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The Right moment of Love por katzel

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Notas del fanfic:

Para el hada de los sueños

Un piano negro en una habitación vacía...

Mis dedos se deslizaban rápidamente sobre las teclas con exactitud y eficiencia.

Apenas me permitía respirar, concentrado en los sonidos que iban uniéndose en el aire para formar una nueva melodía.

Todo me sonaba odioso...

Repetitivo...

Miserable... como yo...

Frío e inalcanzable.

Por que reflejaba mi último contrato con la soledad...

Intentaba disimular tontamente tras mi muro de indiferencia ese reciente fracaso...

Cada violento golpe de sonido representaba el deseo de olvidar todo lo que había hecho en las últimas semanas.

Llorar patéticamente cuando le encontré paseando con otro hombre...

Gritar "¡No!" a todas sus explicaciones racionales de por qué el amor cae y las personas cambian con el tiempo.

Enviar mis palabras para que corriesen tras él intentando crear un lazo imaginario que nos atase aunque no quedara nada más de nuestra antigua pasión.

Espiarle caminando bajo la lluvia por lo que solían ser nuestras calles... sólo para verlo aparecer con la misma sonrisa y los ojos brillantes de amor por aquel desconocido...

Luego de mi última crisis decidí claudicar por completo.

Se lo entregué al destino y a la vida. Juré que no me importaría que hicieran con él lo que quisiesen.

Deseé ser lo suficientemente magnánimo para desearle el bien pero lo único que deseaba en verdad es que ardiese en la pira más grande del infierno atormentado por los demonios crueles... que pensara un poco en mí...

Mi música decía otra cosa...

Y esa disonancia entre lo que yo decía y lo que yo quería en realidad hacía que el negro piano no alcanzara esas notas que antes nos habían llevado a ambos a la contemplación de un arte puro.

Ya no tenía quien vibrase conmigo o derramase dulces lágrimas emocionadas por las facetas retratadas.

El odio, el sufrimiento, la felicidad y el amor ya no tenían quién los escuche, arrebolado a un extremo de la habitación.



Golpeé las teclas negras y blancas aturdido y enojado.

- ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Azuki-chan!... por qué... me has dejado caer... dijiste que sólo tenía que apretar tu mano... "ámame"... "ámame sólo a mi"...dijiste tantas cosas... y  yo tambien...

"No tenías por qué llenarme de mentiras... ¿Era necesario ser tan cruel Azuki chan?"

"Si al final me ibas a abandonar..."


"¿Me dejas odiarte ahora con todo mi corazón Azuki-chan?"

"Dime que sí..."

"Por lo menos sentiré otra gran e inolvidable emoción por ti..."




Me levanté del banquillo exasperado.

La corbata me ahorcaba, el traje negro me asfixiaba, el mundo parecía colocar su carga más pesada sobre mis hombros.

Era tan densa la atmósfera que a veces me dan ganas de gritar y romper con todo de una buena vez.

Pero ya había tomado una resolución.

Sería mi último romance fallido.

No más amabilidad.

No más lágrimas.

No más sacrificios sin retribución.

De ahí en adelante el amor estaba lejos en la región más fría del planeta.

Por mi parte podía vivir muy bien sin él.

Y convertir mi frágil sonrisa en una máscara capaz de separarme de ese cruel y desconocido mundo.



Con esa consigna fui al recital más importante de toda mi carrera.

A presentar la canción que había escrito para él: "The right moment of love".

Qué irónico... yo que ya no sentía nada iba interpretar una canción sobre cómo empieza el amor...

Antes de salir y recibir el aplauso del público sonreí con ese cinismo de quien pretende ofrecer a los demás algo en lo que ya no cree.

Fui violento.

Me guiaba la rabia... el despecho... el eco sordo de mi abandono.

Y vi en los ojos de mis oyentes que esa cólera se parecía tanto a la adoración que se podía confundir plenamente.

Al inclinarme para mi despedida fui ovacionado por todas las plateas.

Podía tocar el cálido abrazo de la gloria envolviéndome.



Todos estaban encantados... excepto una persona.

El joven que debía interpretar el solo de violín.



Antes de salir me miraba como si hubiese hecho algo terrible.

¿Se había dado cuenta?... ¿No podía yo encantarle falsamente como a los demás?

