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Secreto Revelado por Madame Poppoff

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En retrospectiva, Heero Yuy nunca habría hecho eso, de estar en su sano juicio. Tal vez de haber conseguido semejante información hace cuatro años atrás, se la habría guardado hasta saber exactamente las reacciones que podía desencadenar.

Pero Heero ya no era el mismo soldado perfecto que solía ser.

Y el mensaje que le había enviado Quatre antes de llegar al Tíbet fue lo primero que pensó.

- Heero! Pasó algo terrible! Duo y Trowa van a ser deportados! JUNTOS! – lloró Quatre en el teléfono. – La ley de Deportación Criminal está en efecto y se los van a llevar! Qué haremos? Juro por mis hermanas que si algo le pasa a Trowa estando en esa colonia tan peligrosa voy a matar a esa chiquilla malcriada!!

Heero sólo podía oír pedazos del histérico mensaje entre tantos lloriqueos de niña, pero los detalles más importantes se le quedaron grabados en la mente.

Duo-Trowa-Deportados-JUNTOS

Heero Yuy tenía una nueva misión. Impedir que Trowa y Duo se fuesen juntos a las colonias, donde sería cosa de tiempo que su elusivo amorcito cayese en brazos de ese cirquero de mala muerte.

Tal vez había una forma de sólo deportar a Trowa.

… No, Quatre jamás se lo perdonaría.

Bien, Heero salvaría a sus dos compañeros. Al menos así permanecerían juntos, pero bajo su atenta mirada.

Sin pensarlo dos veces y con toda la información en mano, Heero marcó el teléfono de Relena. Al diablo las consecuencias luego. Duo Maxwell se quedaba en la tierra a su lado.

- Sí? – respondió ella.

- Relena, ya tengo la información que querías, - dijo Heero secamente, no tenía tiempo para rodeos.

- Oh! Heero! Que eficiente, ni siquiera ha terminado la hora y tú ya estás listo con la información! Sabía que era lo mejor pedírtelo a ti, digo, siempre tan dedicado a las misiones y…

La pobre muchacha no alcanzó a terminar sus comentarios cuando Zechs le había arrancado el teléfono de la mano.

- Yuy? – preguntó el príncipe.

- Ahora sí? – se burló Heero.

- Deja los rodeos, Yuy. Qué descubriste? – bufó Zechs.

- Bien, tu prima, y sí, ya sé que es tu prima, llegó a las colonias en Julio bajo el nombre de Wendy Marie Darling, con seis meses de embarazo. Casi al mes siguiente tuvo un parto prematuro y murió, - y como Heero no era un total desalmado, guardo un momento de silencio para que Zechs se recompusiera. Por supuesto escuchar a su eterno rival tratar de aguantarse las lágrimas, era ligeramente satisfactorio.

- Y bien? – preguntó el rubio tras unos minutos.

Heero asintió.

- El verdadero Trowa Barton trató de reclamar el cuerpo, sin mucho éxito, y tanto ella como su bebé fueron entregados a la iglesia. Luego de eso se le pierde la pista a tu sobrino hasta 196 D.C.

Otra pausa, sólo para aumentar el dramatismo. Podía casi oír a los hermanos Peacecraft tragando duramente.

- Y?! – no se aguantó Relena.

- Bueno, según las muestras de sangre sólo existen cinco personas registradas con un ADN que coinciden con la sangre del Príncipe Alexandr Perseus Mirabeau. El mismo Príncipe, su madre, obvio.

- Yuy!! DATE PRISA!

-De acuerdo, te recuerdo que no me pagan extra por esto.

- Te daré un bono, sólo date prisa.

- Excelente. Las otras tres personas son su padre y su hermana menor Marimeia. Así que lo lógico, es que la quinta persona sea el registro reciente del príncipe, criado en L2, con un nombre distinto.

Relena exhaló.

- No, no puede ser…

- Oh, sí, él mismo, te enviaré los registros de ADN.

Un pequeño pitido anunció que Zechs había recibido los archivos.

Luego, Heero pudo oír un golpe seco, y los chillidos de Relena al otro lado del teléfono.

