Los laboratorios secretos del Gobierno de los Estados Unidos estuvieron trabajando durante diez años en una súper sustancia elaborada con ADN animal y humano, pero, ningún cuerpo viviente lo aceptaba ya que moría enseguida por la radioactividad que poseía dicha sustancia, hasta que victoriosamente después de unos años más y otras investigaciones pudieron lograr que fuera aceptada por el cuerpo humano.
Esta sustancia provocaba que los humanos desarrollaran dichas habilidades que parecían imposibles o en dado casos que mutaran a animales de toda especie. (Se encontraban en un shock de fascinación por llegar a lo imposible).
Tres años después estalló la guerra con el Oriente donde el ejército americano lanzó a su ejército de subhumanos.
En tan sólo en tres días el ejército Oriental había sido casi "exterminado", pero inexplicablemente, todos aquellos que habían tomado la sustancia fueron encontrados uno a uno en la zona de batalla en un completo estado de momificación hasta que no quedó ningún soldado de pie.
Lo que provocó la perdida en la batalla para el continente americano.
Aun no resignados, el gobierno estadounidense trató de encontrar alguna explicación buscándola en la sustancia... pero esta sospechosamente había desaparecido....
(14 AÑOS DESPUÉS).
Después de catorce años, la nación americana estaba casi repuesta de la última guerra.
La ciudad de noche se volvía a iluminar de los resplandecientes faros que se encontraban en cada esquina o en la entrada de cada hogar o negocio.
El gran reloj que se encontraba en la cima de un centro comercial marcaba ya las doce de la noche. Una respiración agitada y el eco de unas pisadas rápidas rompieron el silencio de la noche.
Un chico castaño y de unos enormes ojos dorados, se detiene en la esquina de un callejón. Con la respiración agitada y la mirada temblorosa voltea a sus alrededores sin saber a donde correr.
A lo lejos escuchó los aullidos de unos lobos que se dirigían hacia él. El miedo al verlos más cerca aumentó y desesperado volvió a correr saliendo a una avenida.
Inesperadamente alguien le sujeta el pie provocando que caiga al suelo.
Asustado se gira descubriendo a un vagabundo que lo miraba con un gesto de burla. Se encontraba acostado en el suelo y con aquella mano de aspecto no muy agradable lo sujetaba del tobillo
- no tiene caso que corras muchacho.... Ellos ya te encontraron - el castaño jala su pie tratando de zafarse de aquel agarre pero aquel vagabundo tenía bastante fuerza, no era nada de aquel aspecto débil que tenía.
El aullido de los lobos se escuchaba más cerca, junto con ellos el sonido de unos pasos que hacen que el castaño entre en pánico.
- ¡Suéltemeee!!!
El gesto de aquel chico tierno comenzó a cambiar, de su boca comenzaron a crecer unos afilados colmillos y sus ojos se volvieron de un típico felino.
El vagabundo asustado al ver la transformación del jovencito lo suelta y retrocede unos centímetros de él.
Un grito de dolor lo hizo manifestarse, transformarse de esa manera dolía. El vagabundo no podía creer lo que veía, por unos segundos o miró sorprendido para después soltar una amplia carcajada.
El castaño lo miraba como gato encrespado por que se sentía ofendido por esa risa de burla, a lo mejor no poseía una apariencia imponente pero si se lo proponía le podía dar una paliza ahí mismo.
Una vez más y un tanto incrédulo volvió a dirigir la mirada en el castaño. Este poseía unas tiernas orejas de león y una larga cola con un mechoncito hasta la Punta. Era un completo león en desarrollo.
Al ver que el sujeto lo había soltado no quiso perder más tiempo y corriendo ahora en cuatro patas y lo doble de veloz se aproxima a un puente peatonal y lo sube a toda velocidad para pasar del otro lado. Detrás de él escuchaba claramente la respiración agitada de los animales que lo perseguían, de repente uno de estos animales lo alcanza mordiéndole con fuerza un pie provocando que caiga al suelo nuevamente.
Herido trata de levantarse del suelo, los voltea a ver midiendo la situación para poder hacer un plan. Eran aproximadamente cinco lobos negros, el que se encontraba en medio de ellos comenzó a avanzar hacia el al mismo tiempo que el castaño retrocedía.
Impactado observó como el lobo que avanzaba hacia él se iba transformando en un muchacho como el, poseía un traje oscuro con una A dorada como insignia. Era muy delgado y su cabello era plateado al igual que sus ojos.
