Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Alevosía por Dazel Tenshi

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Contra todas mis predicciones estoy nuevamente con esta pareja. Realmente no sé de donde salió todo esto, pero ya llevaba un tiempo con la musa ausente y al parecer se desquitó con algo bastante deprimente.

Espero que lo disfruten, aunque sinceramente auguro que unas cuantas fans me darán sentencia de muerte  mí.

Los quiero lindos lectores!

Se escuchó un eco de gotas, un ligero murmullo que sonó una vez, dos, tres, y se detuvo.

Una mancha obscura se expandió con lentitud sinuosa, marcando riachuelos espesos en las grietas del suelo.

Sus ojos estaban fijos en la nada, ausentes, opacos, gélidos.

Movió su mano sucia sin real fuerza, sin meditada intención. Un reflejo inconsciente producto de su actual enajenamiento.

Su cerebro parecía no procesarlo, no lo entendía, no lo comprendía, se le volvía un reto ajustar las piezas.

Solo presenciaba en su mente retazos finos de reminiscencias mordisqueadas que seguían pareciéndole extrañas, ajenas, intrusas.

Giró su rostro en sinfonía de movimientos mudos.

Continuaba sellado en aquella torturante nada y sus ojos no fotografiaban su alrededor, las señales de retinas entre pupilas y pestañas cobraron un sin sentido que amenazó con aterrarlo.

Se permitió un vago pensamiento y concordó con ese huidizo suspiro, que pasaba de la media noche cuando su conciencia  intimaba con regresar.

No auguraba emociones ni sensaciones que le advirtieran de su actual escena, su cuerpo abandonó impulsos nerviosos que le admitieran un sentir.

Seguía sin poder comprenderlo.

La pesadumbre dejó escapar un quejido de sus maltratados labios, mientras su cabeza cedía con resignación sobre su pecho. Un olor sanguinolento le invadió fosas nasales, garganta, pulmones, cerebro. Era tan asquerosamente real y cercano que tuvo terror.

No se sentía herido, no había dolor, ni escozor, ni derrame, no había nada, y aquello aumentó su histeria.

Nada tenía lugar en su esquina temporal, nada tenía sentido en su perseverante cuestión.

Intentó un remezón en sus extremidades, y estas se negaron entumecidas, solo movió sus dedos, falanges torcidas soportando el húmedo peso de un algo desconocido.

Aquello alarmó sus razonamientos y quiso gritar cuando todo se volvía tan lento, tan categórico y expectante.

No quiso abrir los ojos aún, una suma de horror le mantenía callado, así era mas fácil quiso creer. Engañando un poco más la realidad inminente.

Sus cabellos se le pegaron a la sudorosa frente, picándole los ojos, molestándole la vista, recordándole su situación.

Movió esta vez sus manos, acariciando texturas de suave fricción, una tibieza macabra y el blando recibimiento de un peso que cedió.

Las cosas comenzaban a tomar un cauce, una explicación, a encajar burlonas en su recto sentido.

Se amedrentó nuevamente cuando volvió su cabeza sobre su cuello, con violencia la encajo entre sus hombros, dirigió su nublada vista a un mohoso techo.

Esta vez sintió sus piernas, entumidas, hormigueándole con dolor, con punzadas finas que le presentaron su encogida posición, sentado sobre ellas, con los pies escondidos a su espalda y las rodillas raspando el cemento del piso.

Sus irises mantuvieron el camino fijo a un tablón roído de marrón color. Sintió arderles en lagrimeo y unas cuantas lágrimas abandonaron el éxtasis que cayó cálido por las pálidas y marcadas mejillas.

Regresó con otra carga de movimientos que produjo una cadena de perversas reacciones. El peso mustio entre sus manos resbaló con imprudencia lánguida hasta caer sobre el frío suelo con un seco y desconocido eco, que le martilló la audición unos cuantos minutos de rigor.

Llanto, fue lo único que pudo y quiso obedecer su mutilada mente, y como sentencia inesperada cayeron unas cuantas desesperadas lágrimas, purgando culpas, royendo emociones, escociendo en lo más profundo de su consternación.

Como último recurso rogándole a algún ente de superior divinidad que eso fuese una más de sus desquiciadas pesadillas. Pero el frío nocturno, ese hedor rojizo y las manos temblándole le interrumpían con crueldad macabra sus plegarias no atendidas.

Entre frases danzándole las reflexiones, un reflejo de iluminado recuerdo le irrumpió las pupilas.

Se vio a si mismo, figura adusta y mueca seria, una sabida ira le acompañó también. Un lugar que exactamente no ubicaba, pero algo que decoraba su mapa mental le perturbó sobremanera.

Era él, su antaño amigo, su meta ilustre, su enfermiza obsesión, frente suyo, con esas sonrisitas burlonas, con su cabello azulado meciéndose levemente, con los siempre fríos ojos escrutándole el alma, con su katana de hierro desenvainada.

