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LOS 7 INFIERNOS por sweet

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Pasos huecos.

Gritos vacíos.

Esta es la irreal melodía.

Pasos de un hombre perdido, gritos de almas reencontradas; ambos errantes por un mundo de perfume carmesí y sangre incolora.

Pero ya es demasiado tarde.

Ya se han hundido, y no podrán gozar de lo que importa. Más los pasos del hombre se vuelven más fuertes y decididos. …l ya sabe lo que importa, lo que de verdad importa; nada le detendrá.

-“Si accedes a pasar mis siete infiernos, podrás pedir lo que quieras, más yo te quitaré algo tuyo…”

Su sombra se desdibuja en la pared en abominables formas negras, llenas de dolor y llanto.

-“Sólo pido una cosa…”

En su cara se desdibujan los fantasmales fuegos añiles; pese a sus lágrimas secas, sus ojos irradian una firmeza sobrenatural, atroz.

-“Está bien, Si superas mis pruebas te lo daré; lo que quiero a cambio, será una sorpresa…”

Los pasos se detienen. Ya solo se oyen los impíos alaridos, que reverberan en las paredes y multiplican el sufrimiento.

Se ven dos puertas grandes, enormes, imponentes; con un número encima. I, negro y casi inapreciable, como las puertas alzadas, cual guardianes esperando a llevarse el alma del que sucumba.

Se abren limpiamente. Hacia adentro. Sin tocarlas.

Entra temblándole las manos, pero con paso fuerte es esta sala iluminada por la propia maldad que alberga.

Aparece un hombre con corona, y larga capa bermellón.

-¿Dónde está la prueba?-pregunta él.

-Yo soy la primera prueba. Me llamo soberbia.

A continuación, con un despliegue de su capa, aparece un trono, un trono magnífico: sientes que si te sientas en el, serás el Señor de todo: respetado, poderoso, temible. …l avanza, quiere sentarse en él. Lo necesita.
Pero una altiva sonrisa del demonio le para.

No. No…No.

-¡No!

Acto seguido, el demonio se desvanece, con un alarido de frustración que se oye en todas partes y en ninguna. Lo único que queda en la sombría sala es una vieja silla en donde antes se hallaba el trono.

Aparece otra puerta al fondo con el número II. La anterior, I, no está.

Se abren, sin tocarlas.

En la sala, otro hombre aguarda, vestido con maltrechas prendas, con heridas en su piel.

-Yo soy la segunda prueba. Me llamo ira.

Con un rasgueo a su piel, aparece Yugi, gran enemigo suyo; desvalido e impotente, a merced de la furia mortal, del fuego fulminante.

Ira le entrega la roja espada.

…l la empuña, cuando el demonio ríe; una risa colérica; que se vuelve más aguda cuando él levanta la espada.

No. No…No.

-¡No!

Ya no está el demonio, pero la risa sigue reverberando, especialmente dentro de su cabeza.

Donde estaba Yugi, sólo hay un muñeco maltrecho y sin vida.

Aparecen otras puertas con el número III. Las otras puertas no existen. Se abren, sin tocarlas.

Un nuevo peligro le aguarda: un hombre pálido, con marcadas ojeras.

-Yo soy…la tercera prueba. Me llamo…envidia.

De repente, aparecen todo tipo de objetos insólitos que siempre había deseado, y ni siquiera él había podido poseerlos. Sus pies se movían solos, hasta que se percató de la celosa sonrisa que decoraba su gris rostro.

No. No…No.

-¡No!

Se detiene, y los objetos ya no son mas que viejos trastos rotos.

Se abre la puerta IV, sin tocarla. Ya no mira atrás.

Aparece un hombre ten solo cubierto con cintas de seda negra enroscadas alrededor de su cuerpo, con ojos negros como pozos, y con su pelo alborotado del color de la sangre, como sus labios.

-Hola, soy la cuarta prueba. Me llamo lujuria.

