Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Love In The Ice por jun_tamagotchi

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Abstenerse anti-fans DBSK

Notas del capitulo: Espero que os guste ^^

 Visión de Yoochun.

Año 2004. Pistas de hielo.

 

 

  Mirando al infinitivo blanco que se extiende colina adelante a través de mis ojos, cegados por la limpieza del color nuclear que me obliga a bajar los párpados, por dolor a la luz. A ti, que eres mi luz.

No pasa un solo día en el que no dejes de deslumbrarme. Duele verte, esa actitud tuya de chico bueno ante las cámaras, y detrás de ellas todo lo contrario. Duele ver, que aunque llegues a estar a mi lado, estés tan lejos de mí.

Maldito crío, maldito tú, Xiah Junsu. Porque frenas y desbocas las pulsaciones de mi corazón a tu verdadero antojo. Porque lo sabes a la perfección y manejas la situación a tu libre albedrío, con tu sinfín de coqueterías ausentes de inocencia, desplegando tu inacabable lado juguetón. Me manejas a mí.

 Cierro los ojos.

Y donde antes estaba tu perfecta silueta sobre la nieve, ahora sólo es reflejo. Pero aún así, te digo viendo. Se me escapa una media sonrisa no intencionada. Ja, si tú supieras… Y de repente, como viniendo de la nada, una bola de nieve me saca de mis, últimamente a menudo, pensamientos relacionados contigo. Sé que has sido tú, me doy la vuelta y ahí estás, con tu rostro de infante con zapatos nuevos, riéndote. Sonrío ampliamente, e implacable me dispongo a devolverte el ataque. Te acercas corriendo, tratando de evitarlo, y lo frenas echándote sobre mí mientras te ríes. Nos caemos a la nieve, y no parece importarte en absoluto el hecho de que estés sobre mí, literalmente. No te imaginas cuánto te odio en estos momentos, por ponerme a prueba con situaciones de este calibre, teniéndome atado a ti de este modo. Siempre tengo que disimular mis impulsos riéndome y siguiéndote el juego, como si no pasara nada. Como si no sintiera nada por ti.

Después de unas cuantas vueltas y forcejeos, te levantas, y me tiendes la mano. Te vas corriendo en cuanto me reincorporo y me dices que te siga y lo hago, pero andando. Te acercas de nuevo a mí, y tiras de mi brazo, porque al parecer mi ritmo te resulta horriblemente lento. Me llevas a un sitio apartado donde no se encuentra un alma, y nos sentamos sobre una roca. Por un momento, mis estúpidos sueños vuelan a su antojo por mi mente, y hacen que imagine que quieres hablar de algo sobre nosotros dos, pero no. ¿Algún día serás capaz de hablar de algo serio? Lo dudo.

Te sigo el juego, hablando de fútil, y el tiempo se nos echa encima. Acaba de empezar a anochecer y nos levantamos para volver hasta el hostal rural, donde se encuentra el resto del grupo. Por el camino, vamos en silencio. ¿Por qué me confundes tanto? Haces que me sienta indeciso, no tienes idea de cómo me quema eso por dentro. Mientras nos dirigimos a nuestro destino, apoyas tu cabeza sobre mi hombro izquierdo, y empiezas a hablarme. 

 

-Qué mierda –dices, de repente, como si fuera perfectamente capaz de seguir el hilo de tus enrevesados pensamientos.

-¿Qué mierda el qué? -Te quedas mudo, escogiendo las palabras que saldrán por tu perfecta boca. 

-El amor –me sorprendes. ¿Estás hablando enserio -Continuaste- ¿tú te sientes amado por alguien?

-Lo cierto es que no –le espeto, con cierto aire de reproche.

-Yo tampoco. 

 

¿¿Qué?? ¿Cómo te atreves a hacer tal afirmación como si de hablar del tiempo se tratara? ¿A decirlo con tanta claridad? Yo no trato de disimular lo que siento por ti, salvo cuando estamos en público, ¿cómo te atreves?Me entra un súbito enfado que recorre todo mi ser, de pies a cabeza, y te dejo atrás. A lo lejos se divisa el hostal, pero aún me queda tiempo hasta llegar a él. Gritas mientras tratas de ponerte a mi ritmo.

