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¿Te acordás de la semana de la dulzura? por Aome1565

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Notas del fanfic:

 

Todo, todo, todo es mío (:

para entender este fic es necesario que lean este: http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=23099, que es un one-shot cortito i sin el que no entenderían ed dónde salió este otro (:

Notas del capitulo:

Exactamente un año hace que publiqué 'Un dulce por un beso'... un año en que me dediqué a hacer caso a un montón de lectores que pidieron continuación..

pero las cosas no me salían... a un solo one-shot lo empecé, lo pausé, lo retomé i lo reescribí hasta que quedó como ahora (:

Quedó algo larguito.. básicamente son flash back's con dealles importantes en la relación de los nenes que van retrocediendo desde lo más reciente hasta el comienzo de todo, que sería el fic que dio origen a todo esto (:

Por ahí, perdidos en medio del fic hai varios links a las canciones que menciono.. la mayoría son de Simple Plan, que nadie está obligado a escuchar.. (:

 

Desde ya muchísimas gracias, primero, a todos los que leyeron i dejaron reviews en el primer one-shot, sin eso, ahora no estaría publicando esto.. i, bueno, tb a los que leen ahora (:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Te acordás de la semana de la dulzura?

 

By: Aome...

 

 

 

Cuatro meses... tantas cosas habían pasado en cuatro meses...

 

No podían creer que después de todo lo que vivieron estuviesen juntos, caminando de la mano por una plaza cualquiera.

 

Hacía un poco más de una semana de su aniversario, era viernes y faltaba un buen rato para que se pusiera el sol. Era una tarde perfecta, exceptuando esas nubes gruesas que amenazaban con empezar a llover, pero no les prestaban atención.

 

-Dami... ¿me llevás a cococho -monito, caballito, etc.-? -preguntó el rubio, sacándose de la boca el chupetín azul.

 

-¿Para qué? Ya estás grande para eso.

 

-Daaaleeee. -Ariel empezó a tironear del brazo del mayor, que fingiendo enojarse dejó de caminar y flexionó un poco las rodillas, quedando a una altura considerable para que el de los ojos verdes pudiera subir a su espalda.

 

-No creas que no sos pesado -reprochó Damián, sonriendo por dentro al sentir la boca del otro cerca de su oreja.

 

-¿Sabés a qué me hace acordar esto?.. A esa vez que intenté escaparme de casa con vos y mi vieja nos agarró a una cuadra... Fue tan raro. Hacía poquito mis papás se habían separado y al toque empecé a hacer locuras... aunque la locura estaba en que ellos no me dejaban verte... y pensar que consideré la idea de hacerles caso...

 

-Y ahora que lo decís... jamás me voy a olvidar de la vez que te rateaste del cole y llegaste a casa con esos cómplices que tenés por amigos.

 

-Jajajaja~ ¡siiii!

 

 

flash back

 

 

El timbre sonaba sin cansancio; quienquiera que estuviese presionando el botón allá abajo tenía terribles ganas de molestarlo a las 10.30 de la mañana.

 

Levantó el contestador del portero eléctrico y, antes de que pudiera reprochar algo, una voz de nene le dijo:

 

-Bajá, Damián.

 

El corazón empezó a latirle con fuerza y parecía habérsele subido a la garganta. No entendía por qué esa reacción; era 100% imposible que Ariel estuviese allá abajo. Igualmente decidió bajar a la entrada del edificio.

 

La planta baja del mismo contaba sólo con un amplio y largo pasillo que empezaba en la vereda y se dividía a la mitad con unas puertas de vidrio grueso y espejado; del lado de adentro se encontraban los ascensores y escaleras, hacia ambas alas del edificio, y el apartamento del encargado.

 

El castaño, al llegar ante la puerta, vio, en el umbral del pasillo, un grupito de chicos -no tan chicos- que no conocía. En ningún momento su corazón había frenado su acelerada carrera, pero seguía sin creer que por arte de magia Ariel pudiera estar allá afuera.

 

Al abrir la puerta con cautela se quedó como clavado al suelo. Dos de los chicos que estaban a unos cinco metros de él se corrieron, dejando ver a ese nene rubio y de ojos verdes a quien no se cansaba de extrañar.

 

-Ari... -dijo el mayor en un susurro ahogado, quedando estupefacto, creyendo que alucinaba.

 

Pero no, no eran fantasías suyas; Ariel estaba ahí, de pie y viéndolo fijo con los ojos llorosos. Dio un paso, después otro, como temiendo que el mayor fuese a retroceder, pero cuando ya no aguantó que todo lo que pasaba parecía estar en cámara lenta, se largó a correr hacia el de los ojos celestes, tirando al suelo el chupetín que sostenía distraídamente en una mano. Sin pensarlo dos veces dio un salto y se colgó de Damián con brazos y piernas, hundiendo la cara en su cuello.

 

-Te re extrañé... -susurró quedito, apretando el abrazo al que el otro respondió con fuerza, pero al notar que no podría responderle con palabras que no le salían, buscó los labios del nene y empezó un beso enloquecedoramente tierno, como hace semanas que no lo hacía, logrando olvidarse hasta de quién era.

 

Se recostó con el rubio a cuestas por una de las paredes del pasillo y continuó besándolo hasta el cansancio, hasta quedar sin aire, pero de forma lenta, saboreando el dulce del chupetín en esa boca, recorriéndola con devoción, deleitándose como hacía lo que parecía una eternidad.

