando nuestro siempre bien dispuesto Capitán de la Orden, que veloz como un rayo, se aprestó a organizar la tan tediosa cena que nos esclaviza, para festejar su regreso.

 

Una nueva hora que muere de aburrimiento, ya son casi las 12, y el sueño parece no cejar en sus intentos de dominarme. Suspiro, pensando en la larga noche que queda por delante, y bebo un nuevo sorbo de vino, ese brebaje tentador que, a través del cristal del fino vaso, se mofa de mi hastío con su sensual danza. Soledad en la mesa, mis compañeros llenan la pista, bailando con las pocas amazonas que aportan el encanto femenino a la tortura de esperar hasta las 6 de la mañana, la libertad que, tras seis fuegos consumidos en el gran reloj de la torre, nos aguarda en nuestras camas, en sus abrazos protectores, en su mundo de sueños lejanos a los irritantes compases.

 

Volteo a ver el panorama, las pocas mesas que han quedado ocupadas, muchas de las cuales, soportan hombres ebrios de sueño, sedientos de un colchón que los guíe hasta el encanto del reposo, y entre ellos, un destello dorado me encandila. Te veo acostado en la oscura mesa de roble, acomodado bellamente en la almohada de sopor que te rodea, aferrado fuertemente a tu vaso medio lleno de licor. Tus ojos azules, perdidos en el horizonte infinito, brillando casi acuosos entre el marco punzó de la borrachera sagrada que consume tus fuerzas parecen detener el tiempo en el salón, llenando a su paso los minutos vacíos, los vasos muertos, la noche densa, y en ellos me detengo curioso, intentando hallar el motivo por el cual la botella de vino de tu mesa se vació de lleno entre tus labios.

 

            Quizás no sea el vino

            quizás no sea el postre

            quizás no sea

            no sea nada

 

La sala a mi alrededor gira como en un caleidoscopio, cambiando formas y sombras en mil colores diferentes, fieles servidores de la dulce embriaguez que consume el tiempo entre burbujas. Nada siento, ni frío ni calor, el hastío, evaporado en el alcohol, se arremolina frente  a mis ojos, enredándose en la fina estampa de tu cuerpo recargado en la madera, que parece haber captado toda mi atención.  Las luces, divertidas, juegan  a confundir colores en las telas, en los rostros, en la misma mirada de todos aquellos que, como tu, como yo, miramos la pista, degustando la magnífica soledad que a esclavitud de esta noche nos regala, mientras, en la pista, algunos bendecidos con los dones del amor juegan a seducirse mutuamente, sin prestar atención a los vigilantes ojos magentas.

 

Intento desprenderme de tu imagen, siguiendo la línea que tus ojos describen hasta el infinito, y en las sombras que tus orbes perforan inconscientes, encuentro un par de cuerpos atrapados en la negrura de un rincón, escondiéndose de miradas curiosas, entregándose a la danza de disimuladas caricias  al compás de la música, dulces toques cargados del fuego que por años intentaron apagar sin resultado. Sonrío divertido ante la escena, imaginando que tu también lo intentas. ¿Cómo no hacerlo? Si en ellos, en sus manos, sublimo mis deseos de hacer lo mismo, de escapar de las tontas máscaras de hielo que cubren mi rostro por ser quien soy, el helado Caballero de Acuario, y entregarme al menos un instante a los verdaderos deseos que mi corazón alberga, aquellos que pujan por salir desbocados de mi garganta, empujados por las manos de la leve borrachera.

 

Cierro los ojos un momento, reteniendo un bostezo que, irreverente, intenta escapar de mis labios, y sin prisas aspiro el aroma  a uvas de mi vaso, el frío trozo de cristal que inútilmente intenta competir con mis gélidas manos. Una voz aguardentosa llena la sala, siguiendo el compás de las notas musicales que se enredan en el cuerpo de los inexpertos bailarines desplazándose por la pista con gracia, e intento imaginarme entre ellos, curiosamente aferrando tu talle contra mi pecho, como si no quisiese dejarte escapar.  Río. ¿Cómo es que te colaste en mis pensamientos? No hace más de dos minutos que llegué a fijarme en tu ausente presencia  y ya conquistas sin resistencia mis deseos, galopando en un sorbo de vino tinto que me llena la boca de deseos de probarte.

