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I need you so much por EvE

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Notas del fanfic:

Hallo!

Este fic está dedicado con todo mi cariño a mi amiga
SETSUNA, por motivo de su cumpleaños.

Chepiiii! Espero que te guste, y si por ahí te topas con cosas similares.. fue mera coincidencia!! XD

Se trata de un song fic que al principio no tendría que haber acabado como a´cabó, pero que ocurre usualmente con todo lo que hago, tomó un giro drástico en su historia en algun momento mientras escribía. Con todo, espero que no haya quedado tan mal, ya que es la primera vez que escribo sobre la pareja aunque llevaba mucho tiempo con la tentación.

La canción es un remix de "Touch me" , del DJ Tiesto, contiene una que otra escena de lemon.

Espero que les guste y...

¡¡¡FELIZ CUMPLEA—OS SETSUNA!!!

Disfrútalo por que es para tí ^w^.

Con cariño, Patts.

+ I Need you so much +

 

– ¿Crees que vuelva? –

Los ojos verdes de Kanon, ocultos bajo unas modernas gafas de sol, se posaron en el cielo azul del medio día, surcado por nubes blancas que parecían esponjosos trozos de algodón y un montón de impertinentes y ruidosas gaviotas. Suspiró. Eo volteó a verlo, sin dejar de comer en ningún momento de su bolsa de frituras, con una de sus clásicas sonrisas socarronas en los labios.

– Volverá, te lo aseguro… –

Otro suspiro, y Julián entonces se fijó en él, con sus enormes ojos azules y una expresión jovial.

– Déjalo extrañarnos más –

– Supongo que si… –

– Además, ¿Qué cosa puede hacer Isaac en el congelador siberiano? Echará de menos el sol –

El sonido de Eo al masticar hizo que Kanon desviara su contemplación en el cielo hacia su amigo chileno, mirándolo con una expresión entre divertida y contrariada. Los ojos del pelirosa lo observaron por debajo de sus lentes estilo aviador, sonriendo más insolente mientras se llevaba un puño de las frituras a la boca.

– Tienen ají y queso,  ¿Quieres? –

Kanon negó con la cabeza, soltando un pequeño bufido antes de suspirar una vez más.

– Debería ir a buscarlo, ¡Es solo un niño! –

– Ni tanto, tiene 18 años, puede cuidarse perfectamente bien solo – Respondió Julián, mientras palmeaba su hombro del gemelo menor y sonreía afable – Cuando haya encontrado eso que buscaba, volverá –

Las explicaciones de sus amigos no eran suficientes para Kanon, el lo extrañaba mucho… habían pasado casi 3 semanas desde la última vez que viera a Isaac y las circunstancias en que se diera su despedida no resultaron las mejores. Una absurda discusión los tenía distanciados al momento de que el chico peliverde se fuera, dejando a Kanon con un montón de dudas y remordimientos.

Pero tal como Eo y Julián decían, Isaac estaba enraizado al templo marino, y su montón de delirios existenciales no iban a hacer que los olvidara, especialmente a Kanon, de quien decía estar enamorado.

Una sensación helada recorrió los dedos del Sea Dragon, hasta ese entonces notó como su helado de fresa se había derretido y ahora manchaba su mano bronceada, tan metido en sus divagaciones estaba que ni siquiera recordaba ya lo que se comía.

– ¡Rayos! – sacudió la mano y una gota de helado salpicó los lentes de Eo, que procedió a limpiarlos con una mirada de fastidio… en el cabello de Kanon.

Aquel suspiró resignado (ignorando por completo la acción de Eo) mientras alcanzaba una de las toallas que llevaban para limpiarse, la mano y arrojar a la arena el cono aguado.

– Solo espero que vuelva pronto, nunca ha estado tanto tiempo fuera del templo marino, tal vez la esté pasando mal –

Eo negó con la cabeza. Su General en jefe contaba ya con treinta y dos años y seguía teniendo un espíritu de adolescente enamorado. A veces creía que hostigaba a Isaac al sobreprotegerlo, de hecho cuando se enteró del escape de aquel ni siquiera le resultó sorpresivo… lo esperaba, tarde o temprano el Kraken decidiría tomarse unas vacaciones de su yugo. Aunque no podía ser tan malo… si Kanon lo adoraba, ¿Qué podría molestarle de eso?