 

Cuando se separaron no pudieron evitar soltar una leve risotada y abrazarse con fuerza.

 

-¿Qué hacés acá?, ¿cómo viniste?

 

Ariel aflojó el agarre que tenía sobre el castaño y tocó tierra firme, agarrando la mano del más grande.

 

-Vení.

 

Caminaron hasta donde los demás chicos todavía estaban, sonriéndoles de forma cohibida pero pícara. Al fijarse bien en todos, su nene incluido, reparó en que todavía tenían puestos los uniformes del colegio.

 

-Si entiendo bien, estos cuatro pendejos te ayudaron a escaparte del cole para venir hasta acá, ¿no?

 

-No sólo eso... sino que desde hace una semana vienen ayudándome a planearlo... y aparte van a cubrirme para que pueda quedarme a dormir... hasta el domingo... -decía el de los ojos verdes, sonrojado, balanceando levemente su mano apretada a la de Damián.

 

 

flash back

 

-Jajajaja~... fue re... re raro todo eso -dijo el más chico, todavía sobre la espalda del castaño. Habían caminado bastante, casi hasta el otro lado de la plaza, cuando se dieron cuenta de que el cielo empezaba a ponerse levemente  lila y rosa. Casi no había gente a su alrededor. Damián bajó al rubio de su espalda, tirándose en el césped, dejando que el otro lo hiciera apoyando la cabeza sobre su ombligo.

 

-Nunca me contaste todo lo que hiciste esas tres semanas en que no nos vimos -dijo el de los ojos celestes, acariciando esos cabellos rubios que se esparcían por su vientre.

 

-¿Fueron tres semanas?.. No lo había visto tan así. -El rubio estiró una mano, atrapando una de las del mayor y entrelazando sus dedos. -Bueno... los primeros días desde que mis papás me "encerraron" me sentía re no-yo... o sea, no caía en la idea de que posiblemente no te vería más hasta los 18... Hasta que uno de los chicos me hizo caer en la realidad y creo que lloré como una nena una semana entera... después todo empezó a darme igual. Ahí fue cuando mis amigos se pusieron las pilas y me ayudaron a escaparme para que pueda verte... fue algo loco, arriesgado y muy bizarro... pero ese fue uno de los mejores fines de semana que pasé con vos, sobre todo por lo que pasó ni bien subimos -dijo Ariel con un tono graciosamente pícaro, como si estuviera burlándose.

 

flash back

 

 

La puerta del departamento de Damián se cerró con un ruido seco. Contra la misma el mayor se encontraba acorralando y besando al de los ojos verdes con ganas, violenta y dulcemente a la vez.

 

Las piernas del rubio rodeaban la cintura del más alto, sus cuerpos apretados se acoplaban a la perfección, agolpándose contra la puerta mientras sus manos recorrían con hambre y desesperación el cuerpo ajeno.

 

-Ah... -jadeó el menor, ladeando la cabeza al sentir sobre su cuello los labios de Damián; volvió a jadear y notó cómo todo movimiento se detenía-. ¿Qué... qué pasó? -preguntó, aturdido.

 

-Pasa que hace tres semanas no te veo, y por más hambre que te tenga no puedo tirarme encima tuyo tan rápido.

 

-Ojo que no sos el único "hambriento" acá, ¿eh? -reprochó Ariel con un dejo de enojo.

 

-¿De verdad querés hacerlo?

 

-No es que haya venido sólo a eso y, aunque sólo haya tenido mi primera vez y parezca algo exagerado, no sabés cuánto te extrañé... -Aún colgado del castaño, hundió la cara en su cuello, abrazándose más a él. Estaba algo confundido. Con un solo beso la calentura le fundió la poca cordura que le quedaba y se había vuelto una necesidad el sentirse desnudado por las manos del mayor; pero aquello lo asustaba, estaba pensando como un sexópata.

 

-Por más de que nos quememos las pestañas pensando, a esto tenemos que solucionarlo -dijo el de los ojos celestes, bajando una mano hasta la entrepierna del más chico.

 

-Callate -susurró el rubio y se adueñó de los labios del otro, reiniciando las caricias que viajaban por debajo de la ropa, haciéndoles llegar más allá.

 

 

flash back

 

-Creo que ninguno de los dos entendió muy bien lo que estábamos queriendo decir esa vez. -Damián soltó una risita suave mientras acariciaba delicadamente con la mano libre las facciones del rostro del dueño de los ojos verdes que se cerraban, disfrutando de los roces.

 

-Pero hay algo que no podemos negar... hacerlo por la mañana es increíble -susurró pícaramente el menor, soltando un suspiro divertido.

 

-No fue la única increíble... hubo miles... -En su voz se notó cierto tono obnubilado.

 

-...Ninguna como la primera. -Y sus mejillas se sonrojaron adorablemente.

 

flash back

 

 

Iba corriendo lo más rápido que podía tras el colectivo que se le escapaba. Cuando por fin estuvo sentado en uno de los últimos asientos dobles suspiró con cansancio, limpiándose las lágrimas que empezaban a correr por su rostro.

 

Aquellas palabras salidas de la boca de su madre le habían lastimado tanto...

 

« ¿Tu hijo es puto y no te importa? »

 

No le afectaba que lo hubiesen descubierto, tampoco se preguntaba cómo lo habrían hecho... le dolía que hablasen así de él.