Su rostro se grabó entre la semioscuridad del telón y las luces a medio encender.

Los cabellos largos con reflejos rubios... Los ojos grandes que dejaban una fuerte impresión por la naturalidad de su mirada.

Un gesto que estaba entre una sonrisa angelical y un susurro de paz.

No podía ver el resto pero ya imginaba las manos delgadas y blancas, su preciosa delgadez y la armonía de sus formas.

Cuando nos cruzamos murmuró sobre mi hombro.

- ... tanto odio...

Su dulce voz acarició un segundo mis oídos y no pude responderle.

"¿Cuál es el momento adecuado para empezar un amor?"

Siguió paso a paso de manera firme y elegante.

Tomó su violín con decisión y cerró los ojos.

Las notas derramadas eran tan originales... tan devastadoras como las mías subiendo y bajando escalas, conmoviendo a los corazones.

Aquella música penetraba fuertemente en mi espíritu haciéndome olvidar mis propias preocupaciones.

Y tuve una revelación atroz...

... el también estaba destrozado... para tocar así como yo... por eso se había dado cuenta de cuáles eran mis verdaderos instintos.

Viéndolo semi-inclinado en medio del escenario con los ojos cerrados y las manos sobre el violín sentí que era un momento especial...

"No puedo... yo ya no creo en esas cosas..."

Le di la espalda, me coloqué el traje de cuervo negro sobre el de concertista y fui a refugiarme a casa.

Ni siquiera quise saber su nombre.

"Si conozco su nombre tendré una manera de llamarle en mis pensamientos... y poco a poco me aficionaré a buscarle en ellos"

Me enfadaba saber que era el único que sabía lo que habitaba en mí...

¿Me buscaría con la mirada antes de salir del teatro?

¿Se preguntaría qué fue del arrogante pianista con su camisa blanca y su saco negro?... ese astuto encantador de serpientes, lo suficientemente cobarde como para tocar canciones de amor que ya no significan nada para él.

Su violín fue mucho más sincero...



Antes de despertar al día siguiente tenía un recuerdo de su rostro de hada entre mis dedos.

Había soñado con él.

Apoyé mi cabeza sobre la almohada.

"Quiero abrazarlo..."

- Esto... es... una tontería.



De la agencia me llamaron para una sesión de fotos en casa.

Mandé a limpiar la sala vacía del piano.

Y me preparé con un prolongado baño.

Mis cabellos negros entre lacios y ondulados apenas asomaban por el cuello.

En el espejo hice brillar mis ojos con una mirada determinada a la seducción.

Construiría una imagen de triunfo... como si Azuki pudiese verme... era una actuación magistral para él.



Aún bajaba el agua por mis cabellos cuando llegaron.

Bajé al salón y encontré al muchacho del violín.

"Corazón... por qué lates así por un desconocido... qué significa él para nosotros"

Le vi resoplar y girar un poco el rostro.

Estaba nervioso.

- Namaki Ken... éste es el concertino de la filarmónica nacional, Sumiya Miki...

Extendió la mano con gracia pero sin atreverse a mirarme.

Apretarla liberó un olor a perfume de cerezo que me embriagó instantáneamente.

No le soltaba.

"Un segundo más"

"¿Puede ser medible en semanas, meses o días?"


- Oh... encantado de conocerle... es usted bastante joven para haber llegado a ser concertino.

- Um... gracias...

Ambos dimos un paso y quedamos casi de espaldas.

"Sabes... en serio no me impresionarás..."

- Ustedes estarán a cargo de la canción "The right moment of love"... háganle los arreglos necesarios para piano y violín... será una colaboración en equipo para esta nueva versión.

Los periodistas llegaron y comprendí que ambos posaríamos para el promocional de mi canción.

Era una intromisión.

La canción era mía.

Lo sentimientos hacia Azuki-chan también.

Por qué tendría que compartirla con Sumiya Miki... un desconocido...

Herméticamente iba dejando a los flashes acariciar mi cuerpo.

Cerca, Sumiya también adoptaba una postura lejana.

A pesar de eso... cuando vi las fotos ambos parecíamos muy cercanos... parecía como si nos gustáramos... ¿era una fantasía creada por la cámara?