Él nunca había sido precisamente un experto en la materia del amor, de hecho no entendía a ningún bendito enamorado, así que decidió dejar de pensar en eso para seguir agotando el contenido de su bolsa de frituras. Por su parte, Julián continuaba contemplando la vastedad del mar y al montón de gente corretear de un lado a otro en la arena, disfrutando de aquel fin de semana tranquilo, como casi todos esos fines de semana que decidían reunirse en la playa, los marinas, él y Kanon.

Aunque ahora faltaba uno. El más pequeño y conflictivo, pero también el más dulce y el que le arrancaba mas sonrisas a Kanon. Tal vez por eso mismo el grupo se sentía un poco vacío ahora, sin el entusiasmo del Sea Dragon y sin la insolencia de Isaac, nada era igual.

– ¡Iré a buscarlo! –

– ¡Ni siquiera sabes donde está! – Le dijo medio exasperado Julián, escuchando sus palabras casi incrédulo.

– ¡Lo encontraré! –

Kanon se puso de pie de un solo movimiento, comenzando a caminar hacia el agua como si ahí se encontrara el marina peliverde, atravesando la arena a paso rápido, sin percatarse de que estaba convertida en una improvisada cancha de voleibol y que la pelota iba directo a su peli azul cabeza. Solo el golpe y el montón de arena que aquel soltó le hicieron detenerse. La figura escultural de Thetys ataviada con un sexy traje de baño en detalles hawaianos se dirigió sonriente hacia él, mientras Kanon se sobaba el golpe y ella se prendía de uno de sus brazos.

– ¡Juguemos! –

La voz festiva de Thetys fue como la chispa en la pólvora.  Nadie dejó marchar a Kanon, y este tuvo que resignarse a la algarabía de sus amigos, a fin de cuentas no le resultaba tan difícil hacerlo…siempre lo aliviaban.

Y cuando todos creían que Isaac sufría con su soledad, el chico peliverde estaba más divertido que nunca. Había salido del templo marino una mañana del mes de mayo, dispuesto a relajarse y quitarse un poco la presión de ser el novio oficial de Kanon y el más pequeño del grupo. Sentía que nadie en ese lugar lo tomaba en cuenta, que no era más que el “niño” consentido de Kanon y su voz nunca valía entre las demás. Estaba francamente cansado de eso, quería ser libre, respirar otros aires…

Por eso no dejó pasar la oportunidad que se le presentaba cuando Seiya y los otros chicos de bronce lo invitaron a ir de trotamundos, además, su maestro Camus también iría, era una oportunidad perfecta para pasar un tiempo con él…  sobretodo por que en los últimos meses, se sentía completamente fuera de lugar en el templo marino.

Quizás necesitaba poner en claro sus sentimientos, respecto a eso y respecto a Kanon, pues luego de cuatro años de relación, ya no sentía el mismo  ánimo.

Pero mientras organizaba sus sentimientos, era genial estar en Río de Janeiro, a punto de lanzarse del bongi y con la adrenalina a tope. Tanto tiempo sin emocionarse así, tanto tiempo de contenerse las ganas de escapar.

– ¿Listo Isaac? –

La voz de Hyoga desde abajo le animaba. Se puso de espaldas al vacío  y cerró los ojos, extendiendo sus brazos como un par de alas, con el viento acariciándole y una sonrisa segura en sus labios. Poco a poco dejó que la gravedad lo arrastrara, era tan increíble dejarse caer, sentía que todos los problemas de su vida se solucionaban con solo aventarse de espaldas al precipicio, la sangre le fluía inesperadamente, como si los engranes de su cuerpo acabaran de ser lubricados.

Se sentía perfecto… y había sido tan fácil como aventarse al vacío.

– ¡Debí haberlo hecho desde hace mucho tiempo! –

Sus amigos celebraban festivos desde abajo, su maestro y Milo alzaban las manos, acompañando los vítores de los demás  mientras Isaac se balanceaba sobre el agua mansamente, con la sonrisa aun adornando sus juveniles facciones y los brazos extendidos hacia la laguna… tan libre, tan tranquilo.

Sentía que podía hacer eso una y otra vez.

Y Kanon, en la lejana Grecia, pensaba en un sinfín de problemas por los  que podría estar pasando el pequeño Isaac. Se paseaba de un lado a otro por el salón principal de la casa de Julián, donde al caer la tarde se habían reunido para seguir disfrutando de aquel lindo sábado, sobretodo por que faltaban escasos 4 días para el cumpleaños de los gemelos y aún no decidían absolutamente nada. Kanon ni siquiera prestaba atención, y que se pusiera de acuerdo con su hermano para celebrar era casi un imposible… Saga y él parecían de planetas distintos, lo mismo que los amigos de cada uno,  pero con todo y eso, los gemelos se llevaban muy bien.