Ahora nada aparece, solo se le acerca, y él siente que necesita tocar esa piel hecha para el pecado. El se expone, deseoso de recibir sus caricias. Pero su lasciva sonrisa le perturba.

…l no es…

No. No…No.

-¡¡Noooo!!

El demonio se desvanece, carcajeando con una risa dulce, seductora y cruel al mismo tiempo.

No hay nada en la sala, solo la imponderable culpabilidad del hombre tentado.

Se abren las puertas, V, sin mirarlas.

En la sala hay un hombre grave, no para de comer.

-Hola…soy tu quinta prueba, gula, ¿deseas comer algo, después de tan duro camino?

Delante de él, los más apetitosos manjares dignos de un Dios le esperan.

Un hambre inefable se apodera de él; tiene que comer, esos platos de oro y ese mantel rojo que acompañan al festín lo hacen aún más apetecible…, pero el demonio suelta una glotona carcajada, que salpica restos de carne.

No. No…No.

-¡¡No!!

Retrocede, y donde había una visión deliciosa, solo hay una mesa destartalada, un mantel mugriento con platos oxidados portando hojas y ratas muertas.

Aparece otra puerta VI, que se abre. Sin mirarla.

La puerta y el demonio han desaparecido, pero él no se percata.

No le importa. Sigue.

Un hombre, con ropas y joyas muy ostentosas, le aguarda.

-Soy tu sexta prueba, avaricia ¿quieres dinero, poder?

Una montaña de oro, coronas y joyas. La riqueza es poder. El demonio no ríe, espera. …l sigue, ya no habrá risa que le detenga…

-“Lo más importante lo tenemos alrededor, y no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde. Recuérdalo, amor”

Quien ríe es él, ríe. Debe seguir. Avanza, pero esquivando la montaña de oro, que se convierte en piedras. Pero no le importa. Avanza. Le necesita.

La puerta VII se abre, mirándola.

Hay dos butacones, los más mullidos, lujosos, cómodos, que jamás una persona haya visto. En uno de ellos le espera un hombre, que le dice con voz pesada:

-Soy tu séptima prueba…pereza.

…l estaba cansado, muy cansado. Sólo faltaban unos pasos…Pero…

El demonio no tenía fuerzas para reír.

-“¡Despierta, dormilón! ¡Hay mucha vida por delante, y no puedes dejarla pasar!”

-Ja, ja, ja, No…No podréis conmigo; por el lucho.

-No.

El demonio se desvanece, dejando dos sillas roídas y quebradas.

Sigue, por la última puerta. La empuja. Se abre lentamente.

Levanto la vista de mi fuente, y veo abrir la puerta po9r la que él entra, como sólo unos pocos, a mi sala.

-Muy bien, he visto como has superado mis siete infiernos, y será justo cumplir mi palabra; le verás, tal como habíamos pactado, pero sólo le verás.

Veo la alegría en sus ojos, esos ojos azules que tanto deseo.

-Ahora te lo mostraré, y a cambio…

Alzo mis manos, aunque no necesito tocarle. Mis ojos se vuelven azules, mientras que le enseño a su amado; y mientras, donde estaban los ojos de él, sólo hay dos huecos.

Como sus pasos.

Como los gritos.

Como los gritos que ahora afloran de su garganta y cortan el aire, esparciendo gotas rojas de frustración, sufrimiento y miedo.

-¡¡¡JOEY, JOEY!!!¡¡¡ ¿Dónde estás?¡¡¡JOEYYYY…..!!!

El espíritu lloró de Joey lloró, nunca un espíritu había podido llorar. Las lágrimas cayeron dejando un dibujo en forma de corazón en el suelo que nunca se pudo borrar. …l ya no gritó. Había muerto de dolor. Había comprendido demasiado tarde lo que importa en la vida.

Sus gritos todavía reverberan; aún se pueden oír, mezclándose con los gritos de las almas...y con los de su amado Joey.
Notas finales: Para aclararoslo un poco, quien cuenta la historia es el dios del infierno, el que le quita los ojos a Seto: es Yami(me encanta su faceta diabólica)                  

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