 

« ¡Está enfermo, aceptalo! »

 

Cansado de evitar que las lágrimas siguieran cayendo, las dejó correr libremente, atrayendo varias miradas de las no muchas personas que como él estaban sentadas en aquel colectivo a las siete de la tarde.

 

Cuando menos se dio cuenta ya tenía que bajarse, pero no sabía dónde ir, con quién quedarse. Caminó un par de cuadras, pensando en la casa de una tía que vivía por ahí, pero luego reparó que en la cuadra siguiente se veía aquel  edificio de color amarillo en el que vivía Damián.

 

Corrió hasta el umbral del pasillo de la edificación y tocó el timbre correspondiente al departamento del castaño. Lo hizo todo casi sin pensar y un segundo después de que quitara el dedo del pequeño botón metálico el corazón se le aceleró en sobremanera, las mejillas se le sonrojaron, pero el llanto no se detuvo.

 

-¿Si? -preguntó la voz del mayor por el portero eléctrico; Ariel no supo qué responder y se quedó callado, sorbiendo por la nariz y tratando de frenar las lágrimas-. ¿Quién está ahí?

 

-Dami... soy yo -dijo el rubio con la voz quebrada. Inmediatamente se oyó cómo el de los ojos celestes colgaba el portero, para aparecer en la planta baja en unos segundos.

 

Al ver al más chico con las mejillas húmedas por las lágrimas que seguían cayendo, no dudó un segundo y corrió a abrazarlo. Lo apretó contra su pecho con fuerza, notándolo esconder el rostro.

 

Luego de un rato de estar abrazados, Ariel dejó de llorar.

 

-Quiero quedarme con vos, Damián -le dijo, hundiendo la cabeza en su cuello mientras se aferraba a su camiseta.

 

-Vamos para arriba, cielo, y allá contame... ¿si? -El de los ojos celestes besó la frente del más bajo con amor contenido y juntos subieron hasta el departamento.

 

Una vez que estuvieron arriba se acomodaron en el sillón de doble plaza, abrazados, con un vaso de coca-cola cada uno.

 

Intentando resumir, Ariel le contó al mayor que sus papás los habían visto a una de las tantas veces en que se encontraban cuando él salía del colegio. También citó algunas de las tantas barbaridades que se le habían grabado a fuego en la cabeza mientras no dejaba de llorar.

 

-No es que diga que no tengo en cuenta todo lo que te pasó... pero me gustó que hayas venido hasta acá...

 

-Lo hice casi sin pensar... pero ahora que lo veo bien, vos sos el único que cuando lloro me abraza, me dice cosas lindas al oído, se tira en el sillón a llorar conmigo para que cuando nos cansemos traigas coca y pongas re-re fuerte cualquiera de los cd's que dejé acá -iba diciendo el rubio mientras empujaba a Damián suavemente con el cuerpo hasta quedar los dos recostados, acurrucados y casi encimados sobre los almohadones del sofá.

 

-Cosas lindas, como llamarte cielo, ya te las dije miles de veces hoy; desde hace casi una hora que estoy tirado en el sillón con vos, también nos bajamos media botella de coca, así que sólo nos falta poner re-re fuerte una canción -dijo el de los ojos celestes besando la frente del nene que tenía semi-recostado sobre él. Tomó el control remoto del stereo -lo único valioso que tenía en todo el departamento- y a los pocos segundos empezó a sonar una melodía que ambos conocían, pero que sus cerebros no terminaban de captar, hasta que una voz dijo, al ritmo de una melodía salida sólo de una guitarra, "Tell me what's wrong with society?...".

 

El más chico intentó olvidarse por un rato de todo lo que estaba agobiándolo y se relajó, oyendo algo amortiguada su propia voz cantando Crazy, de Simple Plan, en versión acústica y cantada por el bajista y corista.

 

-¿No querés hacer algo? -preguntó el castaño, jugando con los dedos sobre la espalda del más chico.

 

-Nah... Quiero quedarme con vos... acá, así... -Con cada palabra se removía un poco, abrazándose más al cuerpo ajeno, aspirando ese aroma a recién bañado.

 

-Dale... -susurró Damián con un dejo de pereza pero embelesado, volteando un poco sobre su costado para poder abrazar mejor al de los ojos verdes, que pareció ronronear.

 

El mismo buscó los labios del mayor, arrastrándolo en un beso lento, suave, dulce, alejándolos a ambos de cualquier indicio de realidad.

 

Lentamente y con timidez fue subiéndose sobre el cuerpo del otro, quedando a horcajadas sobre su vientre.

 

El beso no aumentaba su ritmo y ambos disfrutaban de ello como si en eso se les fuera la vida.

 

Ariel acarició, sumiso, el cuerpo debajo suyo, por encima de la ropa y sin intención de levantarla aún, desde la cintura hasta los hombros, deslizándose por los brazos hasta interceptar las manos. El castaño se dejaba hacer, viendo hasta dónde sería capaz de llegar la iniciativa del menor, que indirectamente obligó a las manos ajenas a rodear su cintura, dejando que se inmiscuyeran bajo su camiseta mientras empezaba a temblar ligeramente, producto de los nervios mezclados con las ganas de llegar hasta el final.

