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Gift de "Seducido" por nezalxuchitl

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Notas del fanfic:

¡Konichiwa! Bueno, aqui me teneis puntual como el expreso de oriente cumpliendo lo prometido.

Este pequeño oneshot, regalito a mis lectoras de "Seducido" y completamente independiente de la historia original de ése fanfic, se desarrolla en la actualidad, en Londres, ¿donde mas? y en este Dumbledore y Grindelwald estan tan juntos y felices como se puede estarlo en este mundo de porqueria.

Notas del capitulo:

Oh, bueno, el mundo en el que estan los personajes es el de literatura de alta clase; la semiotica, umh, podria decirse que es la rama del arte de escribir que trata sobre las ideas y su generalidad, un cazador de libros es eso, un tipo que anda tras obras de arte impresas  o manuscritas sobre papel o pergamino, arriesgandose a todo para conseguir el libro deseado por el bilbliofilo (amante de los libros antiguos, por lo general) que lo contrata. Un mercenario del arte y con clase, es una buena definicion.

¡Y ahora a leer!

 

Gift de Seducido.

 

(De regreso a NezalXuchitlandia.)

 

   No era el hombre mas honesto, ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Gellert Grindelwald y vivía muy bien, a expensas de los bibliófilos. Era un cazador de libros profesional, apuesto, educado, con modales tan exquisitos que ni siquiera le guardabas demasiado rencor cuando descubrías que te había colgado a precio de oro una primera edición de "Los tres mosqueteros" que no era tal. O cuando después de ganarle alguna primera edición autentica en las subastas de Claymore, a la salida en alguna calle mas o menos oscura una misteriosa, esbelta y grácil sombra te encañonaba muy gentilmente dándote a elegir entre el libro o la vida, y una vez entregabas el primero te obsequiaba una esplendida sonrisa con sus dientes que eran la admiración de los odontólogos de media Europa antes de dejarte inconciente de un cachazo en la nuca.

 

Un amor, el tío. Nadie sabía a ciencia cierta donde vivía, ni cómo encontrarlo, pero él sí sabía como encontrarte a ti. Era una especie de leyenda dentro del oficio, capaz de sacar de cualquier biblioteca el libro que le pidieras, si le pagabas lo suficiente. O si le caías bien. Decían que una vez había dado de balde un magnifico ejemplar de "De Novem Portis Umbrarum Regni" a una jovencita enamorada de la Oscuridad. Vete tú a saber. También decían que cuando iba a Medio Oriente pergaminos no era lo único que traía de regreso.

 

He dicho que nadie sabía donde vivía ni como encontrarlo, pero no era la verdad. Había una persona. La menos pensada: un respetadísimo profesor de literatura de Oxford, cortés y civilizado a mas no poder, de esos que buscas "estudioso" en el diccionario y te sale su retrato. Se llamaba Albus Dumbledore, y en su apartamento dentro del viejo college estaba la residencia oficial del cazador de libros. Y el profesor inglés era también el único que en su móvil tenía de contacto a Gellert, con foto, marcación rápida y toda la cosa. Para mandarle mensajitos cuando lo extrañaba.

 

Los dos jóvenes se conocían del colegio; habían ido al mismo internado para señoritos. De la época en que todavía había señoritos, y una podía llamarlos caballeros sin tener que estarse aguantando la risa por lo bajini. Porque eran unos caballeros en toda la acepción de la palabra.

 

He dicho jóvenes, y aun lo eran. Veintiséis Grindelwald y veintiocho Dumbledore. El primero era un papacito rubio, con el pelo corto, ondulado y ligeramente despeinado, como si acabara de pararse de la cama luego de un buen revolcón. Sus ojos, grandes, de color acerado, chispeaban divertidos casi siempre, pero cuando la cosa se ponía ruda parecían dos placas de metal. Sus labios sensuales se curvaban habitualmente en una sonrisa un tanto altiva, o desdeñosa. Alto y delgadito, espigadito, vestía de diseñador, elegante pero discreto; los trajes de color claro predominaban en su guardarropa (en el que también había uniformes de cinco ejércitos distintos) y se los ponía con el saco desabotonado y la corbata anudada flojamente, dando toda su apariencia un aire como al descuido, del tipo "soy tan guapo que ni necesito arreglarme", y era cierto. Ya querían los modelos masculinos de Chanel verse como él para el día de su cumpleaños.