- HERMANO!? ESTAS BIEN!? MILLIARD!

Heero sonrió ampliamente. No sólo había salvado a su amorcito de la deportación inminente con su rival amoroso. Sino que también había logrado que Zechs Merquise se desmayase como una nenita.

Sin siquiera mirar el teléfono, cortó la comunicación y volvió a tomar su arma. Ya era hora de que los blancos se acercaran.

Ah! Ahí estaban.

Perfecto, mientras más pronto acabase con ellos, más pronto podría volver a Cinq a ver a su precioso Duo, y consolarlo tras la noticia de la desafortunada suerte de su amada madre y su país.

Oh, cierto, ahora Duo tenía una familia y un hogar propio.

Que más digno de su Dios de la Muerte que un palacio más grande que el de Relena?

Un disparo… dos.

Tres blancos en el piso.

Seguramente Duo se sentiría incómodo al principio, entre tanto lujo. Pero era el rey de Devereaux y pronto se daría cuenta de sus grandiosas responsabilidades como gobernante.

Cinco disparos más en rápida sucesión.

Los enemigos corrían como pollos sin cabeza.

Obviamente Quatre y Wu Fei ofrecerían su ayuda, eran diplomáticos y de seguro podrían enseñarle unas cuantas cosas a su dulce Duo.

Tan sólo cuatro sujetos más y…

Heero bajó el arma.

No sabía por qué, pero acababa de recordar una de las estúpidas conversaciones que había tenido con Relena después de la guerra.

- Sabes, Heero? – había dicho ella con las mejillas sonrojadas y un gesto tímido. Heero continuaba tipeando en su computadora.

- No, no sé ni me interesa, - respondió él secamente. Por el reflejo de la pantalla podía ver que el ascensor detrás de sí estaba acercándose. Seguramente Trowa y Duo volvían de la misión.

- Ya no soy la princesa de Cinq,- comentó Relena, sin siquiera darse cuenta que el amor de su vida no le estaba poniendo atención. – La federación terrestre abolió las monarquías por unos meses mientras se establecen las fronteras antiguas.

- Ah, felicidades, - gruñó Heero. Al parecer Quatre y Wu Fei estaban agrupándose con otros Preventers para recibir a Trowa y a Duo. Maldición, ahora no sería el primero en verlos llegar.

- Verdad que es grandioso? Ahora podría estar con el chico que yo quiera, aunque fuese por uso meses. Digo, cuando uno es realeza no puedes estar con un plebeyo. Por más que lo ames. Esto es como una gran oportunidad.

- Sí, que bueno, - La puerta del ascensor se abrió finalmente. La multitud guardó un silencio escueto en vez de los usuales saludos animosos que Duo se ganaba.

Wu Fei se movió de su lugar para ir por algo a su escritorio.

- Así que, Heero, si tuvieses algo que decirme ahora que…

- Lo siento, Relena, - bufó Heero, poniéndose de pie y azotando la tapa de su laptop con suficiente fuerza como para romperlo. Por el reflejo había podido notar, finalmente, que Duo y Trowa estaban tomados de la mano mientras explicaban su próxima misión a sus compañeros. Trowa vestía un elegante smoking negro que realzaba la palidez de su piel.

Y Duo…

… Duo tenía puesto un prístino vestido de novia, con velo y todo. Tal como el que Heero imaginaba que usaría en el matrimonio de ambos.

Desde ese momento, Relena y cualquier tipo de declaración romántica que tuviese que decirle se habían desvanecido.

Especialmente porque Wu Fei corría hacía los recién casados con su espada en mano.

Ahora que recordaba ese incidente y que Duo estaba felizmente divorciado de Trowa, Heero podía recordar con claridad las palabras que la princesa había pronunciado.

Venenosas como sólo ella podía decirlas.

- Digo, cuando uno es realeza no puedes estar con un plebeyo. Por más que lo ames.

Heero sintió que su corazón se le había detenido.

En ese momento era casi un alivio saber que en cuanto Relena se volviese princesa una vez más lo dejaría en paz de una buena vez.

Pero ahora Duo…

Su amor…

Su razón para existir…

Era un príncipe.

