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Mi juego favorito por minako_usagi

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Notas del fanfic:

 

 Mi PRIMER intento escribiendo HARD yaoi (ni tanto ¬¬)

Notas del capitulo:

 

 Bueno supongo que esto es el producto de una noche de puro aburrimiento.

Espero que no haya salido tan mal como pienso que está u.u'

 

 

  Yo me pregunto, siempre me pregunté y tal vez lo siga haciendo; ¿qué es el amor?

  Indudablemente alguien tan frío como yo jamás podría saberlo, claro, no es que no haya experimentado nunca la exploración del cuerpo humano. Me entienden, ¿verdad?

  Quizás piensen que soy uno más del montón. Aquellos que dicen que jamás van a enamorarse, por lo tanto dejan su espíritu ser libre. No quieren ni tienen compromisos con nadie. Ese no es mi caso. Yo aprendí que para mí no existe tal palabra, aquella cruel palabra, llamada amor.

  Incluso pronunciarla me suena terriblemente extraño. Extraño y doloroso.

  Nunca fui una persona popular, no estaba lleno de amigos ni nada por el estilo. Siempre fui cerrado, introvertido y si podían sacarme al menos una palabra, bueno, eso era todo un logro. Y como ya se habrán imaginado, todos los demás niños se burlaban de mí. ¿Cliché? Si, un poco.

  Lo mismo de siempre dirán. El niño raro que no tiene amigos; el niño raro del cual los demás niños se burlan, el niño raro que llora por las noches porque se siente solo e incomprendido. El niño raro que creció y conoció lo que la palabra placer significaba.

  Quizás hasta ahí hubiese estado bien, pero lamentablemente no. Nada es como uno lo desea. Y yo siendo tan estúpido me dejé caer. Me dejé cegar por una sensación que no existía, que jamás existiría. . .que me fue arrancada de mi ser.

Me enamoré. Si, me enamoré. Y, ahora, me arrepiento profundamente de haberlo hecho. Me arrepiento de mis acciones.

  Él, él era el chico más popular. Alto, no tanto como yo, pero aún así su altura sorprendía. Pero lo que más llamaba la atención era su personalidad. Él era el típico chico popular, se podría decir. De brillante sonrisa, risa contagiosa, sedosos cabellos oscuros. Espíritu salvaje.

  En un principio le tenía envidia. Él era lo que yo jamás podría ser. Comencé a observarlo, siempre lo hacía desde el rincón más remoto de la escuela; el "lugar de los perdedores" lo llamaban. Ja. Se podrán imaginar.

  Luego despertó mi interés, hasta que me di cuenta de que era demasiado tarde para negarlo. Él me gustaba, y mucho.

  Por supuesto que él sabía de mi existencia, ¿cómo no saberlo? Cuando eres tan alto e idiota, callado, cabello largo y extrañamente tu apariencia es demasiado frágil -casi femenina-  no pasas desapercibido por más que quieras. Y no estoy hablando del mejor modo de llamar la atención, no cuando vuelves cada día a casa con un nuevo morado en tu piel.

  Él era uno de los tantos que se encargaba de marcarme siempre. Y por más sádico que suene, me gustaba, aunque dolía, dolía demasiado. No tan solo físicamente.

  Lloré muchas noches, muchas noches donde me preguntaba porque me odiaban tanto, por que él me odiaba tanto. Cuando ya no podía soportarlo solo una cosa venía a mi mente, como una suave luz, como una señal, como una salida, la única salida a la cual me podía aferrar.

  Intenté suicidarme tantas veces como me fue posible. Mis padres ya estaban hartos de llorar. Mi padre me golpeó hasta hacer sangrar sus nudillos, y aún así yo seguía haciéndolo.

  Ahora, cuando pienso en ello, me río. Me río de mi propia estupidez y les doy la razón a aquellos que me golpeaban. Yo era patético.

  Continué con mi pobre vida, no podía hacer otra cosa. Pero mis ojos comenzaron a brillar desde aquel día. El día en que Die me besó. Nunca mencioné su nombre, ¿verdad? Pues así se llamaba.

  Bueno, él estaba ebrio pero aún así no me importó.

  Era la "gran fiesta" de nuestro colegio, estábamos en último año, y decidieron hacer una fiesta de bienvenida. Sinceramente a mí me importaba una mierda la fiesta, pero mis padres decidieron -como siempre- una vez más por mí. No tenía otra alternativa.

  Toda la tarde miré a la gente pasar, caminar de un lado a otro, embriagándose a más no poder, y de tan solo mirarlos comencé a sentirme mareado. Necesitaba aire urgente. Salí, salí hacia el patio; tan desolado, abandonado, frío. Al igual que yo.

