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Kaitou Sho se enamora por katzel

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Notas del fanfic:

* Es un ejemplo ficcional, al tocar shota siempre hay que aclarar que se esta en contra del abuso infantil.

Sentado de cabeza sobre el sillón, Kaitou Shotaro miraba la televisión.

Sus zapatillas de colores manchados y su short verde olivo reposaban sobre los cojines grandotes de forma cuadrada.

Kaitou Sho (diminutivo de Shotaro) fijaba indolente su vista sobre la pantalla concentrándose en los conejitos de birmania que subían y bajaban en las caricaturas de las cuatro de la tarde.

Entonces sintió un peso a su costado y vio a su hermanito recién bañado que ocupaba su lugar trepando pues sus piernitas apenas tocaban el suelo.

- Mu - le dijo.

Kaitou Cherry, su hermano menor usaba "mu" para todo, nadie había logrado soltarle una palabra comprensible. Mu en la mañana, mu en la tarde y mu en la noche.

Sho siguió de cabeza viendo la televisión.

Sabía que era la hora del programa favorito de Cherry y era su turno de bañarse para ponerse su "traje de estar en casa" que era de oso del bambú.

Pero por alguna razón del destino (llamada flojera) se negó a dejar el cálido regazo del sofá y continuó allí mientras empezaba la hora del "Señor de los Animales"

El programa consistía en un presentador que iba vistiéndose de diferentes especies imitando los sonidos naturales y explicando dónde vivían y qué comían en suma, lo que en buena cuenta eran.

Cuando Kaitou Sho vio al muchacho joven vestido de cebra sintió que sus doce años de experiencia en el mundo le habían preparado para ese momento.

Cherry a su costado levantaba las manos y decía "muuu" "muuu" "muuu".

Él se perdía en el rostro bello del presentador con sus ojos claros amables y su franca sonrisa.

Le vio vestido de cangurito cantar una canción infantil que se le grabó en el alma.

La hora y media del programa se le pasó volando y con tristeza tuvo que resignarse a presenciar cómo la imagen del muchacho desaparecía, desaparecía, desaparecía para no regresar.

Sho permaneció en el sillón hasta las diez de la noche pensando en el Señor de los Animales.

Toda la sangre ya le había subido a la cabeza y sus mejillas estaban de un rojo tomate.

Su papá al encontrarlo aún en esa extraña posición lo cogió de la cintura y lo llevó a la cama.

En sus sueños dibujaba un caminito de flores y al final el amable presentador disfrazado le llamaba con un algodón de dulce.

Sho se levantó embebido aún con la figura del joven sin saber que el amor empezaba ya a rondarle la cabeza; se alistó como un sonámbulo para ir a la escula y ni siquiera sintió la mano de Cherry cuando se colgaba de él para no atrasarse y perder el autobús.

Ese día pasaron muchas cosas.

Lin lin, su compañera de banca derramó el tintero negro sobre su trabajo de arte, olvidó entregar sus deberes en matemáticas y le dijeron cómo tenía que ir vestido para el festival.

Pero nada de eso se comparaba con la imagen del presentador del programa de la tarde.

Sho no almorzó, no hizo siesta y no se sentó de cabeza.

Más bien fue apresuradamente a bañarse y muy limpio ocupó su lugar en el sillón.

Cherry volvió al suyo con su acostumbrado "mu" que era buenos dias, buenas tardes, buenas noches.

El pequeño mareo que sufrió Sho al empezar el programa le impidió ver el nombre de su querido presentador.

Sin embargo fue muy muy feliz al llevar la tonada con sus pies y al levantar las manos cuando él lo pedía y al girar sobre su sitio con el baile del ciempiés.

Sabía que esas barrabasadas eran para niñitos como cherry... pero si él, Kaitou Sho estaba enamorado del presentador ¿qué más daba si quería seguirle el ritmo?

Ahora el joven hablaba y parecía mirarlo desde el otro extremo de la pantalla.

Ante ese pensamiento Sho flotaba en la más absoluta felicidad.

Qué bien que se había puesto mono, se sentía seguro con el olor a jabón de bambú que exhalaba su piel.

Esta vez fue a la cama a la una de la mañana, pues subió a la azotea a pensar en su presentador.

Cuando su papá lo encontró estaba doblado sobre la jaula de su canario durmiendo a pierna suelta.

Justo el programa de ese día había tratado sobre los canaritos caseros.

El tercer día, Sho se hizo la promesa de mirar el nombre de la persona que tanto le interesaba.

Cherry y sus ojazos parecían andar curioseando en sus sentimientos pues se quedó mirándolo largamente.

Shotaro no hizo caso y por fin pudo grabar en su memoria las palabras que iba a atesorar "Kobayashi Hikaru" "Hikaru-san"

Era tan a propósito ese nombre que le pareció inconfundible.