 

El otro era un pelirrojo bien sexy, de la nueva ola, a quien sus tres doctorados no le impedían vestir con ropa de primera calidad hecha por los damnificados de la guerra serbocroata o los negritos sidosos de algún país africano; muy informal, con pantalones vaqueros o cargos de mezclilla o de otra fibra natural, pero siempre de color liso, igual que sus camisas y sus chaquetas. Tenia una colección de chaquetas y abrigos de cuero para protegerse del inclemente clima londinense, y porque le combinaban bien con su motocicleta, su medio de trasporte a todos lados. Hasta para ir a las audiencias con su británica (y puñetera) majestad.

 

Calzaba botines o sandalias, dependiendo de si hacia frío o calor. Y su magnifica cabellera roja, larga, abundante y lacia la sujetaba en una coleta que se hacia atando sus cabellos con una cinta o una bandita elástica. Tenía unos bellísimos ojos azules, brillantes e inteligentes, a menudo ocultos tras unos anteojos de media luna, que si bien no eran los mejores para su incipiente miopía si lo eran para intimidar a sus alumnos y colegas. Decían que cuando el viejo maestro Eco por fin estirara la pata, él heredaría su cátedra de semiótica en la universidad de Bolonia. En fin. Tenía tres perforaciones en el arco de la oreja derecha con otros tantos aros de platino. Cargaba en una vieja y raída mochila su laptop, sus notas y una dotación siempre disponible de caramelos de limón, su único vicio conocido.

 

Porque el otro vicio era el guapísimo Grindelwald, pero fuera de ellos dos nadie sabía de su relación, lo cual era bueno para los negocios de ambos.

 

-Cuando me retire de mi oficio y no corra riesgo de despertar con cinco mercenarios armados hasta los dientes apuntándome, organizamos la boda, ¿vale Albus?- le había dicho el rubio en una ocasión en la que hablaban de su futuro.

 

-Vale Gellert. Por cierto, ¿crees que la noticia sea lo bastante impactante para darle un infarto a ese italiano presuntuoso? Me encantaría que viviéramos cerca del mediterráneo...

-Si eso no funciona le llevo la carta que escribió Dante Alighieri a los Reyes Magos cuando tenía cinco años y eso lo mata de la impresión.

 

Dumbledore se había atragantado de la risa y luego había llevado al aeropuerto a su novio, que sin otro equipaje que un maletín elegante iba bien abrazado a su espalda con el casco del pelirrojo, para no despeinarse, dejando que el profesor terminara con los pelos parados como recién salido de una ilustración de un libro de quema de brujas.

 

Hoy regresaba, luego de que su estadía dondequiera que estuviera se prolongara mas de lo previsto, cosa bastante frecuente. Le llamo para que fuera a recogerlo, y cuando entro en la sala de espera acompañado por un montón de turistas japoneses le sonrió de una manera esplendida, le abrazo y le beso disimuladamente.

 

-¿Tienes planes para esta noche Albus?- le pregunto mientras caminaban al estacionamiento.

 

-Bueno, tengo boletos para el concierto de Nightwish de esta noche, pero...- añadió al ver la sonrisita maliciosa llena de promesas indecentes de su novio-... podríamos quedarnos en casa comprobando que efectivamente puedan aplicarse las posiciones del Kamasutra del 663 al 666.

 

Gellert hizo pucherito.

 

-¡Jum! La última vez, con la 662 me andaba dislocando el brazo, y si no hubiera estado conmigo Reverte hubiera pasado un mal rato en las callejas de Madrid. Ni hablar, vamos al concierto.

 

Albus se resigno.

 

-De todos modos tenia muchas ganas de oír a Anette en vivo.- se monto en la moto e hizo rugir el motor mientras Gellert se sentaba detrás del él, muy abrazadito, cediéndole por esta vez el uso del casco.

 

-Yo también, además me hace falta un buen estruendo de decibeles a todo lo que dan luego de pasármela tantos días entre monjes cartujos saqueando su biblioteca sin que se dieran cuenta...

 

Sus ultimas palabra se vieron ensordecidas por el arranque del motor de la motocicleta, y abrazándose muy cariñoso a la espalda enfundada en un abrigo corto de piel color crema se dejo descansar.

 

Estaba con Albus, estaba en casa. Él lo protegería y podría bajar la guardia y volver a ser el chico alegre y despreocupado que una vez fue.

 

-Te amo.- susurro mientras la moto ronroneaba y la cinta de asfalto de la carretera seguía y seguía dejando atrás la gran ciudad e internándose en verdes prados de paisaje rural.-Te amo.- repitió, sin imaginar que su novio pudiera oírlo.