 

-¿Sos conciente de que no vamos a poder revertir como antes cualquier cosa que hagamos desde ahora si no paramos?, ¿estás seguro de que querés seguir? -preguntó Damián en un susurro sin detener las caricias sobre la espalda del rubio.

 

-Te necesito... -medio jadeó, medio sollozó el más chico, apretándose más a ese intento de abrazo.

 

-Entonces esperá, vida... -dijo el mayor, separándose con suavidad del dueño de los ojos verdes que lo observaban confundidos-. Si va a ser, quiero que sea especial -le aclaró, acariciándole las mejillas sonrojadas mientras se levantaba, dejando al otro sentado en el sofá, siguiendo todos sus movimientos.

 

El de los ojos celestes abrió los ventanales con salida al balcón y cerró las cortinas, dejando que ondeen con la brisa; apagó todas las luces del departamento, aseguró la puerta, desconectó el teléfono y el portero eléctrico, y tomó el control remoto del stereo, haciendo que empezase a sonar en un volumen moderado el último CD de Simple Plan.

 

Caminó hasta Ariel  y lo tomó de la mano, sonriéndole con dulzura y diversión mientras lo encaminaba hacia su habitación. Con suavidad se sentó en la cama y dejó que el rubio cayera sobre él, besándolo como si fuese la primera vez mientras lo abrazaba por la cintura.

 

-Te quiero -dijo el más chico, sonriendo mientras se sacaba las medias -puesto que sus zapatillas habían quedado en algún lugar del living-, recibiendo como respuesta varios besos cortos sobre sus labios.

 

-Levantá los brazos -pidió el de los ojos celestes, separándose apenas del otro mientras le acariciaba el vientre con la punta de los dedos.

 

-No, porque me vas a hacer cosquillas -se negó el rubio, encogiendo sus brazos contra sus costillas, impidiendo que el mayor le quitase la camiseta.

 

-Dale... -susurró Damián muy cerquita de los labios del de los ojos verdes-. Prometo dejar las cosquillas para después -le aseguró, aunque no especificando un después de qué.

 

-Es que... no son sólo las cosquillas... no sé, me da cosita sacarme ya la ropa -dijo el más chico, sonrojándose y mordiéndose medio labio inferior.

 

El castaño sonrió de medio lado, enternecido, viendo al dueño de sus eternas sonrisas con infinito amor.

 

-Vení... -le susurró, tomándolo de ambas manos. Lo sentó a horcajadas sobre su regazo y lo abrazó por la cintura, besándole los labios quedamente, dejando cualquier acción en manos del de los ojos verdes, quien empezó el beso lento y pausado hasta quedarse los dos sin poder respirar; y hasta que se sintió listo hizo que sus manos bajaran por la espalda del mayor, haciendo una leve presión, hasta llegar al borde de la camiseta, empezando a tirar de ella hacia arriba, algo cohibido.

 

El de los ojos celestes se separó para terminar de quitarse la prenda, clavando sus ojos en los del otro antes de tirarse hacia atrás en el colchón, dejando sus brazos por encima de su cabeza, sonriendo levemente mientras sus labios se movían mudos, cantando Take my Hand y cerrando los ojos, dejándose a manos de Ariel con la intención de que confiase en él y se desinhibiera.

 

El rubio se mordió el labio inferior. Era la primera vez que veía así al mayor, sin camiseta, totalmente entregado, y desde esa perspectiva. Lentamente fue inclinándose sobre el otro, besándolo con suavidad mientras sus manos en la cintura del mismo empezaban a subir por esa piel levemente tostada, sintiéndola arder bajo su tacto.

 

Cuando llegó hasta la clavícula, sus oídos repararon en que de fondo terminaba de  sonar The End, la tercera canción del CD. Cortó el beso para luego reanudarlo, recorriendo con sus manos los brazos del castaño hasta llegar a las manos, a las cuales se aferró para luego llevarlas hasta sus muslos.

 

Con cautela se desabrochó los pantalones y se irguió nuevamente, soltando un quedo jadeo que rezaba el nombre del dueño de los ojos celestes que lo miraron fijo:

 

-Dami...

 

Con las mejillas sonrojadas y los ojos cerrados echó la cabeza hacia atrás mientras se quitaba la camiseta con cuidado, descubriendo la piel completamente pálida de su pecho que se iluminaba con las luces que llegaban desde afuera, justo el efecto que el mayor quería que tuviese el dejar las ventanas abiertas.

 

El mismo se levantó, quedando sentado-arrodillado sobre el colchón con el de los ojos verdes encima, abrazándolo por la cintura. Le besó la frente y empezó a impulsarse hacia delante, dejando al más chico acostado con él encima.

 

Comenzó a llenarlo de besos en todo el rostro, bajando por su cuello, subiendo hasta su oreja, susurrando divertido al ritmo de Your Love is a Lie:

 

-You look so innocent...

 

Ariel soltó una leve risita y se abrazó a la espalda del castaño, soltando un gemido ahogado al notar cómo el contacto de su piel con la del otro lo hacía estremecerse; era un calor abrasador, mágico, que lo envolvía y lentamente lo alejaba de sus inhibiciones.

 

-Si vos lo decís... -Empezó a deslizar sus manos por toda la extensión de esa espalda ancha hasta llegar al borde de los jeans, buscando el botón de los mismos hasta desabrocharlos. Coló ambas manos por dentro de los pantalones, aventurándose a llegar a tocar sobre la tela de la ropa interior.

