- ABBA-
La voz de los ABBA sonaba a un volumen alto en el Impala.
Sam gimió de aburrimiento por duodécima vez desde que empezaron ese trayecto. Odiaba esa cadena de música.
A Dean le encantaba; Y Sam no tenía tiempo ni de idear una estrategia que le librara de semejante sacrilegio. ¡El viaje duraría aún 3 horas más!
Un cartel de aviso de una gasolinera cercana le dio una idea.
- ¡Para! Tengo la llamada de la naturaleza, será un momento.- puso su mejor cara de sufrimiento, captando la atención de su hermano.
- A 3 km hay una gasolinera. Aguanta hasta entonces .- torció los labios en una mueca y siguió su vista a la carretera
- ¡No me puedo aguantar! Para ahora.
Dean desvió su vista a su hermano, viendo ese falso rictus de perrito apaleado. ¿Quería jugar? Juego tendría.
Salió de la carretera y paró el coche. Sam, aliviado por poder salir del coche, intentó abrir la puerta.
- ¡Se ha vuelto a estropear!
- Sal por la trasera .- le contestó su hermano, haciendo caso omiso a los murmullos de su hermano “maldita chatarra....”
Sam se retorció en su asiento para pasar a la parte trasera, mientras Dean se sacaba el cinturón (¡Lo llevaba puesto, sí!) y se giraba al mismo tiempo.
Llevó su mano entre los pantalones de su Sammy, tanteándole la entrepierna, y lo tiró sobre el asiento cuan largo era. El menor echó un grito, escandalizado.
Se abalanzó sobre él sin piedad alguna mientras pensaba en atrancar la puerta más a menudo.
ABBA seguía sonando en los altavoces.
- La bella durmiente -
“Leeme un cuento Dean” había pedido Sam con un puchero en el rostro.
Por supuesto, Dean había vociferado algo así como “no seas niño y duérmete”, a lo que Sam se había rebotado empezando un berrinche digno de un crío de párvulos. Dean odiaba cuando Sam le hacía eso. ¡Lo hacía aposta para enfurecerlo!
“¿Y que cuento quiere que le lea al señorito Samuel?” había ironizado Dean mientras se incorporaba y echaba a un lado el cuerpo de su hermano. A Sam le brillaron los ojos y se le iluminó la sonrisa “La bella durmiente” había dicho, “la versión infantil no, la que tengo en mi mochila”.
Dean había pillado el libro (Aunque no le sonaba haberlo visto nunca antes) y abrió en una página cualquiera, empezó a leer.
A Sam no le importaba un comino lo que su hermano mayor le estubiese leyendo, tan sólo observaba como éste fruncía el ceño cada dos por tres, tartamudeaba alguna frase, se mordía los labios y se sonrojaba continuamente. Ese libro hacía maravillas.
- ¡Sam! ¡Este libro es pornográfico!- Lo observó con cara escandalizada, al no poder seguir leyendo en voz alta todo es montón de... cueros? Látigos? Cadenas? Orgasmos? O lo que fuese que iría a continuación. ¡¿Qué demonios leía su hermano?!
Con una sonrisa inocente Sam le arrancó el libro lanzándolo por la habitación y lo empujó sobre la cama.
Se subió a horcajadas y devoró avivadamente los labios de un más que sorprendido Dean que apenas entendía nada, haciéndole olvidar cualquier barbaridad que acababa de leer.
- ¿No es un libro completamente erótico? – le susurró lascivo en su oreja Sam, tras dejarle aire por respirar.
- ¿Qué libro? – de un empujón invirtió papeles.
Sam tomó nota mental: mañana comprar La Caperucita Roja.
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Trilogía de la Bella Durmiente, escrita por Anne Rice
Angie
LAdyVoldie