Era una gran idea, si, claro que lo era. Estaba buscando desde hacía tiempo una venganza, y hoy se despertó con la idea flotando ante sus ojos.
Era algo arriesgado, pero aún así iba a hacerlo; después de todo él era Harry Potter, un Gryffindor hasta los huesos, y no iba a acobardarse por cómo pudiera reaccionar su pareja, claro que no, y mucho menos cuando lo que estaba a punto de hacer era la venganza por haberlo traicionado.
Con una gran sonrisa en los labios se levantó, se cambió y se dispuso a desayunar, no llevaría a cabo su plan con estómago vacío.
Luego de dejar lo que había ensuciado en la pileta de la cocina, tomó las llaves del coche y la billetera y salió rumbo al Caldero Chorreante.
En el lugar saludó a Tom y a aquellos que conocía y se abrió paso por la pared de ladrillos hacia el Callejón Diagon. Sin dudar dirigió sus pasos a una tienda que conocía muy bien: Sortilegios Weasley.
Fue muy bien recibido por los gemelos, los cuales atendieron a sus pedidos con una sonrisa malévola.
- Así que te engaño…- dijo Fred acariciándole la barriga de cinco meses
- Ya te lo dijimos Harry, todos los Slytherin son iguales…- acotó George
- Se lo que me dijeron, pero… bueno, que puedo decir, también yo quería el bebé… el simplemente asumió el rol de dominante… durante las dos semanas en las cuales yo estaba fértilmente activo, el hizo todo el trabajo… pero ahora tengo una buena venganza…- explicó el morocho con malicia
- Y qué es exactamente lo que vas a llevar?- dijo George
- Los látigos? Las esposas perpetuas? Los vibradores extensivos?- se entusiasmó Fred
- No, no, no, nada de eso… simplemente varios tarros de pintura permanente a prueba de hechizos para paredes y muebles, algun shampoo tintura, y un poco de colorante para ropa permanente… todo en diferentes tonos de… rosa…- las sonrisas de los tres chicos se extendieron un poco más
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Volvió a su casa satisfecho con la compra, ya que además se había traído las esposas perpetuas y los vibradores extensivos, estos últimos, gentileza de la casa.
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Bien, los muebles ya estaban en el patio, las túnicas tiñéndose en tres baldes diferentes en los que los colores variaban en un rosa pastel, pasando a un rosa chicle para terminar en un fucsia fosforescente.
Ahora…las paredes… cuidando de no hacer demasiado esfuerzo por su embarazo, las pintó de un lindo color rosa que no llegaba a ser tan suave para ser pastel, pero tampoco tan fuerte para ser fucsia…los gemelos lo llamaban… “rosa princesa”.
Los muebles fueron más fáciles de pintar, ya que no se chocaba la panza cada dos minutos y no tenía que subir escaleras, lo cual le producía vértigo.
Una vez seca toda la pintura, la cual era de secado rápido, con movimientos de verita acomodó toda la oficina nuevamente, no sin antes colgar varias tarjetas con forma de corazón en las paredes, algunas mariposas de tul, y unos peluches. En el monitor de la computadora de su marido pegó varios stickers de ositos, lunas, estrellas y corazones.
Como no podía faltar, en una esquina colocó una cuna blanca, un cambiador, una cómoda con la ropa de la bebé, y un bolso con pañales, mamaderas y leche en polvo.
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Con un simple hechizo toda la ropa del hombre salieron de los baldes y se doblaron, ya secas, en el ropero.
El shampoo rosa chicle ya estaba en el envase del shampoo de vainilla que tanto le gustaba a su amado.
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Ahora simplemente tenía que preparar el almuerzo…y esperarlo…
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Dos horas después escuchó cómo el hombre entraba, dejaba las laves en la mesita del recibidor, la maleta sobre el sillón del living, y ahora iba hacia la cocina.
- Hola amor…- saludó Harry besando sus labios
- Hola cielo… hola bebé- dijo el otro mientras respondía el beso y se agachaba a besar la panza del chico
- Sev, amor, no dejes la maleta en el sillón, además, andá a mirar tu estudio, lo ordené, y te preparé una sorpresa…- le dijo con una sonrisa maliciosa
El hombre salió medio curioso, medio protestando a buscar su maletín y llevarlo a su escritorio.
- POTTER!!!- gritó antes de caer al piso, desmayado
“¡UY! Y eso que todavía no vio las túnicas ni se bañó…” si, él llevaría a la bebé nueve meses, pero sería Severus Snape quien se tendría que amoldar a una nueva vida con su hija…
“Ah, la venganza es tan dulce…” pensó Harry mientras se dirigía a despertar a su marido.