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Do You Like Me? por Falconi Hawk

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No parecía haber pasado mucho tiempo, a su parecer.
Debía admitir, aunque eso implicaría que su orgullo quedara por los suelos, que no las estaba mal y, bueno, no habían hecho mucho. 

Pronto notó que el cielo se tornaba oscuro con miles de pequeños puntitos brillantes. Se sorprendió levemente, no pensó que el tiempo correría de manera tan rápida teniendo de compañía al alguien como él.  

– Heimdall, tengo frío – murmuró Loki lo suficientemente alto como para que su acompañante lo escuchara.

– ¿Quieres regresar a casa? – preguntó con un ligero tono de ternura en su voz, algo muy poco usual en él.

Loki afirmó moviendo la cabeza de arriba abajo. A decir verdad, lo anterior había sido lo único que había dicho desde que llegaron a aquel parque. Parecía estar algo triste, pero no le prestó mucha atención, no creyó que lo ameritara.

Decidió levantarse, pues ya el detective le había dicho que sentía frío; extendió su mano y Loki la tomó sin decir nada.

– ¿Te sucede algo, Loki? – volvió a preguntar el estratega al ver la expresión del castaño. Él negó con la cabeza ¿Por qué hablaba con la cabeza y no con los labios? – No eres tan callado, y menos conmigo.

– Si te digo te vas a enojar – habló luego de un rato de silencio.

– Vamos, como que si te importaran mucho mis reacciones – dijo Heimdall en tono burlón.

– ¡Pues esta vez sí!

– Está bien, tranquilo, pero no te pongas así – intentó calmarlo – de verdad no sé qué…

– ¿Te gusto? – preguntó cortando la frase de Heimdall. Era necesario terminar con esto.

El estratega lo miró confundido ¿Qué era lo que había preguntado? ¿Si le gustaba?
No había palabra que saliera de los labios del muchacho, sólo veía al detective muy sorprendido.

Notó a Loki con la mirada entristecida. Notó que estaba ocultando sus ojos esmeraldas con sus castaños flequillos.

Una punzada en su corazón fue lo que sintió. Bajó la mirada, era como si su alma se partiera en dos por verlo así y todo por su culpa, porque no se atrevía a contestarle. Le dolía, realmente le dolía.

Intentó disculparse por demorarse tanto, pues la pregunta lo había tomado desprevenido, pero sí le respondería.

Grande fue su sorpresa al sentir unos labios muy familiares sobre los suyos. Su único ojo visible estaba abierto a más no poder y sus mejillas estaban teñidas de un muy notorio rojo carmesí.

Entonces el tiempo pareció detenerse. El cielo terminó de oscurecerse. La luna emitía un brillo muy especial aquella noche. Era muy especial.
 

Sus labios seguían tocándose. Sus ojos se cerraron inconcientemente dejándose llevar por aquellas sensaciones tan hermosas que los embargaban a ambos. Un cosquilleo recorrió el estómago de ambos dioses, era muy agradable.


Finalmente, se vieron obligados a separarse pues como todo ser viviente tenían que respirar. Maldiciendo abandonaron los labios del otro, se miraron y sonrieron.
 

– ¿Te gusto? – volvió a preguntar el detective.

– ¿Tú qué crees?

Volvió a posesionarse de sus labios, mas esta vez decidió profundizar aquello, probando más de lo que alguna vez imaginó o quizá no; sea cual sea el motivo, nada arruinó el momento, después de todo, nada podía malo podía salir de ello. Definitivamente no.

 


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