 

-¿¿Qué te pasa?? –me gritas, como si el ofendido fueses tú. Trato de decir algo, pero me resulta imposible. Sigo andando. 

-Park, dime qué te ocurre.

-¿¿Qué me ocurre?? ¿¿Quieres saber qué me ocurre?? –me detengo y me doy media vuelta, mirándole a los ojos- Yo no oculto lo que siento, salvo cuando estamos rodeados de gente, hablo contigo, consiento tus caprichos…

-¿De qué estás hablando? 

 

Consigue que me encienda de nuevo, y continúo mi camino. Sigue acribillándome a preguntas demasiado absurdas, que se ven apagadas en mis oídos por un pensamiento.La verdad.Decírselo, y que se dé cuenta de lo que realmente hay. Por el bien de todos. Aunque no tanto para el grupo, si sale mal…

Llegamos a un lugar cercano a la entrada, poco alumbrado. Se apoya en una de las columnas de madera. 

 

-Park, me doy cuenta de más cosas de las que todos creéis. En especial tú.

-Tú que vas a saber –digo, dándole la espalda. Se queda callado durante un instante.

 -Sé que te quiero. 

 

Me sube una sensación extraña por el estómago, que me paraliza. ¿Son alucinaciones mías? ¿Acabo de escuchar lo que acabo de escuchar? Debo de estar soñando, en tal caso no es un sueño. Es una broma de pésimo gusto.

 

 -Me gustas –espeta, con la cabeza gacha. 

 

 Me doy la vuelta, y apoyo una mano en la columna, sobre su cabeza. Acerco mi rostro al suyo, dejándolo a menos de tres centímetros. 

 

-Si realmente estamos saliendo. Si realmente te gusto… Te quedarás quieto mientras te bese. En caso contrario, eres libre de irte. 

 

Puedo oír cómo tragas saliva nerviosamente. Tu delicioso aroma llega hasta mí. Siento tu respiración, y puedo oírla perfectamente. Me acerco a ti, abriendo poco a poco mi boca, para que nuestros labios se peguen. Siento miedo, pero no tengo nada que perder. Veo cómo cierras los ojos, y acortas la distancia entre nuestros cuerpos. Te entregas al beso, mientras tocas mi mandíbula temerosamente, con el suave tacto de tus dedos. Te acorralo más contra la columna y profundizo el beso, hasta hacerte jadear. Pasados unos cuantos minutos, me separo de ti. Eres un completo inexperto, pero no me importa en absoluto. 

 

-Entonces, ¿estamos saliendo? –dices, con un brillo especial en los ojos  una sonrisa ilusionada.

 -¿Te has ido en medio del beso?

-No.

-En ese caso… 

 

Sonríes ampliamente de nuevo, y me das un pequeño toque con tus labios sobre los míos.

Me separo de ti para entrar en el hostal, con el resto, pero me coges del brazo, y tiras de mí para abrazarme por la cintura y apoyas tu cabeza sobre el hueco de mi cuello. Te rodeo con mis brazos, y te beso en la cabeza.

 

 -¿Y si vamos entrando? –te sugiero.

 -No… Quiero estar aquí, contigo… Mi corazón deja de latir por un instante. Cada vez me sorprendes más. Y cada vez te adoro más. 

-Nos va a coger el frío a los dos.

-Pero si vamos adentro, no podré estar tan cerca de ti.

-Podemos vernos más tarde, cuando no esté nadie. Se lo pensó un instante. 

-¿Vamos a…? –noto cómo se agarrotan tus músculos del nerviosismo.

 

 Me pilla por sorpresa la pregunta.

 

-No… no tenía pensado… pero si quieres…

-No lo sé –espetas, con cierto tono de histeria.

-No voy a obligarte a nada. De todas formas, podemos quedar más tarde.

-Vale… ¿En mi habitación a las tres?

-De acuerdo, allí estaré. 

 

Cojo tu rostro entre mis manos y vuelvo a besarte, esta vez con mucha suavidad. Nos separamos, a nuestro pesar, y entramos con el resto.

