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Si Snape hubiera conocido el jabón Asepxia... por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Nezal entra en escena sacudiendo las telerañas y levantando nubes de polvo conforme camina.

-Ejem... ¿hay alguien aqui? - grita pues en tanto tiempo hasta el megafono ha perdido- ¿Alguien que todavia se acuerde y este esperando el final de esta historia? Bueno, pues aqui esta. Estoy muy embarazada por el retraso, de veritas.

 

25º El baile maldito.

 

Los compases de la marcha nupcial llenaban el silencio como de entierro que había caído sobre la expectante multitud reunida en las afueras de la taberna Cabeza de Puerco. Todo Hogwarts se daba cita ahí, para ver la boda del mas codiciado y bello estudiante de la ultima centuria, a pesar de no estar invitados.

 

Todas las chicas y mas de la mitad de los chicos estaban conmocionados, no podían, no querían creer que en verdad Severus Snape se les fuera a casar, y menos con la profesora McGonagall. Estaban callados, tensos, estirando el cuello por si ya veian aparecer en la esquina a los novios.

 

El primero en aparecer fue James, seguido de Lily, pues aprovechando el dos por uno del viernes seria una boda doble. (Como dijo San Mithra, hay que ahorrar) quienes avanzaron sonrientes como soles mientras la clásica melodía resonaba desde unas cajas de plástico con estampado sicodélico.

 

Despues apareció Severus, tan radiante que parecía que el sol se había ocultado tras su terso cutis, e iba del brazo de su mama, que seguía siendo fea con ganas pero al menos ya era menos dejada: la ultima quincena, cuando Tobias llego sin un duro por habérselo gastado todo en el chupe la buena bruja se arremango su raida chaqueta y le dio a su marido una golpiza de muy padre y señor mio, que hasta el hospital fue a dar, y como no tenia para pagar la cuenta lo pusieron a lavar vendas.

 

Suspiros y exclamaciones de gozo acopañaron a Snape durante su desfile por la calle cubierta de petalos de rosa, pero cuando Minerva apareció detrás del brazo de su papà el sonido de la multitud se volvió mas bien como el soundtrack de una película de la jungla, en el momento en que los animales están furiosos destrozándose unos a otros. Por eso mejor la novia se levanto las naguas y corrió, pues la barrera de contension mágica parecía a punto de ceder a los furibundos empujes de la multitud.

 

Esta permaneció expectante, callada, incrédula de que tan horrible realidad sucediera mientras sucedia, solo escuchaban el eco de la música favorita de Aberforth Dumbledore mientras la doble ceremonia se llevaba a cabo, con demasiadas coreografias y afros para gusto de los contrayentes, que lo que mas querían era verse ligados ya a sus personas especiales y darles un besote destapacaños frente a lso ojos del profesor Grindewald sin que este pudiera hacer nada el respecto.

 

Finalmente las puertas de la taberna se abrieron y una lluvia mágica de arroz comenzó a caer, los recién casados salieron y al ver destellear los anillos gemelos en los anulares de Severus y de Minerva la multitud solto un grito desgarrador a una voz, y los alegres compases de la marcha nupcial se vieron contrastados por lagrimas, gritos y berridos de dolor, tanto asi que la marcha fúnebre hubiese sido mas acorde.

 

Detrás de los recién casados salieron los invitados a las bodas: familiares, amigos que incluían a todos los profesores y Malfoy de colado...

 

Malfoy realmente desentonaba en la comitiva, pues ni el ni su novio eran amigos de ninguna de las dos parejas. Por tal motivo los ojos azules del director se clavaban en ellos, hasta que un doloroso pinchazo en las costillas los hizo desviarse.

 

-¡Amor! - trono la voz de Gellert- ¿Por qué miras con tanto descaro a ese jovencito de largos y sedosos cabellos, y de cuerpo agraciado y flexible que parece haber sido hecho para probar con el todas las posisiones del kamasutra?

 

-Amor - le contesto con calma Albus- lo miro porque estoy seguro de que no ha sido invitado, y me intriga saber como se colo: la seguridad mágica que pusimos a esta boda (las invitaciones, la barrera, etc) eran de primerísima calidad, como la que le pusimos al Sampo, y sin embargo, el señor Malfoy la burlò.