En esa tarde el Sea Dragon no tenía cabeza para pensar en celebraciones, cuando el Kraken se encontraba lejos y sin saber de él.

¡El muy ingrato ni una llamada le había merecido!

Kanon pensaba en castigarlo en cuanto volviera a verlo… aunque lo mas seguro era que olvidara esas intenciones en el primer instante.

– ¡No resisto más! Iré a buscarlo  –

Los marinas lo contemplaron con el gesto demudado, Eo negó con la cabeza y entornó los ojos, mientras Sorrento miraba francamente fastidiado al peli azul que se dirigía hacia la puerta sin mediar más palabras.

– ¡Ni siquiera elegiste el sabor de tarta que quieres! – Dijo Baian, que aún sostenía el catálogo de pasteles entre sus manos.

– Que decida Saga, la que el elija estará bien para mi –

– ¿Al menos tienes una idea de donde está? –

– Si lo conozco tan bien como creo conocerlo… estará en Rio de Janeiro, hace un par de años que me comentó de sus deseos de conocer esa ciudad, casi puedo jurar que es ahí donde está – Meditó el Sea Dragon, mientras se mantenía de pie en el umbral de la puerta, tras haber respondido a la pregunta de Kaysa.

– Bueno, que remedio, iremos por Isaac  –

Khrisna, que hasta ese momento se había mantenido con los ojos fijos en otro de los catálogos para la fiesta, se puso de pie tranquilamente y avanzó hacia Kanon, dejando a todos boquiabiertos y algo contrariados en sus asientos.

El General le sonrió, sin poder evitar dar un par de aplausos y luego acercarse para interceptar al general del Índico, palmeándole un hombro.

– ¡Rio de Janeiro es lindo! Yo también voy – Thetys también se levantó, jalando a Julián y a Eo de las manos para hacerlos pararse, dirigiéndolos entre empujones hacia donde Khrisna y Kanon estaban.

– ¡Vámonos todos! – Concluyó Baian, seguido de Kaysa que ya se frotaba las manos con actitud maliciosa.

La vida nocturna en Rio de Janeiro era perfecta, y si, todos necesitaban un cambio de aires. Solo Sorrento se había quedado en los sillones, mirándolos fastidiado mientras entornaba los ojos y negaba con la cabeza, hasta que finalmente se puso de pie, caminando con pasos molestos, haciendo gestos de impaciencia y aspavientos con las manos.

– ¡Soy el único que se preocupa por los detalles de la fiesta! –

– Sorrento, no te lo tomes a mal  – Kanon lo abrazó, dejándole un beso tronador en las mejillas – Agradezco todo tu esfuerzo, pero no estamos completos sin Isaac y yo quiero que el venga a la fiesta –

Todos asintieron a las palabras de Kanon, dándole la razón a lo que decía; y a Sorrento no le quedó más que aceptarlo. Sonriente, dejó que el General del Atlántico norte abriera un portal, al que todos entraron con lujo de algarabía.

Mientras tanto, en un bar frente a la playa, Isaac se divertía bebiendo “shots” de ron y compitiendo contra Ikki por el ver quien resistía más.  La contienda iba demasiado pareja, lo mejor de todo era que el día en Río de Janeiro apenas comenzaba, así que aún tenían muchas oportunidades mas de diversión. Luego de saltar en el bongi se dirigieron a celebrar al bar del hotel donde estaban hospedándose.

A Isaac nunca le habían permitido tomar de aquella forma, a pesar de que ese año cumplió su mayoría de edad; Kanon y los demás estaban empeñados en tratarlo como a un bebé, siempre queriendo imponerle reglas, aunque a fin de cuentas era por molestarlo más que por protegerlo. Se sentía muy bien lejos de sus compañeros marinas, de hecho se sentía perfectamente… ni los extrañaba, ni los necesitaba, es más, ni siquiera había pensado en ellos o en Kanon…

La belleza rusa de Hyoga y el ambiente del lugar le mantenían distraído, jamás le pasaban desapercibidas las miradas cómplices  y hasta coquetas que su ex compañero de entrenamientos le dedicaba, aún en contra de que Ikki no dejaba de mirarlo con recelo, hasta coraje.

Por eso no desaprovechó la oportunidad de acercarse más al rubio ruso cuando el momento de intercambiar “shots” con besos se presentara.

