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Mi juego favorito por minako_usagi

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Notas del capitulo:

 

 Último capítulo.

;_________________;~

 

   Die estaba demasiado nervioso, nunca se había sentido así en toda su vida, bueno, podía nombrar unas cuantas veces en las que había estado nervioso pero sin duda alguna no podían compararse a la clase de nerviosismo -ansiedad- que sentía en esos momentos. Una mezcla de fuertes sentimientos en su interior que pateaban haciéndole revolver las entrañas, provocándole nauseas.

   Shinya luchaba contra sí mismo, su mente le gritaba que se calmara, su corazón latía con agitación y su cuerpo se rehusaba a cooperar. Temblaba, todo su ser estaba temblando. Tenía ganas de correr, de gritar...de llorar. Pero debía ser fuerte, simplemente no podía mostrarse afectado después de tantos años ante el otro.

-Shinya...-

  Y como el suave viento que violentamente levanta una hoja otoñal del piso, el joven mencionado levantó la vista poniéndose a la defensiva. Había jurado que nunca lo volverían a lastimar y Shinya no era alguien de romper promesas.

 

-¿Desea que me quite la ropa, señor?-

 

  Con tono neutral comenzó a caminar sigilosamente hacia su cliente.

   Die frunció el ceño, la garganta se le cerró por unos instantes, las palabras ahogándose en su tráquea, la saliva secándose y su respiración faltándole mientras su boca se retorcía en una mueca extraña.

 

-Si no me dice lo que desea señor dudo mucho que podamos proseguir-

 

   Die no notó como las manos de Shinya temblaban escondidas en el bolsillo de su pantalón, uno demasiado costoso, uno de los pocos placeres que el joven acompañante tuvo la osadía en complacerse. No notó la oscuridad de esos ojos que hacía mucho tiempo habían dejado de brillar. Tampoco notó la palidez de la suave piel bajo la fina camisa blanca, acompañada de un oscuro chaleco.

 

-Shinya, por favor...-

 

  Alejó su mirada del joven de largos cabellos rubios. La vista que tenía delante lejos de lo que había pensado podía soportar. Un ser vacío lleno de automáticas palabras que servían de consuelo por la noche, como suaves susurros-invisibles caricias- otorgadas a fríos cuerpos, presos de la formalidad, de la mediocre estructura absurdamente conservadora de la sociedad. Ciñó sus dientes, quiso morderse la lengua, pero por alguna razón no pudo. Tal vez la necesitaba. La necesitaba para decir dos palabras que de momento se quedaban flotando en su mente, su voz demasiado frágil como para pronunciarlas.

  El joven hizo caso omiso ante las sofocantes súplicas del otro, comenzó a desvestirse lo más lento que pudo, como sabiendo que eso no ayudaría a la tortura física y mental que el otro sentía en esos instantes. Si no se sintiera tan frustrado y tan endemoniadamente asustado (de sí mismo) hubiese sonreído victorioso, quizás hasta hubiera reído histéricamente.

 

-Detente, por favor...-

 

  Luminosos flashes, intercaladas imágenes mezclándose en su mente. Todas acerca de Shinya.

  Shinya desvistiéndose frente a lujuriosos ojos, cuerpos temblando de placer, buscando tocar de cualquier forma posible al joven delante de ellos, abriendo sus mugrientas bocas, gimiendo su nombre: "Shinya...Shinya". El frágil, pálido, delicado cuerpo del joven siendo tocado por sudorosas manos, arrugadas por el paso de los años, cada rincón siendo explorado. Shinya sonriéndoles, dejando que aquellos hombres penetraran en su piel, desgarrándolo poco a poco.

Y de pronto aquellas luces lo cegaron.

 

-¡Ya basta!-

 

  Gritó fuera de sí tomando bruscamente a Shinya, tumbándolo en la cama. El joven no parecía sorprendido, estaba inmutado.

  Die miró fijamente sus ojos, aunque su pecho estaba agitado no podía moverse. Se mordió el labio tomando coraje, ya no podía aguantar más.

-Shinya, te amo-

 

Y eso fue todo lo que el joven necesitó escuchar para largarse a reír. Una risa extraña, casi macabra.

 

-¿Por qué ríes? ¿Qué es lo gracioso?-

 

  Die desconcertado no pudo evitar preguntar, su corazón latiendo con fuerza. Su voz temblorosa parecía pasar desapercibida por el otro, quien no paraba de reír.

 

-¿Cuántas veces habré escuchado lo mismo una y otra vez?-

 

  Shinya habló finalmente luego de dejar de reír abruptamente, su tono dejando de sonar neutral para tomar una forma sarcástica y amarga. Die frunció el ceño, no quería cerrar los ojos, temía que esas horribles imágenes invadieran su mente otra vez.

 

-Me río de lo estúpido y patético que te ves, Die-

 

  Y de nuevo su garganta se secó, sus ojos se abrieron en demasía y la respiración se alejó de su sistema.

  Shinya aprovechó ese momento de debilidad de Die para apartarse del joven, caminó hacia un costado y encendió un cigarrillo riendo nuevamente. Se sentó al borde de la cama. Sus piernas entrecruzadas, su pecho descubierto, mostrando la palidez de su piel. ¿Mostrarse débil? Nunca. Nunca más.

