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Mientras vivamos por Prongs

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II

 

Bostezando, observó el fondo de su vaso vacío hacía rato. Meditaba si su cuerpo podría aguantar un trago más, cuando la voz de Tatsurou le sacó de sus no muy profundos pensamientos.

 

- Las mujeres no deberían existir. Son odiosas – soltó, con una divertida mezcla de borrachera y resentimiento en su voz. Ryo se rió de buena gana, totalmente de acuerdo con él, palmeándole la espalda con probablemente demasiado entusiasmo.

 

No era la primera vez durante la noche que escuchaba aquello, pero eso no lograba que perdiera veracidad ni la gracia que le hacía. Había pasado tanto rato, sin embargo, que su lengua cometió el desliz que llevaba evitando eficazmente, hasta ese momento, sin que se diera cuenta.

 

- Yo por eso las evito – confesó, consiguiendo que el vocalista de MUCC le dirigiera una mirada incrédula.

- ¿Cómo carajo haces?

 

Por toda respuesta, Ryo se encogió de hombros, alzando la vista hacia el roído cielo raso del bar en el que se encontraban. De repente la imagen de Satoshi payaseando junto con Shuu en uno de sus descansos le vino a la mente, y no se molestó en esconder su satisfacción.

 

¿Quién necesitaba mujeres? Él tenía algo muchísimo mejor.

 

Tatsurou se lo quedó viendo, notando su irremediable cara de enamorado total, hasta que después que algo hizo clic en su cerebro esbozó una sonrisa maliciosa.

 

- Satoshi tiene cara de ser un novio cariñoso – comentó como si tal cosa, consiguiendo que Ryo se llevara las manos a las mejillas y se balanceara en el banquito que ocupaba frente a la barra junto a él.

- Es un amor – afirmó, sin procesar lo que acababa de hacer.

 

Y continuó meciéndose, completamente ido, hasta que la voz del líder resonó en su cabeza.

 

“No le digan a nadie que están juntos, ¿de acuerdo, tórtolos? O papá va a enojarse tanto que los va a matar lenta y dolorosamente, ¡y además los va a enterrar en cementerios SEPARADOS!”.

 

- Eh… T-Tatsurou, yo… - tragando con dificultad, Ryo sintió que había firmado su sentencia de muerte.

- Respira, hombre, te estás poniendo azul – se rió el otro, palmeándole la espalda de la misma manera bruta en que Ryo lo había hecho antes - Tienes suerte que sea yo el que te haya escuchado. Intenta ser un poquito menos obvio la próxima vez

- ¿No vas a decirle a nadie? – preguntó, boquiabierto.

- Dame un poco de crédito, no soy una basura, ¿sabes? Ustedes son mis amigos. Además, no podría traicionarte, después que estuviste toda la noche aguantando mis quejas

- Gracias

- Gracias a ti

 

Secándose el sudor que había empapado a una velocidad pasmosa su cara, Ryo suspiró, infinitamente aliviado.

 

A ver cuándo voy a aprender a cerrar la boca, se reprochó, sin dejar de mirar a Tatsurou como si fuera el alma más bondadosa sobre la faz de la Tierra.

 

- ¿Y no se enoja porque llegas tarde? – inquirió con abierta curiosidad el cantante, haciéndole señas al cantinero para que se acercara con la cuenta.

- ¿Eh? No lo sé, por lo general llego temprano – admitió, tirando una de sus trenzas. Por algún motivo que escapaba a su conocimiento se sentía de pronto muy intranquilo y, lo más extraño de todo, sobrio – Le mandé un mensaje, pero no me respondió. Debe haberse dormido antes

- Mh, qué raro – expresó, mientras pagaba todo y le indicaba a Ryo que lo siguiera – Venga, Ryo. Es mejor irnos antes de que nos echen, son las seis

- Ne, no era necesario que pagaras lo mío, ¿sabes? Yo podía… - de repente entendió lo último que había dicho - ¿¡QUE QUÉ?!

- Sí, el tiempo vuela, ¿no?

 

Con manos temblorosas, sacó su celular y al borde de la histeria deslizó la tapita, conciente que aunque volara no iba a llegar a casa antes que Satoshi se despertara y no lo encontrara por ningún lado. Al menos, le mandaría otro mensaje…

 

¡Enciende, pedazo de mierda!, pero no importó cuántas veces apretó el botón, el aparato no respondió. Y no recordaba cuándo lo había apagado, en primer lugar.

 

De hecho, no. No lo había apagado, lo cual solo podía significar una cosa.