 

Pero lo oía, y una calidez embargaba su corazón cada que lo oía pronunciar esas palabras. En vez de contestar metió máxima velocidad a la moto al tiempo que un relámpago desgarraba las nubes, y poco después del sonido del trueno el aroma de campo mojado los alcanzo.

 

No alcanzaron a llegar a Oxford antes de que la tormenta los alcanzara. Gellert protegió su precioso maletín metiéndolo bajo el abrigo de Albus y abrazándose el, y cuando mas mojados que unas ratas vislumbraron una posada no dudaron en detenerse.

 

-¡Buenas tardes! ¡Uf! Que tormentón, ¿verdad? Y en mitad de la tarde.- los saludo el posadero- Supongo que querrán una habitación y usar la secadora.

 

-Supone correctisimamente.- le respondió Albus con una sonrisa.

 

El hombre los condujo a una pequeña y acogedora habitación, con chimenea tradicional; se las encendió y les dio las batas de toalla y espero en el vestíbulo por sus ropas para llevarlas a la secadora.

 

Los jóvenes se desnudaron rápidamente, y se envolvieron en las batas pachoncitas. El pelirrojo acerco una butaca a la chimenea y se sentó ahí, exprimiéndose el pelo. El rubio se le fue a sentar sobre las piernas y empezó a besuquearle las mejillas y el cuello.

 

-Eres un travieso.- le dijo dejando sus vanos intentos por secarse el cabello con el otro montado encima y poniéndose romántico.

 

-Te equivocas querido: soy práctico. Necesitamos entrar en calor, y además pagamos por el cuarto.

 

-Si pillas un resfriado va a ser tu culpa.- le contesto desatándole la bata y haciéndola caer a su espalda, apoderándose de la boca de su novio, besándolo apasionadamente. Sintió sus manos hecharle atrás su propia bata y luego deslizarse, animosas, por su pecho que comenzaba a subir y bajar agitado. Rápidamente sus besos se hicieron más ávidos, su contacto más estrecho: era tan delicioso todo aquello, pensó Albus, tan adictivo. Si, era adicto a Gellert Grindelwald sin posibilidades de rehabilitación. Tomo otra dosis de sus dulces labios mientras sentía la erección de él frotándose provocadora contra su vientre. Deslizo la mano entre sus torsos y cogio el miembro duro y caliente esperando que Gellert hiciera lo mismo.

 

El rubio se hizo un poco de rogar, dejándose masturbar mientras solo seguía besando y acariciando a dos manos el pecho y los costados del pelirrojo, tan varonil, tan necesario para él como el aire que ahora compartía con Albus. Cuando se decidió a bajar la mano para atender el pene de su novio no se anduvo con mas melindres y lo estimulo duro y directo, ejecutando desde el primer momento los movimientos que sabia enloquecían a su sexy pelirrojo, dándole sexys mordiditas en el hombro que sabia también lo enloquecían. En retribución sintió la otra mano de su novio apoderándose de una nalga, apretándola y luego pasando las yemas de los dedos por la separación entre ambas, de arriba abajo, lenta y provocativamente.

 

-Umh, umh...- el sonido de los besos ininterrumpidos no le daba chance a hablar- umhumhummm aah! -por fin logro separar sus labios- Albus, méteme la lengüita... - pidió ligeramente sonrojado, de vergüenza o de excitación, quien sabe.

 

Lo que si se supo fue que no se lo dijo a un sordo. Albus se paro con todo y él y luego lo puso de rodillas sobre la amplia butaca, con las rodillas separadas y el torso pegado al respaldo de la misma; Gellert se agarro con ambas manos del respaldo y recargo la barbilla sobre el curvado borde superior de la misma, de tal modo que se ocultaba su desnudez con el respaldo y solo su rostro asomaba, mirando directamente a la puerta. Albus se arrodillo sobre la alfombra, con ambas manos se apodero de las carnositas y bien formadas nalgas del rubio, beso con veneración una y después la otra antes de separarlas y hundir su agraciado rostro entre ellas, disfrutando del contacto de aquella piel de durazno sobre sus bien afeitadas mejillas, sacando la lengua para toquetear el misterioso orificio por el que tanto placer solía darle a su novio, recibiendo tributo a su habilidad oral en los gemidos que de inmediato escaparon de los labios rosados del rubio.

 

Y en aquello estaban, entregados uno a dar y otro a recibir placer oral cuando el posadero regreso con la ropa seca. El buen hombre que lejos estaba de imaginar nada de aquello entreabrió la puerta pasando por delante el brazo donde llevaba las ropas secas y planchadas de sus huéspedes. Sin embargo, lo único que vio fue el rostro sonrojadito de Grindelwald. Sus ojos claros lo miraron como preguntándose "¿este de donde salio?" y los ojos cafés del posadero lo miraron con curiosidad. Luego pregunto:

 

-¿Esta todo bien señor?

