Ya había pasado el primer mes desde que Saga y Mu llegaron a la mansión de Saori, y todo había transcurrido con normalidad.
Mu se había alejado un poco de Saga, pues tenía en cuenta que él y Kanon tuvieron algo antes de ir al viaje, y ahora se sentía culpable por comenzar a sentirse atraído por Saga.
¿ Y porqué no ?
Saga era serio, callado, frío.
Otras veces era sensual, y otras, dulce y cariñoso.
En el fondo, Saga se preocupaba mucho por Mu.
Se encargaba de que nada le faltase y de que nada malo le sucediese.
Pero a pesar de que Mu y Kanon tuvieron algo, el pelilila estaba seguro de que para el peliazul había sido una obsesión, algo de momento.
Kanon nunca había sentido nada hacia Mu, pero el ariano sí hacia Saga, y cuando estuvo el problema del despertar de Kanon, el ariano no tuvo la posibilidad de defenderse.
Entonces, no hacía mal, ¿ o sí ?
Por su parte, Mu no estaba en lo incorrecto.
Kanon también se sentía culpable, pues porque veía a Mu como un ser puro e intocable, y el se había acostado con él.
Claro que sabía que Mu ya tenía sus 20 años bien cumplidos y no era un niño, pero era una persona que se hacía respetar.
Todavía no comprendía como Mu no le había echado a patadas cuando lo hicieron.
Quería, en parte, que Mu regresase de su viaje, para pedirle perdón por haberse metido con él, por haberle dado ilusiones si es que se las dió.
Otra parte de él no quería que regresara, porque no estaba seguro de como hacerle saber sus opiniones ya que no había pensado ni en cómo decírselo.
En Japón, todo iba de las mil maravillas.
Mu había ideado un plan para acercarse un poco más a Saga, y hasta ayudaba a Seiya a conquistar al Dragón, que por cierto era muy inteligente pero a veces podía ser muy idiota.
Saga en parte no sabía que era lo que rondaba por la cabeza de Mu.
A veces el pelilila se acercaba y se le insinuaba, y otras era distante y callado, y hasta podría admitir que lo evitaba.
Ésto deprimía en parte a Saga, pues estaba considerando la idea de que Mu no era quien se hacía creer, y que solo jugaba con sus sentimientos.
¿ Sus sentimientos ? ...
Ese día, Mu estaba en la huerta, pues en la mansión, Saori había plantado cientos de rosas que Afrodita le había regalado.
Su diosa era prácticamente una fanática de éste tipo de flores, por lo cual Mu no pudo negarse cuando la muchacha le pidió que las cuidara como si de hijos se tratasen.
Luego de regar, apagó la manguera y se sentó a leer, ya que el lugar era perfecto: tranquilo, lejos de toda persona, de todo sonido.
Apenas abrió el libro, volvió a cerrarlo, pues en la primera tapa ya describía como era la personalidad del protagonista.
No es que no le gustara, si no que era casi una copia de Saga.
Y aún se sentía culpable por haber tenido ese descuido con Kanon.
Saga se encontraba en su habitación, pensando.
Si antes había tenido un problema, creía que éste era el más grande de todos, pues sus sentimientos y quizás los de otras personas estaban en juego.
Si fuera él, él mismo, se jugaría de inmediato por Mu.
Pero su hermano estaba de por medio.
¿ Qué hacer en una situación así ?
Claro que Saga no sabía que lo único que había pasado entre Mu y Kanon había sido ese accidente, él creía que había más.
Y lo seguiría creyendo a menos que fuera Mu quien se lo negase.
- Mu ... eres un misterio para mí ...-Susurró asomándose a la ventana.
-Tengo que pensar ... ¡ pensar ! eso és ... pensar ... -se repetía Kanon.- Mu me gusta, me agrada, es buen amigo y la pasé bien con él, pero ... ¡ es mí amigo ! además creo que a mi hermano le gusta ... ¡ dios ! ensima a mi hermano ... ¿ y si Mu cree que cuando regrese estaremos juntos ? ¿ y si lo desepciono ? ¿ y si le hago daño ? Dioses ... ésto solo me pasa a mí ...
Cuando creyó que no podía ser peor, recibió un mensaje telepático de Shion, el cual le pedía muy cordialmente que se acercara a hablar con él, pues le daría una misión.
¿ Causa ?
En ésa semana, al menos todos habían sido enviados a una misión, y Kanon era el único que parecía de vacaciones.
Además, Shion sabía de las dudas que rondaban en la 'jóven' mente de Kanon, y estaba seguro de que si lo distraía, de que si pensaba menos en ello, menos le dolería.
Kanon arrastró los pies desganado, subiéndo las escaleras hasta donde estaba Shion.
Se tomó su tiempo en llegar, pues el viaje de ida sería su último tiempo libre, ya que las misiones que el peliverde le encargaba a él siempre eran largas y tediosas.
Sin embargo, cuando Kanon entró con porte elegante, con pasos decididos y una mirada profunda, no esperó encontrar allí al jóven más bello que había visto en su vida.
Y su nombre, era ...