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El sol por RukiaU

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Notas del fanfic:

DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.

Para Maruy-chan.

El Sol

1

 

Contaban las leyendas que el espíritu del gran zorro todavía habitaba en las montañas.

Era parte de muchas de las historias que su madre solía narrarle antes de morir, las mismas que ahora Itachi repetía a su hermano pequeño durante las tardes de lluvia en las que los charcos no le dejaban salir a jugar. El zorro gigante, decían, había estado a punto de devorar el mundo, pero al final había sido el demonio el que fue devorado por el sol. Primero el gran astro había intentado quemarlo con su fuego, pero el zorro lo había esquivado. Después había soplado para elevarlo del suelo y hacerlo volar por el firmamento, pero el zorro demoníaco estaba preparado y se sujetó con fuerza a la tierra con sus garras. Finalmente, el sol decidió tragarlo y mantenerlo preso en su interior para siempre, y así debería haber sido; sin embargo, muchos creían que con los años parte de su esencia había escapado, y ahora, aunque muy debilitado, volvía a deambular por el mundo.

La primera vez que escuchó esa parte de la leyenda, Itachi preguntó en voz alta por qué el sol no había vuelto a llevarse al zorro con él, si tanto había luchado por apartarlo de la tierra la primera vez. Su madre había tensado los labios y se había quedado pensativa, pero cuando Itachi empezaba a creer que no obtendría respuesta ella había sonreído y, después de darle un beso en la frente, había contestado que quizás el precio que hubiera tenido que pagar el sol era demasiado alto. Cuando fue Sasuke el que le hizo la misma pregunta, Itachi, tras dudar un momento, le explicó lo que su madre le había dicho a él, pero Sasuke tampoco comprendió su significado. Se trataba del sol, dijo. El sol podía lograrlo todo. Itachi no respondió. Había un tiempo en que él también pensaba así; entonces su madre murió, y él dejó de creer en los cuentos. Aun así, había noches en que recordaba las palabras de su madre y le parecía que la respuesta estaba ahí, esperando a que él estirara el brazo para ser tocada, pero a la mañana siguiente el sol amanecía tan incomprensible como siempre, y lo único que Itachi recordaba era el sabor amargo de las pesadillas.

Su mundo, tal como era, parecía demasiado árido y frío para cultivar leyendas, pero quizás por eso los habitantes de Konoha las necesitaban tanto. Los últimos diez años habían sido un sinfín de guerras y contiendas, lluvias torrenciales y sequías, derramamientos de sangre y hambrunas. En una ocasión oyó a uno de los ancianos decir que todo ello era el castigo del sol, pero Itachi no alcanzaba a comprender lo que su pueblo podía haber hecho para ofenderlo tanto. La mujer, también de edad avanzada, a la que iban dirigidas esas palabras, había fruncido el ceño y reprendido con severidad al hombre por atreverse a decir tal cosa, quizás con la intención de que cualquiera que hubiera oído el desafortunado comentario lo considerara una tontería de viejos.

Sin embargo, había algo en la conversación que había recordado a Itachi las historias de su madre, algo que parecía conceder a las palabras del anciano cierto sentido oculto; quizás la razón por la que el sol no había vuelto a por el zorro era porque estaba enfadado. Cuando se lo contó a Sasuke, intentando distraerle de las duras palabras que le había dirigido su padre por no haber perfeccionado lo suficientemente rápido un hechizo ilusorio que niños mayores que él ni siquiera podían pronunciar, su hermano respondió que creía que estaba equivocado. El sol no seguiría saliendo cada día y vigilándolos desde lo más alto del cielo si los odiara. Itachi medio sonrió y se mostró de acuerdo, pero en el fondo no estaba tan seguro. Quizás el sol ya no cuidaba de ellos; quizás solo estaba allí para observar su destrucción. En realidad sabía que no era más que una estupidez; se trataba tan solo de una gran bola de fuego a la que le era indiferente lo que ocurriera con los habitantes de un pequeño país perdido entre las montañas. Sin embargo, en el fondo de su corazón sentía que importaba. Puede que sólo fuera curiosidad por su parte, o simplemente el deseo de dar final a una historia inacabada, pero al menos su hermano se merecía una respuesta mejor que la que le había dado él; la respuesta que su madre, ahora que ambos tenían edad para entenderla, les hubiera podido proporcionar.

Mientras tanto, Konoha buscaba sus propias respuestas; tras diez años de desorganización y luchas de poder, había llegado la hora de elegir a un nuevo rey. Había habido intentos previos, marcados a menudo por la desgracia del clan que hubiera estado más cerca de lograr el preciado título para uno de sus miembros, pero el Consejo de Ancianos había decidido que los malos presagios pesaban menos en su balanza que la necesidad de estabilidad, o así era como su padre explicaba el súbito inicio de las conversaciones entre los Ancianos y los representantes de los clanes más importantes.