 

Dumbledore, absorto como estaba en el culito de su amante no había oído abrirse la puerta, pero la voz del posadero si que la oyo, deteniéndose en el acto.

 

-¡Si, si! ¡No se detenga!- dijo el rubio, en apariencia indicando al posadero, que se había quedado en el umbral, que pasara dentro- Deje la ropa ahí sobre la mesita... oh, si, justo ahí.- añadió con un movimiento de cadera que indicaba que su indicación era para su amante, que embargado por la excitación y la vergüenza había recomenzado su labor.

 

-¡Oh, si!- exclamo más fuerte de lo necesario el ojiclaro- La ha dejado justo como me gusta: bien repasadita.

 

El pelirrojo giro su lengua en el interior de su novio asombrado de su sangre fría.

 

-Me alegro señor.- respondió el posadero mirando con cierta suspicacia a su alrededor.- Compermiso. Si desean algo no duden en jalar la campanilla y servimos una cena deliciosa a las siete en punto.

 

-¡Oh, deliciosa, deliciosa! -exclamo Gellert apenas conteniendo los gritos de placer, indicando con un ademán de la mano al posadero que se retirara, y esperando oír los pasos bajar por la escalera antes de ponerse a gemir como un poseído, meneando las caderas y pidiendo... - ¡mas, mas, oh Albus, dame mas, no pares papito! ¡Me encanta, me vuelves loco, aahh, aaaahhh!!!

 

El rubio grito fuertísimo mientras su cuerpo era sacudido por un delicioso orgasmo. Su experto amante se percato y dejo de hacerle lo que había estado haciendo. Se paro y antes de darle tiempo a decir esta boca es mía ya se lo había dejado ir todo. Todo. Pasó un fuerte brazo en diagonal sobre su pecho para atraerlo, y le puso una mano sobre la boca para que no gritara. Gellert se revolvió y Albus lo agarro con mas fuerza, comenzando con el vaivén de caderas a un ritmo rápido.

 

El ojiclaro hizo ruiditos de protesta; apenas se estaba acostumbrando a tener metido algo tan grande y ya se lo estaban limando... se sentía un poco violado. Esa idea lo excito; opuso más resistencia, se apretó ricamente. El ojizaul lo sujeto con fuerza y le lengüeteo la nuca mientras lo penetraba vigorosamente, sin dejar oír mas que jadeos bajos cada vez mas profundos. Gellert lo disfruto tomando su placer en sus propias manos, imaginándose que estaba siendo violado por un soldado desconocido en una sofocante tienda árabe... gozo su muy personal fantasía hasta que se le ocurrió una mejor. Una que era buena de llevarla a la realidad.

 

Hechó una mano atrás y dio un tremendo pellizco a Albus sobre la cadera, provocando que el pelirrojo gruñera y bajara la guardia, liberándose de su posesivo abrazo, sacándolo de su interior y poniéndose de frente a él, espetandole mientras lo tiraba sobre la alfombra frente al fuego:

 

-Vamos a hacer el sesenta y nueve.

 

Y sin esperar su respuesta se monto a gatas bajas sobre él, dejándole su necesitada erección sobre la cara y apoderándose de inmediato del pene que hacia solo un minuto había tenido metido en su otra cavidad. Se lo metió todo en la boca y empezó a chupar con ganas, masajeando sus testículos y sintiendo como su amante le correspondía con la misma moneda, dirigiendo Gellert sus dedos mas atrás, presionando la próstata desde fuera, provocando que las lamidas sobre su propio pene fueran mas salvajes, y cuando sin juego previo le dejo ir un dedo apenas ensalivado sintió el cuerpo del pelirrojo tensarse bajo el y su boca chupar con mucha fuerza, tanta que hubiera soltado un alarido de placer de no tenerla ocupada en otro menester mas importante y placentero. Movió con redondo su dedo en el interior de Albus y siguió succionando, sintiendo las lamidas ardorosas y las chupadas recias sobre su pene, gozando horrores cuando su amante le lleno la boca de lechoso fluido, conteniéndolo, saboreándolo mientras esperaba que su amante lo hiciera llegar para besarlo con su boca llena de semen; sin embargo, no contaba con lo placentero que seria todo lo que el pelirrojo le hacia, la humedad de su boca, la calidez de su lengua, la suavidad de sus labios, la presión detrás de sus testículos... no pudo aguantarse y grito de placer al eyacular, dejando que el semen de su amante resbalara por las comisuras de su boca, escurriendo hasta su cuello de cisne.

