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Agonizante Adicción por Etnol

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Notas del fanfic:

Este es un pin off que hice a partir de "Deseperante Adicción" con este peculiar personaje que deja mucho de que hablar... y ok... no me maten por el titulo tan trillado.. u.u

Notas del capitulo: Sé que es corto, pero espero que lo disfruteis

El Ángel

 

Los coches habían dejado de transitar desde hacía un par de horas. Desde aquella ventana, podía divisar la noche, las pocas luces de la ciudad y, una luna tan pulcra y brillante como su piel, semidesnuda en aquella cama con la que minutos antes había sido llenado de sentimientos indescriptibles que no comprendía del todo. Estaba esperando por el amanecer. Esperando a que su pareja de esa noche se marchara y le dejara solo, como lo hubieron hecho otros antes que él. En la mesilla de noche se hallaba un paquete de cigarrillos y un en mechero junto. Sacó un pistillo y lo encendió para disfrutar de aquel sabor, olor que, pese a ser fatal para él, le era imposible dejarlo.

 

—¿Estás bien? —preguntaba un chico, de tez morena y de cabello cobrizo, recostado sobre la cama y apoyando su mentón en un brazo, cubierto tan sólo por la diminuta sábana. Observaba al chico distraído, viendo en las afueras del edificio. Se acercó a este, abrazándolo por la espalda y, cobijándolo en sus fuertes brazos, besó su cuello, en aquella cicatriz en la parte derecha. Siguió besando su hombro, su espalda. Todo en él le apetecía saborearlo.

 

—Suficiente Jeremi —le advirtió. El calor estaba circulando por todo su cuerpo, pero estaba harto. Se cuestionaba acerca de si su acompañante no lo estaría también. Cierto que lo disfrutó. Era la segunda vez que lo hacían, y en la alcoba del moreno. Pero su mente era una maraña de dudas. Prefería terminar con esos encuentros de una vez por todas.

 

—¡No quiero! —giró al chico para tenerlo de frente. Repasó en su rostro, sus finos labios, mejillas sonrosadas, su cabello oscuro pegado a su rostro por el sudor que había provocado tanta actividad hace poco. Pero lo que más adoraba eran sus ojos de aquél color incierto, algunas veces grises, otras veces dorados. Todo dependía de la luz con la que se les mirara. Y en esa ocasión, sus ojos mostraban sólo brillo en un contorno oscuro a su alrededor. Le acarició sus mejillas y las besó. Fue dejando pequeños besos en todo el rostro del pequeño hasta llegar a la comisura de sus labios. Los lamió y poco a poco fue introduciendo su lengua en aquella boca que tanto le provocaba poseer. Todo su cuerpo era una tentación, y ahora lo tenía únicamente para él. No permitiría que nadie más ultrajara el cuerpo de su bello ángel—. Por favor, déjame tenerte muchas veces más…

 

Jeremi recostó a su precioso niño y lo contempló desde arriba. Parecía cansado. En todas esas horas, había sido incansable, pero ahora que lo observaba detenidamente, suspirando sonoramente, con la vista hacia un lado, sus bracitos a los costados de la cabeza, sintiéndose presa de la desbordante pasión del aquél castaño, cuya razón había sido encadenada por el sentimiento de cariño y fervor hacia su tierno superior.

 

En el año y medio que tenía en la preparatoria, el pelinegro nunca imaginó que alguien menor a él sería capaz de hacerle disfrutar del sexo como si en verdad fuese importante para él. Tenía reciente en la memoria la primera vez que le conoció, a él y a su corpulento amigo. Se encontraba practicando su tan bien conocido tenis de mesa, solo, teniendo únicamente a la pared como su contrincante en el pequeño gimnasio de su Instituto. El uniforme deportivo le parecía soez y demasiado llamativo para su gusto, por lo que, pese al lugar donde se encontraba, vestía la ropa de diario, camisa blanca de mangas tres cuartos, pantalones color negro y los zapatos de piel oscuros. Eso sí, sin la molesta cinta que dejaba ver su muy apacible escote.

 

—Olán, ¿tienes un minuto? —interrumpió su asesor en la concentración del chico, haciendo que el golpe a la pelotita fuera demasiado fuerte, pero al devolverse hacia él, logró tomarla sin problema con su mano. Sus reflejos eran las pocas cosas que tenía a su favor pese a poseer un diminuto cuerpo. El muchacho se viró para aproximarse al profesor.