Cómo no se le había ocurrido antes que el joven sólo podía llamarse Hikaru.

Desde ese día Kaitou Shotaro lo llamaba a todas horas en el viento y escribía su nombre en la parte de atrás de los cuadernos.

Y andaba pegado al televisor exactamente a las cinco de la tarde.

Aprendió muchísimo sobre los animales.

Por ejemplo que todos podían ser dulces como Hikaru. Le gustaron los conejos, los tigresitos blancos y los pingüinitos por que eran los trajes más lindos.

Cada vez que veía un traje nuevo se cubría la boca con las manos y susurraba "kawaii"

Cherry lo imitaba con la misma expresión y decía "muuuu"

El suceso que vino a turbar la pacífica coexistencia de Shotaro y su amado Hikaru fue el concurso de llamadas que se hizo en el canal.

Hasta ese momento a Sho no se le había ocurrido que había una manera de comunicarse con él, después de todo Sho estaba afuera del televisor y Hikaru san adentro del televisor.

Era simple, marcabas el número y de pronto la voz de Hikaru san te hacía una pregunta sobre el animal que tú querías, si contestabas bien te ganabas un paseo por el parque zoológico de la ciudad, guiado sólo por él.

Un día completo con el presentador se convirtió en el sueño de Sho.

Automáticamente cogió el auricular para marcar y la triste realidad le dio una sacudida.

No habían pagado la cuenta y ese teléfono estaba fuera de servicio.

Sho no era un niño de iniciativa pero por Hikaru se armó de valor y fue a su cuarto a sacar el cochinito de ahorros.

Los patines podían esperar a fin de año, lo otro era motivo de máxima prioridad.

Besó la trompa del puerquito y lo estrelló contra el piso.

Encontró diez monedas que cogió a todo correr y fue hacia la tienda.

Tuvo que esperar escabullirse de mamá, a lo mejor no le dejaba salir si esperaba su permiso.

Las primeras 9 monedas fueron tragadas hasta que se dio cuenta de que marcaba un número equivocado.

Le quedaba sólo una... sólo una para cumplir su máximo deseo.

La llamada entró y cuando tuvo en su oído derecho la voz de Hikaru san preguntándole que animal quería no supo que decir.

Indefinido fue el tiempo que pasó allí.

Hace rato que ya habían cortado la llamada dándosela a otro niño.

Pero Shotaro estaba fuera de combate sentado sobre la banquita de la tienda.

De regreso a casa las lágrimas se le salían sin saber bien por qué.

Cherry giró la cabeza para un lado.

- Muuuu.


No quería nada del destino.

Se preguntaba si a los doce años los sarcófagos para niños tenían también una corona de guirnaldas.

Pensó en dejar de comer hasta la muerte y dejó de ver el programa de "El señor de los Animales"

Su mamá fue a buscarlo y encontró la puerta cerrada.

- ¡Sho-chan! ¡Sho-chan! ya estarás listo...

Descubrió por qué Cherry decía mu.

Era tan sencillo lanzar un "mu" antes de tener que dar toda una suerte de explicaciones.

- ¡Sho-chan! ¡Hoy es el cumpleaños de Cherry! ¡Sho-chan... baja!

Kaitou Shotaro se había olvidado por completo de la fiesta de cumpleaños.

- ¡Ha venido el joven del programa que tanto le gusta... ven o te lo perderás!

Sólo esas palabras le pusieron de pie de inmediato, lo lanzaron al baño, le hicieron cambiarse y bajar como un rayo.

Antes de pasar a la sala se inspeccionó en el espejo.

De estatura pequeña (por ser un niño), ojos almendrados, cabellos negros más o menos peinados, Shotaro se sintió seguro de sí mismo.


Hikaru san estaba allí entre los más pequeñitos.

Era mucho más hermoso de lo que se veía en la televisión.

Y más alto.

...y más blanco.

...y su sonrisa calentaba más.

Por que Hikaru san disfrutaba mucho de su trabajo y amaba a los niños.

Shotaro se refugió tras una columna a espiarlo en silencio.

La fiesta era para Cherry pero él sentia que era su regalo.

Durante el receso Hikaru san se sentó en el vallado de la cerca a descansar.

Sho pasó tras los arbustos para poder verlo mejor.

Entonces el joven le hizo una seña con la mano para que se acercara.

- ¿Vas a estar allí tras el árbol espiándome? - dijo juguetonamente con su voz de agua clara.

Shotaro dio tres pasos hacia él y se detuvo.

- Ven... tú debes ser el hermano de Cherry-chan... yo soy Kobayashi Hikaru y vine por que tu hermanito me escribió una carta invitándome a su fiesta.

Una carta...