 

Con las mejillas sonrojadas buscó los labios de Damián, besándolo con ganas mientras sentía las manos del mismo subir por sus piernas, logrando que vuelva a tensarse. Su cuerpo y mente se debatían entre la soltura total y la completa cohibición.

 

El de los ojos celestes se separó ínfimamente del otro cuerpo, clavando los codos en el colchón y sosteniéndose la cabeza con las manos en la mandíbula. Fijó sus ojos en los del menor, viendo sus mejillas sonrojadas, notando cómo su respiración agitada levemente hacía subir y bajar su pecho de una forma que él veía encantadora. Las luces de una cuidad todavía despierta se reflejaban en los enormes ojos verdes que lo veían tímidos.

 

Estaba mirando al nene bajo él con ojos de amor, todo le parecía perfecto: su rostro reflejando la vergüenza de su primera vez y la locura que lo llevaba a dar un paso más, esos labios que nunca se cansaba de besar siguiendo inconscientemente la letra de la canción que el stereo parecía murmurar, el apartamento vacío y sumergido en un silencio que a la vez no era nada silencioso, cortado por la música que seguía sonando con calma.

 

Todo era perfecto... ellos y sólo ellos.

 

-¿Por qué me mirás así? -susurró el rubio, mordiéndose el labio inferior y mirando completamente fijo a los ojos del más grande. Llevó ambas manos al rostro del mismo, acariciando sus facciones con suavidad.

 

-Porque sos hermoso -respondió Damián completamente embelesado-. Porque parece no haber nada más perfecto que esto, ahora... No sabés cómo me estás haciendo sentir. -Tomó una de las manos que acariciaban su rostro y besó excéntricamente ceremonioso el dorso de la misma, para luego bajarla hasta su pecho y apoyarla donde pudiera sentir el golpeteo acelerado de su corazón.

 

Como un gesto ya casi inconsciente volvieron a besarse mientras sus manos volvían a retomar esos recorridos aventureros sobre la piel del otro, memorizando, sintiendo cómo la misma se encendía bajo el tacto.

 

Pero de improviso esos leves jadeos que se ahogaban con la música pasaron a ser risas sin ánimo de detenerse.

 

Ariel se revolvía en la cama, entre el colchón y el cuerpo del castaño, el cual se sabía de memoria los "puntos cosquillosos" del más chico; con las puntas de los dedos hacía una leve presión donde sabía que le darían cosquillas, logrando que se riera, se zarandeara entre sus brazos rogando que por favor se detuviese. Y también sin percatarse de en qué momento Damián le había quitado los pantalones.

 

-¿Qué...? -iba a preguntar el de los ojos verdes cuando reparó en aquello ni bien las cosquillas se detuvieron, pero desistió y sonrió, tratando de que el empezar a desabotonar los jeans del mayor sirviera de indirecta.

 

Cuando ambos quedaron sólo en ropa interior, sentados sobre la cama, mirándose fijamente como si jugaran a quien parpadea primero, fue el rubio quien casi saltó sobre el cuerpo del más alto, tumbándolo de espaldas mientras le plantaba un beso nada suave y que provocó que sus dientes chocaran. Inmediatamente el de los ojos celestes los hizo girar a ambos, tomando el control de la situación y cambiando de rol cada par de segundos durante un buen rato, sin dejar de soltar risas capaces de atravesar las paredes.

 

Se envolvían y desenvolvían con las sábanas, se enredaban en besos y caricias, pero sabían... sentían que era hora de dar un paso más...

 

Detuvieron toda clase de juego.

 

Damián sobre el de los ojos verdes, viéndose fijo, con las mejillas sonrojadas y temblando ligeramente producto de la emoción y los nervios.

 

Volvieron a sentarse sobre el colchón cubierto por una ensalada de sábanas sin quitarse los ojos de encima. Se sacaron la ropa interior al mismo tiempo. Ariel tragó saliva y trató de cubrirse con la punta de uno de los cobertores, pero el mayor le detuvo las manos.

 

-Mirame a mí... -le dijo serio, buscando que sus ojos se encontraran en una conexión que no fuera fácil de romper. Respiró profundo, esperó a que Time to say Goodbye terminara de sonar para que empezara I Can Wait Forever y cantó con suavidad sobre la voz del cantante-: You look so beatiful today...

 

Acarició con suavidad esas sonrojadas mejillas, le besó la frente, la punta de la nariz, acarició sus labios con los propios y lentamente fue recostándolo de nuevo sobre el colchón.

 

El rubio se relajó entre los brazos que lo rodearon, se dejó llevar por esas suaves caricias que empezaron a recorrer con lentitud y pasión desde su rostro hasta su pecho mientras las manos del mayor subían desde sus pies hacia su pelvis, tanteando piel de una zona desconocida.

 

Damián continuó su regadero de besos hacia el vientre plano y pálido del más chico, observando de reojo el rostro sonrojado del mismo. Llegando al ombligo sintió inmensas ganas de morder la piel que se ofrecía bajo su cuerpo, y sin pensarlo otra vez lo hizo, logrando que el otro se sobresaltase.

 

Cuando iba a bajar más, creyendo escuchar el acelerado palpitar del corazón del de los ojos verdes, éste lo detuvo.

 

-Pará... eso... me da cosita... -dijo con la cara colorada a más no poder, la respiración agitada y las manos temblándole. El castaño le respondió con una sonrisa y volvió a besarlo.