 

—¿Qué es? —respondía tajante. Sabía que su genio no era de los mejores cuando practicaba, pero aún así se atrevió a sacarlo de su entretenimiento, por lo que esperaba fuese importante.

 

—Son unos chicos del profesor Reyes. Está buscando asesor para ellos y le dije que tú eras un chico muy aplicado, ¿Podrías hacerme ese favor?

 

—Ah… siempre son mis mismos compañeros —alegó, frotando su pequeña raqueta contra su nuca—, podría pedírselo a alguien de grado superior…

 

—No. Estos incumplidos son de primer año —sonreía nervioso. Desconfiaba en que sería una tarea fácil. Suspiró y dejó la raquetilla.

 

—Lo haré…, no tengo mucho qué hacer —se excusó y salió de aquella ala. Su asesor le siguió.

 

—Él te estará esperando en la sala de profesores al finalizar las clases —le decía a sus espaldas, para luego tomar su propio camino. Sabía que su brillante alumno le hubo escuchado y que obedecería. Le dejó ir.

 

Al término de la última hora, el chico se dirigió a donde le tenían citado. Abrió la puerta de la sala de profesores y visualizó a uno bastante enfadado con dos muchachos mucho más altos que él. Se acercó hasta ellos.

 

—Me mandó a llamar —saludó, ignorando a los otros dos.

 

—¡Ah! ¡Olán! ¡Qué bien que aceptaste! —Contentó el mayor, levantándose muy sonriente y tomando de los hombros al chico prodigio, y volteó a ver despectivamente a los dos grandullones—. Ellos son Vidal y Torres —señaló primero al muchacho moreno de cabello y ojos marrón y luego al otro, un tanto más musculoso que su amigo, de rulos oscuros y ojos de mismo tono. Luego, señaló al jovencito—. Él es Ángel Olán, más os vale, pedazos de animal, que le traten bien y que no escuche queja alguna de su parte.

 

Tras la amenaza de su asesor, los dos alumnos asintieron repetidas veces. Ambos fijaron en el pequeño y el moreno no pudo reprimir más la gracia que éste le incitaba. Ángel no hizo más que enarcar una ceja. Desde la primera impresión, dedujo que se trataría de un tipejo difícil de controlar. Por suerte su amigo lucía serio y conciente en que debía acatar las reglas de la asesoría.

 

—Así que eres el favorito de los profesores en segundo año —aclaraba el moreno. Los tres hubieron decidido estudiar en casa de su superior. Después de todo, ahí tendría él sus apuntes de primer año, y sería más cómodo. Estaban en el living, sentados en el suelo, con todas las hojas y carpetas sobre el mueble acojinado que servía de mesa de centro.

 

—Ángel —corrigió—. Jeremías Vidal. Bajas notas en Matemáticas, Química, Inglés y Física. Notas promedio en Redacción, Informática e Historia. La única nota alta es en Educación Física. Eres centrocampista del equipo de fútbol.

 

El joven leía en un pequeño papel, dejando boquiabierto a su inferior.

 

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó sorprendido aunque no en demasía.

 

—Tú asesor me dio tu nota de rendimiento académico. Para ver en qué más podría ayudarte, puesto que sólo se me pidió daros clases de Matemáticas —explicó sin mirarle. Sacó otro papel, que debía ser la boleta de su compañero y señaló—: Notas bajas en Matemáticas. Notas promedio en todas las demás a excepción de Educación Física. Eres el líder del equipo de fútbol.

 

—Ah, sí… —dijo cohibido por la data.

 

—¿Qué te sucede Ovi? ¡No caigas tan rápido en sus encantos! —le susurraba el moreno.

 

—¿Qué dices? Luce totalmente adorable —contestó el fornido, cubriendo su rostro para que su superior no les escuchase.

 

El ruido de un enorme libro estamparse sobre la mesilla sacó a ambos chicos de su cotilleo. Ángel les miraba desde arriba, con su enarcada ceja y ojos de indiferencia. Esperaba no demorar mucho con las clases para ese par.

 

—Bien, os comenzaré a explicar… —finalmente, sentó frente a ellos, abriendo el enorme libro de álgebra, comenzando por lo más sencillo. Les dejó un momento para que por sí mismo elaboraran las actividades que más se les dificultaba. En la espera, sacó su inseparable cajetilla de cigarrillos. Fumaba más, y más, hasta que el living quedó cubierto por el humo. Los otros dos no lo soportaron y corrieron fuera para tomar aire limpio.

