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PASTEL DE CHOCOLATE por mitarai makosla

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Notas del fanfic:

PORQUE SOY UNA ADICTA AL CHOCOLATE, ALGUIEN LO HA INTENTADO? DEBERÍAN BUSCARSE LA OPORTUNIDAD. EN VERDAD ES ALGO ADICTIVO.

Notas del capitulo: BUENO... YA LO DIJE, EL CHOCOLATE ES LA COMIDA QUE SE SIRVE EN EL SALÓN DE LA GLORIA; ESPERO LES GUSTE ESTE FIC.

     Era el cumpleaños de Leorio, pero aún así estuvo parte del día trabajando en el hospital. Killua y Gon irían al día siguiente, pues estaban de viaje, y no podrían llegar el mero día. Kurapika, por otra parte, sí había llegado el mismo día de su cumpleaños, sólo que no sabía que Leorio iba a trabajar; llegó temprano y lo encontró justo antes de que se fuese al hospital. A causa de ello, Leorio hizo pasar a Kurapika a su departamento, pero tendría que esperarlo hasta la tarde a que saliera del trabajo.

     -siento tener que dejarte solo, no quisiera ser tan descortés pero…

     -descuida Leorio, el trabajo es el trabajo, yo haría lo mismo.

     -bien, siéntete como en tu casa, puedes comer… ver la televisión… lo que quieras, yo regreso como a las 6 de la tarde. Adiós.

     -que tengas un buen día – Kurapika despidió a Leorio desde el apartamento. Eran las 2 de la tarde, sólo estaría esperándole 4 horas. Poco tiempo después de que Leorio se había marchado, Kurapika también salió, fue a hacer unas compras.

 

     Llegó en el término de dos horas, cargando unas bolsas que tenían huevos, harina, chocolate y otras cosas… - ¿qué es un cumpleaños sin un pastel? – pensó dirigiéndose a la cocina.

 

     Se supone que con la prueba del cazador debió haber aprendido a cocinar, pero… bueno, había tenido también mucho trabajo desde que obtuvo la licencia.

     -¡rayos! – exclamó cuando el saco con harina expulsó el aire de su interior ensuciando su rostro y su cabello.

 

     El rubio cocinero perdió la noción del tiempo. Se hicieron las 6 de la tarde y Leorio llegó de trabajar. Escuchó un ruido provenir de la cocina. - ¿la batidora? – se preguntó mentalmente dejando en silencio las llaves sobre la mesilla del recibidor. Se dirigió a la cocina para ver que era lo que estaba pasando.

 

     Asomándose sin ser descubierto, Leorio vio cómo torpemente Kurapika trataba de hacer un pastel, la cocina estaba hecha un asco, la barra estaba envuelta en harina y tres huevos que habían sido rotos sin caer en el tazón, ni se diga del piso. – Demonios – exclamó Kurapika luego de que la pasta de chocolate le saltó en toda la cara, el cabello y la ropa. Sin otro remedio, y teniendo en cuenta que estaba solo, se quitó la camisa llena de chocolate, pero cuando la deslizó hacia arriba para sacársela, su cuerpo se ensució por completo. Leorio, que vio esto escondido desde la puerta de la cocina, sintió toda una corriente eléctrica correr por toda su columna hasta su cabeza, se veía taaaan sexy. Los músculos de su abdomen estaban muy bien marcados, sin duda había estado haciendo ejercicio, sus brazos también lucían muy fuertes, todo ese bello cuerpo y ese lindo rostro cubiertos de chocolate. En silencio, y sin ser notado caminó hacía el rubio que aún batallaba con la batidora; acercó su nariz a dos centímetros de distancia de la oreja del kuruta, dejando que su aliento entrara en su oído, haciendo así, que el rubio volteara asustado.

     -¡Leorio! ¡No me espantes así! -. Le reclamó sintiendo algo de alivio al ver que era él.

     -¿se puede saber qué haces? Has arruinado mi cocina – le dijo con una pícara sonrisa.

     -ah, disculpa, yo lo limpiaré, te hice un pastel que está en el horno, y como me quedó algo de pasta, iba hacer también unas galletas, pero… tuve un problemita con la batidora – se explicó quitándose un poco de chocolate de los ojos.

     -¿sólo con la batidora? – preguntó sarcástico.

     -¿todos tienen que ser perfectos o qué?

     -Kurapika… - le llamó con una seductora voz.

     -¿qué?

     -te… has ejercitado – le comentó tocando los músculos de sus brazos.

     -bueno yo… - los nervios y la proximidad de Leorio le impedían hablar.

     -tú también has acabado todo sucio, sólo mírate tienes chocolate en todo el cuerpo.

     -bueno, iba a tomar un baño antes de que llegaras, pero creo que perdí la noción del tiempo mientras cocinaba – le dijo tratando de hacerse hacia atrás, pero un mueble de la cocina se lo impidió, estaba acorralado. – Le… Leorio ¿qué haces? – preguntó sintiéndose asechado por el otro que se acercaba a su cuello, muy dispuesto a probar ese pastel.