 

            pero hay tanta belleza

            tirada en la mesa

            desnuda toda rebalsada

 

Vuelvo a enfocarme en tu mesa, allí en donde tan despreocupadamente reposas, medio dormido, medio despierto, con tus cabellos dorados desfilando despeinados entre tus alas invisibles. Simulas, así echado, un ángel descansando entre el pecado, sucumbiendo lentamente ante el poder del licor que tu mano posesivamente aferra, tiñendo tus mejillas de un leve carmesí que emula el rojizo líquido danzante. La mesa, ya sin el mantel que la cubría al principio de la velada, cobija tu soñoliento mareo, diluido en fantasmas vanos que nublan tus claras orbes, alejándote de tu usual apariencia de perfecta serenidad, y todo tu ser, antes cruel reflejo de la castidad rigurosa, se sume en el tentador abrazo del alcohol descorriendo las cortinas de un paraíso evanescente.

 

Suspiro, embelesado por el cuadro que me ofreces sin saberlo, sinuosa obra romántica de envolventes curvas describiendo el laxo reposo de tu cuerpo, diluyéndose en el fondo oscuro en mi mirada por obra y gracia de un nuevo vaso de vino, y en  mi  mente se tatúa tu etérea imagen, robándose descarada el paso inútil de las horas muertas.

 

-Shaka…- te llamo desde lejos, sin siquiera poder oír mis propias palabras, cayendo preso de la ilusión envenenada que tu presencia despliega ante mis ojos, y mi aliento a embriaguez se arremolina con la forma de tu nombre en el aire enviciado del salón, jugando a esconderse tras el humo del tabaco, bailando alegremente con las risas de la Diosa, hasta llegar al alto techo desde el cual observar mi patético estado, el irrisorio hipnotismo que tu cuerpo le ha impuesto a mi persona.

 

Me reclino contra la silla, esperando ver mejor tu sugestivo sonrojo, y mi vaso regresa a apoyarse en donde estaba, junto a la botella del preciado líquido que, sin miramientos, comienza a evaporar la poca cordura que me queda, esa que aún no has podido quitarme con tu indiferencia intoxicante, y con una sonrisa puedo apreciar como te incorporas de tu sólida cama improvisada, aún con la llave del edén escondida entre tu ropa, esperando por alguien que te aleje del hastío solitario

 

            Apurás el vaso

            vas perdiendo el paso

            y en la mesa ya no hay nada

 

Te veo observar el vaso entre tus finos dedos blancos con inusitado interés, como si a través del oscuro liquido pudieses ver algo más que yo no alcanzo a percibir, un universo entero de pequeñas figurillas enlazadas en eterno rosario de giros sin sentido en una pista color granate,  y cerrando los ojos, apuras un par de tragos del preciado licor, antes de reprimir un bostezo con tu mano. Tu áurea cabellera roza libremente tus mejillas, dándote aquel encantador porte adormilado, y casi pegada a tu rostro, desalinea tu impecable apariencia usual, aquella que tan afanosamente cuidas cuando estás sobrio.

 

La silla que te sostiene chilla bruscamente cuando la corres hacia atrás para marcharte. Lentamente te pones de pie, aferrando el fino cristal, y con pasos perdidos, atraviesas el espacio que te separa de la fina puerta de madera que conduce a los baños, tambaleándote apenas, de tanto alcohol que has bebido. Me río internamente de tu falta de conciencia, sabiéndome tan sobrio como tú, y sin pensarlo mucho me levanto también, caminando tus pasos hasta el umbral, siguiéndote de cerca como un mirón empedernido.