 

 

Me… me quedé sin batería.

 

- Oi! ¿Qué pasa? ¿Te respondió? ¿Está enojado?

 

Pero Ryo no escuchaba. Como un autómata, bajó de la acera y llamó a un taxi, solo diciendo un rápido adiós con la mano a Tatsurou antes de abordar el automóvil.

 

- ¡Llámame si necesitas una coartada! – le gritó mientras cerraba la puerta, correspondiendo su gesto.

 

Sin poder creer todavía el grado de su estupidez, Ryo intentaba no entrar en pánico hasta ver qué tan mal estaban las cosas en casa. A buen seguro Satoshi estaría furioso, sobre todo si tenía en cuenta que mandar un mensaje cuando uno no tiene crédito no sirve de nada – cosa que debió recordar cuando lo escribió – y que esperar una llamada con el celular apagado era aún más inútil.

 

Así que, en términos oficiales, había pasado la noche afuera sin decirle una sola palabra.

 

¿Qué iba a hacer si Satoshi había pasado la noche en vela esperándole? O aún peor, ¿cómo lo miraría a la cara si había salido a buscarle y le había pasado algo? Sonaba a algo que su novio sería capaz de hacer sin problemas, considerando que siempre esperaba lo peor en cualquier situación. Seguramente hasta se había imaginado que estaba inconsciente y abandonado en algún callejón frío y oscuro...

 

El viaje, a pesar del poco tráfico, se le antojó el más largo que había hecho en su vida. Pagó con tanta prisa que se bajó sin recibir el cambio, y al ver el ascensor del edificio ocupado comenzó a subir las escaleras a todo lo que daban sus piernas.

 

Sin aliento y trastabillando, ingresó al departamento. Se quitó las zapatillas, la bufanda y el abrigo haciendo un alboroto tremendo al pasar a llevar todo cuanto tenía a su paso, girando la cabeza de un lado a otro, esperando que sus ojos se toparan con un colérico y angustiado al extremo demonio.

 

Pero eso no ocurrió.

 

Estaba a punto de echarse a llorar, temiendo la peor de las posibilidades, cuando divisó un pie asomando desde el borde del sofá. Al acercarse del todo, descubrió a Satoshi dormido pese a todo el ruido que acababa de hacer y tuvo que controlarse para no saltarle encima de la alegría que le dio verle bien y en casa.

 

Se conformó con darle un pequeño beso en los labios, pasando por alto un sabor extraño en ellos, antes de caminar hacia la cocina y servirse un poco de jugo.

 

Con el vaso en la mano, se puso a buscar el cargador de su celular que siempre perdía, porque tenía la maldita costumbre de tirar absolutamente todo por cualquier lado. Satoshi sin duda sabría dónde estaba, pero no iba a ser tan cruel como para despertarlo solo por eso, después de ser el causante de que se durmiera quién sabe a qué hora y en medio de la sala, en ese sillón incómodo.

 

Cerca del tacho de la basura, encontró una hoja de papel hecha un bollo y cuando se dispuso a tirarla dentro, un ramalazo de culpa le sacudió. Dentro de la basura había un montón de comida, sin duda la cena de anoche. Lo cual le dejaba con dos alternativas:

 

1) Satoshi se había enojado tanto porque no había aparecido que había tirado todo al demonio, olvidando su manía de no desperdiciar ni un gramo de comida.

2) Había dejado tanto tiempo la cena servida que se había echado a perder.

 

La segunda la menos probable, considerando que hacía frío y tomaba días que algo se descompusiera.

 

Soy una basura, pensó, apoyando el vaso en la mesada para abrir la hoja, con miedo. Y no se equivocó al sentirlo.

 

“Ryo, llámame cuando regreses.

 

                               Satoshi.”

 

Mordiéndose las uñas, Ryo intentó con todas sus fuerzas no sacar conclusiones. Arrastrando los pies, volvió a la sala y encontró junto al teléfono su cargador. La luz de la contestadora titilaba con insistencia y estuvo a punto de presionar el botón cuando recordó, a tiempo, que podría despertar a Satoshi si escuchaba el mensaje.

 

Además, apostaba ambos brazos a que era Shuu, insultándole hasta que se le acabara el aire o hasta que sonara el pitido de fin del mensaje. Lo que ocurriera primero – que obviamente no iba a ser lo primero -.

 

Así que conectó su celular a la corriente y, otra vez con miedo, lo encendió.