Su mirada pareciese llena de odio hacia él.
No entendía, por que un chico que poseía las mismas cualidades estaba en su contra y a favor de los que querían hacerle daño a él y a los demás de su especie.
Con una risa macabra el muchacho se acerca al castaño estremeciéndolo por completo.
Antes de cualquier acción de cualquiera de los dos, alguien se acerca de improvisto y lo toma de la cintura dando un salto y elevándolo con él parándose en el barandal de protección del puente.
Sorprendido y como en cámara lenta, el castaño alza la mirada para ver el rostro de la persona que lo sujetaba.
Era otro muchacho de cabello oscuro largo hasta el cuello y sujetado en una coleta, con una sonrisa atrevida voltea a ver al castaño embobándolo por completo, antes de cualquier acción de los otros sujetos, da otro salto hasta en la cima de un edificio donde bajó al castaño.
- los lobos no pueden subir edificios - sonríe victorioso observando desde una orilla al lobo que lo miraba fijamente - además.... Él no tiene la intención de atraparnos.
- ¿Qué no la tiene? Si estuvo detrás de mí por casi toda la ciudad - le reclama enojado
- él solo está cumpliendo ordenes - inesperadamente lo vuelve a tomar de la cintura - será mejor que nos marchemos de aquí lo antes posible.
- espera - lo empuja zafándose de su agarre - yo puedo solo.
- claro que no -lo vuelve a sujetar - tampoco los gatitos pueden saltar edificios tan altos - con voz coqueta
Sujetándolo fuertemente salta al próximo edificio.
- ¡yo no soy un gatito! - como respuesta sólo recibió una sonrisa divertida de esos delgados labios provocándole un sonrojo.
Después de un largo recorrido, al fin se detiene en lo que parece ser un edificio abandonado.
- ¿Dónde es aquí? - pregunta el castaño mirando a los alrededores.
- Nuestro refugio.
-¿Nuestro refugio? - extrañado por que uso la palabra en plural.
Enseguida de los muebles viejos que se encontraban en el lugar salieron dos jóvenes más que se encontraban escondidos.
Esta vez era un gracioso niño de unos diez años aproximadamente y una tierna niña de su edad.
- Ho... hola - saluda nervioso - la chica curiosa se acerca demasiado a él examinándole el rostro - ¿Qué.... Qué haces? - retrocede dos pasos.
- Kiaaaaaa - suelta un grito de emoción pero muy repentino haciendo saltar al castaño encima de su salvador.
- Elliot, ahora trajiste a un chico muy guapo - se acerca a ellos muy animada.
- ¿Elliot? Ese es tu nombre - el moreno asiente.
- ¿Cuál es el tuyo? - pregunta la chica
- Noami.... - avergonzado
- que bonito nombre - sonríe la chica.
- ya Leimi tranquila o lo vas a asustar - se acerca al fin el niño menor con esa expresión tan fría.
- aquí el único que espanta eres tú - se agacha a su altura reclamándole muy enojada.
Noami observaba la escena pensativo, al parecer lo estaban agregando a su grupo y de una forma muy agradable.
Con una mirada tímida voltea a ver a su salvador que también con una expresión divertida observaba la escena. Avergonzado agacha la mirada y sonríe para si mismo.
Al parecer esa etapa de soledad había terminado. El único problema son aquellos sujetos que a toda costa querían atrapar a todos aquellos niños que habían nacido con especialidades a causa de las sustancias que habían metido a sus madres las cuales la mayoría aborrecidas por los hijos que habían dado a luz abandonaron su suerte.
Tiempo después de que el gobierno se dio cuenta de la existencia de todos comenzaron a dar alertas por el mundo señalándolos como especimenes de gran peligro para la civilización para poder tener pretextos de atraparlos como ratas y crear de nuevo su perfecto ejército (Usarlos cobardemente como arma en lugar de personas como lo eran).
Era sorprendente ver como todos aquellos que eran atrapados no se negaban y se ponían a sus servicios cobardemente. Como era el caso de ese niño lobo.
Con un suspiro cansado comienza a relajarse y a esconder esos tiernos bigotes, cola y orejitas que habían aparecido.
Ahora sólo le quedaba esperar que pasara para el día de mañana. De lo que sí estaba seguro es que nunca se dejaría atrapar y lo peor... dejarse manipular por ellos.