 

—¡Pero qué coñazo te traes! —gritaba Jeremías, desde el jardín. Ovidio parecía a punto de toser— ¡No es normal que un ser humano fume de esa manera!

 

—Si no te gusta, eres libre de largarte —le decía tranquilo, aún sentado en el fondo de la sala. Los divisó fuera de la entrada y rápidamente encendió un nuevo pistillo.

 

—¡Deja de hacerlo! —las palabras del moreno se enardecían otro poco más. Se aproximó a su superior y le arrebató el pistillo, apagándolo contra el cenicero, donde yacían otras tantas colillas.

 

—Todavía le faltaba… —quiso detenerle, pero fue muy lento.

 

—¡No me importa! ¡No es sano! ¿No te preocupa lo que estarán sufriendo tus pulmones?

 

—Ya basta, Jeremi —le cogió del hombro su amigo y, mirando reprobatorio a su pequeño asesor, respirando hondamente y conservando su buen humor—, ¿Qué tal si estudiamos afuera? Ahí estaremos más a gusta, ¿Os parece?

 

Entre los tres, concibieron mejor la salita del jardín para que ellos se concentraran mejor y el humo de los pistillos no les agobiara. Con el joven Ovidio las clases fueron realmente fáciles. Tan sólo necesitaba aumentar un pequeño porcentaje en su nota para aprobar el semestre con honores. Pero Jeremías en cambio, necesitaba más horas y de más asignaturas. Al final, terminaron siendo ellos dos.

 

—Ah… por fin terminé —sentenció Jeremías, cerrando su carpeta y cogiendo sus pertenencias dentro del bolso. Antes de partir, observó a su superior. Era bellísimo. Pero ni por todo lo hermoso o inteligente que se juzgara, aquél vicio era de los peores— ¿Tus padres nunca te han dicho nada acerca de tu adicción?

 

—Ellos sólo me dicen lo que quiero escuchar… —respondió, soplando el humo por sus labios. Y era verdad. Su padre sólo tenía tiempo para pasar de un lado a otro con distintas amantes y se excusaba más con él, pregonando que es lo único que tiene y que no le prohibiría nada jamás. Su madre era un tanto parecida. Sólo vivía viajando. Estaba más que seguro que si él no fuera su hijo, el trato sería más o menos el mismo. El moreno frunció el ceño ante tal actitud.

 

—¡Eso decís tú! Seguramente no tienes idea de lo mucho que se han de preocupar por ti.

 

—¿Quieres apostar? —le inquirió.

 

—No necesito apostar… ya tuve demasiado con la experiencia de otro amigo… —recordó a un compañero suyo, quien debió trabajar demasiado para pagar una gran suma para un amiguito especial para Ovidio y para él—. Pero te advierto. Cuando lo peor venga, sólo tus padres podrán soportarte.

 

Dicho esto, salió de su casa. Las horas de asesoría habían terminado. Mas no pasaron más de dos meses para que Jeremías volviera con Ángel. En un día como otros, el joven superior decayó, tosiendo sangre. Ya estaba más que intoxicado, y en el hospital tuvieron que nebulizarle, abriendo una abertura en su cuello. La cicatriz cubría casi la totalidad de su extrema derecha. Sus padres ni siquiera estuvieron presentes en todo el ajetreo. Al final, su padre sólo pagó los gastos del hospital. Su madre regresó un día para al siguiente irse como si nada hubiese sucedido. Se encontraba nuevamente solo en esa casa que le hostigaba y que sólo podría calmarse sintiendo el fuerte tabaco.

 

Ovidio y Jeremías le cuidaron un tiempo. Este último quiso pasar más tiempo, visitándole a diario. En parte, se sentía culpable por no haber creído las palabras de su angelito y un sentimiento de protección le nacía al verle.

 

—Ya puedes irte, no te necesito más en mi casa —le decía desde su cama, tosiendo. Necesitaba otro pistillo. Buscó sobre su mesilla y en el cajón.

 

—Y tú ya te puedes despedir de ese asqueroso hábito —respondió Jeremías, llevándole el almuerzo en una bandeja, la cual terminó en el suelo con todo la comida que traía encima.

 

—No me vengas con moralidad y esa basura de niño bien —el rostro de Ángel no divisaba molestia alguna, pero el temblar de sus manos denotaban su desesperación por más tabaco.

 

—En verdad deberías dejarlo… —contestó entristecido de ver a su bello superior en esa condición.