 

 

 El tiempo en esa noche transcurre rápidamente hasta las doce, hora en que cada uno vuelve a sus respectivos aposentos. Nos miramos antes de irnos. Nuestras habitaciones están una frente a la otra, pero separadas por una escalera que divide la estancia en dos.

 Entro, de forma silenciosa y decaída. Me quedan tres largas horas por delante. Me sirvo una copa de vino, pongo el sofá mirando hacia el ventanal que da a las montañas y me tumbo. Me había despistado mucho tu pregunta. ¿Realmente estás preparado para esto? Lo que tengo claro es que no voy a forzarte a semejante cosa a no ser que quieras. Suspiro al ver la hora. Casi la una. Doy un sorbo a mi copa, y dejo caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.Justo en ese momento, tocan en la puerta. Rezo para que no sea ninguna interrupción. Dejo la copa en la mesa, y voy a abrir. Me llevo una gran sorpresa.

 

 -Xiah, ¿qué…? –no me dejas acabar la pregunta.

 

Me besas inmediatamente, como si me fuera a desintegrar en cualquier momento. Cierras la puerta tras de ti, y me empujas contra la pared más cercana. Tu beso es violento, desesperado. Noto tu lengua arremeter con fuerza contra mis dientes, me invade una sensación extraña y te cojo de las muñecas, separándote de mí. 

 

-¿A qué viene esto? –busco tu mirada.

-Quiero hacerlo. 

 

Me quedo anonadado… ¿Qué?

 

-¿Estás… seguro? Si no quieres n…

-Quiero hacerlo –me cortas, te deshaces de mi atadura y te lanzas sobre mí de nuevo.

 

 Vuelvo a separarte. 

 

-Tranquilo, Xiah, que no me escapo. Hagamos las cosas bien.

-¿No lo estoy haciendo bien?

-¿Estás enamorado de mí?

-Sí…

-Entonces no, lo estás haciendo horriblemente. Parece que tienes un calentón.

-No lo tengo… sólo quiero estar contigo. 

 

Cojo tu rostro.

 

 -Ya estás conmigo.

-Pero… el resto también, yo te quiero para mí solo…

-…Y esto es especial, ¿no?

-Sí. Porque el resto… pueden verte, tocarte… pero no de la forma que quiero yo. 

 

Sonrío al ver que has  madurado, y que piensas y sientes las cosas más de lo que aparentas. 

 

-¿Me dejas ayudarte?

-Sí, no sé por dónde empezar.

-Un bueno comienzo es no tratar de engullirme. Tenemos toda la noche por delante, no hay prisa. 

 

Me sonríes de esa forma única que sólo tú sabes, dulce y tímidamente. Nos damos la vuelta, y esta vez te quedas del lado de la pared. Decido empezar por algo suave, y me pego a ti, besándote sensualmente. Pongo mis brazos en la pared, acorralándote, y me posas las manos sobre la cintura. Di gracias al cielo porque no intentaste nada raro con la lengua como antes, así que soy yo quien toma la iniciativa. Recorro tus dientes lentamente, perfectamente colocados, y después “llamo” a tu lengua, que despierta para encontrarse con la mía. Me pego más a tu cuerpo, y noto cómo te estremeces de una forma que me parece tremendamente sexy. Traslado mis besos hacia tu mandíbula, y cuelas tus manos bajo mi camiseta, haciendo que te desee aún más. Sigo bajando hasta llegar al cuello, y te muerdo. Lanzas un leve gemido apenas audible y vuelves a estremecerte hasta rasgar mi alma. Subes una de tus manos y la hundes en mi pelo, invitándome a que siguiera ofreciéndote nuevas sensaciones que experimentar. Te muerdo una segunda vez, y dejo salir mi lengua, que acaricia una pequeña porción de tu cuello. Se te escapa un apenas sonoro “grito de delfín”, y sonrío.

Eso era que te gustaba.