Y tal vez se volvería Rey pronto.

Y un noble de tal alcurnia jamás miraría a un plebeyo como él.

- No! – exclamó, fulminando a sus enemigos a balazos, ni siquiera consciente de que estaban ahí.  – Duo no puede ser Rey! Lo perderé para siempre!!

Con pasos rápidos y llenos de propósito, Heero guardo todas sus cosas y abordó su nave de vuelta a Cinq. Ni el piloto ni su agente de apoyo (que obviamente nunca había necesitado pero la ridícula Lady Une siempre exigía que los agentes fuesen de a dos) se atrevieron a decir una palabra.

Heero Yuy, el soldado perfecto, el hombre de hielo, tenía una expresión de horror en su rostro y periódicamente cambiaba de posición en su asiento. Como si no hallase el momento para llegar a Cinq.

Acaso algo malo le habría pasado a Duo Maxwell?

El piloto miró al agente de apoyo.

- Seguro es algo con Maxwell, - murmuró. – Es lo único que hace que este muchacho demuestre alguna emoción.

Ambos hombres observaron a Heero escribiendo como enajenado en su laptop y se asintieron uno a otro.

Definitivamente Duo Maxwell era la causa.

---

Treize recibió la llamada de su gran amor con una alegre sonrisa. Al parecer el tiempo que había estado dormido sólo había servido para traerle alegrías.

Tenía una hija preciosa.

Lady Une y sus antiguos camaradas se habían aliado a los pilotos de las colonias para formar el cambio que siempre había soñado.

Milliard seguía soltero.

Y si todo salía bien, el pronto sería Rey.

Por lo mismo, cuando su teléfono comenzó a sonar después de más de seis años con el registro del número de Milliard, su corazón se llenó de alegría y ni siquiera se detuvo a pensar por qué el antiguo príncipe aún tenía el mismo teléfono obsoleto.

- Sí? – preguntó felizmente. De seguro su pobre y tímido Milliard quería saber si estaba presentable antes de venir a saludarlo.

- Conde Kushrenada? – habló Relena. – Soy Relena Peacecraft, no sé si me recordará…

- Como olvidarla, señorita Relena, - suspiró Treize, ligeramente decepcionado. – En que puedo serle de utilidad?

- Bueno, conde, no creo que haya una forma fácil de decir lo que tengo que decirle, así que seré directa.

- No esperaba menos de usted, señorita Relena.

Hubo un largo silencio.

- Pues… verá… ustedtuvorelacionesconlaprincesaAndrómedeMirabeauhacediescinueveañosyahoratienenunhijodeesaedadqueestabaperdidoperoHeeroloencontroyMilliardsedesmayóysóloqueríaquelosupieraadiós!

Y la comunicación se perdió.

Treize permaneció sentado en su cama con la vista fija en su teléfono.

Ciertamente había oído mal.

Andrómede nunca le habría escondido algo tan importante como un hijo adolecente, mucho más con todos los problemas políticos por los que pasaba la nación de Devereaux.

Con los brazos cruzados por sobre su pecho, Treize trató de recordar si en algún momento su prometida había insinuado algo acerca de un embarazo.

- Treize? – llamó Andrómede, su piel más pálida que de costumbre.

- Oh, Andy! – saludó él, guardando su espada. Adoraba practicar en las mañanas. – Quieres practicar? Aprendí un movimiento nuevo que de seguro..

- Treize, - interrumpió ella. – Tengo que decirte algo importante.

Treize la miró con curiosidad, Andrómede nunca despreciaba un duelo con él.

- Tú dirás.

- Treize… yo… yo estoy…

- ANDRÓMEDE FRANCESCA MIRABEAU! QUE LE HICISTE A TU PRIMA EN LA CABEZA!? – rugió el Rey Mirabeau mientras cargaba en sus brazos a una calvísima princesa Relena de sólo siete meses.

Andrómede los observó un momento antes de salir corriendo.

- Andy, espera! Que era eso tan importante que tenías que decirme? – preguntó Treize.

- Luego, Trey!

Sí, obviamente Andrómede había tratado de decirle algo importante.