 

-¿Entonces puedo...? -Dejó la pregunta en suspenso, esperando que comprendiera.

 

Separó lentamente las piernas del rubio, esperando a que se negara si quería, pero al no haber oposición se acomodó entre ellas.

 

-Dami, esperá -dijo el más chico, algo acelerado pero con vergüenza-. ¿Tenés un... un...?

 

-Tenés razón, vida... perdoná. -Le sonrió y se estiró hasta la mesita de noche, abriendo el cajón, sacando un par de preservativos y un tarrito de lubricante. -Para que no duela tanto -susurró travieso luego en el oído del otro, divertido, mientras se colocaba el condón rápidamente pero con cuidado para hacer lo mismo con el otro.

 

Besando todo el rostro del de los ojos verdes untó un dedo en el tarrito blanco que desprendía un aroma intenso a coco, para luego tantear con cautela la entrada del menor, intentando no sobresaltarlo, aunque igualmente dio un respingo al sentir la intromisión, que no le dolió, pero le molestó. Igual pasó con un segundo dedo. Ya al tercero soltó un gemido incómodo y frunció el ceño, mostrando algo de dolor, pero se aferró con ahínco al cuello del castaño, respirando con fuerza mientras notaba cuánto cuidado ponía en cada cosa que hacía.

 

Se sintió raro cuando los dedos de Damián salieron de su cuerpo, pero le daba algo de miedo lo que vendría a continuación.

 

-No te voy a mentir, cielo. Te va a doler un poquito, así que respirá profundo y mordé, arañá, o cualquier cosa que se te ocurra para compartir el dolor, ¿si? -Cerró sus ojos celestes y besó los labios del rubio con parcimonia mientras cuidadosamente entraba en el cuerpo del mismo.

 

Ninguno de los dos pudo sostener el beso. El de los ojos verdes corrió el rostro, colocando la frente en la curvatura del cuello del mayor, apretando más su abrazo. Cuando ya hacer fuerza no le fue suficiente, incrustó los dientes en el hombro más próximo y no los aflojó hasta sentir que el castaño había entrado por completo.

 

-Te mordí muy fuerte... -susurró con pena, completamente sonrojado y respirando agitado mientras su piel empezaba a cubrirse de sudor.

 

-No importa -respondió el otro ahogando un gemido, besando los labios ya hinchados del más chico, mordisqueando el inferior y abrazándose con ambos brazos a la cintura del mismo, apegando sus cuerpos a más no poder, asfixiándose con el calor que producía el intenso tacto.

 

Luego de un momento de estar quietos Ariel sintió la molestia y el dolor que provocaba el miembro del mayor en su interior.

 

-Dami... me duele, no te muevas -dijo bajito con el ceño fruncido en una mueca de malestar. Inmediatamente y con cuidado el castaño giró sobre el colchón, dejando arriba suyo al más bajo que aún entre sus brazos lo miró confundido.

 

-Ya sé que te duele -le dijo con cariño besándolo apenas-. Hacemos así: te dejo arriba y te movés cuando sientas que podés; mientras, yo te doy besos re-re tiernos y te digo cosas lindas al oído.

 

-¿Cosas como cuales? -preguntó el de los ojos verdes, cerrando los ojos y ladeando la cabeza al sentir como la lengua de Damián se deslizaba desde su oreja hacia abajo, para luego subir y susurrar:

 

-Como... que esto no es como lo imaginaba hace mucho tiempo, es más que cualquier cosa; como que sos algo, alguien y todo para mí... como que te amo, Ari... -Lo estrechó entre sus brazos con cariño y llevó una mano a los cabellos del nene que iba recostando la cabeza en su pecho.

 

-¿No me mentís?

 

-¿Mentirte?, A vos, justamente, iría a mentirte... a vos que me diste todo... tu primer beso, me contaste todos tus secretos, viniste a llorar conmigo cuando quisiste y no sólo cuando lo necesitaste; tantas cosas... y tu primera vez... esto es más de lo que hubiera querido con vos... -Hizo una pausa. Estaba agitado y sentía que el corazón iba a salírsele del pecho, aparte del hecho de estar a mitad de algo, esperando contra lo que su cuerpo le decía que hiciese. Iba a decir algo más, pero los labios de Ariel se apoderaron de los suyos en un beso hambriento que parecía no tener fin.

 

-Yo también te amo -dijo bajito el rubio con toda la inocencia de la que fue capaz mientras su cuerpo empezaba un quedo vaivén sobre el del mayor; y aunque su ceño fruncido y sus manos apretando las sábanas no mentían, se notaba a la legua que quería y necesitaba poner todo de él así como Damián había estado haciendo desde que empezaron.

 

Hasta que ambos cuerpos no se acoplaron a la perfección, el castaño intercambió posiciones, quedando nuevamente sobre el más chico, el cual aferró sus piernas a las caderas ajenas mientras los movimientos lentos que mantenían se acompasaban; se dejó besar completamente, de pies a cabeza y de cabeza a pies, empezó a gemir por lo bajo y a oír jadeos, a sentir sobre su piel rodar un par de manos mientras que las suyas hacían lo mismo en el otro; todo eso en un tiempo que pareció haberse detenido; ya siquiera podían oír No Love sonando de fondo.