 La mano que está bajo mi camiseta se mueve lentamente por mi espalda. En ese momento, quieres tomar tú la iniciativa, pero te lo impido cogiéndote de las manos y encarcelándolas entre las mías y la pared. Te beso una vez más en los labios, e introduzco una de mis manos en tu camiseta, acariciando tu suave y moldeada piel. Al pasar por el abdomen, lo contraes, al mismo tiempo que se te escapa un soplo de aire que sacude mis sentidos. Te quito la camiseta, y después higo lo mismo con la mía. De nuevo me pego a tu cuerpo aterciopelado, y un nuevo chillido procedente de lo más hondo de tus pulmones sacude la estancia. Poco a poco, te voy guiando a través de la pared hasta llegar al dormitorio. Rodeas mi cuello con tus brazos y sigo indicándote el camino hacia la cama, donde te sientas y lentamente te vas escapando hacia atrás, cual presa huye de su cazador. Después de toparte con el cabecero, te das cuenta de que no tienes escapatoria. Me siento sobre ti, y acerco tu lindo rostro al mío. 

 

-¿Estás seguro de esto? –te pregunto, concediéndote el beneficio de la duda. 

 

No obtengo respuesta, solo asientes de forma totalmente convencida, lo que me da seguridad y vía libre para moverme a mi antojo por un terreno desconocido para ambos. Con mis manos abarcando tu rostro, vuelvo a besarte, mientras me desabrochas el botón de los vaqueros. Hago la misma maniobra contigo, y nuestras caderas se acarician fogosamente al ritmo de nuestros besos y caricias. Cuando nos quedamos en ropa interior, acaricias desde mi rostro hasta mi cintura, pasando por el cuello, clavícula, pecho y abdomen. Voy bajando lentamente tus boxers, y noto cómo tus manos descienden hasta las sábanas y las aprietas entre tus finos dedos. Me quito el boxer, y siento cómo tu respiración es cada vez más fuerte al notar el contacto de nuestros miembros. Nos vamos arrastrando hasta quedarnos tumbados, uno sobre el otro. Te preparo para la penetración, pero estás extremadamente nervioso.

 

 -Xiah, relájate –digo, respirando entrecortadamente.

-Estoy relajado –contestas entre sollozos.

-No lo estás, no te cabe ni un tercio de meñique. 

 

Pruebo a demostrártelo. Trato de introducir mi meñique y al instante se te escapa un grito de dolor. 

 

-¿Lo ves? Tienes que estar tranquilo, si no te va a doler. Respira hondo. 

 

Haces lo que te mando durante unos segundos. Nada. 

 

-Xiah, tranquilo, no quiero hacerte daño, y si no quieres, no lo hacemos. 

 

Cierras los ojos con fuerza, como tratando de evadirte y al rato los abres, atravesando los míos.

Subes la cabeza hasta encontrarte con la mía, y nos besamos muy lentamente. Vuelvo aprobar cómo estás, y para alegría de ambos, te habías relajado. Te rodeo con mis brazos, y me introduzco en tu cuerpo temerosamente ante la idea de hacerte daño. Lanzas un gemido bastante fuerte ante mi primera sacudida, mientras clavas tus uñas en mi espalda. Aumento un poco el ritmo, y tu cuerpo exige más del mío. Haces descender tus manos hasta mis nalgas, y me aprietas contra ti, aumentando paulatinamente le ritmo y la profundidad. Paso a morderte la parte posterior de la mandíbula, y tus gemidos cada vez son más sonoros.

A los pocos segundos, siento cómo la sensación del orgasmo te recorre toda la espina dorsal de arriba abajo, y posteriormente a mí.Dejo descansar mi cuerpo sobre el tuyo, extasiado y satisfecho. Pongo mi cabeza junto a la tuya, y nos miramos, sonriendo.Te acercas y me das pequeños besos en los labios, deslumbrándome entre beso y beso con tu sonrisa, que ilumina la oscura estancia y la llena con el más tierno de los sentimientos. -Te quiero –me susurras. Me sale una sonrisa tonta, y vuelvo a ponerme sobre ti, jugando. Nos miramos, y das un silencioso bostezo.

 

 -¿Estás cansado?

 -Bastante. 

 

Me pongo a tu lado, y te atraigo hacia mí, haciendo que apoyes la cabeza en mi pecho mientras te rodeo con mis brazos.A los pocos minutos ambos estamos sumidos en un profundo sueño, donde las horas pasan lentamente, reparando nuestros tejidos debilitados.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).