Estás ahí, dedicado por entero a la poesía.
Paso por tu lado sin que lo notes para ver cómo se deslizan tus dedos blancos sobre el papel lleno de signos que vuelan como mariposas cuando las susurras.
Los cabellos te caen verticalmente sobre las mejillas, tus ojos se concentran y vas recreando las palabras guiándolas con la respiración.
Y yo tengo que disfrazar ante los demás - por mi posicíon y mi cargo - que me siento transportado en el espejo de mis propios dieciséis años cuando aún desconocía las desbordantes y apasionadas fuerzas que hoy corren por mis venas.
Levantas tu dedo índice pidiendo una idea. ¿Qué idea necesitas mi bello muchacho? ¿La definición del amor obsesivo? ¿mi propia y elaborada propuesta de un beso? o es mi cuerpo el que tus ansias anhelan para hacer real aquello que ambos necesitamos.
Sólo una sencilla explicación sobre el pasaje más deleitoso de una poesía de Arthur Rimbaud... mi poeta maldito.
No intentes entenderlo... siéntelo... en esa plenitud brillante de tu adolescencia cuando es posible abrir la puerta hacia el cielo y asombrarse de todo por primera vez.
Mira cómo enrojezco sin poder evitarlo.
Mira cómo apenas puedo respirar antes de estar frente a ti.
Mira cómo entre todos, tú y yo nos capturamos mientras explico guiado por tus ojos, las bondades de mi arte. Me conviertes entonces en un demonio seductor que ríe, ama y muestra su corazón y su alma en el escenario.
Es por ti.
En nuestro idioma secreto aún lo dudas por que es la primera vez.
Pero es por ti.
Y sin embargo estamos tan resignados a saber que no será.
No podré tocarte, no podré besarte y todo aquello que guardo en silencio morirá conmigo.
Soy consciente de la barrera que nos separa... un puro discípulo... y un maestro que podría ser la desgracia de sus primeros años si se deja llevar por este provocativo amor.
Estuve tentado a ser tu guía en el amor.
Pero eso no es algo que yo pueda enseñar.
Por que yo tampoco sé lo que es ni cómo nace.
Qué haría con todas tus preguntas que para mí también son un enigma.
Ahora eres muy joven para saber cuidar mi corazón... si te lo entrego lo harías pedazos sin el menor remordimiento y continuarías tu camino.
O yo te marcaría con el hierro de mis celos... de mi egolatría... con ese destructivo sentimiento...
Es mejor estar en la lejanía...
Apenas sintiendo tu aliento de nieve y sin perder lo que me enamora...
Camino tras tus huellas en la vía sin esperanza y sonrío, sonrío, sonrío agradecido de encontrar un alma exactamente igual a la mía.
Si sólo hubiese nacido unos años después...
Perdona...
No debo pensar en ello.
Quizás entonces no me habrías amado, sería demasiado básico, demasiado rústico, demasiado salvaje y menos condescendiente con tu belleza.
Pronto encontrarás un amor real, diferente al mìo y a mi lejana idealización.
Hasta entonces déjame disfrutar de tu imposible.
Permíteme vivir con ese "te amo" siempre a flor de labios.
¿No estarás tú, en tu habitación escribiendo una carta igual a esta que nunca llegará a mis manos?
Disfruto imaginándolo...
Oh... cómo sopla el viento tras las cortinas de mi fría habitación azul.
Siempre que me alejo de ti debo pensar en qué haré los seis días restantes que estoy vacío y solo.
Sabes, a mis años y con el corazón ajado creí que nadie me conmovería.
Por eso te agradezco.
Y prometo no llorar el día en que te vayas.
Así es, amor sin condiciones.
Esa es mi manera de amar.
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