Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi joven amo por che plata

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

*Este fic no tiene ánimo de lucro
*Los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen, sino a su respectiva autora, Yana Toboso.

Notas del capitulo: Espero les guste, disfrútenlo!

En él había algo cautivante, apreciaba por separado cada elemento que le caracterizaba pero también en conjunto, que lo hacían ver aún más enigmático. ¿Qué será lo que más le gusta de él? ¿será acaso esa apariencia de niño que contrasta con su amargado carácter? ¿o tal vez esa mirada azul tan tierna enmarcada por la venganza y el odio? Ni idea alguna pero juntando todo aquello, la respuesta a la ecuación era sencilla: Ciel Phantomhive.

A veces le parecía extraño adaptarse a las costumbres humanas, dormir sin sueño, comer sin hambre, trabajar sin la  necesidad de dinero; todo por la condición que al final del camino se apoderaría de un alma mas suculenta y deliciosa que la ambrosía de los dioses griegos. A veces deseaba que el día en que su conde vengara su “humillación” jamás llegara, para verlo siempre sentado en el sillón de la oficina, para degustarle con sus platillos y complacerle en el más estúpido detalle… para, para sentirse extasiado cuando autoritario su amo afirmara arrogante ser el Conde Phantomhive y que de solo mencionar su nombre, la gente le  reconociera como si se tratara de un dios. Todo ello le enloquecía, verlo encerrado en una burbuja donde solo él existe y lo demás pareciera inferior y sin sentido, si tan solo pudiera verlo crecer, estaría seguro de estar mimando al conquistador del mundo.  

Esa mañana pensó más que nunca en él, y se sintió tan molesto por tantos detalles que en otras ocasiones le hubiera parecido insignificante. De la nada, y como suele  ser tan típico de la señorita Elízabeth, llegó inoportuna a mitad de la merienda del joven Conde, notó en ella tantas cosas y tantas intensiones que le dispararon los nervios.

Al verla llegar, dudó por unos momentos que se tratara de la señorita pero al verla acompañada de su dama de compañía, despejó la sospecha. Ya no parecía la muñeca tierna de porcelana, sino toda una dama con vestido en tonos ocres y encajes que resaltaban esas curvas que hasta hace cuatro meses, no poseía. La melena amarrada a media cola con un lindo broche y algunos mechones que aun se rizaban por las viejas costumbres (de arreglárselo), caminaba con extraño andar tranquilo y un presente entre sus manos.

-Bienvenida señorita… Elizabeth-dijo un poco dubitativo ante el abrupto cambio.

-Que amable Sebastian, disculpa, ¿los he importunado?

-Para nada…-estaba muy sorprendido, ¿desde cuándo era tan educada esta chiquilla?-… usted jamás seria alguien inoportuna. (N/A: jajaja sebastian sarcástico)

-¿sabe donde se encuentra Ciel?

-está en la oficina, ha llegado justo a tiempo para acompañarlo a lo hora del té-indicó tan cordial el mayordomo-acompáñeme, yo le llevaré hasta donde él.

¿En verdad había cambiado esa chiquilla?  ¿Donde dejó a esa princesa vestida de rosa que corría desesperada con muñecos y listones en busca del Conde apenas pisaba el recibidor de la mansión? La trayectoria a la oficina fue tranquila, la joven Elizabeth se conducía  tranquila y custodiada de su nerviosa niñera-dama que parecía a veces esconderse tras sus hombros. Pero toda la galanura de modales se vino abajo cuando al abrir la puerta, la joven marqués salió disparada para echarse  a los brazos del joven amo.

-¡Ciel! ¡tenía tantas ganas de verte! ¡¿Por qué no has venido a verme?!-cuestionó hostigosa la niña.

-he tenido mucho trabajo, no tengo tiempo para juegos-respondió con ese habitual tono tan seco.

-Pero Ciel, soy tu prometida, tienes que frecuentarme.

-¡Elíza…!

-¡Ya te he dicho que me llames Lizzy!-suplicó la niña mirándole directamente a los ojos.

Por su parte, el joven Phantomhive, no puedo hacer otra cosa que corresponder a la mirada para notar algo inusual. Aquella chiquilla de la que normalmente intentaba zafarse con sobrehumanos intentos se veía muy distinta a la Lizzy que conocía; sus ojos parecían más profundos, su rostro había adquirido una apariencia más gentil y su cuerpo parecía haberse esculpido magníficamente. Estaba creciendo, no había duda.