 

—No lo entenderías —desvió la mirada, tosiendo por la bajo, mirando sus manos, las cuales no dejaban de temblar—. nunca es suficiente… Si no tengo un pistillo en mis labios, deleitándome con ese sabor… me siento inconciente, perdido…

 

—¿Y si probaras otro sabor? —se acercó el moreno. Observó aquella cicatriz en el cuello de su querido ángel. Este no le observaba, sólo se sumía en sus pensamientos. Sin meditarlo más, tomó su rostro con ambas manos y le besó. Pasaron unos segundos antes de que el más chico reaccionara.

 

—No es igual… —le dijo, aún con sus labios tan cerca del otro.

 

—Puedo intentarlo muchas veces más —le acarició los cabellos y esos mechones que resbalaban por sus mejillas. Le enternecía tanto.

 

Cuando Ángel regresó a la escuela, Ovidio se alegró en sobremanera, alegando que sin él, no lograría pasar los cursos de Matemáticas para el próximo semestre. Jeremías le propició un golpe por ello, pero su superior continuó inmutable como siempre. A esto, Jeremías tomó de todo su valor para pedirle su primera cita. No esperó que su angelito aceptara tan fácilmente, pero así fue. Le llevó a tantos lugares como pudo, aunque de vez en cuando se decepcionaba porque no dejara de acabar con toda una cajetilla en cada salida. Finalmente, le invitó a su piso en un día donde sus padres llegarían tarde. Ahí, aprovechó para advertirle que se abstuviera de fumar.

 

—Entonces entretenme con algo más… —dijo Ángel. Estaban en la alcoba del moreno y su superior, tan radiante como siempre, acomodó para sentarse en el borde de su cama. Se acercó a él y le besó. Este se dejó hacer. Pronto, los dos se hubieron recostado sobre la cama, con el moreno sobre él, besando su deliciosa clavícula—. Si lo que querías era sexo, pudiste haberlo dicho desde un principio y ahorrarte todas las citas.

 

—No… —se separó inmediatamente, encarándolo—. No es así. En verdad te quiero mucho. Créeme.

 

—Entonces demuéstralo —soltó, sonriendo, desabotonando poco a poco su camisa. Jeremías sonrojó al escuchar esto. Bajó la vista y comenzó a titubear.

 

—Lo… lo cierto es… que… yo… yo no he… nunca antes había… —Ángel abrió sus ojos, pero sin denotar asombro. Bufó y desvió la mirada.

 

—Ah… tendré que hacerlo yo —cambió la posición, levantándose y dejando a un muy sorprendido Jeremías bajo él, entre sus piernas. Le quitó la camisa y él comenzaba a desvestirse por igual.

 

Minutos después, el pequeño se dejaba llevar, danzando sobre la pelvis del moreno en un compás imparable. El moreno sólo le observaba desde abajo, notando cómo cerraba los ojos. debía estar a punto de venirse. Aprovechó para proveerle de caricias en su pecho. Se levantó un poco para besar sus hombros y aquel cuello por el que moría. Sintió las puntadas de la cicatriz, pero no le importó, las besó con el mismo cariño con que siguió haciendo en todo su cuerpo. Le abrazó y rodó un poco para tenerle bajo de él. su rostro era infinitamente bello, absorto en el placer.

 

—¿Qué esperas…? Muévete… —le suplicaba su agitado angelito. Al encontrar sus ojos de incitación, le fue imposible negarse. Comenzó a moverse lento, como en un principio—. Más… rápido…

 

—No… —suspiraba—. Quiero tenerte así por más tiempo. Disfrutarte todo lo que me sea posible… por que… porque… Te amo.

 

Inesperadamente, sintió los labios y del moreno acariciar los suyos, y su lengua juguetear en un exquisito pasmo. Nunca antes había tenido relaciones sexuales con esa incertidumbre. La que decía que alguien le hacía sentir amado en muchos sentidos. Cuando terminaron, Jeremías le pidió ser su novio, pero este sólo respondió con una calada a su cigarrillo. Lamentablemente el castaño lo interpretó como un sí y lo llevaba a todas partes. Ángel simplemente no creía en sus palabras, pero tampoco negaba que le hacían sentir bien. Además, aquellos besos, aquellas caricias, y toda esa pasión le sabían demasiado bien, casi para también entregarse de lleno a todo eso.

Notas finales:

Ah... será todo, creo...

Además no quiero que este personaje pierda su plus de intriga 0x0


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