– ¿Quién será el primero en hacerlo?–

Cuestionó en tono festivo Seiya, mientras alzaba la botella de ron ya casi vacía y empezaba a  “rolarla” entre sus compañeros.

Isaac se la arrebató, y antes de que pudiese reaccionar, bebió de golpe el contenido de esta. Atrajo a Hyoga por la nuca y lo acercó a él, haciendo que el joven caballero de bronce se golpeara contra su pecho. El peliverde le sonrió seductor, acercando su boca a la del ruso, ante los gritos festivos de los amigos y las miradas medio sorprendidas de la demás concurrencia, que pese a eso no disminuyeron en su entusiasmo.

– Yo voy primero –

Se mordió el labio inferior, antes de sellar la boca de Hyoga con un beso invasivo e intenso, que lo hizo reclinarse hacia atrás y prenderse de su nuca, trabando un contacto húmedo, lleno de ardor.

El portal dimensional de Kanon se abrió justo frente a aquel bar, a escasos metros de donde el espectáculo se llevaba a cabo, importándoles bien poco a los marinas los gestos extrañados de los que alcanzaron a verlos.   Kaysa y Eo de inmediato se dirigieron al gentío, seguidos muy de cerca de Kanon y los demás, aunque los primeros frenaron en seco al acercarse al nutrido centro, mirando el espectáculo desconcertados.

El marina peli azul se abrió camino entre la gente, pero ver a Isaac y a Hyoga besarse de aquella forma le hizo dar un paso brusco hacia atrás.

Los que  ya lo conocían de los presentes no pudieron disimular la sorpresa de verlo ahí, e Ikki por  su parte sonrió casi malignamente.

– ¡Isaac!  –

La voz de  Kanon era inconfundible para el aludido aunque estuviera entretenido en saborear la boca deliciosa de Hyoga. Se separó al instante de  él y contempló al Sea Dragon con sorpresa, antes de arrugar el gesto e increparlo iracundo. Apartó al rubio con lujo de impaciencia, notando como su respiración acelerada se había acelerado aún más al descubrir la presencia de sus compañeros marinas y del que se suponía era su novio… justo cuando pensaba que se había librado de ellos.

Tenía las manos crispadas, aun así, señaló a Kanon con ella de ellas, tembloroso y desesperado… aunque n o sabía si era por saberse descubierto o interrumpido.

– ¿¡Qué haces aquí!?   ¿¡Qué hacen todos aquí!? –

Si antes Kanon se encontraba terriblemente confundido, el recibimiento de Isaac lo empeoró todo, casi le enfureció su actitud. Aún así no perdió compostura, respiró profundamente un par de veces y se acercó al  chico, tomándolo de un brazo para arrastrarlo fuera, a pesar de su resistencia, aunque Kanon nunca se mostrara agresivo con el.

Solamente no quería que las personas ahí presentes se enteraran de cualquier  discusión que tuvieran… por que con todo y eso, el  Sea Dragon no pretendía discutir… no en e se sitio.

Pero Isaac parecía fuera de sí. Se liberó del agarre de Kanon en cuanto pudo y lo empujo por el pecho, contemplándolo agitado y más ofuscado que al principio.

No podía creer que lo hubiesen seguido hasta ahí…

– ¡Estoy harto de ti! –

– ¿Por qué me dices eso? – Kanon no daba crédito a lo que escuchaba – ¿Qué cosa te pasa? –

– ¿¡Qué qué me pasa!? – Isaac abrió los brazos, aun sostenía su botella de ron – ¡Pasa que me tienes harto, Kanon, eso pasa! –

Los marinas que los habían seguido hasta las afueras del bar  no  podían creer lo que escuchaban, ese no parecía ser el Isaac que conocían. Julián se acercó a ellos, sujetando de los hombros al Kraken suavemente, temeroso de levantar  otra reacción en el joven.

– Vamos a casa Isaac, estás ebrio, iremos a casa ahora –

– ¡Por supuesto que no! ¡Yo no voy a ningún lado con ustedes! Y el templo marino no es mi casa… ¡Nunca he pertenecido ahí! –

– ¡Basta ya de decir tonterías! ¡Nos vamos y punto! – Kanon avanzó hacia el con determinación, pero Isaac retrocedió hasta donde estaban ya Camus, Milo y los demás, deteniéndose entre Hyoga y  su maestro peli rojo – ¿Por qué…? –

La voz del Sea Dragon reflejó una tristeza y confusión innegables. Los ojos de Isaac le devolvieron una mirada altiva y casi indiferente, evadiéndolo al final para tomar un profundo suspiro.