-Seguramente la abuela no sabe que estas aquí.

-No hay razón para preocuparse, ella me ha dado permiso de quedarme contigo tres días. ¿Qué dices?

-¿estás consiente que no podré atenderte todo ese tiempo, verdad?

-¡Pero Ciel…!

-disculpe joven amo… he traído su merienda-anunció cordialmente el mayordomo.

-Adelante Sebastian.

La ceremonia de té, era sin lugar a duda, su momento preferido. Hacer uso de su habilidad en la cortesía y los buenos modales de un buen sirviente, cautivaban por completo la atención del Conde. No era necesario coqueteo corriente ni sugestivo, solo presumir y hacer alarde de lo que mejor sabe hacer, servir y complacer. No había duda que él es el mejor en su trabajo, el solo sentir la insistente mirada del chico quien apreciaba con suma atención cada movimiento que ejecutaba, confirmaban cuan satisfecho y a gusto tenía al niño ya que nunca hubo queja alguna…

Por otra parte Elizabeth, que aunque fuera aun una niña en pleno desarrollo, lo notaba. Cuando estaba a solas con su querido novio sentía a su pareja algo estresada, como si su presencia simplemente no fuera bienvenida. En cambio, cundo de la nada entraba ese mayordomo negro, toda la tensión creada se disipaba y era cuando lo veía completamente relajado, era una armonía muy intima y propia de ellos. Mas bien era como si guardaran un furtivo aprecio que jamás se confesarían. Sospechaba en algunas ocasiones, la posibilidad que a Ciel le gustara Sebastian pues era muy evidente que las pocas palabras gentiles que conocía el niño, eran solo dirigidas a su mayordomo. No podía perder tiempo, tenía que conquistarlo.

-Ciel, di: “ah”-pidió la señorita en tanto clavaba en un tenedor un pedazo de tarta.

-lizzy no juegues con los postres de Sebastian, puedo comer yo solo.

-lo siento, Ciel. Solo quería que te distrajeras un rato.

-No, discúlpame tú a mi…-dijo un poco más suave el joven amo al ver a su prometida aguantarse el berrinche. Aún era una niña, pero definitivamente había cambios importantes.-…nunca estoy de humor para nada

“Buen acierto señorita, ya está aprendiendo a tratarlo” caviló interesado el mayordomo.

-Ciel…-le nombre la joven con ese aire tan enamorado para darle un abrazo-… eres solo mío, ¿verdad?-susurró despacio a su oído.

-si…-correspondía el gesto por compromiso más que por gusto propio. ¿Será acaso que se ha dado cuenta de sus verdaderos sentimientos?

“pero por más que lo quieras, al  final del camino, tu prometido será mío o más bien… es mío”. Miró con pena como aquel beso que intentaba dar la señorita Elizabeth fue rechazado, nada parecía ser aceptable de ella, ningún gesto amable. Simplemente nada.

-Sino se les ofrece nada más, me retiro amo.

-no necesitamos nada mas, puedes marcharte.

-Sí, my lord.-y tras esto el joven mozo se retira del lugar.

-Escucha Lizzy, hay algo de lo que debo hablar contigo…

-¡Mira lo que te he traído Ciel!-interrumpió mostrando un enorme estuche-espero te guste.

-un violín…-susurró al abrirlo-…gracias, es muy hermoso-dijo viendo su reflejo en el lustroso instrumento-pero no puedo aceptarlo, aún no estoy a la altura de algo tan…-en verdad, era hermoso-…magnifico.

-por favor, consérvalo. Ya verás que tocarás tan bien que ese violín no será suficiente para ti. Y dime, ¿Qué era  lo que querías platicar conmigo?

-No…-ese en verdad no era el momento para decírselo.-…no era nada.

Pasaron así las horas, entre el intento de una amena conversación y el laborioso movimiento de la servidumbre. A veces deseaba llegar a la oficina de improvisto, interrumpir todo intento de Lizzy por conquistar su amo, pero no valía la pena arrebatarle algo que, bien sabía, le pertenecía. Eran ya las diez de la noche y para Sebastian no significaba otra cosa que deleitar sus pupilas antes de dormir.