 

El ojiazul trago el fluido de su amante y se saco el miembro de la boca, dejándolo reposar sobre su mejilla, todo húmedo y aun erecto. El ojiclaro se dejo reposar encima del otro hasta que su corazón volvió a latir con normalidad.

 

-Tengo miedo de que esto solo sea un sueño Albus...

 

-No es un sueño... es la felicidad, absoluta, eterna, a tu lado.- beso su pie.

 

-No; tal cosa no existe sino en la imaginación de los poetas y en los tablados de los teatros.- asevero- Pero a cambio tenemos el aquí, y el ahora, y esto nadie lo no puede quitar. Aunque me muriera mañana conservaría el recuerdo del amor inconmensurable que siento por ti.

 

 

Callo y miro al poligonito entre cortinas que permitía ver el cielo de fuera de la ventana, y al verlo azul y despejado cayo en cuenta de que hacia un buen rato que ya no escuchaba el acompasado repiqueteo de los gotones de agua, la música de fondo con la que había empezado su sexxxion de esa tarde.

 

Se incorporo y se sentó en el la alfombra, extendiendo las manos al fuego mas por jugar que porque aun tuviese frío. Albus se sentó a su lado y lo abrazo, besándole el hombro y lo alto del brazo.

 

-Mira, ya dejo de llover. Tuomas, Emppu, Marco, Jukka y Anette podrán contar con nuestra distinguida presencia.- le dijo sonriendo emocionado.

 

-Si, que suerte tienen de tenernos ahí presentes, y pagando, cuando ni por todo el oro de Saba yo me vendo para presentarme en ningún lugar.- contesto Dumbledore.

 

-Y para tenerme presente en ciertos lugares hay quien pagaría el tesoro de un naufragio español.- le informo Grindelwald a su novio con una mirada divertida.

 

-No lo dudo.-contesto, disimulando un escalofrío al pararse- Si vamos a ir al concierto será mejor que nos vistamos, comamos algo y nos pongamos en camino.

 

Grindelwald consulto el reloj cucú empotrado en la pared.

 

-Lastima: nos perderemos la deliciosa deliciosa cena del posadero.

 

Dumbledore negó con la cabeza recordando la escenita y se puso su ropa planchada. Grindelwald lo imito, y cogiendo su enigmático maletín ambos bajaron, pagaron y devolvieron las llaves.

 

-¡Pero como! ¿Ya se van? ¡Los caminos están llenos de fango!- protesto el posadero.

 

-Un poco de lodo no va a detenernos, ¿verdad Albus?

 

-En absoluto Gellert.- contestó. Monto la moto y se ajusto el casco.- Agarrate bien, que tendré que conducir a ciento sesenta y cinco kilómetros por hora para llegar a Oxford, arreglarnos y regresar a Londres.

 

-Conduce tan rápido como quieras. Si se aparece un polizonte lo atropellamos.- Grindelwald se carcajeó de la idea mientras con un potente ronroneo la moto arrancaba dejando tras de si una estela de lodo.

 

                                                         ¿Fin?

 

Notas finales:

Jeje, bueno, espero les haya gustado, yo me diverti mucho escribiendolo, en especial porque los oficios de ambos los admiro y respeto mucho.

El maestro Umberto Eco, catedratico de semiotica en la universidad de Bolonia es el real y excelente autor de novelas con mucho estilo y elegancia, mas enfocadas al arte de combinar palabras que a la historia en si, pero excelentes, "El nombre de la rosa" es su mejor, en mi opinion.

Arturo Perez-Reverte, relator de batallas, fue reportero de guerra y ahora es novelista, y aunque su estilo es unico y cautivador es menos artistico y mas enfocado a lo que cuenta; las "Aventuras del capitan Alatriste" son sus novelas mas famosas.

Nightwish, banda de symphonic metal finesa, es mi favorita, estrenaron disco y cantante el año pasado y andan de gira aun, youtubeense un videito de ellos, que de todo hay que conocer. Les recomiendo "Amaranth", si no les gusta el genero de perdida vais a mover la patita al ritmo increible de la musica.

¡Besos a todas! ¡Cuidense mucho y por aqui nos estaremos leyendo, ya que tengo planeado algun cuento de Sirius y Remus o de Snape y Lucius o de los cuatro juntos, jejeje!!!


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