  Un gran abismo separaba a ambos jóvenes. La tensión volviéndose cada vez más y más espesa. Como lodo bajo pies descalzos.

  El ahora rubio suspiró dejando una bocanada de humo llenar la habitación. Movió lentamente su cabeza, sus ojos mirando la figura que se mantenía inmóvil sobre la cama. Tirando y eventualmente pisando el cigarrillo se acercó a Die, quien observaba atentamente sus movimientos sin decir palabra alguna. Levantó su mano y la colocó en el rostro del joven, acariciando su mejilla suavemente. Calmándolo un poco.

  Die inclinó su rostro, dejando que la calidez de aquella mano lo consumiera. Podía oler el tabaco en la huesuda mano. Cerró los ojos dejándose llevar, ‘¿Por qué Shinya? ¿Por qué?' Al abrir los ojos creyó ver compasión en el semblante del joven. Quizás solo fue una ilusión. Como todo, todo lo demás.

 

-Lo siento Die, esto es todo lo que puedo ofrecerte-

 

  Y Die estaba dispuesto a recibir y no dejarlo ir, aunque tan solo fuesen noches de placer y nada más.

  Tomó al joven entre sus brazos y comenzó a besarlo, con excesiva pasión, aún así, a Shinya parecía no molestarle porque respondía de la misma manera. Las prendas volaban, un desparramo de sobrios colores en el suelo. Dos cuerpos desnudos sobre sedosas sábanas. Movimientos rápidos y bruscos siendo vigilados por las sombras de la noche.

Una violenta danza hasta el amanecer.

 

 Y luego de años lo único que quedaba eran dos cuerpos vacíos, sin emociones claras, solo la sensación de un placer efímero haciéndoles sentir que existían, que realmente estaban vivos.

  Die ya había dejado de preguntarse cómo es que llegaron a ese punto. Era inútil.

  Shinya había dejado de reír ante los "te amo" de Die. Solo eran palabras sin sentido, demasiado repetidas, una rutina más dentro de su trabajo de acompañante.

 

-Shinya...-

 

-Lo sé-

 

  El joven se levantó de la cama dejando al descubierto su desnudez. Tomó sus ropas que yacían en el suelo y comenzó a vestirse ante la mirada del otro.

 

-¿Por qué Shinya? ¿Por qué nunca dices nada? ¿Por qué dejas que esto pase? ¡¡Diablos!! ¿Por qué?-

 

  Die comenzaba a exasperarse. Su cuerpo, su mente, su alma no podían seguir resistiéndolo. Sabía que era un maldito egoísta pero no podía evitarlo. Aunque sabía que había herido a Shinya no podía dejarlo ir, no podía dejar que alguien más lo tuviese. Amaba a Shinya, realmente lo hacía.

  El joven caminó hacia la puerta; el mismo hotel, incluso la misma condenada habitación de siempre-de todos los años- ya ni siquiera se preocupaba en preguntar donde sería su encuentro cada vez que Die lo llamaba. Se detuvo, sin embargo no se dio vuelta. Aún de espaldas comenzó a hablar.

 

-¿Quieres que diga algo Die? Está bien. No me busques más, por favor.-

 

  Aquellas palabras estaban lejos de lo que había deseado escuchar. Die desesperado corrió hacia el joven, lo tomó de los hombros y lo dio vuelta así sus miradas se encontraran.

 

-No me pidas eso. Shinya, por favor, sabes que te amo-

 

  Y por primera vez no pudo contener sus lágrimas, las lágrimas que salían cada vez que se alejaba de aquel lugar, cada vez que dejaba a Die atrás, cada vez que olía el perfume del otro en su piel.

 

-Lo siento Die. Aunque lo digas no va a cambiar nada-

 

-¿Por qué?- lo miró suplicante, sus ojos también llenándose de lágrimas. No quería soltar la mano del joven, no quería dejarlo ir. No, no quería.

-Porque no soy tan bueno olvidando como tú, lo siento. Si algún día puedo perdonarte entonces seré capaz de sonreírte por ahora déjame ir-

  Y esas fueron las últimas palabras de Shinya. Y esa fue la última vez que Die lo vio.

 Nunca más volvieron a verse. Aunque Die insistía llamándolo, Shinya nunca contestó sus llamados. Cambió su número y también de ciudad. Se fue a vivir lejos de aquel lugar, dejando todo, todo atrás.

Durante el largo viaje miraba a través de la ventana, el oscuro paisaje saludándolo, con melancolía, como conociendo su dolor. Llevó una mano a su pecho. Cerró los ojos. El penetrante olor el único recuerdo del cual no había podido deshacerse. Vestía la camisa de Die, su perfume aún intacto. Una lágrima rodando por su mejilla.

 

Yo también te amo, Die.

Notas finales:

 

A todos los que leyeron este fic muchisimas gracias.

 

De verdad.

 

Por sus lindos comentarios y el apoyo concedido

 

*w*~

 

Hasta una próxima actualización.


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