Estaba de pie al lado de la cama, viendo inmóvil como su mayordomo le retiraba una a una, cada prenda que cubría su cuerpo. Sentía un tremendo escalofrío, no había duda alguna, Sebastian disfrutaba desvestirlo pero más aún se deleitaba cuando le bañaba en la tina. Verlo tomarse todo el tiempo del mundo en desabrochar cada botón y que su mirada se quedara tan fija en su piel cuando desnuda se encontraba, solo explicaba que él era de entero gusto para su mayordomo. Y era esa misma expresión de fascinación la que a veces le hacía soñar ordenarle un: “hazme tuyo”. Sabía que algún día ocurriría pero mientras tanto, eso solo quedaba en su imaginación.

Para Sebastian, eran esos momentos cuando el contacto íntimo florecía de una manera sutil para no asustar el chico. El primer paso fue mostrar que le gustaba mirarle al despojarlo de las ropas, claro, los primeras veces después de hacerlo, se quedaba azorado de pena pero de no haberle gustado al conde, seguro  le hubiera tirado una bofetada. Y con las semanas, pudo notar que ahora el joven Phantomhive se mordía los labios ansioso, como si esperara a que algo mas pasara, “y pensar que estamos a una orden de hacerlo…” Así era, solo necesitaba el  consentimiento para tenderlo en la cama y hacerlo, pero por lo visto, aún no se decidía. Lo segundo fueron los deslices, cuando su mano al colocarle o acomodarle una prenda, apretujaba su cintura, o cuando lo secaba con una toalla al bañarlo recorría mas allá de su espalda; acariciar su pierna cuando le acomodaba el calzado, sentir sus labios cuando removía una mancha de comida entre ellos. Había mil y un maneras de hacerlo y lo mejor es que Ciel se lo permitía.

-Y dígame Lord… ¿Qué planea hacer mañana para entretener a la señorita Elízabeth?-cuestionó una vez abrochado el último botón del camisón.

-Ella quiere salir de día de campo.

-Suena muy buena idea, entonces iré preparando los bocadillos para mañana…

-a solas…-interpuso el joven ojiazul. –ella quiere salir a solas conmigo Sebastián.

Ambos se miraron instintivamente a los ojos, era muy evidente lo que ocurría, una niña en pleno desarrollo que buscaba intimidad, un chico que no gustaba de su novia y que prefería de a su mayordomo; y un demonio sumamente involucrado con su amo como para querer dejarlo a solas con un chiquilla. No temía en que fuera a ocurrir algo malo, era solo esa costumbre tan difícil de quebrantar pues desde hace dos años, jamás se separó de su niño.

-pero eso no puede ser mi joven amo, yo siempre voy a estar con usted.-volvió a su tarea de arroparlo.- además, tengo que estar ahí por si algo ocurre.- explicó en tanto gentilmente lo introducía a la cama y lo cubría con sus mantas.

--pero lo que no entiendo es… ¿Por qué no la rechaza mi lord? ¿No será que verla tan encantadora le ha gustado? ¿o tal vez compró su lastima con un violín?

-cállate-ordenó irritado el mas joven.

-me disculpo amo, fui muy entrometido…

-no tiene nada que ver con lastima o con belleza, es simple Sebastian, es mi prometida… además yo también quiero estar a solas con ella.

-mh… ya veo. Que rápido crece amo…

-estúpido…-susurró con una sonrisa irónica el más joven. “si supieras que pienso terminar con ella por ti”

-sino se le ofrece nada más me retiro.

-Sebastian…

-¿dígame?

-quédate conmigo…

Y entre tantas órdenes, esa era la que más le conmovía, cuando por  fin, su señor mostraba lo frágil que en verdad era.

 

continuará....

Notas finales:

Pues he aquí mi primer fic de Kuroshitsuji. Esta serie en lo personal me fascinó muchísimo y mas esta enigmática parejita que… bueno, me hizo  quebrarme la cabeza en un sinfín de escenas yaoi. Por el momento les dejo esto esperando les guste, están invitados a enviarme cualquier tipo de sugerencia y/o comentario. Recuerden que sus opiniones son importantes.

Jane!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).