Lo recordaba, ahora sí podía perpetuarlo, se habían encontrado, como tantas otras veces en su eterno tira y afloja, en su carrera de persecución, en sus desviados fines. Eran nuevamente ellos dos frente a frente, con las mismas trilladas frases sobre amistad y lazos, venganza y asesinatos.

Y como tantas otras se afrontaron en una batalla de golpes inhumanos, desgarrados cortes, sangre bullendo y algún grito desesperado.

Hasta donde alcanzaba a recordar todo se había presentado con aburrida normalidad.

Pero al parecer el minuto de lucidez no le abandonó y otra remembranza de diferente gusto en su imaginación quiso actuar esta vez.

Era otro encuentro, quizás un poco antiguo, o tal vez actual. Su mente no discernía del espacio tiempo adecuado para la cronología de los recuerdos…

Él, rubia figura, cortando el manto nocturno, contrario a la suya, una obscura estampa mimetizándose con la brisa azabache.

No se habían hablado aquella vez, sus cansados cuerpos no les permitieron un violento acercamiento. Todo había sido un adusto cruce de miradas, una conexión extraña que los atrajo en un desorden de pensamientos.

Ambos musitaron entre sus reflexiones un montón de enterrados deseos, de olvidados anhelos que despertaron una conjunción más allá de la costumbre.

Se acercaron con cedido acuerdo, se observaron entre respiraciones agitadas y algún pestañeo de angustia.

Uno tomó al otro con desmedida fuerza el brazo, ya no podía diferenciar con exactitud cuál de los dos. Mas aquello había sido el dulce gatillo de una apremiante sensación, se pegaron sus cuerpos con el imantado ímpetu de una pasión reprimida.

Y ambos en una alevosía de suspiros se besaron con más dientes y lengua de lo que la ternura permitía. Se tocaron con una confusión de ira y deseo que les produjo un masoquista placer.

Era dolor, sangre y gemidos bañando con ímpetu un vehemente recuerdo, como ninguno cedía ante los deleites regalados, como ambos se derretían en las caricias ajenas con languidez prohibida.

Fue una batalla de cuerpos sudorosos, con los ojos muy cerrados para que el arrepentimiento no les ensuciara la ilusión. Con el rubio bajo el cuerpo de su albo contrario, con su piel dorada profiriendo estremecimientos de delicado placer.

Con los cabellos negros moviéndose al ritmo de las inconfundibles embestidas otorgadas a su compañero, en una sinfonía de sexo y emociones fugadas.

Eran dos silenciosos animales dejando bullir los instintos y cohibidos afanes.

Esa fue una olvidada noche entre sus remembranzas fotografiadas.

Un lloriqueo de inquietud se dejó oír macabro entre el gélido silencio de aquella habitación. Esos recuerdos solo habían sido insoportables escenas que aumentaron su mental desesperación.

Huyó un grito desgarrador de entre sus labios cuando clausuró sus ojos y removió su cabeza de su estancada posición. Los cabellos rubios siguieron un recorrido para terminar cayendo sobre su febril frente.

 

Cuando ya pasaban esas horas de tortura impuesta, decidió mordiéndose la lengua con dientes apretados, que era hora de enfrentar lo que fuere, de respaldar con valentía su propio accionar.

Siguió su cabeza un camino decidido, mucho más largo de lo que aparentaba ser, mucho más sinuoso de lo que deseó, todavía más angustiante de lo que prometía ser.

Y cuando llegado a su cometido, su vista sobre el suelo, un terror de pesadilla confirmó sus sucias suposiciones.

Frente a él, a un lado de sus flectadas rodillas yacía entre juego de sombras y manchas de sangre un cuerpo rígido. Sutilmente frío, en una impropia posición, con los brazos tiesos entre el sopor nocturno, con los ropajes desgarrados y completamente obscuros en una composición de negro y marrón, sangre secándose en una burbujeante herida entre su pecho y estómago.

Era una escena de asquerosa maldad, desorbitantes sensaciones y un rostro de pacífica expresión.

El rubio enajenado aún observaba fijo aquella figura extendida con gloriosa muerte entre sus cabellos azulados y la katana de hierro descansando entre sus dedos.

Era su reconocible compañero el que parecía burlarse de su piadosa expectación.

Ya no quiso pensar cuando movió sus entumidas manos sobre aquel perverso cuadro de extenso dolor, se introdujo con miedo entre las extremidades y espalda del cadáver mancillado. Se acercó con sigilo al pecho quieto de su frío contrario y se recostó con taciturno sollozo entre su sangre y su expiración.

Cerró los ojos con ardoroso pestañeo y silenció su último recuerdo en una alevosía de desesperación.

-Na.Naruto…- dejó escapar sus labios en un musitado quejido. Y se vio a si mismo con su mano cruelmente enterrada en aquellas entrañas de rojo caer. Abrió sus ojos a más no poder y presenció el último respiro de Sasuke al caer sangrante entre sus traicioneros brazos, con la última calidez otorgada por su dulce muerte.

 

 

 

 

Notas finales:

Espero les haya gustado... u.uU.

Les dejo besotes.

Sayoo~~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).