 

            Borracha está la puerta

            cerraste y quedó abierta

            y puedo escuchar tu llamada

 

Golpeas la puerta con fuerza, sin ser conciente, presumo, del impulso que le das, y ese trozo de madera que, crees, te separará del mundo, rebota divertido, deseando jugarte una mala pasada, y queda abierto.  Presuroso, me paro junto a ella, escuchando como, dentro, te dejas caer contra la pared, golpeándote la cabeza. Apoyo mi oído en la portezuela, intentando evitar que se abra un poco más, y a través del duro material puedo oír tus suspiros, tu voz ahogada, tu llanto ebrio quejándote de todo, y al final, un leve lamento resumiendo tu mirada perdida en la pareja amándose en el salón.

 

            Oh!

 

- Tan solo... –  te oigo susurrar al aire del lavabo,  con tanta tristeza que contagia nada más de oírte

 

            Oh!

 

-Tan solo... – repito, afirmado contra la puerta, suspirando entre tus palabras perdidas en burbujas invisibles.

 

Suspiro, envalentonándome, y por primera vez seguro en la noche de lo que estoy a punto de hacer, empujo la puerta, para entrar en los sanitarios.

 

Te veo levantarte lentamente, apoyado en la pared, con la confusión pintada en tu angelical rostro, y no puedo evitar correr hacia ti y arrinconarte en tu sitio, esperando poder llegar a tu corazón, aún sin que me lo permitas. Apoyo mis dos manos a ambos lados de tu rostro, perforando tus pupilas celestes con mis ojos, y en ellas veo confusión, tristeza… soledad, la misma soledad que, sentado en mi silla, condimentó toda mi noche mirándote, deseándote, amándote entre botellas de vino.

 

-Camus…- gimoteas sorprendido, mientras mi rostro se acerca peligrosamente a tu boca

 

-Shhh- te callo, sellando tus labios con mi dedo índice, para luego recorrer tus mejillas sonrojadas, hasta adueñarme de tu aliento con un beso

 

 

            Servida ya tu boca

            tan dulce está tu boca

            tan dulce con un blues amargo

 

Siento una leve resistencia de tu parte, intentando evitar que te bese con pasión, con deseo, con las ganas reprimidas durante el día que tengo de conquistar por fin tus labios esquivos, y te aferro aún más fuerte, desoyendo tus mudos pedidos de alejarme de ti. Si tan sólo supieras que desde las sombras te observo desde aquella vez que, fingiendo traición, me enfrenté a ti; desde entonces no he podido olvidar tu mirada triste, tus pupilas infinitas, vacías de vida, esperando un motivo para volver a brillar, y escondido entre las ruinas de éste, nuestro Refugio, desando tus pasos silenciosos, esperando toparme con tigo sin que me veas, hallar una forma de hacerte sentir que aún vives.

 

Luego de tanto esfuerzo y un par de caricias, me dejas entrar en tu boca, oscuro Templo de mis sueños diurnos, y coloco una mano detrás de tu cabeza para acercarte más a mi, a mi cuerpo, a mi muda confesión de amores borrachos del vino que llena el vaso que aún sostienes. Tu lengua, entre dormida y despierta, se enreda en la mía, en un juego de roces indecorosos que me hace perder la cordura. ¿Es que acaso no puedes ver el efecto que tienes en mi? Tan sólo aparecer y pones de cabeza mi mundo, resquebrajando mis múltiples armaduras de frío hielo, recordándome que, aunque no me guste, tengo un corazón, y tú, tu y tus manos blancas de pureza infinita, se lo han robado como el más perverso de los ladrones.

 

Suspiras en mi boca, para luego separarte de mi unos instantes, y tu corto soplido queda tatuado en mi paladar, un gusto dulce a uva añeja, un gusto amargo a  amor de una noche… gusto a todo, gusto a ti y a tus ojos que me miran desde lejos, para luego regresar a besarme.