 

Llegó un momento en que la voz apagada del de los ojos verdes, contenida de placer salió a flote, retumbando hasta en sus propios oídos y ya sin poder parar. Su cuerpo sudado sacudiéndose entre leves espasmos y moviéndose impulsado por Damián, que al oír esos gemidos ya sin cohibición comprendió que el hecho de estar conteniéndose por ese orgullo implantado en él hace un tiempo podría derrumbar el momento mágico que se había formado casi una hora antes, por lo cual dejó de sólo jadear para que con el nombre del nene rubio bajo su cuerpo y entre sus brazos empezara una sinfonía de suplicados deleites que hundía casi por completo la música que no se detenía.

 

Sin que ellos se dieran cuenta el CD de Simple Plan había sido reemplazado por el de Boys like Girls, una banda que apenas estaba viendo la luz pero con canciones que podían ser escuchadas durante todo un día sin cansarse de las mismas.

 

 

En esa burbuja paradisíaca en la que se había convertido el departamento, las embestidas eran lentas y profundas, acompañadas de gemidos roncos y largos que rezaban palabras ininteligibles y que llenaban el aire de un sosiego pesado; las caricias y los besos estaban por demás presentes, llenos de una pasión más que contenida.

 

 

Algunos tantos minutos después llegó un orgasmo casi sincronizado e intenso que hizo resonar sus voces rezando el nombre del otro entre las cuatro paredes de esa habitación.

 

Se abrazaron con fuerza mientras sus cuerpos terminaban de despedirse de los temblores. El de los ojos celestes dejó un beso gracioso en la mejilla del más bajo y se dedicó lo más rápido que pudo a la parte para él menos romántica de la situación, que sería desechar los condones en la papelera colocada junto a la cama estratégicamente. Sin moverse mucho de donde estaba recogió la ropa interior y la frazada que había caído al piso, cubriéndolos a ambos mientras se colocaban los boxers con rapidez.

 

-Hace frío... -susurró el mayor queriendo excusar el hecho de abrazarse tan posesivamente al cuerpo delgado a su lado.

 

-Vos fuiste el boludo que dejó las ventanas abiertas -respondió Ariel con pereza, acomodándose entre los brazos que lo rodeaban.

 

-Pero admití que eso fue mágico... -Le besó una mejilla de nuevo y ronroneó con gusto, enredando sus piernas con las del menor. Recién ahí sus oídos captaron la canción que estaba sonando: Thunder, de Boys like Girls. -Escuchá... -susurró en el oído de Ariel, el cual tardó unos segundos en captar qué era lo que tenía que escuchar, pero una vez que lo hizo su corazón dio un vuelco. Los dos juntos empezaron a cantarla por lo bajo, viéndose a los ojos y sonriendo de la forma más enamorada que podían.

 

 

flash back

 

-De verdad que esa vez fue especial... mágica -dijo el rubio, acostándose bocabajo sobre el césped, clavando los codos en el suelo y apoyando el mentón sobre sus manos entrelazadas.

 

-Yo sabía... sé que la primera vez tiene que ser especial... -Con cariño empezó a acariciarle las mejillas. -Para mí fue más que especial aunque no haya sido exactamente la primera... hice de cuenta que si lo fue -murmuró con un dejo de tristeza aunque sin dejar de sonreír.

 

-¿Qué?.. Ahí hay algo que no me contaste...

 

-Es que no vale la pena... pero... -Recostó sobre su pecho al más chico, empezando a acariciarle el cabello. Soltó un largo suspiro y comenzó a hablar: -Tenía 16 cuando supe que me gustaban los nenes y al poco tiempo empecé a salir con uno de mis compañeros del cole, aunque nada fue lo que creía... ahí no había el amor que yo quería que haya. Mi primer beso fue un baldazo con un balde vacío... y mi primera vez fue la peor decepción  que haya tenido. Me re dolió, no hubo palabra alguna en el medio y terminé llorando en el baño... pero no sé, como que estaba muy enamorado y esa clase de sufrimientos para mí no tenían significado... Estuve con él casi dos años... ¡casi dos años!.. y me dejó cuando empezaba la semana de la dulzura, lo que yo estaba esperando para... ya no importa. Ahora te tengo a vos, vida.

 

-Tenés razón, ya no importa... yo soy mucho mejor, ¿no?

 

-Haría crecer mucho tu ego si te digo que si...

 

-Igual, me lo confirmaste antes de que te pregunte. -Hizo una pausa para detenerse a pensar en algo que le vino a la mente y lo hizo sonreír de forma tonta.

 

-¿De qué te acordaste? -preguntó el mayor acariciándole una mejilla.

 

-Es que hablando de preguntas... ¿te acordás de cuando me lo preguntaste? -dijo con una sonrisa enamorada y las mejillas sonrojadas.

 

flash back

 

 

Damián estaba recostado por el muro un poco antes de la puerta de barrotes trabajados que limitaba ese colegio.

 

Era el colegio al que Ariel iba y ese día había decidido ir a buscarlo cuando saliera, pero no era una decisión porque si, había una razón para eso, una razón muy fuerte: ese día hacía un mes que se conocían, un mes desde aquel loco encuentro producido por un bon-o-bon.

 

Aquella vez habían quedado en que serían amigos o tal vez un poquito más, así como un algo para no estar solos.

