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Siempre a tu lado, cuando me necesites. por Jean_Jerico

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La luz roja iluminaba el corredor y bajo ella un muchacho de facciones suaves y hermosas, delgado y solitario esperaba ansiosamente poder hablar con alguien que pudiera informarle sobre el estado de la paciente. Al otro extremo, un joven vestido con un terno azul y una camisa blanca, avanzaba hacia él. Llevaba sobre el hombro una mochila de cuero y en la mano algunos fólderes repletos de hojas. El muchacho lo miró con euforia y  alegría.

- ¡Akito! – gritó, mientras avanzaba rápidamente - ¡Llegaste! Sabía que lo harías.

- Por supuesto que llegaría. ¿O acaso lo dudabas? ¿Cómo está Noni? ¿Ha mejorado? – dijo mientras tomaba al muchacho de las manos y se sentaban cerca de la habitación.

- En estos momentos la están operando. Perdóname, Akito, por haber llamado así ... pero...

-         No tienes nada de que disculparte, tonto. – lo golpeó suavemente en la cabeza.

-         ¿Y el trabajo? ¿Te dieron permiso?

-         No, pero...

-         Entonces... ¿Cómo hiciste...?

-         ¿Para estar aquí? – completó la frase Akito – Fácil, renuncie. – sonrió al decirlo, sin malicia pero, también, sin pudor. 

-         ¿Qué?... Akito, yo...

-         Bueno, bueno, no te preocupes – intentó calmarlo - No es que yo quisiera hacerlo, pero no me dejaron otra opción. Cuando me enteré que Noni estaba enferma solicité el permiso, pero me lo negaron argumentando: que un salón de clases no se puede dejar así nada más, que debía de haber solicitado el permiso con anticipación, que ahora quien cubriría ese puesto... ufff – suspiró - en resumen, eso los fastidió. Pero insistí tanto, tanto, que me dieron a elegir entre el colegio y ver a Noni – y agregó, al ver la cara de preocupación de Kira – No te preocupes. Ya verás como todo sale bien. Además, Tú habrías hecho lo mismo por mí...

Kira estaba agradecido con Akito. Recordó las innumerables veces en que lo había necesitado y él siempre estuvo ahí, siempre. Cuando falleció su padre, Akito viajó en tren, durante toda la noche desde Tokio. Cruzó la isla entera, con una nevada infernal cayendo sobre el país. Se trasladó de un tren a otro y sólo bebía una taza de té de durazno en cada estación. Aquella vez Akito pensó en todos los buenos momentos vividos al lado de Kira, en como había llegado a conocerlo a lo largo de los años en los cuales su amistad se fue transformando en una relación más tormentosa y profunda. Kira le parecía una bella persona que se torturaba a si mismo, buscando respuestas que nadie nunca ha encontrado pero que siempre están presentes: ¿Qué es el amor? ¿Cómo es el amor? Recordaba sus ojos negros contrastando con su cabello rubio y ensortijado. Hurgó en su memoria tratando de repasar, uno a uno, los momentos en los cuales, en soledad y acompañados solamente por la música de las estrellas, iluminados por la luz de la luna, evocaban los momentos gloriosos del pasado, los amantes eternos de amores efímeros. Recordó cuanto tuvo que pasar para llegar al lado de Kira. Sentía el cuerpo adormecido pero luchaba para mantenerse despierto. En aquel momento se le anunció que el tren no podría llegar a su destino. La nevada había cubierto totalmente las vías y no podrían avanzar más. Faltaba treinta minutos para llegar y la maquinaria estaba lejos de aquel lugar, al otro extremo del pueblo. Y nadie vendría a socorrerlos hasta el día siguiente. Decidió aventurarse a recorrer el trayecto. No podía dejar de imaginar el rostro lloroso de Kira y esto lo enternecía.

Caminó durante dos horas, antes de perder el conocimiento, y lo encontraron tres horas después, cubierto totalmente de nieve y a punto de perder la extremidades, debido al congelamiento. Lo internaron en el mismo hospital donde agonizaba el papá de Kira. Fue una suerte que el único nombre que pronunciara era:  Kira Miyasawa, al cual todo conocían en el hospital. Aquella noche Kira iba de una habitación a otra, viendo al paciente de la cama 502 y al paciente de la habitación 403. Era difícil todo aquello. Kira lo cuidó con pasión y dedicación. Akito se recuperó dos días después y entendió inmediatamente lo que había sucedido: lo leyó en los ojos de Kira. Fue entonces que Akito decidió regresar a su pueblo natal, trabajar en él, a pesar que había recibido buenas ofertas en Tokio. Decidió nunca más alejarse de Kira.


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