Todo aquel que conocía a Deidara podía rápidamente clasificarlo como una persona temperamental. Con una personalidad irascible capaz de hacer explosión cuando menos te lo esperabas.
En sí el rubio era alguien fácil de catalogar, se le podía describir como un desquiciado artista, caprichoso y hablador.
Era una persona a la que fácilmente se le sacaba de sus casillas y alguien a quien no podías detener cuando detonaba en furia.
Sí, todos conocían cual era el comportamiento de Deidara, y sus actitudes solían ser predecibles.
Y esto era algo de lo que Tobi definitivamente se había aprovechado.
Había que decirlo, el hombre enmascarado había usado todo aquel conjunto de reacciones a su favor.
Porque cuando venía corriendo con toda aquella inexplicable e infantil energía, sabía que el pequeño rubio lo esperaba con una vena en la frente saltando de ira. Entonces se lanzaba, con una sonrisa tras su máscara, a la espalda delgada del contrario para solo recibir algún golpe rebosante de enojo que era correspondido por los cansadores llantos de un inmaduro Tobi.
Definitivamente el pelinegro lo sabía, y esa era su constante rutina, fastidiar al rubio y que este se desesperara en insultos contra su persona.
Tobi lo sabía y no confiaba en algún cambio por parte de su Rubio compañero, y es que tampoco lo pedía. Todo le causaba mucha gracia y lo divertía sobremanera.
Pero aquella vez, en esa larga y extenuante misión, las cosas había tomado un brusco giro.
Todas aquellas rutinarias acciones habían tomado un cariz completamente diferente, y porque no decirlo, completamente inesperado.
Esta vez el de la máscara había decidido sorprender a su compañero, ambos caminaban con paso seguro en algún prado perdido en cualquier aldea, y el aburrido Tobi había decidido hacer aquel largo trayecto algo más ameno, mientras se quedaba parado, dejando que el otro siguiera su camino en solitario.
Cuando ya habían pasado unos minutos y el contrario pudo notar la ausencia de su molesto compañero, se giró inquieto para llamarle con un grito impaciente. Entonces Tobi viendo que su plan se cumplía al pie de la letra, comenzó a caminar con calma, luego de un rato apuró su paso a un ligero trote y terminó con un alegre enmascarado corriendo hacia la silueta de Deidara, quien le esperaba unos metros más allá con esa mueca alterada marcándole el suave rostro.
Finalmente con todas las ganas surgidas de su malintencionada actitud, Tobi se había lanzado hacia su camarada, había cruzado sus lagos brazos por la cintura de un distraído rubio y lo había empujado fuertemente con la velocidad de su anterior movimiento. Causando que ambos cayeran con estrepitosa potencia al duro camino de tierra.
El pelinegro reía estruendosamente mientras aun se encontraba relajado sobre el pecho de su rubio compañero.
Mas algo había salido mal, ya habían pasado algunos cuantos segundos con demasiada calma y realmente le extrañaba que el chico de ojos azules no estuviera pateándole o gritándole alguna maldición como solía hacerlo.
Un estupefacto Tobi alzó suavemente su cabeza para observar a lo que su rubio compañero le sucedía.
Y solo pudo petrificarse en cuanto vio que en aquel rostro blanco y andrógino se pintaba en un suave sonrojo muy atípico, pero inevitablemente incitante.
Entonces Tobi pensó que aquello se salía de toda regla, ese comportamiento no le pertenecía a Deidara, incluso llegó a pensar que podía ser un clon de algún ninja infiltrado, pero descartó rápidamente la idea, después de todo el sharigan no podía ser engañado con un truco como ese.
Y solo le bastó unas milésimas para aclarar todo aquello, Deidara, en aquella posición, con todos las partes de sus intimidades peligrosamente rozándose, era realmente una situación comprometedora, capaz de cambiarle su predeterminado comportamiento a aquel rubio.
Y tan solo le bastaron unas cuantas milésimas más para que todas sus intenciones se volcaran en sacar buen provecho de aquellas circunstancias. Se incorporó levemente sobre el blando y cálido torso de su contrario, e impulsándose con sus piernas se posicionó frente al rubio. Sin mediar palabras, sin titubeos ni rodeos, y sobre todo sin darle tiempo de reacción a aquel explosivo artista, Tobi tomó su anaranjada máscara y la desprendió rápidamente. Notó como un sorprendido brillo hacía acto de presencia en los azules ojos de su contrario, y nuevamente sin pensárselo mucho, descendió con ímpetu, hasta llegar al borde de la cercanía, rozando con su aliento los labios de Deidara. Y así simplemente le besó, con ferviente ternura le arrebató la respiración con los labios.
Y si todo aquel extraño comportamiento del rubio artista le había sacado de sus cabales, el momento en que su lengua y labios correspondieron en una tímida caricia, supo que Deidara no era tan previsible como solía catalogarlo. Y de su comportamiento podía esperar muchas cosas.