– Se acabó, Kanon… hay demasiadas diferencias entre nosotros, ya no quiero seguir contigo –

El gemelo mayor bajó la mirada, aunque había una sonrisa suave en sus labios,  como si las palabras de Isaac no le causaran demasiada sorpresa, tal vez porque en el fondo ya presentía aquello. Lo había visto en sus ojos cuando estaban juntos… el hastío, su falta de entusiasmo, sabía que tarde o temprano el chico pronunciaría aquellas palabras, aunque nunca se preparó realmente para ello.

En el fondo tenía la esperanza de que el amor que se profesaban superara a la rutina.

Estaba desarmado.

Los marinas lo contemplaban absortos, a él y a Isaac que se mantenía tan en silencio como estatuas, solo atentos a las palabras y acciones de cada uno de ellos.

– Debiste ser mas honesto y no esperar a hacer estos espectáculos para decirme lo que sentías, Isaac  –

– Traté, pero nunca me escuchaste –

– Pensé que eras feliz  –

–  Pues ya ves que no  – El Kraken enfrentó la mirada de Kanon con altivez, con el semblante tranquilo y resuelto – Y respecto al templo marino, de momento no sé si quiera seguir siendo un marina – se dirigió ahora a Julián y a los demás, con un gesto mas afable, casi apenado – Me tomaré un tiempo para pensarlo, de momento voy a quedarme en la mansión Kidoh con mis  amigos… espero y me comprendan –                                                                                          

Nadie dijo ni una sola palabra. Julián miró a Isaac condescendiente, pero los demás parecían ofuscados, Eo inclusive lucía decepcionado, lo mismo que Sorrento y Baian, quienes no concebían las palabras y el capricho de Isaac.

Kanon por su parte asintió, antes de darle la espalda y abrir un portal metros delante de él, sin detener sus pasos mientras le dirigía sus últimas palabras al chico peliverde.

– Si eres listo como creo que eres, volverás al templo marino…– volteó a  verlo,                                quedándose junto al umbral del portal. Sus ojos reflejaban cierta indiferencia que a Isaac estremeció sin comprender exactamente del por qué de aquella reacción en el – ¿Por qué querrías ser un simple  caballero cuando tienes el derecho de ser un General? Piénsalo… y buena suerte –

Los Generales, Thetys y Julián lo siguieron, casi sin quererle despegar la mirada a Isaac, mascullando alguna que otra cosa respecto a lo absurdo de su comportamiento pero sin siquiera querer cambiarlo. Todos sabían que si el peliverde necesitaba un tiempo para pensar, podía tomárselo, en el templo marino nadie estaba a fuerzas.

Aunque a decir verdad, ninguno de los demás comprendía la actitud de Isaac.

¿De verdad estaba tan harto o era solo uno más de sus berrinches?

Eso nadie lo sabía, solo el tiempo podría revelar la verdad.

Pero para Kanon las cosas estaban claras ahora; ilusionarse con el chico y aferrarse a el por tanto tiempo era un sin sentido. Había muchos años de diferencia entre ambos, las mentalidades de los dos eran distintas a pesar de que muchas veces creyó comprenderlo y entenderlo. Se había permitido pensar que podría suplir todas y cada una de sus necesidades, olvidando que  Isaac en realidad no había experimentado mucho por si mismo, que llegaría el momento en que el tendría que dejarlo ir a buscar sus propias experiencias,  lejos de el y de su protección.

Lo trató como un pupilo bajo su cargo, no como un amante… y sin embargo lo amaba, y pensarlo en otros brazos le enervaba. 

Esa noche al regresar a su pilar  no le dirigió la palabra a nadie, pero todos comprendieron y aceptaron su actitud. A Kanon le costaría trabajo asimilar la decisión de Isaac, quizás mucho más de lo que al peliverde le costaría decidirse sobre a que bando pertenecer, por que renunciar a lo que se amaba  era más difícil que aceptar el destino… 

< Pero el nunca fue mío>

Y era momento de dejarlo ir.

Los días siguientes parecían más pesados el uno del otro; la fiesta de cumpleaños estuvo salpicada de mas melancolía de la que hubiera deseado. Solo hablar con  Saga  había tranquilizado un poco sus emociones… y casi sin pensarlo, al cabo de unos meses, la calma le había acariciado poco a poco, convertida en una tierna resignación.

 


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