Él estaba parado pacientemente esperando que yo terminase de ver las fotos.

"El amor a la región mas fría del planeta"

- Sumiya-san... venga a ver el resultado de nuestro trabajo.

Fingí la voz más seria que pude tener.

El violinista me obedeció colocándose a mi lado.

Oía su respiración...

Veía notas y colores surgiendo de los latidos de mi corazón.

"En verdad tengo ganas de abrazarlo..."


Me miraba de reojo.

Cuando capturé su visión se sonrojó a medias.

Su sola cercanía me alborotaba de tal manera que no podía dejar de pensar.

Esa ternura que sólo había reservado para Azuki-chan afloraba dominándome.

- Debo retirarme - dijo brevemente y salió.

Esta vez era él quien huía de mí.



Encerrado en mi cuarto con una copa de vino intentaba resolver de una vez por todas el problema de mi recién adquirida desgracia y por otro lado la posibilidad de estar ilusionándome sin remedio por Sumiya-san.

Subí el volumen de aquella canción infernal que me hacía girar como un demonio en un aquelarre...

Tenía el derecho a decir que no...

Negarme al encanto del joven de cabellos claros...

Sufrir por Azuki-chan y vivir una vida perdida es lo que había decidido.

El dolor sería mi motor para componer desgarradoras piezas inmortales.

Estrellé la copa contra el piso y nuevamente la rabia y el deseo de destrucción tomaron mi ser.

Y sonriendo me dormí.



¿Qué señales deberías esperar...?... qué cosas adivinar...




Sumiya inmediatamente se dio cuenta de mi nueva postura.

Corregí todas sus notas... fui implacable con sus movimientos... señalé sin piedad sus mas mínimos errores.

Le demostré cuán superior era en técnica y conocimientos.

Era mi venganza por atreverse a seducirme de esa manera.

Nuestras horas de ensayo eran a menudo agotadoras y le dejaban exhausto.

No se quejaba.

No hablábamos.

Qué pensaría de mí... su tirano malévolo que en vez de hacerle disfrutar la música lo obligaba a ir sin aliento a un mundo de notas muertas.

Se sentó por un momento en el descanso.

Siempre al otro extremo.

Sin reflexionar mis manos empezaron una nueva tonada.

Cuando le vi...

...él estaba transportado... como Azuki-chan... llevando el ritmo con sus manos.

"Es inútil que le mire... no necesito un reemplazo..."

- Volvamos a nuestro ensayo...

Esta vez se acercó lentamente al piano.

- Lo dice de una manera tan llena de odio... como esa vez que estaba en el concierto...

- Sumiya-san no he pedido que cuestione mis acciones... soy libre de...

- Usted actúa como si fuese el único a quien han impuesto esta colaboración. No se le ha ocurrido que quizás yo tampoco quiero trabajar con usted...



Una herida... acababa de recibir una herida de aquel muchacho sencillo.



- Entonces terminemos con esto de una vez... qué bien que ha notado lo desagradable que es para mí...

Sus ojos grandes, sorprendidos me mostraban que mi forma de odiar era más fuerte.

Cogió su violín y realizó una nota tan enérgica y cargada de rencor que rompió todas sus cuerdas.

Luego lo arrojó al suelo.

- ¡Qué se supone que debo entender! ¡Cuando me dijeron que trabaje con usted yo no me sentía capaz! ¡Refuté, me negué repetidas veces por que temía quedar en ridículo ante usted! ¡Pero ellos me dijeron que era yo la única persona capaz de entenderlo! ¡Que lograría hacer que "The right moment of love" suene como una inolvidable canción de amor!

Tanta energía y pasión... envueltas en belleza... en la suavidad de un joven llamado Sumiya Miki.

- ...por un momento creí que también le entendía... pero estos días... evadiéndome... haciéndome notar que no soy digno... sabe qué yo tampoco necesito esto... tengo suficiente con mi propio infierno... déjeme vivirlo en paz... déjeme llorar en silencio y ver cómo yo tampoco creo en el amor...

Esa voz... esa exaltación... cómo los reflejos rubios brillaban más que nunca.

Aventurarse con el miedo de caer otra vez



Ese era el momento... si no me atrevía a acercarme. Sumiya Miki se iría para siempre... y la puerta se cerraría.