 

-Oh, bueno.- cedió Gellert, a quien la decente ceremonia había puesto de particular buen humor- Ya estaba temiendo que desearas serme infiel con ese pequeño zorra que parece siempre mirarte con descaro lujurioso, como invitándote a poseer su curveado y estrecho trasero... slurp!- Gellertcito se relamió los labios, comiéndose con los ojos las nalgas de Malfoy, que se meneaban seductoramente a uno y otro lado.

 

Albus miraba a su esposo con una ceja en alto y tras un par de afectadas tosecitas le dijo:

 

-¿Sabes amor? Adoraria que dejaras de fijarte tan específicamente en los encantos ajenos y de hablar del vicio con palabras que no incitan a la virtud.

 

Gellert se quedo como de piedra, mirando de hito en hito a su pelirrojo, y luego, con un ademan teatral lo señalo con el dedo acusador:

 

-¿¡Y como te atreves a decirme eso, tu, perro infiel que ni siquiera usas el anillo con el que nos juramos amor eterno!? ¡Buaaa! ¡Ya sabia yo que aparte del Veritaserum y el Juramento Inquebrantable debía de haberme asegurado de tu fidelidad y amor con una pócima y un anillo que no te pudieras quitar!

 

Gritado lo cual se alejo hecho un mar de lagrimas, y Albus, sumamente contrito lo dejo ir, para que tranquilizara...

 

"¿Dónde andara ese maldito proxeneta chino?" se pregunto Dumbledore por enésima vez. Parecia que desde que le urgia encontrarlo el señor Lang Yao se había hecho ilocalizable. Aprovechando que Lucius Malfoy le pasaba cerca lo cogió del brazo y le pregunto.

 

-Señor Malfoy, me agradaría mucho saber como fue que burlo la poderosa protección mágica y se infiltro en esta boda.

 

Malfoy hizo un pucherito que Gellert, de haber seguido ahí, habría calificado de seductor e irresistible, y tras convencerse de que era mejor no mentir acerco su carita encantadora a la del pelirrojo para susurrarle:

 

-El padre de mi amigo Ling me falsifico una invitación.

 

-¿Te refieres al señor Yao?

 

-Claro, Ling no tiene otro padre: es hijo de bruja y mago... - aclaro.

 

-¡¿Dónde, donde lo viste!?- interrogo Albus, sacudiendo al muchachito.

 

-Ay, no me sangolotee que me despeina.- protesto Lucius (y no Vorenus)- Pues lo encontré, naturalmente, en su... establecimiento.

 

-¿Cómo?- pregunto Dumbledore- ¿En su burdel? ¿En cual de ellos? -formulo mejor su pregunta.

 

-En la sucursal de Londres.- confio el chico- Se llama "La gallinita feliz" y los miércoles hacen descuento del 5% a estudiantes... - termino como si aquello fuera una noticia mas conocida que la sacada de la piedra de la espada del rey Arturo.

 

-Oh. Damned.- maldijo muy correctamente el profesor ingles, y dándose la media vuelta se alejo del chico, maldiciéndose mentalmente por no haberlo ido a buscar al señor Yao a sus burdeles, pero es que Gellert ya lo tenia condicionado psicológicamente a evadir esos lugares de vicio y depravación.

 

-Profesor, si va a ir ahí permítame recomendarle que vaya en lunes, ese día hay striptease gratuito en el recibidor! - termino gritando Lucius pues Albus ya iba muy lejos, comenzando a girar sobre si mismo para desaparecer.

 

Reaparecio en un callejoncito del West Point, y el viento que arrastraba consigo basuritas y el aroma de la tormenta que se avecinaba hizo volar su roja melena, asemejando las llamas de la ira. Subio los escalones iluminados por el farol rojo y llamo fuertemente a la puerta. La mirilla se abrió y un ojo rasgado lo reconoció ladinamente.

 

-Oh, sel tu.- dijo muy alegre y abrió la puerta- Sel bienvenido, aunque hoy no habel plomocion.

 

Dumbledore se adentro y el chino siguió con su perorata, sin dejarle tomar la palabra.

 

-Pelo segulamente tu quelel conocel a Mahmut, el mas helmoso efebo de la media luna. En estos momentos el estal ocupado, y habel cola de cinco, pero si tu sel paciente disflutal tu lecompensa. - el señor Yao retiraba ya el abrigo de Albus, metiendo la mano el los bolsillos- ¿Tu pago sela en efectivo o en taljeta?