  Me asusté al sentir una mano en mi hombro. Pero me sorprendí más al ver quien era la persona que me sonreía. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Me sentí más inútil de lo habitual. Y mi cuerpo se rehusaba moverse al igual que las palabras que se rehusaban a salir de mi boca.

 

"Shinya"

 

  Murmuró, sus carnosos labios moviéndose levemente. Podía ver claramente su rostro, a pesar de la oscuridad podía notar lo rojizo de sus mejillas. Alcohol.

 

"¿Por qué estás aquí?"

 

Reí por dentro.

 

"Como si te importara"

 

   Cerré los ojos, convenciéndome a mí mismo de que tan solo era una absurda visión producto de mi mareo. Me di vuelta, volvería a casa, no había motivos para quedarme. Hasta que dos fuertes manos me sujetaron y bruscamente me mantuvieron en lugar.

  Mis ojos se abrieron, comencé a respirar torpemente, estaba algo asustado, no podía negarlo pero por más que mi mente gritara mi cuerpo no obedecía. De repente unos labios se posaron sobre los míos con violencia. Mis piernas temblaron. No pestañeé, simplemente mantuve mis ojos quietos, mientras aquel que me odiaba tanto empujaba su lengua hacia mi boca. Dejé escapar un quejido que fue tragado por la boca de Die, quise escapar, pero al final terminé aceptando la situación. De todas formas, ¿no era lo que yo siempre había querido? Comencé a responder con la misma, o tal vez, más pasión que él. Nuestros labios danzaban efusivamente. El aire no tardó en hacerse escaso. Nos separamos. Mantuvimos contacto con nuestros ojos, hasta que él lo quebró. Se separó, me sonrió y caminó nuevamente hacia dentro.

  Yo no sé realmente cuanto tiempo es que estuve parado sin moverme, pero cuando quise hacerlo mis músculos dolían. Caminé algo errátil hasta mi casa, cuando subí a mi cuarto evadiendo las estúpidas preguntas de mi madre y cerré las puerta es que la realidad me golpeó. Tan fuerte que no pude soportarla. Comencé a llorar. Lloré y lloré y lloré. Pero por primera -y única- vez no era por tristeza sino, por todo lo contrario, felicidad.

  Los siguientes días no fueron distintos de lo habitual, solo que Die me ignoraba, ni siquiera se dignaba en mirarme, ya ni me golpeaba a la salida. Los días continuaron así hasta que repentinamente, luego de mi clase de educación física, él me acorraló contra los casilleros y me besó crudamente. Quizás mucho más hambriento que el primer beso.

  Eso se convirtió en algo rutinario; no hablábamos, él me ignoraba, a veces quizás se acercaba con su grupo de amigos para burlarse de mí, luego me diría que era necesario hacer eso, después de todo tenía una reputación que mantener. Yo solo sonreía, juntando nuestros labios, aceptando todas sus excusas.

 Creí que ser especial. Me sentía superior. Estaba tan lleno de mí mismo que no vi la realidad. No vi la peor de mis pesadillas acercarse a mí.

 

"Shinya"

 

  Murmuró mientras besaba mi cuello. Se apartó un poco, me miró fijo, sus ojos poseían un extraño brillo. Esperé a que dijera algo, pero muy dentro sabía lo que él estaba por decir, y no pude evitar sentirme nervioso.

 

"Quiero hacerlo"

 

 Y no necesité más. Sonreí asintiendo, me mordí el labio, yo también lo quería, ¡¡diablos!! Yo era el que más lo deseaba de los dos.

  Fuimos a un hotel, el más barato, en esos momentos no me importó. El pagó por todo. Yo estaba en la cama esperando por él. Se acercó a mí lentamente, me acarició el rostro y con una sonrisa me sugirió que primero tomara un baño. Asentí haciéndole caso. Al salir él ya estaba en la cama, esperando por mí. Me miró fijo y volvió a sonreír. Yo me acerqué lentamente, estaba muy nervioso, las piernas me temblaban, sin darme cuenta agaché la mirada y comencé a jugar con mis manos.

"No tengas miedo"

 

  Continué caminando hacia él, el me tomó de los brazos y me acomodó en la cama. Nos miramos por unos instantes hasta que él rompió la tensión. Me besó, me besó suavemente, sus manos acariciaban mi rostro. Lentamente comenzó a bajar, sus labios probaban mi piel, sus manos exploraban mi cuerpo. Yo lo besé, el me besó. Yo lo acariciaba, él me acariciaba. Unos minutos más y él estaba sobre mí, él estaba dentro de mí. Dolía, claro, que más podía pedir, era mi primera vez con un hombre. Jadee, grité, gemí, todo al mismo tiempo, lágrimas salían de mis ojos, pero pasaban desapercibidas. No me importaba, porque la calidez que sentía dentro de mi pecho era desbordante. Realmente estaba enamorado, pero lo mejor de todo era que me sentía amado.

