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Lasgalen por midhiel

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Capítulo Cuatro: Epílogo


Los cargos contra Arwen eran gravísimos: fue acusada de intento de infanticidio contra el Príncipe Heredero de Gondor y Arnor.

Buscando pruebas entre sus pertenencias, los investigadores hallaron el frasco con la droga destinada al Rey. Bajo presión, la elfa confesó todo su maquiavélico plan.

El tribunal de Gondor la condenó a muerte, pero Aragorn, por el aprecio que le tenía a su padre, cambió la pena por el destierro.

De esta manera, Arwen Undómiel fue desterrada de Gondor, Arnor y Mirkwood, y su fama de homicida llegó hasta los confines más recónditos de Arda. Sufrió la condena de todas las razas y, hasta el día en que viajó desconsolada a las Tierras Imperecederas para reunirse con su madre, no pudo visitar aldea, comarca, pueblo, reino o ciudad sin ser objeto de burla y desprecio.

En cuanto a Aragorn y Lasgalen, el hombre se transformó en el amoroso padre que Legolas había soñado que fuera. A partir de aquella noche, sintió al niño como el regalo que su amor le había dejado y lo adoró con todo su corazón.

Cada mañana, el rey se presentaba en la corte, anunciado por el sonido de los clarines, y caminaba por la alfombra hasta su hijito.

-Papá – saludaba el pequeño con una sonrisa brillante como el sol y los brazos extendidos.

-Príncipe Lasgalen – lo llamaba el sonriente monarca, antes de alzarlo y plantarle un beso en cada mejilla.

Lasgalen reía, loco de contento, y, en brazos de su progenitor, era conducido al despacho real para jugar juntos un par de horas hasta que comenzaran las audiencias.

Faramir y su familia, junto al resto de la corte, observaban la cálida escena familiar, satisfechos.


………………


En el fondo del jardín del palacio, Aragorn había mandado construir una cascada artificial y un lago, semejantes a los que había en Rivendell, y allí pasaba las tardes con su hijo, antes de la cena del pequeño.

Sentado en un banco, el rey leía algunos documentos, mientras Lasgalen recogía piedritas o jugaba con los peces del lago.

-Mida, papá – el niño se acercó con las manitas llenas de piedras de colores y las depositó en el regazo de su padre.

Aragorn apartó los papeles y se dispuso a mirarlas.

-Son muy bonitas, Lasgalen – levantó tres -. ¿Te gustan las piedras?

-Ti – asintió el niñito, sonriente -. Son pada Lole.

-Son para Lóte, tu oso de peluche – tradujo Aragorn, fingiendo asombro -. Significa que quieres llevarlas a tu alcoba.

-Ti –volvió a asentir Lasgalen, entusiasmado. Su papá sabía entenderlo muy bien y eso lo alegraba. Apoyó las manitas en las rodillas de su progenitor y éste comprendió que buscaba que lo cargase.

-Arriba, Lasgalen – exclamó el hombre, subiéndolo a su regazo, junto a las piedras -. Pero para llevarlas a tu alcoba y ponerlas sobre tu cama, como sé que te gusta hacerlo, tienen que estar limpias. Obsérvalas, están llenas de tierra. ¿Qué te parece si pedimos que las limpien mientras cenas?

El niño se mostró de acuerdo.

-Papá – frunció el ceño y, por ese gesto, Aragorn entendió que vendría una pregunta importante -. ¿A ada le gutaban las pedas de colodes? – su padre asintió -. ¿Qué colod le gutaba?

El hombre sonrió, desde que hiciera las paces con su hijito, disfrutaba platicar de Legolas y evocarlo.

-El azul, como ésta, era su favorito – alzó una piedra cerúlea -. Pero cuando hicimos ese viaje tan largo del que te hablé, donde el tío Frodo derritió un anillo, tenía un traje de este color – le enseñó una verde.

Lasgalen tomó las piedras y las examinó atentamente.

-Voy a vetime de azud. Pada que ada eté feliz.

Aragorn rió.

-Tu ada siempre estará orgulloso de ti, Lasgalen – le aseguró, acariciándole la mejilla -. Te vistas del color que te vistas.

El niño se abrazó con fuerza a su cuello y cerró los ojitos. El hombre sonrió, emocionado, y le devolvió el abrazo, disfrutando del calor de su pequeño.

Una brisa tan suave como los rayos de Anar que se apagaban, los acarició. Aragorn aspiró el aire, preñado de perfumes de rosas y pinos, las fragancias de Legolas, y supo que su esposo estaba allí, acompañándolos.

-Hannon le, meleth nin – susurró, cerrando los ojos -. Gracias por nuestro Bosque Verde.

La brisa se detuvo, pero el aroma continuó.

Lasgalen rió, algo le estaba causando cosquillas en la barriguita.

-El vento me hace deíd.

Aragorn se conmovió, recordando la infinidad de veces que Legolas había jugado con él, provocándole cosquillas en el vientre y prometiéndole que así jugaría algún día con su hijito. Prodigiosamente, el elfo estaba en el jardín con ellos y el hombre lo imaginó con su sonrisa traviesa, pellizcando la pancita de Lasgalen y deleitándose con su risa.

Aragorn extrañaba a su Legolas enormemente y, por las noches, no cerraba los ojos sin antes acariciar el rincón vacío del lecho donde el elfo durmiera. Sin embargo, ahora agradecía la noche en que se descuidaron y engendraron a Lasgalen.

Y también agradecía que su esposo no lo hubiese escuchado y hubiera seguido adelante con el embarazo.

Porque Legolas le había dado con su muerte el regalo más grande que Aragorn pudiera haber llegado a recibir, le había regalado su hijo.

Su Lasgalen. Su Bosque Verde.


Fin
Notas finales: Muchas gracias por leer esta pequeña historia. Espero les haya gustado ^^ Besitos Midhiel

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