 

-¡En lo que quieras!- grito Albus, aturullado por la rapidez lingual del chino- ¡Pero devuélvemelo ya!

 

-¿No acabal de decilte que habel cola de cinco?- repuso molesto Lang.

 

-¡Mi anillo! ¡Quiero mi precioso anillo de bodas de vuelta! ¡Mi alianza de amor, el tesoro de Shion, el secreto de la Amatista de Plata*!

 

-¿Ulgilte mucho?- inquirió con interés.

 

-¡Si!

 

-Eso duplical plecio.- aseveró- Tu aflojal diez mil dulos y yo dalte tu anillo.

 

-¡Diez mil libras!- exclamo asustado Albus.

 

-No: diez mil galeones.- sonrio ampliamente.

 

El director de Hogwarts no solia mirar con odio, pero en esos momentos el señor Lao fue una notable excepción.

 

-Lang, ¿sabes que puedo echarte una maldición cuyos efectos tenebrosos ni siquiera eres capaz de imaginar?

 

-Si. Pelo también sabel que tu gallinita tenelte en un puño y que si no estal contento envialte a dolmil al sofá.

 

Dumbledore rechino los dientes.

 

-¿Aceptas la Magical Xpress?

 

Los ojitos rasgados brillaron con sendos signos de dinero.

 

                  * * *

Luego de romper en llanto Gellert había corrido a encerrarse en sus habitaciones. Se tiro en la cama para llorar hasta caer rendido, sintiendo verdadero dolor ante la duda que le generaba sobre la fidelidad de su esposo la falta del anillo nupcial de èste, pues lo amaba con locura y tan solo de imaginar que lo hubiera traicionado, que hubiera acariciado otra piel con esas manos, besado otra boca con esos labios, hecho el amor con otro le hacia punzar el corazón.

 

Cuando Albus regreso, con el anillo de oro adornado por una diminuta amatista veteada de plata bien puesto en el anular encontró a su belleza oscura desparramada sobre la cama, bocaabajo, con su pelo, largo y rubio, suelto ocultando sus mejillas. Cuidadosamente se sento a su lado y le acaricio los cabellos, apartándolos de la mejilla que serian indignos de tocar si no pertenecieran al mismo Gellert.

 

Y asi lo contemplo, sereno, enamorado, como la diosa de la luna a Endimion, hasta que los ojos en los que había nacido para reflejarse se abrieron y el rostro altivo se elevo. Gellert se froto los ojos, eliminando los caminitos blancos de la sal de sus lagrimas, y miro a Albus como preguntándole, como reprochándole, hasta que este levanto la mano izquierda para tomar una de las lagrimas que sin que este se diera cuenta corria por su mejilla y la llevara a su boca.

 

Aquel ternísimo gesto le permitió observar el anillo de matrimonio, idéntico al suyo, en su dedo. Y en un arrebato de gozo tomo su mano entre las suyas y se la cubrió de besos.

 

-Mi amor, mi amor.- le repetía.

 

-Para por favor.- suplico- Puedo explicarte lo sucedido. Pero me gustaría mas que confiaras en mi. ¿Acaso me crees capaz de faltar al amor que siento que por ti?

 

Gellert lo miro con la boca entreabierta y el alma en vilo. Sentiria una gran paz sabiendo lo ocurrido, pero por otro lado el reclamo de confianza de Albus era bien fundado: nunca, en aquellos ochenta años trascurridos juntos había tenido la menor base para sospechar de su fidelidad, mucho menos de su amor. Cada mañana seguía mirándolo igual que la primera que despertaron juntos, y los besos con que lo provocaba para hacer el amor eran tan dedicados como hacia ya tantos años.

 

-No. - contesto acercándose a abrazarlo, de rodillas sobre la cama- Confio en ti. Te amo demasiado.

 

-Te equivocas amor mio.- los labios de Albus ya casi estaban sobre los suyos y sus dedos desenredaban mechoncitos de su pelo- Soy yo el que te ama en exceso.

 

Y dicho esto pego sus labios con violencia a los de su rubio, estrechándolo como si lo salvara de un maelstrom y solo su abrazo, en vida o muerte pudiese mantenerlos juntos.