 

El número de mensajes recibidos, tanto de texto como de voz, aumentaba de manera vertiginosa mientras él miraba la pequeña pantalla como si pudiera morderle. Esperó conteniendo la respiración hasta que terminó, aparentemente, de cargar todo lo que había llegado y apretó el botón para escuchar los mensajes, sintiendo como un nudo se hacía gran espacio en el centro de su garganta.

 

- Primer mensaje. Viernes, 22:30 horas. De... soy yo, Ryo. Solo quiero saber si estás bien, es tarde y estoy preocupado por ti – hubo una pausa – Y te extraño. Llámame si puedes. Fin del mensaje. Segundo mensaje. Viernes, 23:15 horas. De… espero que no estés pensando que soy un maldito manipulador, de verdad solo quiero saber si estás bien – otra pausa – Necesito saberlo. ¿Estás enfadado conmigo, Ryo? Si hice algo que te molestó, hablemos cuando llegues, pero no te vengues así de mí. Por favor. Fin del mensaje. Tercer mensaje. Viernes, 23:45 horas. De… tu queridísimo y atento líder. Ryo, tesoro, tienes idea de la hora que es y de que es viernes, ¿no? Bien. Espero que entiendas el sacrificio que estoy haciendo desde hace HORAS intentando consolar a TU novio para que no se vuelva loco y llame a la policía. Más te vale que des una señal de vida antes de la madrugada. Fin del mensaje. Cuarto mensaje. Sábado, 1:45 horas. ¿¡PERO SE PUEDE SABER DÓNDE MIERDA ESTÁS, RYO, DESCONSIDERADO!? ¡CUANDO TERMINE CONTIGO NO TE VAS A ACORDAR NI DE TU NOMBRE, VAS A VER! Fin del mensaje. Quinto mensaje…

- ¿Ryo? Volviste

 

Un inexpresivo Satoshi le observaba desde cierta distancia, de brazos cruzados. Sus manos lucían especialmente blancas por la fuerza con la se estaba apretando a sí mismo, y Ryo no pudo más que sentirse peor. Tiró el celular al diablo, olvidando lo caro que le había costado el condenado, y se abalanzó sobre el vocalista.

 

Debía estar muy dormido todavía, porque no pudo con su peso y terminaron los dos en el piso. Pero a Ryo no le importó, y le abrazó con tantas ganas que creyó que lo estaba asfixiando.

 

Fuera cierto o no, sin dudas algo extraño le pasaba. Estaba duro como una piedra y decir que no correspondía su gesto era quedarse corto. Más bien parecía que quería que lo soltara de inmediato.

 

Y así lo hizo. Con lentitud, sintiendo que iba a morirse si no lograba que lo perdonara.

 

-  S-Sato-chan… yo, lo siento mucho. Estuve bebiendo con Tatsurou, te mandé un mensaje pero me olvidé que se me había acabado el crédito, y después la batería se…

- ¿Vas a decirme que no había otro teléfono que pudieras usar? – le interrumpió con voz gélida el vocalista, a mitad de su explicación. Ryo tragó con dificultad, clavando su vista en los pies de su novio.

 

Tenía razón. Podía haber pedido prestado el del lugar, o usar el celular de Tatsurou. O algo.

 

- C-Creí que… que estabas dormido. No quería molestarte – se atrevió a decir, muy bajito.

 

Pasaron tantos minutos en silencio que Ryo pensó que tal vez no lo había escuchado, cuando finalmente Satoshi habló otra vez.

 

- Me hace sentir estupendo que creas que puedo dormir sin saber dónde ni cómo mierda estás, gracias – expresó el mayor con ironía, para su horror alejándose de él y poniéndose los zapatos con rapidez.

- ¿Adónde vas?  - preguntó, sintiéndose un villano que ni derecho a hacer esa sencilla pregunta tenía.

 

Pero su boca se movió tarde, y sus palabras rebotaron contra la puerta cerrada.

 

Cuando escuchó la puerta del ascensor cerrarse, decidió que no importaba si tenía que prenderse de sus piernas como una sanguijuela para impedir que se fuera y hablaran, lo haría.

 

Salió como alma que lleva el diablo del departamento y de la misma forma o aún más rápido, bajó las escaleras hasta la planta baja. Para cuando llegó, el ascensor estaba apenas deteniéndose, y tuvo tiempo suficiente para tomar una gran y necesitada bocanada de aire antes de irrumpir en él, cerrar la puerta y apretar el botón de vuelta hacia su piso, todo antes que Satoshi tuviera oportunidad de detenerle.


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