Después de todo Cherry no era tan tonto... no había reventado su cochinito.

Al notar su indecisión, Hikaru se le acercó.

- No hay por qué tenerme miedo... Kaitou Shotaro...

Todo el mundo se le metía en el corazón a Sho al verse tratado así por la persona que le gustaba.

- ¿Puedo llamarte Sho?

Asintió azorado y rojísimo.

- ¿Te sientes bien?

Por toda respuesta Kaitou Sho agarró el borde de la camisa de Hikaru y se cubrió la cara balanceándose de un lado a otro.

La suave y blanca mano del joven se apoyó entre sus cabellos oscuros tranquilizándolo con un no se qué de agua de remanso que llevó al niño a apoyarse en el cuerpo de Hikaru avergonzado.

- ¿Así... está bien?

Esos minutos que permanecieron juntos sin hablar estuvieron llenos de esencia de bambú.

Pero el receso terminó y pronto Hikaru regresó a casa.

Toda la semana Sho se tocó a sí mismo el cabello repitiendo "así... está bien"

Acto seguido se estrellaba lleno de amor sobre la almohada imaginando un beso.

Volvió a ver su programa a las cinco sin perderse ni los comerciales.

Cherry le hacía piqui piqui en la cabeza con una ramita de árbol para ver si estaba vivo.

Los corazoncitos que salían de Sho empezaban a poblar la casa yendo de aquí a allá en parejas.

Sólo Cherry podía verlos y jugar con ellos alimentándolos incluso con sus bolas de arroz.

Tres meses después de que Hikaru colocase la mano encima de la cabeza de Shotaro él tomó la decisión más importante de su vida.

Escapó del colegio y fue a esperarlo a la salida del canal.

Miles de jovencitos y niños se amotinaban esperando lograr un autógrafo suyo.

El de cabellos oscuros intentó saltar para alcanzar otra vez la camisa de su amado.

Otro niño lo empujó haciéndolo caer al piso y atropellándolo.

Los ojos se le llenaron de agua viendo como se alejaba su oportunidad.

Hikaru logró entreverlo sentado en medio de la calle.

- ¿Kaitou Shotaro-kun?

Y apartando al resto le ofreció su mano para levantarlo.

Eso superaba en mucho las expectativas del niño que no creyó que pudiese lograrlo.

Hikaru pasó su brazo sobre los hombros y lo atrajo hacia sí llevándolo en su trayecto.

Pronto estuvieron en un lugar discreto compartiendo un helado.

- ¿Saben tus padres que estás aquí?

Sho negó con los cabellos tapándole los ojos.

- ... puedo preguntar... por qué has venido...

El niño sintió que el helado se atoraba en la garganta.

No podía decirlo.

Así que, derrotado salió corriendo de la gelatería.

Hikaru fue tras él hallándolo a la vuelta en una estrecha calle.

Colocó suavemente su mano en la espalda de Shotaro.

- Yo... te gusto...

La cabeza del pequeño subió y bajó, subió y bajó.

Desde atrás, Hikaru le abrazó.

- Qué bien... que yo te guste... Sho-chan...

El dulce presentador le retenía con suavidad.

Su uke pequeño iba a morir de la felicidad entre sus brazos.

- Tú también me gustas... te vi en la fiesta de tu hermanito... y me pareciste el niño más bello de todo el universo...

Shotaro volteó cerrando sus manitas sobre el cuello de su camisa.

- Quieres... que te bese...

Lo llevaba escrito en sus ojos...

Hikaru se aproximó lentamente y sujetando su barbilla la hechó un poco hacia atrás para depositar en sus labios un primer beso.

Sho se desmayó.

Cuando despertó estaba a punto de llegar a casa apoyado sobre el pecho de Hikaru.

Le traía cargado tarareando una canción.

- Te amo Hikaru-san - dijo por fin el niño.

Su voz era increíblemente delicada. El joven se sonrojó al escucharla.

- Ohhh... pero qué belleza... Shotaro tu voz... es una maravilla... quiero escucharla otra vez... repítelo... dimelo...

- Te... amo... Hikaru-san...

- Yo también... te amo... Sho-chan... vendré a visitarte muy seguido, a ti y a tu hermanito... desde hoy eres mi pequeño novio... ese será nuestro secreto.

- Wiiiiiiiiiii

El pequeño ya le rodeaba el cuello sonriendo como una campanita.


Los corazones que vivían en la casa se hicieron mucho más grandes y Cherry se la pasaba jugando con ellos, divirtiéndose mucho.

Y el televisor estaba religiosamente encendido a las cinco en punto.

Cada vez que Hikaru se colocaba una mano en el corazón frente a toda la audiencia, Shotaro sabía que ese gesto era sólo para él.

Así empezó su primer amor.

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