 

Gellert estaba sobre sus rodillas y no sabia cual de las dos era su lengua, ni cuales eran sus manos pero estaba conciente de la calidez, de la mórbida suavidad que percibía con cada unos de sus sentidos: dulzura en sus labios, tersura en las yemas de sus dedos, un calor que brotaba de su pecho y se abria camino por su vientre. Se incorporo con Gellert cargado y le arranco las ropas, siendo desnudado con igual desesperación. Sus labios no dejaban de besarse, ni siquera cuando caian en picado sobre la cama, Albus abajo y Gellert arriba, tocándose con pasión, atacándose con ternura, girando una y otra vez, cascada rubia cubriendo sus rostros cuando Gellert estaba encima, cascada roja cuando no.

 

Y en una de esas, cuando hebras con destello de rubí creaban un mágico dosel al rostro de los enamorados el de los azules iris encontró el momento y el modo de penetrar a su amante, hundiéndosele hasta dentro a la primera estocada, haciendo a Gellert arquearse de placer y rasguñar la espalda de su Albus, sintiendo algo imposible de explicar a quien no haya sentido en lo mas profundo de su ser a su amante colmándolo, llenándolo, haciéndolo sentir pleno.

 

Gellert chupo la lengua de Albus y abrazo sus caderas con sus piernas, siguiendo su vaivén en aquel danza ancestral de lujuria, el verdadero baile maldito que hace depender a los humanos los unos de los otros, y entre respiraciones entrecortadas se abandono a las oleadas de placer, cada una producida por un vigoroso empuje de las caderas del pelirrojo.

 

Finalmente el aire le falto a Albus para continuar con su amoroso ejercicio y separo su boca de la del rubio, jalando aire como un naufrago y naufragando de verdad en el interior de Gellert, seducido y arrastrado a las profundidades por los cantos como de sirena que eran sus jadeos. Sintio a Gellert apretarse y llegar, tensarse todo como las velas de un navio de antaño. Y luego, cuando pensó que iba a relajarse y dejarlo hacer hasta venirse se vio empujado, hasta quedar bocaabajo con el rubio encima de el, montándolo insaciable, subiendo y bajando su culo de infarto sobre su miembro duro como de roca, apretándolo y pellizcándole los pezones, siendo ahora Albus quien jadeaba y arqueaba la espalda, incapaz de determinar cuando tiempo podría soportar ese huracán de pasión, escuchando los gritos de Gellert montándolo, tocándose su pene, cerrando los ojos en el paroxismo del placer el mismo tiempo que sentía un fluido caliente caer sobre su vientre y pecho.

 

Gellert se abatió sobre su amante, bañado en sudor y con mechones de cabello pegados a su cuello. Jadeo en el oído de Albus mientras este hacia lo mismo, y se revolvía un poco sobre de el, embarrando el semen entre sus pechos. Y cuando estuvieron lo bastante recuperados Gellert se alzo sobre sus brazos, y con una sonrisa picara bailándole en los ojos le dijo:

 

-Y esto solo fue el primer round.

                                                ***

 

El tiempo paso, inexorable, y el ultimo día del curso llego con exactitud matematica.

 

Los pastos eran tan verdes como siempre; los alumnos igual de bulliciosos, aunque la mitad de los mas grandecitos habían cambiado drásticamente de estado civil, cortesía del profesor Grindelwald, que seguían tan obsesionado con la moralidad como es de suponer.

 

James y Lily iban a dar asilo a Sirius y Remus, corrido como estaba, el primogenito de la casa Black por su enlace con un sangre sucia, pero aquello,  como el mismo Sirius dijo, se la traia floja.

 

-Lo único que lamento - confio a sus amigos, entre los que se contaba a regañadientes a Severus Snape- es que el estúpido de Voldemort haya converido mi bacinica de oro, grabada con el escudo herandico de mi apellido, en horrocrux. Lo que, por supuesto, provoco que se rompiera irreparablemente cuando Dumbledore y Grindelwald acabaron con él.

 

-¡Yo te conseguiré una nueva, Sirius, pues vuelves a ser mi mejor amigo!- brincoteo sentado en el pastito James Potter, bajo su árbol favorito en las orillas del lago.-¿De que la vas a querer?

 

-Umh... - reflexiono el segundo mas sexy y codiciado ídolo adolescente- De laton chapeado estaría bien.

 

Severus rio malicioso.

 

-De Potter no me sorprendería que con  sus habilidades te consiguiera la mismísima bacinica de Alonso Quijano. Chapeada en oro con las armas de doña Fernanda del Carpio**.