 

            un vaso rueda al piso

            lento cae al piso

            lento y muere en mil pedazos

 

Te enroscas en mi cuello, apoyando el vaso medio vacío en mi espalda, y con tus manos delineas mi espina dorsal, intentando apegarte aún más a mi, al calor que mi gélido ser te brinda, como mágico medio para sublimar el hastío, la soledad, la noche sin sentido que el vino no puede borrar. Te tomo de la cintura, apoyándote levemente contra la pared, acorralando tu cuerpo contra el mío, y descaradamente repaso tu talle con mis dedos, descendiendo sin prisas por tu cadera hasta tus muslos deliciosamente cubiertos por la fina túnica azul que resalta tu palidez. Te beso, me besas, tu vaso escapa de tus manos, y se hace añicos contra los elegantes azulejos del piso, creando una cambiante composición de sinuosas curvas, y en la prohibida función que inconscientemente creamos, nos fundimos, nos confesamos mutuamente con palabras blancas, y jugamos nuestras fichas a una noche de pasión con futuro de resaca

 

            no quiero dejar que se vean

            tus ojos se vean

            tan, tan, tan, tan, tristes

 

            habrá sido el destino

            o ese vaso de vino

            que dijiste:

 

Te sujeto por la cintura, derrapando lentamente hasta tus muslos, los cuales con una simple caricia corren a refugiarse en mi cintura, tus piernas se enredan en mi cadera, y así sujeto te conduzco hasta uno de los cubículos, nuestra habitación por esta noche, con el retrete por cama y papel sanitario fingiendo ser las sábanas que cobijen el acto desesperado que aguarda por nosotros. Tus labios siguen presos de los míos,  borrando con tus besos la divina indiferencia que durante el día dispensas, y es entre aquellas caricias que ahora tus manos me regalan que me pierdo, me olvido sin clemencia del espacio que nos envuelve, del momento que entre tragos de más asesinamos, para estar aquí, juntos, casi sin cordura que nos detenga de cometer una locura sin sentido. Me separo un instante de tu aliento adictivo, y como un loco busco tus ojos, deseando no hallar en ellos aquellos brochazos de pena que a ti me ataron con la ilusa esperanza de poder desterrarlos, y en tu límpida mirada me reflejo, llena ya de luz, vacía de todo vacío, haciéndome reír de las vueltas del destino.

 

-¿Por qué te ríes?- me preguntas, y yo no puedo atinar más que a besarte de nuevo, besarte y perderme entre los pliegues de tu ropa, intentando hallar el modo de deshacerme de ella también, y llenar el baño con gemidos que huelan a ebria compañía. Curioso el destino, sin dudas, y aún más curioso su sentido del humor, que en vistas de divertirse, hizo de nosotros sus juguetes favoritos.

 

            Oh! Tan solo

            Oh! Tan solo

 

Me empujas sobre el tazón del inodoro, y caigo de lleno en la tapa que lo cubre, para luego sentirte sentado sobre mí, rozándome indecorosamente con tu pecho, mientras tus labios atrapan de nuevo a los míos, cansados ya de oírme reír. ¿Por qué lo haces? Si ya más nunca oirás mis carcajadas, ahogadas en el manto de mentiras que me esconde del mundo ¿Por qué no nos permites disfrutarlas? Pero nada respondes a las preguntas que en mis ojos lees, y como desquiciado te arrojas en mi boca, a encender mi pasión como una hoguera, avivada fieramente por el alcohol derramado.

 

            Salta la cuerda, se enreda

            y cae de boca

            y cae de boca

            y cae de boca

 

Tus manos se llevan mis ropas,  las mías se roban tus blancos suspiros en tu pálida piel, y caes de boca en mi boca, en mis besos con sabor a vino, en tus deseos incumplidos realizándose en burbujas, nuestros gemidos ocultando los pasos en el baño, y allí encerrados nos quedamos, olvidándonos del mundo por una noche, hasta que las llamas del reloj se apaguen.

 

            Oh! Tan solo

            Oh! Tan solo 

 

Notas finales: Y ahora sí, me voy, no sin antes repetir: virus no, por favor, que la PC  es mía  *Gadya brinda con Valium XDDD*

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