 

El castaño había estado contando los días mientras se convencía cada vez más de que a ese nene lo quería más que a cualquier cosa. Le hacía sentir cosquillas en la panza y esa sensación de vértigo a cada paso cuando iba caminando de la mano con él. Cada vez que le besaba una mejilla de la forma más dulce e inocente posible se sonrojaba y se mordía el labio inferior como cualquier nena enamorada... porque si, estaba enamorado.

 

El timbre de salida y una ovación general que hizo temblar las paredes del edificio lo sacaron de sus cavilaciones. Se giró hacia el portón que se abría mecánicamente y esperó a ver entre la masa de alumnos que salía a la calle esa cabeza rubia a la que estaba esperando.

 

Con atención buscó hasta que la gran mayoría desapareció, pero no lo vio por ningún lado, hasta que sus ojos se posaron en un grupo de chicos de unos 14 años en la vereda de enfrente. De espaldas identificó al causante de que su corazón se acelerase y en su estómago se formara un nudo. Cruzó la calle con cuidado y, cuando se percató de que un par de ojos se posó sobre él, sonrió con picardía y le indicó que se quedara callado; aún con más cautela se aproximó a su objetivo y desde atrás le cubrió los ojos con ambas manos.

 

-Salí, Fede -dijo el chico con hastío, intentando apartar las manos que le cubrían la cara.

 

-No es Fede...

 

-Ay, salí, que no tengo ganas de joder hoy... -se quejó algo afligido, agitando los brazos.

 

-¿No tenés ganas de venir conmigo tampoco? -preguntó Damián, fingidamente desilusionado, destapando los ojos del otro, que cuando se volteó y confirmó que el que estaba a sus espaldas era el castaño, soltó un grito agudo y se abrazó a su cuello.

 

-¿Qué hacés acaaaa? -preguntó eufórico apretando más su agarre, porque eso no era un abrazo.

 

-Vine a buscarte porque... porque quería buscarte -respondió el de los ojos celestes con un aire misterioso y una sonrisa por demás tierna.

 

-Entonces vamos -dijo el más chico y se agarró a una de las manos del otro, saludando a sus amigos con la que tenía libre-. ¿A dónde me vas a llevar? -preguntó curioso cuando ya llevaban casi dos cuadras caminando.

 

-A casa... quiero que escuches algo...

 

 

 

Estaban encimados y apretados sobre el sillón -porque acostados no estaban debido a lo corto del mueble- en el intento de living del departamento de Damián.

 

Él había comprado hace poquito un CD de una banda que empezaba a sentir la fama. Tocaban música que ambos adoraban y tenían una canción que el castaño estaba esperando llegase para poder decir todo eso que tenía planeado, aunque cuando oyó los primeros acordes de Thunder, el estómago se le cerró, la respiración se le agitó y se olvidó de esas palabras que quería decir. Pero hizo de tripas corazón e improvisó:

 

-Esa canción me encanta...  dice cosas que... ay, no sé... ojalá dijera todas las cosas que te quiero decir, Ari...

 

-¿Qué me querés decir? -preguntó el más chico, sintiendo sobre su cabello esparcido por el pecho del castaño la mano del mismo, acariciándolo.

 

-Nene... ¿querés ser mi novio?

 

Los dos se quedaron callados. Damián sentía su corazón en la garganta, latiendo fuertemente, mientras que el rubio no sabía cómo responder...

 

-Ay... y yo cómo te digo...

 

Damián notó cómo la voz del nene se volvía algo angustiosa y en su mente vio ese muro de ilusiones derrumbándose estrepitosamente. La canción iba a hacerle llorar cuando la voz de Ariel lo interrumpió:

 

-Dami... decirte que si me parece poco...

 

Volvieron a quedarse callados, como tratando de procesar aquel intento de diálogo.

 

-Do you know you're unlike any other? -cantó el castaño sobre la voz del cantante, siguiendo luego el estribillo con un tarareo distraído. Ahora era feliz y sabía que más adelante habría más de donde vino eso...

 

 

flash back

 

-Nene... -dijo el de los ojos celestes, empujando al más chico para que se sentase y él poder levantarse también-. Está empezando a llover... ¿y si vamos a casa y ahí vemos qué hacemos?

 

-Pero vamos despacito... hay algo que quiero que pase antes de llegar.

 

Se pusieron de pie y tomados de las manos empezaron a caminar hacia la calle, notando cómo las gotitas que caían empezaban a aumentar de a poquito.

 

Cuando cruzaron la calle vieron en la vidriera de un almacén un afiche desgastado y viejo de la semana de la dulzura.

 

-Ay... ¿te acordás? -preguntó Ariel con los ojitos brillosos, señalando el cartel.

 

-¿Eh?, ¿de qué cosa? -respondió el mayor con otra pregunta, haciendo de cuenta que no sabía de qué estaba hablando el otro. Al ver la cara de decepción que puso el rubio sonrió de la forma más dulce que pudo-. ¿Cómo no me voy a acordar?

 

Sin borrar su sonrisa colocó las manos en los cachetes del más chico y le dio un beso en los labios, sabiendo que eso era lo que quería cuando se dio cuenta de que había empezado a llover.

 

Entonces se abrazaron en una pose típica de película, en el típico beso soñado bajo la lluvia.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Escribiendo esto me divertí muchísimo..

espero que uds leyendo yb lo hayan disfrutado.. (:

i hoi, por seguir siendo todavía la semana de la dulzura, pido, en vez de un dulce, un rr por un beso (;


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