 

La mirada reprobadora de unos recién llegados ojos azules callaron las risas de los amigos, incluido pipi-pote, que creía que reian con el y no de el.

 

-Severus, sígueme.- ordeno la profesora McGonagall, señora de Snape.

 

Y el chico, como buen mandilon, perdón, marido, siguió a su pelicastaña. Cuando entraron al fresco del castillo le explico que el profesor Grindelwald quería verlo en su despacho. A solas, termino, mirándolo con aprensión.

El chico, que seguía siendo cuatro centímetros mas bajito que ella (y rogaba mentalmente por que las hormonas del crecimiento ya hicieran su puñetero efecto) la tomo por la cintura y le planto un apasionado beso.

 

-No seas celosa.- le dijo cuando ya la había soltado y caminaba, de espaldas a ella- No tienes motivos para serlo.

 

-Perdoname que te contradiga, sabelotodo- le hecho la falsa bronca ella- pero cuando tu marido es la criatura mas bella sobre la faz de la tierra el gusanillo de los celos no cesa de morderte.

 

-Entonces tendre que morderte yo, en vez de ese sucio gusanillo.- Severus se volvió a punto de doblar el pasillo.- Gatita sucia.- termino, sin tiempo ya para escuchar el ronroneo de su esposa.

 

El profesor Grindelwald redactaba muy atareado en un larguísimo pergamino. Pero levanto los ojos al oir entrar a Severus.

 

-Un segundo por favor... sopa chow-mein instantánea- murmuro entre dientes- sirope de chocolate y cuatro cajas de Don Simon tinto. Si, creo que es todo. - enrollo satisfecho el pergamino.

 

-¿Inventando una poción, señor?- pregunto zalamero.

 

-No, haciendo la lista del super.- respondió sonriente. - Severus Snape, te he traido para darte un regalo de bodas atrasado. A pesar de lo que puedas pensar, es muy valioso.- y le puso enfrente una vasija sencilla, que parecía de barro, tallada con extraños simbolos que parecían runas en el borde.

 

Los ojos de Snape brillaron.

 

-¿Y que es, señor?

 

-Un cenicero.- respondió Grindelwald- Una vieja artesanía de mi país natal.

 

-¿Una reliquia de familia, quizá?- aventuro Snape.

 

-Quiza.- le respondió con una chispa divertída Gellert.

 

Snape agradeció el regalo y salió con el en brazos, cargándolo con cuidado por si acaso y era el legendario Sampo.

Se dirigió a su habitación para arreglarse para el banquete de fin de curso, y tomo el paquetito que había acompañado la mas reciente carta de su madre, (quien ardia en deseos de conocer a su nuera), lo abrió, leyó la leyenda "Asepxia" que adornaba la tapa de los polvos compactos, negó con la cabeza pensando en que cosas no inventarían esos muggles, pero de todos modos abrió el estuchito y repaso su cutis con la borla, mirándose cuidadosamente el espejito que este incluia.

 

Sonrio satisfecho, lucia, si era posible, mas radiante que antes. Bajo al comedor con su túnica revoloteándole atrás, satisfecho de si mismo, pues había demostrado que se podía ser hermoso, inteligente y casado sin detrimento de la propia, ligeramente malévola, personalidad.

 

 

                                                                            Nezal, 2009.

 

 

* Consultese el incomparable fanfic "El tesoro de Shion, el secreto de la amatista de plata"

 

** Consultense las novelas "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" y "Cien años de soledad"

 

Notas finales:

Ahhh... llego el fin, al fin.

Pero si gustan seguirme leyendo esto es un adios sino un hasta luego: tengo pensado publicar un oneshot de Blackcest titulado: "Todo queda en familia"

Ademas, de esta misma casa editorial que nada me cobra porque me edito yo solita, un DumbledoreXGrindelwald titulado "Un amor fatal"

Y tambien me gira en la cabeza una comedia mamonzona como esta que se llame "Gruñona la cabra mugrienta" ;)

Y en las paginas de Fanfic es y Fanfiction net tengo un LuciusXLuna que se titula "Lunatico amor"

Bueno, todo esto se los cuento por si luego que lo vean por ahi quieren darse una vueltecita.

Un abrazo a tod@s y muchas gracias por acompañarme y por su paciencia.

¡Nos leemos!


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