  La felicidad no me duró mucho. Al día siguiente, llegué a la escuela, una sonrisa estúpida plasmada en mis labios. Fruncí el ceño, había una concentración de gente que me impedía el paso. Algunos me miraban y murmuraban cosas, pero no les hice caso ya que estaba acostumbrado a eso. Seguí caminando hasta que me di con la razón por la cual todos me miraban de esa manera. Me di con una hermosa vista. La escuela empapelada con fotos mías. ¿Qué clase de fotos? Bueno, las del día anterior en el hotel. Aunque solo se notaba mi rostro, no el de Die. Realmente tenía que destacar aquello, habían realizado un gran trabajo. Pánico, pánico era la palabra exacta para definir lo que sentía en esos momentos. Miré desesperadamente hacia todos lados, todos los rincones de aquel lugar, a lo lejos divisé lo que tanto estaba buscando.

  Lo miré, lo miré suplicante, quería que me mirara, que con sus ojos o algún gesto me dijera algo, pero no sucedió. Él tan solo me miró y se sonrió junto a sus amigos, quienes se acercaron a mí. Los miré con temor, jamás me había sentido tan débil, vulnerable, confundido. No tan solo ellos se acercaron, muchos más lo hicieron. Comenzaron a insultarme, a arrojarme cosas, a golpearme. Pero nada, absolutamente nada dolía más que la traición. Sonreí con amargura, mis lágrimas mezclándose con sangre. Traición, jamás hubo tal traición, yo fui el único ingenuo que cayó en la trampa. Yo fui el único idiota que sumiso se dirigió hacia ella.

Lo que siguió después no fue más sutil. Como era de esperarse me corrieron de la escuela, llamaron a mis padres.

 

"No podemos aceptar tal escándalo señores, esta escuela es muy prestigiosa, conductas, o actos así no son tolerables"

 

  Tuve que soportar las constantes golpizas de mi padre, las miradas de asco de mi madre, el maldito analista que trataba de "guiarme" hacia el buen camino. Yo estaba enfermo, o eso decían los demás; mi dignidad estaba quebrada, yo era alguien moralmente corrupto, un alma manchada por el pecado. Y lamentablemente el suicidio ya no era una opción. Odie a mi madre, a mi padre, al asqueroso analista, al maldito colegio, al estúpido colegio al que me cambiaron luego, a Die, pero por sobretodo. . .me odie a mí mismo.

  Cuando nadie me escuchaba yo lloraba, lloraba en silencio, miraba a través de la ventana, buscando una maldita explicación para todo. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que sucederme aquello? Yo no había hecho nada malo, ¿verdad?

  Tan solo. . . enamorarme.

 Si, ese fue mi más grande error.

  Por muchos meses fui un cuerpo sin alma. No comía, no tenía ganas de hacerlo, en realidad no quería nada. Respiraba simplemente por el hecho de ser algo mecánico, pero si hubiese podido tampoco lo hacía.

En una palabra. Estaba completamente vacío.

Mi corazón estaba roto y nada, nada podría curarlo. Jamás.

 En estos momentos voy caminando por la calle lentamente. Estoy cansado. Lejos quedaron aquellos días. Aquellos días cuando solía despertar agitado porque había soñado con él y el eco de su risa. Algunas noches aquellos sueños vuelven para atormentarme. Pero ya no importa. No soy el mismo de antes. Ya no soy un niño.

Ya no soy un niño.

Suspiro. Giro la perilla de la puerta. Irguiendo mi cuerpo plasmo una sonrisa en mi rostro. Entro a la habitación. Un blanco, puro, armónico, me da la bienvenida. Mis ojos buscan una figura entre tanto espacio. Y allí está. Sosteniendo una copa. De espaldas. No puedo dejar de pensar en lo elegante de la habitación. Pero a estas alturas debería estar acostumbrado. Sonrío nuevamente.

"Señor usted me ha solicitado y aquí estoy. Mi nombre es Shinya. Un placer"

Palabras mecánicas saliendo de mi boca, mis labios demasiado acostumbrados a ellas. Me inclino en señal de respeto. Todo un protocolo ceremonial.  

 

"Shinya"

 

Por alguna razón tuve una extraña sensación de deja vu. Lentamente levanto  mi cabeza hasta toparme con los ojos de mi cliente. Y mi cuerpo tiembla ante esa mirada. Mi garganta se seca. Imágenes golpean el fondo de mi mente. Recuerdos, sensaciones, dolor, dolor y más dolor.

 

"¿Die?"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

Ustedes comenten. Ya saben que cualquier comentario es productivo.

 

En serio.

 

x3!

 

Saludos!


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