     -estás lleno de chocolate, tal vez el extremo gusto por el chocolate que tiene Killua es contagioso, porque… ahora mismo quiero el chocolate de tu cuerpo – le dijo mientras lamía su cuello chocolatazo. Las mejillas de Kurapika se ruborizaron, y su temperatura fue tal que incluso el chocolate de su cuerpo se volvía más líquido y se escurría por todo su cuerpo. Entregándose al placer que le producía, el rubio rodeó con sus brazos el cuello de Leorio, quien insaciable limpiaba con su lengua el chocolate del cuello del kuruta, provocado así que la respiración del rubio se hiciera más intensa y jadeante.

 

     Tomó a Kurapika por la cintura, cargándolo hasta la barra llena de harina, con una mano tiró todo lo que había encima de ella y acostó al Kuruta, subiendo luego sobre él.

 

     Su lengua recorrió su cuello, sus hombros, tragaba todo el chocolate que con su boca absorbía. Kurapika gozaba de este tremendo deleite, con los ojos cerrados hacía que esa gloriosa sensación se hiciera más intensa. El Kuruta deseando la piel de su acompañante, desanudó su corbata y sacó la camisa de Leorio, haciendo así que su cuerpo también se ensuciase con el chocolate que ensuciaba a Kurapika.

 

     Leorio continuó jugando con su lengua, que ahora recorría los fuertes pectorales del rubio, subió entonces a besar apasionadamente la boca de Kurapika, compartiendo así, el chocolate que había juntado en su boca, jamás se había probado un chocolate tan dulce en toda la historia del chocolate desde su creación.

 

     Leorio bajó nuevamente, esta vez hasta los pantalones de Kurapika, los quitó deseoso, hirviendo en la pasión y la lujuria, sacó los pantalones del chico, cierta parte en su cuerpo clamaba por algo de cariño.

 

     Kurapika también ya había sacado los pantalones del doctor, recorría su abdomen hasta llegar a la gloria, donde la saboreó con coda una de sus papilas gustativas, lo manipuló con sus cálidas y expertas manos. Leorio continuó besando y lamiendo el chocolate de las piernas de Kurapika, subió su lengua por su chocolatazo abdomen, llegó al cuello, con sus dientes mordía ligera y dulcemente el cuello del Kuruta, dejando sus marcas, provocándole un dolor tan placentero al que se le podría conocer como una agonizante tortura, como el más dulce masoquismo, como el más delicioso deleite.

 

     El rubio estaba ahogándose en su propio placer, sus mejillas derretían el chocolate de su cara, Leorio se llevó los dedos de Kurapika a su boca, los lamía con placer, con cariño, con pasión.

 

     Tomó las caderas de Kurapika haciéndole dar la vuelta, dejándolo apoyado sobre sus manos y sus piernas “se ve tan sexy en esa posición” pensó Leorio mirándolo por unos momentos. Se puso sobre él, lamía su espalda, devoraba ese chocolate recargando su desnudez en el firme trasero del Kuruta.

     -Le… Leorio… por favor – pedía jadeante Kurapika.

     -súplica… hasta que supliques – contestó Leorio sin dejar de besar y morder su espalda.

     -te… te lo ruego – le dijo volteando su cabeza para alcanzar a besar sus dulces labios.

     -una vez más…. Dilo.

     -por favor, entra en mí – le pidió una vez más. Leorio ya no logró más contener sus deseos por poseer al Kuruta por completo; tomando el control de las caderas del rubio, entró en su cuerpo, las lagrimas de un ligero dolor y un interminable placer salieron de los ojos del rubio; las respiraciones de los dos sonaban extasiadas, cansadas, pero sus cuerpos aún rogaban por más; el ritmo de Leorio era extenuante, de rápido a lento, de lento a rápido, el placer era lo único que aumentaba, segundo a segundo, minuto a minuto.

 

     Ese viaje al glorioso cielo de la lujuria les duró más de 20 minutos, fueron los 20 minutos más celestiales, los más agotantes, los más placenteros.

 

     Luego de tremendo éxtasis, ambos yacían recostados por fin en la cama, que había sido traicionada por la barra de la cocina.

 

     Por la mañana, Leorio se levantó en silencio, dio un cálido beso en los dormidos labios del Kuruta, quien con un cansado suspiro y estando entre sueños, dijo su nombre – Leorio… - esto sacó una sonrisa por parte del doctor, luego se fue al baño para darse una ducha, su piel se sentía pegajosa a causa del chocolate que no había sido limpiado pese a que la lengua de Kurapika también había recorrido todo el cuerpo de Leorio.

 

     Con el ruido de la regadera, Kurapika despertó; se dirigió en silencio hacia el baño, se asomó por la puerta. Si bien el sueño de Leorio era el de tener al rubio entre sus brazos bañado en chocolate, el de Kurapika era tenerlo cubierto de espuma, para que su piel estuviese resbalosa y más sensible a cualquier tacto – el cielo existe – pensó el rubio, pues ahí estaba su amado doctor, cubierto de espuma, el caliente ambiente del baño hacía que el vapor saliese por la rendija de la puerta; ese vapor llevaba consigo el aroma de Leorio. Por la columna de Kurapika, hasta llegar a su cabeza, unos impulsos eléctricos viajaron. Volteó a ver el reloj de la recamara, eran las 10 de la mañana, y Gon y Killua llegarían hasta las 2 de la tarde. – Es el tiempo suficiente – dijo en voz baja, antes de entrar al baño, ahí se prometía un rato lleno de placer y éxtasis, de pasión y deseo, de gozo y lujuria.

Notas finales:

BYE

BYE


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