- Trey, podemos hablar? – le había pedido ella una noche. Treize dejó su libro y la observó por un momento.

Andrómede estaba cambiando rápidamente.

Ya no se atacaba la cabeza con tijeras y evitaba todo tipo de práctica de combate. Incluso llevaba un holgado vestido en lugar de su acostumbrado uniforme militar.

Por una vez, Andrómede parecía la princesa que era.

- Claro, siéntate, - le dijo él con ternura. – Es más, yo también tengo que hablar algo importante contigo.

La muchacha se sentó a su lado y tomó su mano, parecía nerviosa.

- Trey, recuerdas… el cobertizo? – preguntó ella en un hilo de voz. Treize asintió con una enorme sonrisa.

- De eso mismo quería hablarte yo! – exclamó. Andrómede lo miró extrañada.

- En serio?

- Obviamente! – le respondió él. – Desde ese día ya no me siento como un niño. Ahora soy un hombre y como tal, tengo que pensar en nuestro futuro, Andrómede.

La seriedad en sus ojos hizo callar cualquier cosa que su prometida quisiese decir. Ella sólo lo observó con ojos cálidos.

- Y como hombre, - prosiguió Treize. – Tengo que saber asegurar el destino de nuestro hogar, y de los hijos que tendremos algún día.

- Que curioso que saques a colación nuestros hijos, Trey, porque…

- Ni una palabra más, Andy, - le interrumpió Treize, posando un dedo en sus labios. – Sé que también estás asustada. La guerra es inminente y el destino del reino Mirabeau es incierto. Por eso me uní a la Federación Terrestre, voy a protegerte a ti y al reino desde adentro.

Treize había estado tan emocionado que apenas notó que el rostro de su prometida se había vuelto pálido.

- Te uniste… a la Federación…. – murmuró. Treize asintió y estrechó a su novia en sus brazos.

- Partiré mañana en la mañana para comenzar como piloto, pero no te preocupes, Milliard se queda contigo. Ahora yo me aseguraré que nunca te pase nada malo, Andy.

Ella asintió.

- Eso… es genial.

- Verdad que sí? – preguntó él, apenas conteniendo su emoción. – Y que era eso tan importante que tenías que decirme?

Andrómede miró a Treize a los ojos, buscando algo en ellos.

Treize continuó sonriendo.

Ella negó suavemente con la cabeza.

- No es nada importante, - respondió finalmente. – Sólo una tontería.

Esa noche habían dormido juntos nuevamente, aunque Andrómede lo había obligado a apagar todas las luces.

A la mañana siguiente Treize se fue al campamento militar de la Federación Terrestre.

Andrómede lo había despedido en la puerta.

Dos meses después, el reino Devereaux había quedado reducido a cenizas.

Treize no había pensado mucho en eso que Andrómede le había querido decir. Su prometida era extrovertida, y cualquier cosa que ella quisiese que el supiera, por insignificante que fuese, se lo diría sin pensarlo dos veces.

Pero ahora que lo pensaba, ella era lo suficientemente tonta y noble como para esconder algo tan importante como un embarazo, sólo para no arruinar sus sueños.

- Estúpida Andrómede, - susurró al vacío de su habitación. – Me habría quedado.

Y tal vez por eso, la princesa había guardado silencio. Para evitar que Treize se quedase por su culpa.

Y ahora los había perdido a ambos en la guerra.

Que horrenda forma de enterarse.

Entonces, las palabras de Relena hicieron eco en su cabeza.

- Usted tuvo relaciones con la princesa Andrómede Mirabeau hace diecinueve años y ahora tienen un hijo de esa edad que estaba perdido pero Heero lo encontró y Milliard se desmayó….

Entonces, su hijo, su pequeño retoño, el hijo más legítimo que podría tener nunca…

… estaba vivo?

Yuy lo había encontrado?

Rápidamente tomó su teléfono y re discó el numero de Milliard, tenía que salir del hospital cuanto antes y conocer a su muchacho, el futuro Conde de Kushrenada y rey de Devereaux.

- Un niño con mi rostro, - murmuró sonrojado. – Y con tus ojos, amazona caprichosa.

 

Continuará.

 

 


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