En opinión de Itachi, la presión ejercida por los propios Uchiha tenía más que ver con la premura de la decisión que cualquier necesidad de unificar el poder, y lo más probable era que, de llevarse las negociaciones hasta el final, la persona elegida resultara ser uno de los suyos. Konoha había sido gobernada antaño por una estirpe de reyes cuyo sentido de la justicia y dominio de la magia antigua los hacía amados, respetados y temidos al mismo tiempo, pero el último de ellos había desaparecido diez años atrás y, aunque hubieran sido tiempos de gloria para Konoha, lo que buscaban los Ancianos del Consejo no era un retorno al viejo sistema; seguramente acabara ocupando el trono cualquiera que tuviera sangre noble y la inteligencia suficiente para dejarse manejar por ellos sin que se le notara demasiado. Aun así, un rey era mejor que nada; Itachi era demasiado joven para recordar bien a su antiguo gobernante, y quizás la maniobra lograra convertir al país en algo más que la sombra de épocas pasadas.

Entonces empezaron los presagios.

El primer signo, en un principio, pareció favorable; alguien capturó a un pájaro de fuego y lo encerró en una gran jaula en el edificio del consejo, esperando que el poder de la mítica ave iluminara a los Ancianos en sus deliberaciones; sin embargo, el pájaro escapó, y las plumas de su cola que perdió en la huída prendieron pequeños incendios en nueve lugares diferentes de Konoha. El fuego no tardó en ser controlado, pero empezó a rumorearse que la desafortunada huída del pájaro significaba que el sol no quería que se eligiera a un nuevo rey. Los Ancianos continuaron, sin embargo; el proceso no iba a ser detenido por ninguna superstición, sobre todo si el clan Uchiha deseaba que la decisión se tomara cuanto antes.

El segundo suscitó nuevos rumores, aunque lo que ocurrió en su propio hogar distrajo a Itachi de escuchar ninguno de ellos. Un huracán asoló las calles de Konoha; él había ido a visitar a su primo Shisui, y sus tíos consideraron demasiado peligroso dejarlo volver a casa hasta medio día después de que el viento se detuviera. Cuando regresó su padre le devolvió la mirada con los ojos llenos de una ira mal disimulada, y Sasuke tenía un enorme moratón en la mejilla izquierda que se negaba a explicar. Fue una vecina algo chismosa la que contó a Itachi lo ocurrido; al parecer, su hermano había dejado que el niño vagabundo que a veces dormía en su calle, ese que tenía el cabello del color de la mala suerte, se refugiara del huracán en su casa y, aunque al principio no fueron descubiertos, justo cuando se asomó para comprobar los daños del jardín, el padre de Itachi lo vio salir de la habitación de Sasuke por la ventana. El otro niño había logrado escapar pero, a juzgar por el contenido de los gritos que había escuchado su vecina, quizás el de la mejilla no fuera el único cardenal que estuviera adornando la piel de su hermano. Itachi trató de hablar de ello tanto con su padre como con Sasuke, pero el primero sólo se enfureció, y el segundo lo ignoró con una frialdad que hasta ese momento le era desconocida.

El tercer signo fue inequívoco; una noche llegó la mañana, pero el sol no se molestó en salir. Cuando se hizo evidente lo que significaba la oscuridad, y sin echar hacia arriba un solo vistazo innecesario, su padre se marchó con andar desafiante, seguramente decidido a conseguir que el consejo no se excusara en los presagios para dejar a un lado su tarea, como había ocurrido muchas veces a lo largo de los años. Itachi y su hermano, al igual que los ocupantes de casi todas las viviendas de su calle, se sentaron en el umbral de su casa, a la espera de que lo que parecía estar ocurriendo se revelara como un retraso, sólo un fenómeno meteorológico extraño. Itachi, más inquieto de lo que recordaba haber estado nunca, intentó distraer sus pensamientos contemplando las caras de los que le rodeaban. La mayoría de sus vecinos mostraban expresiones entre maravilladas y asustadas, y de vez en cuando se oían las exclamaciones de asombro de una niña pequeña; Sasuke, sin embargo, miraba al cielo con los ojos vacíos, callado y con el rostro más pálido que de costumbre, salvo por la marca morada y verdosa que aún tardaría en desaparecer de su cara. A pesar del silencio, como a veces ocurría entre ellos, Itachi comprendió con un escalofrío lo que su hermano estaba pensando sin necesidad de que pronunciara una sola palabra. Quizás el sol, como Itachi siempre había temido en secreto, había llegado por fin a la conclusión de que los humanos ya no merecían la pena.

No hubo cambios durante tres días, y entonces los Ancianos convocaron a Itachi a su presencia y le comunicaron que lo habían elegido a él. Itachi asintió, menos sorprendido aún de lo que aparentaba, e, ignorando tanto como le permitían las buenas maneras las fingidas palabras de enhorabuena de los representantes de los clanes rivales, guardó silencio hasta que pudo regresar a su casa.

Esa noche le costó mucho más esfuerzo huir hasta su cuarto del orgulloso discurso de su padre que tomar la decisión de lo que debía hacer. Durmió lo imprescindible para sentirse descansado y, tras recoger algunas de sus cosas, entró sigilosamente en la habitación de su hermano y dejó sobre su almohada un mensaje que sólo Sasuke podría comprender.

Alrededor de la hora en la que debería haberse presentado el amanecer, Itachi se marchó en busca del sol.

Continuará

Notas finales: Review?

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