Cuatro días habían pasado y parecía ser que el trabajo había aumentado. Tanto Kengo, Akira como Aya y Shirogane lucían unas delatadoras ojeras bien marcadas.
"¿Crees que tienen mucho tiempo libre?" preguntaba Kengo tras un sonoro bostezo mientras corrían siguiendo el nuevo Kokuchi.
"¡¡Haré de este mundo un infierno!!" gritó el chico poseído de turno, el segundo de esa noche.
"Sí, sí, sí, tú y otros cuantos" expresó Akira para luego transformarse en Shin, teniendo sus armas bloqueó uno de los ataques de la sombra.
"Esto... no está... bien" susurró agitado shirogane, mientras destruía a otro Kokuchi que protegía al poseído. Con su bastón arremetió contra la sombra que le daba problemas a Kengo "Nada... de bien..." agregó cuando logró destruir a uno de los Kokuchi que albergaba el chico.
Cuando terminaron, cada uno se fue a su respectiva casa, para descansar las pocas horas de oscuridad que le restaban a la noche antes que los pajarillos dieran la bienvenida a uno nuevo día.
Sentía unos labios ajenos acariciar los suyos; una lengua traviesa querer colarse por ellos y saludar a su homóloga; un par de manos querer tocar mucho más allá que lo que las anchas y molestas ropas le dejaban; y esos ojos rojos, él podría morir quemado en lo profundo de esos ojos.
Un ruido desde lejos, otros desde cerca y todo se volvió negro, cuando logró dar margen a los bultos que se movían frente a él, quedó paralizado. Sangre tenían sus manos, su cabello, el suelo y su cuerpo, quiso morir, quería que la sangre fuese suya no de... Una voz... era el maldito, Hamurabi, estaba tras él, pero no podía despegar la vista del cuerpo de aquel rey que lo había amado tanto. Un agudo dolor cubrió su espalda, pero no lo sintió, él ya estaba muerto, muerto desde el momento en que su querido Ryuuko había dejado de existir. Otro dolor en su espalda, mucho más fuerte que el anterior, y luego todo negro... otra vez...
Abrió los ojos asustado y desorientado, con su respiración agitada y un sudor frío recorriéndole la espalda y el rostro, hace mucho tiempo que no soñaba con ese fatídico día. Observó a Nikaido en la cama durmiendo tranquilamente, pronto le tocaría despertarse para ir a clases y comenzar con su rutina diaria. Se puso en pie y el mundo entero se le movió así que rápidamente tomó asiento en la cama del joven, sentía que ya no tenía más fuerzas para continuar, ya no bastaba con solo tocarle un poco para obtener algo de la energía oculta de Akira, su tiempo en este lado se estaba prolongando demasiado "Pero esperaré lo necesario" pensó "No me arriesgaré a perderlo de nuevo" con su mano desnuda y semi transparente acarició el tranquilo rostro del chico y poco a poco se fue acercando para robarle un casto beso de sus labios, sintió su ser más firme, su existencia más establecida "Si tan sólo me correspondiera..."
"¿Estás bien?" le preguntó Aki estando en la azotea, el albino asintió y él se dió por satisfecho. Al chico se le hacía extraño que desde ese día que lo encontró sobre su cama con una sonrisa nostálgica, Shirogane, no lo hubiese molestado con sus toqueteos y comentarios de doble sentido. "Es extraño que hayan tantos kokuchi's sueltos" esperó que algún comentario llegara de su sombra, pero no pasó; volteó su mirada hacia su compañero y lo encontró durmiendo. Realmente le debía estar costando quién-sabe-cuánto poder estar a su lado, pues en las mañanas le costaba despertar y nada en volverse a dormir, además, sus siestas era cada vez más largas.
"¡Akir--" Gritó Aya desde la puerta de la azotea, pero calló al recibir una mirada feroz de parte del joven que buscaba, se dio cuenta que la sombra yacía a su lado con su sombrero puesto, durmiendo tranquilamente, como si fuera la mejor y más cómoda de las camas. "Venía a buscarte para ir a clases..." dijo en susurros para no molestar "pero ya veo. Se ve cansado, debe ser difícil para él estar acá." suspiró "Lo dejaré pasar esta vez, sólo por que quiero que no se fatigue"
Besos apasionados
Besos correspondidos
Manos que le tocaban
Partes acariciadas
Placer...
Dolor...
Caer...
"No!!!" Despertó gritando, su respiración más agitada que la última vez y su vista perdida en el horizonte. Akira, Kengo y Aya, que habían estado conversando y haciendo nada durante toda la tarde, saltaron lejos con el grito que había dado el albino.
"¿Shirogane?" llamó Nikaido, pero parecía que no le escuchara "¡Shirogane!" llamó esta vez con fuerza logrando que el otro le mirara, mas lo que vió dentro de esos ojos lo sorprendió, la tristeza y la culpabilidad inundaban esas orbes azules, pero había algo más que no supo reconocer.
"¿Estás bien?" preguntó Aya acercándose, la sombra asintió y se puso de pie, pero como venía pasando hace unos cuantos días, un mareo le hizo tambalearse "Yo creo que lo mejor es que te vaya a descansar hasta que te encuentres bien"
"Estaré bien" sonrió, pero esa sonrisa ni Kengo se la creyó. ¿Lo estaría? realmente él sabía que no, no podía seguir de esta manera, robándole besos vacíos que si bien le otorgaban energía, no era la necesaria para que se mantuviese y mucho menos para que pudiese batallar contra los Kokuchi.
"Descansemos todos por hoy" concluyó Akira, luego de observar lo blanco - más de lo normal - que estaba y parecía ser que a veces incluso llegaba a ser transparente.
Cuando llegaron a la casa del joven, éste le ofreció la cama a la sombra para que descansara bien, después de unos minutos de discusión, ambos terminaron compartiéndola, uno preguntándose qué es lo que le ocurría a su compañero, y el otro preguntándose si es que llegaría a despertar mañana...
Continuará