¿Qué debía hacer?

Ya podía dejar ir el dolor de Azuki-chan... y entregarme a lo que estaba ante mí...

Me levanté mirándolo de una manera distinta.

Sumiya acababa de decir su última palabra.

- Namaki-san...

"En verdad tengo tantas ganas de abrazarlo... tantas tantas tantas ganas..."


Mis brazos se deslizaron sobre su cuerpo desatando su aroma a cerezas.

- Cómo te atreves a conquistarme de esta manera... cuando ya estoy cansado de enamorarme...

Le dije apoyando mi cabeza sobre su hombro.

- Ya no puedo más... no puedo resistirme a ti... Sumiya... intento reprimirme... sujetar mis emociones a un antiguo rencor... seguir llorando por quien se ha ido... y vienes tú y tan fácilmente me haces olvidar... se suponía que Azuki-chan era el amor de mi vida... entonces por qué tu haces que parezca tan lejano e insignificante... sólo con tu presencia...

Rompió a llorar.

Sus puños golpearon débilmente mi pecho.

Luego se aferraron a mi camisa apretándola con fuerza.

- Tú... eres tan cruel... y aún así... yo insistía en estar cerca de ti... acababa de ser abandonado por mi director de orquesta... pero ese día en el concierto cuando escuchabas mi violín con los ojos cerrados... me di cuenta... de que te amaba... fue tan rápido...

Respiraba en sus cabellos.

- ... te busqué... - me dijo - ... pero habías huido... yo también quería huir... pero era imposible... te necesitaba... por eso acepté...

- Has sufrido en silencio... perdóname... perdóname...

- Shhhhhh... perdóname a mí... por llegar a tu vida de esta manera... por creer que el amarte me daba derecho a entrometerme en aquella hermosa canción... que no estaba hecha para mí...

Humilde... resignado... hermoso...

Nos miramos.

La luna brillaba en sus ojos... oh dios... cuanto le amaba ya... era perfecto...

Le besé lentamente.

Y se desataron de mí todas las emociones que llevaba guardadas en el tiempo.

Los recuerdos se esparcieron por la habitación.

Azuki, la canción, el abandono, el llanto, el concierto, nuestro encuentro...

Ese era el poder de sus labios benditos... curar lo que estaba herido de muerte.

Sólo podía continuar en ese torbellino en el que estábamos sumergidos.

Él me quitaba la corbata con esas manos finas y con los ojos cerrados olía mi piel.

- Cerezo azul... ese es tu olor... - murmuró...

Yo abrí con un beso cada botón de su traje aproximándolo a mí cada vez más, hasta que pareciese que no había dos personas sino una.

- He perdido la razón por ti... Ken... - dijo sin temores -

- Yo he vuelto a crear el amor... Miki-chan...

Escuchar en la oscuridad nuestros nombres... llenar esa sala de piano de nuevos recuerdos...

Teníamos la seguridad de habernos encontrado.

Fuera de todos los amantes que hubiésemos tenido... esa persona a la que nos sujetábamos con fuerza era quien estábamos esperando...

Agradecí haberle hallado...

Le besé la mano una y mil veces...

Lloramos...

Nos entregamos el uno al otro de una manera nueva...

Ese era el momento correcto para amar.

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Miki-chan, sentado sobre mis piernas, vestido sólo con mi larga camisa blanca, pasaba sus manos sobre el piano.

Ocasionalmente le besaba la mejilla y le guiaba con las mías entrelazando nuestros dedos.

- Ken...

- ¿Estás feliz...Miki-chan?

- Um... si...

Reía...

Y me daban ganas de reír a mí también.

- La canción... - empezó a decir.

- Ya no le pertenece a Masashi Azuki... ya no es suya... ahora es nuestra... la escribiremos nosotros dos...

- Ken...

- Es nuestro momento...

Rodeé su cintura.

Apoyé mi frente en la suya y cerré mis ojos.

- Vivamos sinceramente este amor...

Sus manos se posaron en mis mejillas.

- Déjame ver tu sonrisa...

Lo levanté entre mis brazos y empecé a girar con él en esa habitación.

Ya no estaría vacía nunca más...

- Te amo...

Dijimos al mismo tiempo.

Estaba listo para empezar esa historia interminable.

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